La sombra sobre Marte

Este mismo año Leigh Brackett ha ganado el premio retroHugo de novela de 1945 por «La sombra sobre Marte» («Shadow over Mars», también titulada en ediciones posteriores «The Nemesis from Terra»), publicada originalmente en el número de otoño de 1944 de Startling Stories. Esta obra (casi, casi novela corta) se encuadra en un ciclo de narraciones aventureras por el Sistema Solar que desarrolló la autora sobre todo en los años cuarenta, aunque siguió publicando historias ambientas en este escenario hasta que hacia finales de los años sesenta las sondas espaciales convirtieron aquel consenso ficticio (con un Venus acuático y un Marte anciano, decadente y desértico, pero todavía capaz de albergar vida) en obsoleto.

En cierta medida, estas historias describen una historia del futuro que se extiende por varios siglos, aunque según la norma de la época no las escribió en orden… y de hecho resulta improbable que hubiera detrás una planificación estricta. A lo largo de su carrera literaria, sin embargo, Leigh Brackett se ganó por esta serie el sobrenombre de Reina de la Space Opera, y con posterioridad ha habido intentos por compilar y estandarizar la historia, como el que lleva realizando dede el 2009 La Hermandad del Enmascarado en la colección Los Libros de Barsoom, que se inició en 2009 con «Las ciudades perdidas de Marte», continuó con «Las aventuras de Eric John Stark» (2015) y concluye con el tomo «La sombra sobre Marte» (2015)… aunque la supertrama del Sistema Solar continúa en las aventuras de Venus y Mercurio, recopiladas en otros volúmenes.

Personalmente, prefiero las ediciones según el orden de escritura, porque este tipo de secuencias suelen presentar saltos de estilo muy importantes, pero entiendo el valor comercial de ofrecer historias continuadas, porque es a lo que nos hemos acostumbrado desde que en los años cincuenta y sesenta empezaron a recuperarse las sagas clásicas.

El volumen que nos ocupa se inicia con uno de los mejores relatos, «El velo de Astellar» («The veil of Astellar», Thrilling Wonder Stories, 1944), que de hecho no pertenece estrictamente al ciclo marciano. Brackett dosifica tan a la perfección la información en este relato que me resisto a contar nada sobre su trama. Baste con decir que tiene de protagonista a un vieja aventurero del espacio que hace mucho perdió su humanidad y, sorpresivamente, la reencuentra, ofreciéndosele una postrera posibilidad de redención. Magnífico a todos los niveles.

«El enigma de Marte» («Martian Quest»), por el contrario, presenta unas caracterizaciones muy tópicas. No es de extrañar del todo, puesto que se trata de la primera venta profesional de la autora. Salió publicado en el número de febrero de Astounding de 1940, y presenta uno de los temas clásicos de la época, la traslación al espacio de la colonización americana. La historia tiene un protagonista novato, un colono endurecido y una joven que sirve como poco más que interés romántico, teniendo de fondo la amenaza de la fauna local.

Como buena parte de la producción de Brackett, se trata de una historia del oeste, a la que se le añade un toque de exotismo y asombro gracias al escenario (más adelante, introduciría también elementos de novela negra y espada y brujería). Con una trama similar, en 1950 Robert A. Heinlein publicó una de sus novelas juveniles, «El granjero de las estrellas«, que con mayor rigor científico le valió también un premio retroHugo. Ya en esta fase temprana de su carrera la autor domina el diálogo y el pulso narrativo, aunque el final resulta un tanto anticlimático (también es esta una característica que se repite, al menos de acuerdo con esta muestra, en la ficción de Brackett).

«El pirata del agua» («Water pirate», 1941, Super Science Stories) es otra historia que aborda temas relativamente tópicos en la época (los piratas asteroidales) con un buen tratamiento de personajes, un giro argumental sugerente, que demuestra que la capacidad de Brackett para dibujar escenarios fascinantes estaba muy por encima de la media de sus colegas… y una resolución muy pobre, que hecha a perder las posibilidades de ese planteamiento. En definitiva, es una historia propia de un escritor en sus inicios, con mucho talento innato pero que aún tiene que encontrar su propia voz.

En «Marte menos Bisha» («Mars minus Bisha», Planet Stories, 1954) volvemos al Marte-como-reflejo-del-Oeste, pero con una historia mucho más original. Un científico terrano se encuentra al cuidado de una niña marciana, condenada por los suyos al sacrificio por ser víctima de una maldición. La lucha del hombre contra lo que entiende como pura superstición confiere al relato la humanidad que precisa para soslayar la escasa formación científica de la autora, que por una vez no empaña el final, ya que este, muy potente, se fundamenta en sus puntos fuertes (la caracterización y la plasmación de los conflictos internos).

Por el contrario, «La sacerdotisa escarlata de la luna roja» («Purple priestess of the mad moon», The Magazine of Fantasy and Science Fiction, 1965), supone una cierta decepción, que además no cuadra tonalmente con el Marte que nos está describiendo en el resto de las narraciones. Se escribió una década después de abandonar prácticamente la ciencia ficción en favor de su carrera como guionista, y en ese intervalo el género había cambiado mucho, por lo que el enfoque profundamente pulp de la historia puede considerarse casi paródico.

Con esto llegamos a «La sombra sobre Marte», que fue la primera novela de ciencia ficción de Leigh Brackett (aunque la segunda, después de una de género negro que evidentemente supuso una gran influencia en la creación de los personajes de la historia). Narra la rebelión definitiva de los marcianos (tanto nativos como colonos) contra el gobierno Terrano, secuestrado en la práctica por las grandes corporaciones (aquí añadimos otro referente histórico, que sería el de la época de los grandes magnates americanos, entre finales del siglo XIX y principios del XX).

El protagonista es Richard (Dick) Gunn Urquhart, el más macho entre los machos del planeta (y quizás de todo el Sistema Solar), al que profetizan al principio de la novela que su sombra se extenderá sobre Marte, lo que lo marca como objetivo para los antiguos reyes marcianos, que están hartos de la subyugación terrana. Al mismo tiempo, los mercenarios de la Compañía que gobierna de facto ese mundo (unas bestias antropoides negras… que son poco más que una versión exagerada, casi caricaturesca, de cómo se plasmaba a los negros en el cine de terror de la época) lo capturan y lo ponen a trabajar como esclavo en las minas de fallonita.

Enfrentado a todos, y con la conveniente compañía de una chica (o dos), que se enamoran perdidamente de él, Rick va saltando de escenario en escenario, con una velocidad y unos giros argumentales casi propios de Van Vogt («Slan«, 1940), triunfando a base de cabezonería, fuerza física, decisión y suerte, mucha suerte (porque lo de planificar con cuidado no va con él). Vamos, que en su conjunto, «La sombra sobre Marte» no se sostiene por ningún lado. Es apenas una concatenación de escenas de acción mal hilvanadas, con unos personajes tan arquetípicos como someros.

Ahora bien, las escenas en sí son potentes. Tomadas individualmente, hay ahí buenos relatos de espada y brujería llevada al espacio (con unos trazos de novela negra), narrados con maestría por Brackett, que demuestra de nuevo un estilo muy dinámico y un buen oído para los diálogos (el mismo que luego la haría triunfar en Hollywood). Las aventuras de Rick bordean en ocasiones la autoparodia, como si la autora estuviera intentado con demasiada fuerza imitar modelos narrativos hipermasculinos, pero resultan entretenidas, y al final eso es lo que se esperaba de este tipo de ciencia ficción: que entretuviera y que hiciera soñar con un Marte exótico, antiguo y misterioso, habitado por razas ancestrales y donde un hombre decidido podía labrarse su propio futuro.

No puedo concluir, me temo, sin hacer referencia a lo desafortunado de la concesión del retroHugo a esta novela. Después de todo, era la primera de Brackett, y se nota (luego mejoraría mucho, y de hecho fue la primera mujer nominada al Hugo, en 1956, por «The long tomorrow»)… lo cual tampoco tendría que haber sido definitivo de no haber estado compitiendo con una auténtica obra maestra, no ya de la ciencia ficción, sino de la literatura en general: «Sirio«, de Olaf Stapledon (un resultado que viene a demostrar una vez más la irrelevancia de este tipo de retropremios).

Otras opiniones:

 

~ por Sergio en diciembre 18, 2020.

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