Muero por dentro

A raíz de la anterior entrada (y por no trabajar mucho hoy), se me ha ocurrido que podría ser interesante recuperar (adaptada) la reseña que publiqué en su momento en Scifiworld acerca de «Muero por dentro» («Dying inside»), novela de Robert Silverberg publicada en 1972, tan sólo tres años después que «Alas nocturnas«. Ambas tratan sobre la decadencia («Alas nocturnas» la de toda una civilización y «Muero por dentro» la personal), pero sus desarrollos son muy diferentes. Mientras que la novela de 1969 se cierra con una nota de esperanza, una especie de renacimiento, la que nos ocupa abraza el declive hasta su amargo final.

La novela fue finalista a los premios Hugo, Nebula y Locus (tercera posición), perdiendo todos ellos ante «Los propios dioses» de Isaac Asimov. Sin restarle méritos a la que quizás sea la mejor novela del Buen Doctor, tal vez la doble nominación de Silverberg, por ésta y por «El libro de los cráneos«, provocara división de votos y le costara algún galardón.

Entrando ya en la crítica, la telepatía es un tema clásico dentro de la ciencia ficción (a pesar de tener poco que ver con la ciencia), hasta el punto que resulta difícil encontrar obras que destaquen por su tratamiento novedoso. Tal es el caso, sin embargo, de «Muero por dentro», un novela de enorme  calidad, literaria y temática, que me resisto a calificar de ciencia ficción (sin afán de entrar en polémicas sobre qué significa «ciencia ficción»). De hecho, es exactamente el tipo de historia que actualmente están explorando muchos escritores de mainstream; un realismo despiadado, contemplado desde la privilegiada perspectiva que otorga el apartarse un paso hacia lo fantástico.

Por supuesto, el autor es Robert Silverberg, reputado escritor fantástico, y esa divergencia de la realidad no sólo asumió la forma de una paraciencia propia del pulp más ramplón, sino que se erigió en motor de la narración, así que no resulta muy difícil imaginar el nulo impacto de la historia fuera del círculo estricto de la literatura fantástica… y de algún modo tampoco es muy difícil imaginar cómo se tomaría ese hecho el propio autor: del mismo modo que David Selig, el protagonista de la novela, asiste al inexorable declinar de su poder telepático. ¿Es “Muero por dentro” una novela autobiográfica? Resulta arriesgado afirmarlo sin un conocimiento más exhaustivo del autor, pero los paralelismos son intrigantes (tras varios años publicando tres o cuatro libros por curso, a partir de 1972 entraría en un período de sequía, con apenas dos novelas en una década), y el propio subtexto de la novela, una exploración psicológica del alienamiento y el declive de las capacidades, una recapitulación de una vida marcada no tanto por un poder sobrehumano como por las limitaciones de una personalidad atormentada por una culpa indefinida, invitan a dicha reflexión.

Nuestro primer encuentro con David ya marca el devenir de la historia. Selig es un personaje pasivo, naufragando en una espiral de autocompasión de la que ni puede ni quiere salir. Durante trescientas páginas, asistimos al marchitar de su poder, descrito con minuciosidad casi masoquista por el propio telépata, al tiempo que recuerda, no necesariamente en orden cronológico, diversos hitos en su vida; unos hitos que tienen que ver invariablemente con su incapacidad para establecer cualquier tipo de comunicación con otros seres humanos (sus padres, su hermana adoptiva, sus efímeras novias…). La genialidad de la novela radica en separar su capacidad telepática del desarrollo de su personalidad quejumbrosa y su asociabilidad. Cierto, es capaz de penetrar los pensamientos de sus semejantes, pero con ello no alcanza una mayor comprensión o una mayor empatía, pues lo que ansía no es recibir, sino transmitir, algo que su poder no otorga y que no puede lograr del modo “tradicional” por las defensas que desde su infancia ha construido a su alrededor.

El momento quizás más demoledor es cuando descubre que no cabe culpar por su sufrimiento al capricho genético que le permite espiar los pensamientos ajenos, sino que es una característica arraigada a mucha mayor profundidad en su personalidad. Sin embargo, en ningún momento llega analizarse con suficiente objetividad para abrazar esta conclusión. Su don resulta de lo más apropiado como cabeza de turco, como un receptáculo para su autodesprecio y sus frustraciones; al tiempo que es también la única fuente de gozo, lo único que capaz de ofrecerle, aunque sea fugazmente, el tipo de contacto íntimo con los demás que anhela. En cualquier caso, ya sea virtuosa o maligna, lo cierto es que la está perdiendo la telepatía, y, por muy insatisfactoria que haya sido, es lo que lo ha definido como individuo.

Aparte de los temas desarrollados. También cabe resaltar la forma narrativa que asume la novela, ambientada en la misma época en que fue escrita (con ocasionales incursiones en su pasado reciente a través de los numerosos recuerdos). Supone un retrato de los EE.UU. hacia finales de los 60, principios de los 70; de un país en busca de su propia identidad perdida. Muestra también ambientes que debían serle muy cercanos a Silverberg, con una notable inclinación hacia el mundo de la literatura (abordado desde aspectos tan diversos como el trabajo editorial o el análisis universitario de textos clásicos). El narrador principal en primera persona (el propio Selig), se alterna con otros artificios: pasajes de narrador omnisciente, o reproducciones de los trabajos que escribe para ganarse un poco de dinero, o incluso recurriendo en un episodio glorioso a la segunda persona; pero en todo momento da la impresión de que estamos metidos, cual telépatas, en la mente de David, y que esta variedad muestra tan sólo la forma en que su cerebro trabaja, examinando la realidad, su realidad, desde diversas perspectivas. En esencia, “Muero por dentro” supone una inmersión completa en la decadencia de un cerebro extraordinario, condenado por propia voluntad a una vida anodina. No es una lectura optimista, ni tampoco excitante (desde la tan cacareada perspectiva del “sentido de maravilla”), pero su poder de fascinación es tan único como su protagonista.

Otras opiniones:

Otros libros del mismo autor reseñados en Rescepto:

~ por Sergio en marzo 21, 2010.

8 respuestas to “Muero por dentro”

  1. Fascinante. Por eso he querido leerla desde hace mucho tiempo. La telepatía sigue siendo una tentación como parte de las narraciones de ciencia ficción, pero pocas veces, creo, encuentra uno historias tan redondas.
    Intenté -y puedo emplear ese término- usar la telepatía como fuerza devastadora a la vez que constructora en mi cuento Sueño profundo. No sé si habré logrado acercarme a mi objetivo, pero al menos me queda la satisfacción del intento.
    Muero por dentro permanece aún como una de mis pendientes y no dejará ese estatus hasta que realmente la consiga :)

  2. Es una de mis novelas favoritas. Un tour de force brillantísimo. Una obra redonda y demoledora.

  3. Pues de telépatas, Laura, hay otra novela imprescindible: «El hombre demolido» de Alfred Bester (que algún día tendré que reseñar, pues fue la receptora del primer Hugo de la historia).

  4. Vaya, pues esa no la sabía. Gracias.

  5. Comparto contigo una opinion bastante similar, sobre todo la reticencia a categorizarla como ciencia ficcion o almenos a hacer la concesion tan facilmente ¿sera acaso una alegoria vestida de especulacion de la psicologia? No me atreveria a decirlo con seguridad. Una novela obligada, sin duda.

  6. poes ke sta super chidao el libro aunke no lo e acabado de leer ejejejejeje poes kisiera pero ni tengo tiempo pro voe a tratar de leerlo lo mas rapido posible
    jejejejejejeje

  7. YO LEÍ ESTE LIBRO HACE 5 O 6 AÑOS EN LA SECUNDARIA Y LO KIERO LEER OTRA VES PERO … NO SE EN DONDE CONSEGUIRLO ALGUIEN SABE DE ALGUNA LIBRERÍA PORFA VIVO EN MÉXICO DF

  8. pues a diferencia de guadalupe, a mí la lectura me fascinó… no paré hasta terminar… los detalles, el protagonista, los escenarios…

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