Ethan de Athos

 En 1986 Lois McMaster Bujold publicó tres libros dentro de su serie del Nexo de Agujeros de Gusano: «Aprendiz de guerrero», «Fragmentos de honor» y «Ethan de Athos». La recepción respectiva marcaría el devenir futuro de la serie y así es como arrancó las Saga Vorkosigan, porque por supuesto fue «El aprendiz de guerrero» la novela que capturó de verdad la imaginación de los lectores. Con el tiempo, sin embargo, «Fragmentos de honor» se convirtió en el capítulo fundacional para su propia subserie, la de los padres de Miles (o, más específicamente, la de Cordelia). «Ethan de Athos», por su parte, constituyó un camino sin salida, un intento infructuoso por ampliar el foco de la serie (al que quizás podríamos sumar dos años después «En caída libre«).

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La novela sigue las peripecias del doctor Ethan Urquhart, un especialista en reproducción al que se le ha encargado la delicada tarea de descubrir qué ha pasado con un cargamento de material ovárico, imprescindible para la supervivencia de su cultura después de casi doscientos años de aislamiento. Por pura ignorancia, los athosianos habían contratado los servicios de una de las casas mafiosas de Jackson’s Whole, y ahí radica la fuente de la mayor parte de los problemas con los que se va a encontrar, porque en paralelo sus proveedores han estado jugando con material genético proveniente de un experimento militar cetagandano, y al mismo tiempo que Ethan llega a la estación Kline para averiguar qué ha pasado con su pedido, también lo hacen dos agentes de Cetaganda… que no pueden sino sospechar que él está involucrado de alguna forma en todo el lío.

Por suerte para Ethan ha acudido también a la estación Kline un miembro de los Mercernario Libres Dendari, contratados por los jacksonianos para frustar los planes de los cetagandanos. Por desgracia para Ethan, es una mujer, la comandante Elli Quinn («Ethan de Athos» se escribió después de «Aprendiz de guerrero», así que toma a este personaje y muchos elementos de ambientación de ella). En contra de todos sus instintos y sus más arraigadas creencias (en Athos las mujeres son tan desconocidas como temidas), Ethan tendrá que aprender a confiar en Quinn, porque no solo están en juego su vida y sus derechos reproductivos, sino la propia viabilidad de toda su cultura.

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«Ethan de Athos» se configura básicamente como una historia de espías propia de la Guerra Fría, solo que en una estación espacial (con lo que Lois McMaster Bujold se aproximó más al tipo de space opera que había hecho famosa C. J. Cherryh, en vez de la versión más militarista que acabó dominando la primera etapa del universo Vorkosigan). Aparte del juego de espionaje y contraespionaje que juegan Quinn y los cetagandanos, nos encontramos con un potencial refugiado político y la propia política interna de la estación (que vendría a hacer las veces de una puerto franco). Bujold introdujo además un poco de especulación, imaginando a contracorriente un mundo habitado solo por hombres (gracias a los replicadores uterinos, uno de los inventos estrella de la serie). Por desgracia, da la impresión de no saber muy bien qué hacer con esa idea, de forma que la cultura athosiana, con sus complejas reglas reproductivas, queda a lo sumo esbozada (cuando no involuntariamente ridiculizada por su misoginia «de oídas»), pese a que se nota que es un elemento al que la autora dedicó tiempo de reflexión para hacerlo coherente.

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El gran problema de «Ethan de Athos», sin embargo, son los personajes. La ficción de Lois McMaster Bujold se apoya invariablemente en unos personajes fuertes e interesantes. Todo gira a su alrededor (o, más específicamente, alrededor del personaje central, que cataliza la acción, bien sea Miles, Cordelia o cualquiera de los secundarios que gozan de su momento de gloria, tanto en el Nexo de Agujeros de Gusano como, dirigiendo la vista hacia la fantasía, en el Mundo de los Cinco Dioses). El trasfondo es básicamente un escenario dispuesto para su lucimiento. Por desgracia, los personajes de esta novela son… aburridos.

Ethan, como centro focal de la narración, resulta particularmente decepcionante en su recalcitrante pasividad (la carta de «provinciano ingenuo al que las complejidades de la sociedad interestelar pillan siempre a contrapié» acaba agotándose y más allá de eso no hay mucho donde rascar, mientras que Elli Quinn queda retratada como una versión muy inferior de Miles Vorkosigan (el almirante Naismith, para ella). Si a esto le añadimos un par de trampas narrativas para desencallar la historia cuando ha llegado a un punto muerto… el resultado es una de las entregas menos memorables de toda la serie.

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Cuando menos, su brevedad (al parecer, se rumoreaba por aquella época que los editores estaban más dispuestos a valorar novelas breves de autores noveles) trabaja a su favor, logrando que nunca llegue a cansar (a lo cual contribuye igualmente el humor situacional, que nunca anda demasiado lejos en las novelas de Bujold) . Lástima que no siguiera construyendo a partir de ahí, porque hay elementos muy interesantes con potencial para enriquecer considerablemente el universo Vorkosigan (no he hablado del experimento cetagandano por reservar alguna sorpresa al lector potencial; me limitaré a comentar que es una pena que haya quedado arrinconado dentro del complejo entramado sociopolítico que la autora fue construyendo con los años).

Otras opiniones:

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~ por Sergio en agosto 30, 2021.

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