Alas nocturnas

En ocasiones, los desenlaces más maravillosos surgen de la peor adversidad. Tal es el caso de «Alas nocturnas» («Nightwings», 1969), de Robert Silverberg, tanto desde una perspectiva interna a la narración como por las circunstancias que rodearon su gestación.

A finales de 1968 Silverberg vivió uno de sus momentos más bajos. Un incendio había destruido su casa y se encontraba de pronto viviendo casi en la indigencia, con necesidad perentoria de dinero. Decició entonces escribir una serie de novelas cortas, entrelazadas pero lo bastante independientes entre sí para poder ser publicadas en una revista antes de recopilarlas en un fix-up. La primera, «Alas nocturnas», fue del agrado de Frederik Pohl, editor de Galaxy, que pagó muy generosamente por ella para publicarla en el número de septiembre.  La jugada les salió bien a ambos, pues la historia fue finalista a los Nebula y conquistó el Hugo de novela corta de 1969. Las siguientes entregas, «Camino a Parris» y «Hacia Jorslem», se publicaron en los números de diciembre y febrero y se editaron conjuntamente por parte de Avon a finales del 69. Según comenta el propio autor, la escritura de «Alas nocturnas» le ocupó únicamente cinco días.

Unas condiciones tan extremas bien hubieran podido conducir a un texto anodino, de pura supervivencia. Sin embargo, tanto la novela corta original como el libro en su conjunto se erigen como importantes hitos en la carrera de uno de los más reconocidos autores de la ciencia ficción. El primer fragmento nos presenta una Tierra decadente, con los personajes viviendo a la sombra de una antigua y casi olvidad grandeza, asociados en gremios y temerosos de una mítica raza extraterrestre que, según anuncian las leyendas, llegará un día de las estrellas para vengarse de pasados agravios.

Desde mediados de los sesenta, con la publicación (primero en una edición pirata) de «El señor de los anillos» en EE.UU., la fantasía estaba viviendo un momento dulce. Muchos autores (y, sobre todo, autoras) de ciencia ficción empezaron a experimentar con la introducción de elementos y estructuras propias de la fantasía en sus historias. «Alas nocturnas» es un ejemplo de esta tendencia (que el propio Silverberg llevaría al extremo con sus crónicas de Majipur). La ganadora del Nebula correspondiente (nominada también a los Hugo) fue Anne McCaffrey con «El jinete del dragón», segunda parte de su novela «El vuelo del dragón» (la primera había sido co-ganadora del Hugo de 1968), otra ejemplo de fusión entre fantasía y ciencia ficción.

En cuanto a «Alas nocturnas», los personajes principales son un Vigía (encargado de examinar todas las noches los cielos con ayuda de su carrito para avisar de la llegada de los anunciados invasores), una voladora (una chica perteneciente a un clan creado por ingeniería genética en la mítica edad de la magia, con unas frágiles alas que sólo le permiten volar de noche) y un mutante sin gremio, que viajan por el paisaje desvastado hacia la antigua ciudad de Rom (Roma).

La trama en sí no presenta grandes innovaciones. En el fondo, es la misma historia del antiguo imperio en decadencia que ya introdujo en la ciencia ficción Isaac Asimov a principios de los 50 con su serie sobre la Fundación. Sí, la hibridación con la fantasía aporta un sabor nuevo, pero no basta para justificar la tremenda impresión que produce su lectura muchas décadas después, cuando cualquier plus por la novedad se ha erosionado. En realidad, los acontecimientos no importan demasiado. «Alas nocturnas» no es una historia de hechos, sino de sentimientos (el universo interior de la New Wave). Además, Silverberg se encontraba en la cúspide de su habilidad narrativa y supo imprimir al texto una cualidad poética que no precisa de artificios lingüísticos para calar muy hondo.

El protagonista de la novela, nuestra ancla emocional, es el Vigía (sin nombre particular al principio de la historia). Él ejemplifica el espíritu derrotado de la vieja Tierra. Al inicio de la novela, la futilidad de su diaria exploración de las estrellas lo mantiene sumido en un estado de perpetua frustración, que no le anima a reaccionar, sino que por el contrario lo sume en una apatía absoluta que le impide enfrentarse a sus dudas y a sus temores. Cuando, pese a su incredulidad, la antigua amenaza se cumple, la liberación de su ahora sí inútil labor le priva de todo propósito y lo espolea por fin a tomar la iniciativa, aunque sólo sea investigando en el pasado. Para ello ingresa en el gremio de los Memorizadores, cuya central se encuentra en la ciudad de Parris (así, de igual modo que Roma simbolizaba el poder perdido, París se erige en sede del estudio). Allí desvela secretos del pasado, como la razón de la decadencia terrestre (motivada por la soberbia) y de la venganza de los alienígenas, pero nada que sea útil para el futuro.

En la tercera parte, explusado del gremio de los memorizadores, peregrina a Jorslem (Jerusalén), donde se reencuentra con la voladora y completa su viaje espiritual al encontrar un nuevo sentido a su vida y, por extensión, personificar la esperanza de la humanidad, que encuentra in extremis una finalidad más allá de su momento de mayor derrota y amargura.

¿Una simple cura de humildad? No, mucho más. «Alas nocturas» mezcla el lenguaje de la ciencia ficción con el de la fantasía para indagar en la esencia misma del ser humano. Nos habla de la caída de los poderosos, sí, pero también del largo camino de vuelta (o al menos de su inicio), con la salvedad de que no es la típica historia que los americanos llaman de feel-good, en que tras muchas perrerrías el prota reconquista su posición perdida. El periplo del Vigía (y del ser humano en su conjunto) a lo largo de la novela, implica una maduración moral, una purga de los antiguos errores y una reevaluación de las prioridades. Sólo así se puede aspirar a la auténtica grandeza, que no se impone, sino que se comparte.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en marzo 19, 2010.

7 respuestas to “Alas nocturnas”

  1. No es el primer libro de Silverberg que me habría gustado leer de haber sabido antes de su existencia, pero gracias por la nota, pues es uno más que sumaré a mi lista de pendientes. Me gustan las historias que saben mezclar los géneros fantásticos (quizá porque yo también me inclino por ello) con verdadero acierto. :)
    P.D. Tengo la impresión de que tu artículo necesitaba un párrafo final adicional… Como si lo hubieras partido, ¿no crees?

  2. Pues creo que es el primer libro de Silverberg que leí, y luego tuve que esperar hasta «Muero por dentro», muchos años después, para que volviera a alcanzar el mismo nivel otra novela suya.

    Respecto al párrafo perdido… Lo cierto es que lo último que incluí fue lo de la novela corta de McCaffrey, que supuestamente debía ir al final. Pero no me cuadraba, así que lo encajé más arriba, cortando, quizás, un poco en seco, pero habiendo dicho todo lo que quería.

    Cada vez soy más refractario a las conclusiones al uso.

  3. Eres dueño de terminar los artículos como quieras, faltaba más :), que la libertad creativa del escritor se extiende al ensayo, por supuesto. :)
    Me preguntaba, leyendo tu respuesta, si sabes algo de Tiempo de Cambios. Hace tiempo estuve a punto de adquirirlo, pero por una cadena de circunstancias extrañas, no pude hacerlo y desde entonces han pasado muchos años y no he vuelto a verlo. Pero siempre me llamó mucho la atención, incluso más que Muero por Dentro, al cual, tampoco como verás, he podido hincarle el diente…

  4. No, si era por disculparme un poquito, que sé que voy a contracorriente.

    No he leído «Tiempo de cambios». Lo cierto es que de Silverberg les tengo ganas a varios títulos (como «El libro de los cráneos»). Apenas he empezado a conocerlo con sólo ocho novelas catadas (y entre ellas dos de las infames «colaboraciones» con Isaac Asimov). Tuve un par de lecturas decepcionantes (quizás si les concediera otra oportunidad con la mente un poco más abierta…) y sólo recientemente empecé a apreciarlo. El que muchas de las ediciones sean inencontrables tampoco ayuda.

    Eso sí, recomiendo encarecidamente tanto «Alas nocturnas» como «Muero por dentro» (que reseñé en su momento en Scifiworld).

  5. Los tengo super «anotados». :) Gracias por la reseña.

  6. Me encantó «Alas nocturnas». Y «Muero por dentro» me parece una obra maestra.

  7. Lo curioso es que ambos libros tratan en el fondo de lo mismo: la decadencia y la frustración asociada con ella. Sólo que en «Muero por dentro», escrita apenas tres años después, ya no hay esperanza, sino inevitabilidad (y sí, es una obra maestra).

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