Tiempo de fuego

«Tiempo de fuego» («Fire time», 1974) le supuso a Poul Anderson su sexta (y penúltima) nominación al Hugo de novela (todas ellas sin premio). Superficialmente, se trata de una típica space opera, con una colonia terráquea en el lejano planeta Ishtar en el sistema triple de Anubelea. Como solía ocurrir en la ciencia ficción de la época, había allí vida inteligente, si bien tecnológicamente atrasada, que en general se muestra amistosa para con los visitantes extraplanetarios.

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En paralelo, sin embargo, la humanidad se encuentra metida en un conflicto interestelar con otra especie avanzada por el control del planeta Mundomar, donde un grupo de colonos independientes han declarado la independencia de la república de Eleutheria, lo cual choca con los intereses de los naqsans (que, de hecho, estaban antes allí). Por ello, la ayuda humana a los ishtarianos se ha visto comprometida… y verdaderamente la necesitarían, porque se acerca el Tiempo de Fuego.

Anderson se marca con esta novela un homenaje a la ciencia ficción de Hal Clement, imaginando un escenario singular en el que cada mil años Ishtar se ve afectada por el perihelio de Anu, una gigante roja con una órbita muy excéntrica que provoca una subida brusca de la temperatura, sobre todo en el hemisferio norte, que dura todo un siglo y que, tradicionalmente, ha supuesto la destrucción cíclica de la civilización ishtariana, representada actualmente por la Asociación. Otra amenaza, sin embargo, se cierne sobre ella, porque en Valennen, los territorios del norte, un líder carismático ha logrado reunir bajo su mando a las tribus bárbaras y avanza con un ejército imparable hacia el sur.

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Esta situación plantea un dilema moral respecto al derecho que puedan tener los humanos, con su tecnología avanzada, de interferir en las guerras de otro pueblo (en este caso, el típico enfrentamiento entre los habitantes de las ciudades y los pueblos nómadas). Políticamente, el posicionamiento oficial es de no interferencia, evitando incurrir en una mentalidad colonialista. El conflicto, sin embargo, adquiere una perspectiva diferente para los humanos nativos de Ishtar, que ven en algunos de sus habitantes no solo amigos, sino por la diferencia de longevidad incluso figuras paternas. La situación en Mundomar es distinta, porque ahí hay una necesidad de proteger a unos hijos díscolos de la propia Tierra, obligando al planeta madre a posicionarse del bando al que tal vez no asista la razón (el referente histórico de este enfrentamiento es el conflicto palestino-israelí).

Sobre esto, se añaden varios frentes especulativos adicionales, empezando por la descripción de la vida ishtariana, que se caracteriza por un elevado grado de simbiosis con determinados vegetales que hacen las veces de pelo, además de un notable desarrollo mental que en el plano psicológico se manifiesta, entre otros detalles, en una estabilidad a prueba de bomba (por el camino, eso sí, Poul Anderson comete unos cuantos errores en el campo genético/evolutivo… lo que no soy capaz de determinar sin un estudio a fondo de la cuestión es si eran especulaciones congruentes con el nivel de desarrollo contemporáneo de la disciplina, así que tampoco voy a tenérselos demasiado en cuenta).

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Todo ello por no hablar de la vida T, procedente mil millones de años atrás de un planeta que orbitaba Anu antes de que abandonara la secuencia principal y volviera inhabitable su subsistema (como resultado, en Ishtar hay vida procedente de tres procesos evolutivos independientes, con similitudes bioquímicas, pero también ciertas molestas diferencias)

Como se puede apreciar, Anderson fue a por todas con «Tiempo de fuego»… lo cual no es necesariamente algo bueno, porque hay tanto a lo que atender y la novela es tan breve que básicamente no hay espacio suficiente para desarrollarlo todo. Así, por ejemplo, para caracterizar el sistema estelar o ponernos en antecedentes sobre la guerra en Mundomar se ve obligado a recurrir a interludios de lo que básicamente solo puede clasificarse como infodumping técnico, y no basta para perdonarle que incluso él mismo, a través de uno de los protagonistas, los etiquete como soporíferos (Hal Clement, o años después Robert L. Forward, dejaba las explicaciones para los apéndices… y no se complicaba mucho la vida con disquisiciones políticas o filosóficas).

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Por la misma razón, la resolución de los conflictos (bueno de uno de ellos, porque la guerra interestelar queda siempre de lejano telón de fondo) resulta decepcionantemente simplona y lo que es más, no me ha quedado muy claro por qué postura ética aboga exactamente Anderson. Este, por cierto, es un buen momento para señalar que la traducción del volumen en Acervo es tan atroz que escenas completas resultan poco menos que ininteligibles, e incluso cuando es posible reconstruir lo que había escrito originalmente el autor, el esfuerzo es tan grande que predispone en contra de la novela. Es por ello que no voy a pararme a analizar personajes (los mejores, eso sí, ishtarianos u ortoishtarianos, como se denomina a las especies autóctonas en contraposición con las alienígenas, entre las que se incluyen los humanos). Es difícil empatizar con nadie cuando la mitad del tiempo estás luchando por encontrar sentido a las frases.

«Tiempo de fuego» es una novela completamente independiente, pero la aparición de cierto personaje secundario la sitúa en el mismo universo que otra obra anterior, «The star fox» (1965), en la que era protagonista (aunque aquella describe una guerra interestelar previa que no tiene nada que ver con la actual). «The star fox» fue finalista del Nebula en 1966 y fue inducida en el Salón de la Fama del premio Prometheus en 1995.

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Por lo que respecta a las opciones que tuvo «Tiempo de fuego» de alzarse con el premio Hugo de 1975… en realidad fueron inexistentes. Ya no es solo que Ursula K. Le Guin lo ganara con una de sus novelas más celebradas, «Los desposeídos«, sino que además se enfrentaba a dos de las mejores novelas de dos de los autores más respetados de su época: «Fluyan mis lágrimas, dijo el policía«, de Philip K. Dick, y «Un mundo invertido» de Christopher Priest… por no hablar de que si de space opera se trataba, «La Paja en el Ojo de Dios«, de Larry Niven y Jerry Pournelle partía con ventaja (e incluso tocaba con mayor acierto las mismas teclas que «Tiempo de fuego»).

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en octubre 17, 2022.

Una respuesta to “Tiempo de fuego”

  1. Gracias por la reseña, ahora lo tengo en la lista

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