Hace algo más de un mes se anunció el fallecimiento el fallecimiento el pasado veinte de marzo de Vernor Vinge, a los 79 años, y nos enteramos de que hacía años que padecía la enfermedad de Parkinson.
Vinge fue un autor capaz de dejar una profunda marca en el campo de la ciencia ficción con una obra relativamente escasa (que simultaneaba con su labor como profesor de matemáticas y ciencias de la computación en la universidad de San Diego), consistente en tan solo ocho novelas y alrededor de veinticuatro cuentos y novelas cortas, publicados a lo largo de cincuenta años. Tras un par de novelas primerizas («Grimm’s world» en 1965 y «The witling» en 1976), alcanzó la fama en 1984 con la primera novela de la serie de las Burbujas, «La guerra de la paz«, que le supuso su primera nominación al premio Hugo de novela (en 1982 ya había sido nominado a mejor novela corta).
Su auténtica explosión llegó con la excepcional «Naufragio en el tiempo real«, con la que introdujo a un público mayoritario el concepto de Singularidad Tecnológica (algo que reforzaría con su ya clásico ensayo de 1993 «The Coming Technological Singularity: How to Survive in the Post-Human Era«. Solo que de nuevo perdió el Hugo (cosas de enfrentarse a «Neuromante» un año y a «La voz de los muertos» el otro).
Sus tres siguientes novelas, publicadas a lo largo de casi veinte años, no fallaron. Ganó el Hugo por «Un fuego sobre el abismo«, «Un abismo en el cielo«, ambas pertenecientes a la serie de las Zonas de Pensamiento, y por «Al final del arco iris«. En conjunto, tres de las mejores ganadoras del premio Hugo (podemos discutir si alguna otra se lo merecía más en su año, pero dentro del conjunto de galardonadas, no desentonan en absoluto). Entre las dos últimas, ganó también dos premios Hugo de novela corta, por «Acelerados en el instituto Fairmont» (2001) y «El monstruo de las galletas» (2003), esta última también premio Locus (como «Al final del arco iris»).
En 2011 publicó su última novela, «The children of the sky», continuación directa de «Un fuego sobre el abismo», que puede ser considerada finalista del premio Locus (acabó en cuarto lugar). Tras esto, y coincidiendo quizás con un agravamiento de los síntomas de su enfermedad, su producción, que nunca había sido abundante, cesó casi por completo (con apenas un par de cuentos aparecidos nada menos que en Nature).
Vaya por delante que después de una carrera tan distinguida, es un tanto desafortunado que su testamento literario vaya a ser «The children of the sky», porque después de un cuarto de siglo de excelencia casi sin parangón, su última novela resulta por desgracia bastante decepcionante. Lo cual es una pena, porque cualquiera que haya leído «Un fuego sobre el abismo» se habrá quedado con ganas de saber lo que les iba a ocurrir luego a los personajes, en particular porque la gran amenaza trascendida que hace arrancar la acción lejos de estar conjurada sigue amenazando la existencia del puñado de humanos varados en el mundo de los púas, justo en el borde de la Zona Lenta, donde las tecnologías más espectaculares, como el viaje translumínico, no funcionan.
La historia de esta segunda entrega se inicia (dejando de lado un pequeño prólogo más cercano), doce años después del clímax de la precedente, la Batalla de la Colina de la Astronave, que se resolvió con una victoria para Tallamaderas y los extraños alienígenas de dos patas llegados en escaso número pero con una tecnología muy superior. En ese tiempo, Ravna, la única adulta del naufragio original, ha logrado sacar de su éxtasis criogénico a un par de centenares de niños, algunos de los cuales ya cuentan con veintipocos años.
Como corregente (junto con Tallamaderas) del Dominio, Ravna está focalizada en hacer avanzar tecnológicamente a sus aliados tan deprisa como le vaya a ser posible, con la esperanza de lograr llevar a los púas del estadio medieval en que se encuentran hasta una sociedad con capacidad interestelar antes de que lleguen sus enemigos (quienes, por fortuna, tienen también que plegarse a las limitaciones de la Zona Lenta). En su contra, sin embargo, trabajan tanto facciones externas (uno de los mayores villanos de «Un fuego sobre el abismo», Vendacious, ha logrado escapar y se ha aliado con Tycoon, una manada con agudo sentido comercial), como internas (algunos de los niños, al crecer, niegan su versión de la historia de la caída de sus padres y consideran que la flota que se dirige al planeta es una misión de rescate, no de exterminio).
Hay algo que ocurría con Vinge, incluso en sus mejores novelas, el nivel de la especulación estaba muy, muy por encima del de la trama. En sus grandes éxitos, esa especulación es tan extraordinaria que todo lo demás se le perdona. «The children of the sky», sin embargo, aporta muy poco de novedoso, prefiriendo apoyarse en una historia de intriga política que nunca termina de arrancar, porque para armar el conflicto el autor hace que los «buenos» sean además terriblemente estúpidos (o inocentones, que en una lucha de poder viene a ser lo mismo).
Sí que es cierto que ahonda un poco más en la singularidad de los púas (seres múltiples, compuestos por entre cuatro y ocho animales similares a perros, cada uno de los cuales por separado no es excesivamente inteligente, aunque juntos, a través de una conexión sonora inaudible para los humanos, alcanzan como manada un intelecto similar al nuestro) y se nos presenta el Coro tropical (una región donde millones de púas individuales conviven en un ambiente donde la formación de manadas estables es imposible por la enorme densidad poblacional). De igual modo, nos encontramos con una tercera especie parlante marina, que permite a Tycoon desarrollar su propia revolución industrial en los trópicos al margen del Dominio… y poco más.
La mayor parte de la novela se ocupa de las desventuras un tanto aburridas de Ravna por un lado y Johanna (una de los dos protagonista niños de «Un fuego sobre el abismo», que ahora es una joven muy bien considerada por los púas) por el otro, mientras reaccionan con extrema torpeza a los complots de Vendacious, Tycoon y Nevil (el líder de los Negacionistas). Sí, de tanto en tanto visitan algún lugar exótico o tenemos un nuevo atisbo de la extraña forma de vida en múltiples cuerpos de los púas, pero a todo ello le falta ritmo, como si al autor le hubiera costado decidir qué contar y qué dejar fuera.
Lo peor, sin embargo, es que resulta evidente que debería haber habido una tercera novela que cerrara la historia del naufragio y, sobre todo, del ascenso de la Aberración (que en toda la longitud de «The children of the sky» es una amenaza lejana que nunca termina de manifestarse). Hay además varios elementos nuevos que quedan colgados sin resolución, como la verdadera naturaleza del Coro, las posibilidades de crecimiento de el sistema de Tycoon o la división profunda en el seno de los pocos humanos presentes en el planeta. En otras palabras, la historia se sostiene casi exclusivamente sobre los personajes y las peripecias que les acontecen… y me temo que ahí no hay mucho para ayudar a mantener el interés por quinientas páginas.
Como ya he comentado, esa tercera entrega (o cuarta, si contamos en la serie «Un abismo en el cielo»), nunca se llegó a materializar, lo que termina por volver «The children of the sky» totalmente irrelevante. Pese a ello, como prueba quizás del prestigio de Vinge, fue finalista del premio Locus (que ganó «Embassytown«, de China Miéville) y del Prometheus (que ganaron ex-aequo «The freedom maze», de Delia Sherman, y «Ready Player One«, de Ernest Cline).
Vernor Vinge (2 de octubre de 1944 – 20 de marzo de 2024)
IN MEMORIAM
Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:
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