The long tomorrow

En 1956, Leigh Brackett se convirtió en la primera mujer finalista del premio Hugo con «The long tomorrow». Era el primer año en que se designaban finalistas (las dos ediciones anteriores se celebraron en una ronda única).

Otra particularidad de esta votación, que no ha vuelto a repetirse, es que la elección de finalistas en primera ronda recayó en un jurado de especialistas (aunque la segunda ronda se mantuvo abierta a incorporaciones). Esto respondía quizás a la terrible elección de 1955, pues «La máquina de la eternidad«, de Mark Cliffton y Frank Riley es una de las peores ganadoras de la historia de los Hugo (quizás la peor), así que tiene sentido que los organizadores de la WorldCon de 1956 quisieran ir sobre seguro.

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Hasta hace muy poco el listado de finalistas se consideraba perdido, pero en 2017 apareció un informe de progresos de la WorldCon con la papeleta de votación, y de este modo pudimos saber los nombres implicados. Junto con Brackett, estaban Eric Frank Russell  por «Tres que capturar«, Cyril Kornbluth por «Not this august» e Isaac Asimov por «El fin de la Eternidad«), que podemos sumar así al de Heinlein (ganador con la muy menor «Estrella doble«). Tanto en el caso de Brackett como en el de Asimov, fueron obras que supusieron el fin de su primera etapa dentro de la ciencia ficción. El mercado pulp estaba cambiando a pasos agigantados, con muchas revistas echando el cierre debido al aumento de precio del papel y la competencia cada vez mayor de la televisión. Esto es algo que afectó especialmente a Brackett, con la desaparición casi simultánea de Planet Stories (revista de la que era la principal contribuyente), Startling Stories y Thrilling Wonder Stories a principios de 1955.

De la noche a la mañana, Brackett se encontró sin sus principales mercados dentro del género, lo que la empujó definitivamente hacia el cine y la televisión (habiéndose convertido en una colaboradora habitual de Howard Hawks, quien ya la había buscado específicamente, sin saber que era una mujer, para adaptar en 1946 «El sueño eterno»). Así, «The long tomorrow», publicada por Doubleday, se convirtió poco menos que en su despedida de la ciencia ficción, aunque durante la década de los sesenta volvería esporádicamente al género y a partir de 1974 produciría nuevas novelas de Eric John Stark (que ignoraban la primera iteración de personaje). El caso es que no vivió lo suficiente para aprovecharse del resurgir de la ciencia ficción campbelliana en los ochenta (como sí pudo hacer Isaac Asimov), así que «The long tomorrow» quedó como su obra cumbre… lo cual no es algo necesariamente malo para su legado, porque es una novela extraordinaria.

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Se trata de una historia postapocalíptica, ambientada un par de generaciones después de una guerra nuclear que ha destruido las ciudades del mundo. Los EE.UU., a través de una enmienda constitucional, se han reconvertido en una sociedad rural, en la que movimientos religiosos ultraconservadores como los amish o los menonitas determinan qué tecnologías están permitidas (básicamente decimonónicas) y cuáles han de ser proscritas para evitar que Dios vuelva a enojarse con la humanidad. Es una situación que Len, el protagonista, no puede admitir, y hará todo lo posible junto con su primo Esau por cumplir su sueño y viajar a Bartortown, el mítico asentamiento donde según se cuenta entre susurros atemorizados todavía sobrevive un grupo de científicos.

En 1955, aunque la URSS ya había empezado a realizar pruebas atómicas (para entonces llevaba probablemente catorce explosiones, mientras que en 1954 los estadounidenses sumaban ya medio centenar, incluyendo las potentes bombas de Bikini), todavía no se había instaurado por completo la paranoia nuclear que caracterizaría la Guerra Fría, ni eran demasiado conocidos los efectos de la contaminación radioactiva. La novela, más que fruto del miedo a la destrucción, es una respuesta directa al horror con el que los escritores de ciencia ficción recibieron los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, después de años de estar abogando por la energía nuclear, y versa en particular sobre el trauma del superviviente y sus consecuencias sobre toda una sociedad, que tal vez no esté preparada todavía para retomar el camino, aunque en su seno ya haya quienes sueñen con aquel futuro que les fue arrebatado.

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Se nota la experiencia obtenida por Brackett en su trabajo para el cine, con un tratamiento psicológico de los personajes muy por encima de lo que era habitual en la época. En general, la novela presenta un sabor muy cercano al western, en el que el escenario del Medio Oeste primero y del Centro Suroeste después se convierte casi en un personaje más, no limitándose a ser el sustrato físico que es testigo de la búsqueda de Len y Esau (sobre todo del primero, menos impulsivo y más reflexivo que su pariente, debatiéndose continuamente entre las ansias de conocimiento y el temor religioso en el que se ha criado).

Sorprende un poco esa religiosidad que lo impregna todo (y que la hermana con «Las crisálidas» de John Wyndham, publicada ese mismo año), concebida como respuesta al golpe moral asestado no tanto por las armas nucleares en sí, sino por el colapso catastrófico de la sociedad urbanita que han propiciado. Brackett presenta la religión como un refugio en tiempos de crisis, y como una fuerza extraordinariamente conservadora, que ofrece consuelo y, sobre todo, sentido a una vida dura y sacrificada, que ha de rechazar como pecaminosa la cultura precedente y sus comodidades. Incluso en el corazón de Len se agazapa ese miedo casi supersticioso hacia las energías escondidas en el átomo, e incluso él ha de aprender a convivir con ese lado oscuro de la energía nuclear que tan salvajemente ha sacudido todo su mundo (aquí he de mencionar cómo Brackett básicamente ignora la existencia de civilización más allá de las fronteras de los EE.UU., que hubiera convertido esa sociedad rural y decimonónica en presa de otras naciones menos castigadas o traumatizadas… pero bueno, se lo perdonamos).

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«The long tomorrow» es una obra madura, intimista, en ocasiones lírica, que demuestra una madurez estilística y conceptual muy por encima de la media de su época (y muy por encima de la space opera por la que es principalmente conocida la autora). Tal vez el desarrollo posterior de la amenaza nuclear, que nos ha dejado obras tan extraordinarias como «Cántico por Leibowitz» de Walter M. Miller Jr. (1960), o sátiras tan devastadoras como «Cuna de gato» de Kurt Vonnegut (1963), o incluso el accidentado historial del uso civil de la energía nuclear, que inspiró obras como «Nervios» (Lester del Rey, 1956) o «En la Deriva» (Michael Swanwick, 1985), haya variado un tanto nuestra perspectiva sobre el tema. Pese a todo, el buen hacer de Brackett trasciende las circunstancias históricas en que se alumbró la novela, de modo que no solo nos ofrece una visión filosóficamente desfasada (aunque interesante desde una perspectiva histórica) de un problema todavía presente, sino sobre todo un retrato atemporal de lo que significa ser humano y debatirnos entre el temor y el anhelo por lo que nuestro intelecto puede llegar a concebir.

En mi opinión, y tras haber leído todos los candidatos, el Hugo de 1956 hubiera debido ser para Leigh Brackett y «The long tomorrow».

Otras opiniones:

Otras obras de la misma autora reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en abril 27, 2021.

5 respuestas to “The long tomorrow”

  1. ¿No hay traducción?

    • Me temo que no, y en principio tampoco la esperaría en un futuro previsible. La editorial que en estos momentos está traduciendo la obra de Brackett (Barsoom) está orientada hacia la space opera (y el pulp en general), y esto es algo totalmente diferente que no estoy seguro de cómo sería recibido por su público. Tampoco tengo mucha confianza en el mercado actual para títulos de los años cincuenta que no cuenten ya con una larga tradición editorial en español… y es una pena, porque últimamente estoy leyendo cosas muy buenas de esa época. Las malas traducciones de los años sesenta y setenta hicieron mucho daño a la percepción que tenemos hoy en día de algunos de los autores clásicos.

  2. Muchas gracias Sergio. Acabo de ver la reseña en CCyberdark que precisamente empieza hablando de la NO traducción de este libro.

  3. No conocía esta historia, pero la verdad es que ahora me interesa mucho leerla. ¿De casualidad el libro se puede encontrar en Amazon? Gracias por compartir.

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