Cifilogenia I – ¿Qué diantres es la cifi?

Dado que mi actual estado de ánimo comprometería la objetividad de mis críticas, he decidido comenzar con el proyecto que anunciaba en la entrada sobre el cuarto aniversario de Rescepto Indablog. De hecho, hasta le he buscado un nombre propio. Así pues, del perpetrador de la Hugolatría, llega ahora la CIFILOGENIA.

Tal y como comentaba, la idea consiste en ir estudiando la evolución del género de la ciencia ficción, desde sus orígenes hasta la actualidad, con especial atención a los principales subgéneros, que trataré de abordar tanto desde una perspectiva intrínseca como contextual. Aún no sé si me atreveré a sugerir títulos representativos o si me limitaré a ofrecer claves de lectura. Supongo que todo el asunto irá a su vez evolucionando según vayan cayendo las entradas. Por cierto, no me planteo ningún tipo de plazo o periodicidad. Todo transcurrirá a instancias de los más caóticos impulsos.

Dicho lo cual, cabe pasar al meollo de la entrega inaugural, cuya naturaleza misma tampoco estaba muy clara hasta hace bien poco.

Mi primera intención había sido empezar con una panorámica general de lo pretendo desarrollar en sucesivas entregas. No es una idea mala del todo, salvo por el pequeño detallito de que aún no sé exactamente cómo lo enfocaré. Han bastado, sin embargo, unos pocos minutos de reflexión para llegar a la conclusión de que tal proyecto nacía de la más vil y rastrera cobardía. Lo lógico en casos parecidos es abordar de buenas a primeras el núcleo central del problema a tratar, aunque ese camino esté cuajado de trampas y ni tan sólo quede muy claro hacia dónde conduce.

En el caso que nos ocupa, por supuesto, lo primero que habría que definir son los límites del objeto de estudio. En el caso concreto que nos ocupa toca tratar de dilucidar qué diantres es la ciencia ficción.

No pretendo descubrir la cuadratura del círculo. Gente mucho más preparada que yo se han estrellado con este mismo escollo (en biología hay un problema muy similar, al tratar de determinar qué es la vida). De hecho, la mejor definición de que he tenido constancia es la siguiente: Ciencia ficción es lo que los aficionados a la ciencia ficción se ponen de acuerdo para considerar como tal.

Parece una perogrullada, pero la verdad es que funciona… Además, tal vez sea mucho más sesuda de lo que aparenta.

A partir de ella, aplicando sin rubor una falacia lógica como la copa de un pino, me identifico como aficionado a la ciencia ficción e intento explicar qué es para mí la ciencia ficción (con la absurda esperanza de que mis desvaríos tengan aplicabilidad allende mi persona).

Como cualquier asiduo al género, con el transcurso de los años y las lecturas he ido definiendo un subconjunto difuso de la literatura dentro del cual acaban clasificadas todas las obras que se me antojan ciencia ficción. Las reglas de inclusión/exclusión nunca han sido definidas. Supongo que a partir de un núcleo semilla inicial (que alguien tuvo a bien señalarme como ciencia ficción) he ido expandiendo las fronteras en todas direcciones hasta donde se me ha ocurrido, siguiendo criterios tan poco consistentes como la «regla del parecido razonable» (blanco y en botella… horchata), el acatamiento del principio de autoridad (si se publica en una colección de ciencia ficción debe de ser por algo) o el argumento de autoría (todo el mundo sabe que un escritor de ciencia ficción SÓLO puede escribir ciencia ficción).

De acuerdo con los mismos principios, y en paralelo, he ido definiendo el subconjunto mayor y opuesto de lo que no es ciencia ficción.

Como resultado, a día de hoy la decisión de mandar una obra nueva a uno u otro saco me resulta casi automática (en plan sexador de pollos). Lo cual no quiere decir que tenga consciencia de qué criterios estoy empleando exactamente. Esto es algo que me veo obligado a analizar a posteriori, tratando de reconstruir el proceso mediante razonamiento inverso.

Tras cierto trabajo de reflexión al respecto, he llegado a la conclusión de que para mí ciencia ficción es lo que surge de intersecar la literatura con el método científico.

Cojonudo. Soy la leche. Hala, a descansar.

Hummm, no. Seguimos con ciertos problemillas de acotamiento.

Resulta que eso del método científico tampoco es, lo que se dice, un concepto absolutamente inequívoco. La mejor definición que he encontrado es que se trata del conjunto de metodologías que utilizan los científicos en sus estudios.

Y siguiendo con la cadena: Científicos son los pringados que buscan acrecentar el saber científico… empleando el método de marras (cómo molan los pares de definiciones recurrentes).

Toca coger al toro por los cuernos y dejarnos de circunloquios. Todo nos lleva a un concepto bastante esquivo de por sí: ¿Qué es la ciencia?

En su forma más antigua, «ciencia» se utilizaba para identificar cualquier tipo de conocimiento. De hecho, lo normal era englobarlo todo como filosofía, con el subtítulo de «natural» si se refería a fenómenos fisico-químicos o pertenecientes al ámbito de nuestras actuales biología, astronomía, geología… Desde el siglo XIII, numerosos pensadores dedicaron parte de su tiempo a reflexionar sobre el modo de estudiar con mayor eficacia estos fenómenos (Roger Bacon, René Descartes, Galileo Galilei…) y el proceso fue cobrando impulso hasta desembocar en la revolución científica del siglo XVIII, que cristalizó en la consolidación de la ciencia moderna en algún momento a inicios del siglo XIX (como dato curioso, al parecer la primera ocurrencia en inglés del término «científico», entendido como hombre de ciencia, data de 1834).

Qué casualidad, poco más o menos por el momento en que casi todos los estudiosos empiezan a identificar las primeras obras de ciencia ficción (para muchos, la primera sería «Frankenstein o el moderno Prometeo», publicada por Mary Shelley en 1818).

Paralelamente, se produjo una revolución industrial, entrelazada en un ciclo de retroalimentación positiva con la científica, que plantó en los morros del «pueblo llano» las consecuencias del conocimiento científico, concretizando las ideas abstractas de los pensadores en algo mucho más palpable y con una influencia directa en sus vidas. Desde ese momento, la relación no haría sino estrecharse. Década a década, el peso específico de la ciencia en la vida cotidiana iría incrementándose, haciéndose así poco a poco un hueco en los miedos y esperanzas del ser humano o, en otras palabras, contaminando irreversiblemente la fuente de la que mana toda la literatura.

Contemplado así, el advenimiento de un género como la ciencia ficción (la nomenclatura es irrelevante) se antoja inevitable. Acude a rellenar un vacío, a alumbrar todo un nuevo campo de la experiencia humana para el cual no existían luminarias específicas. El pensamiento científico constituye en esencia una filosofía nueva, una vía para conectar el intelecto con el universo exterior, con el fin último de reinterpretarlo (asimilarlo). Todo ello gracias a un conjunto de procedimientos y herramientas que globalmente reciben el nombre de método científico.

Ahí, tras mucha palabrería, completo el círculo y justifico mi aseveración inicial: la ciencia ficción surge de la intersección entre literatura y método científico.

No quisiera concluir, sin embargo, en una generalidad. Vayamos a lo concreto. Veamos, por ejemplo, cómo se aplicaría esta idea en lo referente a una de las manifestaciones del método científico: el método hipotético-deductivo.

A partir de una serie de observaciones (particulares), el científico elebora una hipótesis que le permite generalizar y deducir unos resultados, cuya veracidad (o no, la falsabilidad es un pilar del pensamiento científico) prueba experimentalmente (aunque la fase experimental no siempre es posible).

El escritor de ciencia ficción se inmiscuye en este proceso, introduciendo en algún punto una ficción (o, lo que es lo mismo, relajando los requisitos para llegar allí donde el científico no puede). En la concepción más clásica de la ciencia ficción, esta injerencia suele producirse a nivel de la hipotetización, lanzando hacia el futuro proyecciones muchísimo más arriesgadas de lo que permiten las observaciones (con una finalidad que no siempre responde a un deseo de realizar una anticipación plausible, sino que incluso puede responder a meros condicionantes lúdicos o estéticos).

A partir de ahí, cada encarnación de la ciencia ficción plantea sus propias reglas. Así pues, la vertiente dura concede gran importancia a la observación (los datos reales son sagrados) e incluso a las hipótesis (deben seguirse las reglas ya establecidas), permitiendo algo más de juego en las deducciones (o proyecciones). Por otra parte, la revolución del New Wave consistió (en el nivel que nos ocupa) en liberar al escritor de la necesidad de atenerse a la realidad, permitiéndole incluir variaciones en los hechos observables para ver a dónde le conducen a través del sistema hipotético deductivo. Incluso hay raros casos en que se implementa el nivel de la experimentación (Greg Egan, por ejemplo, lo hace un par de veces).

No hay que olvidar, sin embargo, que todo esto no deja de ser literatura. Es decir, un artificio diseñado con el propósito de estudiar algún aspecto concreto del ser humano (somos así de egocéntricos; todo nuestro arte es autorreferente). Del mismo modo en que la revolución científica hizo accesibles áreas del conocimiento inéditas hasta el momento, la ciencia ficción ha permitido abordar la ancestral tarea armados con un par de enfoques novedosos.

En conclusión, tan sólo me resta resaltar lo adecuado que es, de acuerdo con mi definición particular, el apelativo de «ciencia ficción» para este género indefinido que nos ocupa. No me extraña que haya mantenido el tipo sin problemas a lo largo de los años y los múltiples intentos por destronarlo. Las connotaciones evocadas por esas dos palabras resultan demasiado potentes (y apropiadas) para ignorarlas.

Tal vez sería más certero hablar de «método científico ficción»… pero, desde luego, no resulta una etiqueta igual de eufónica.

[ADENDA] Pablo Herranz me ha hecho ver (gracias) que he sido innecesariamente abstruso en mis explicaciones, y debatiendo, debatiendo he llegado a esta definición que creo que expresa con mucha mayor claridad mi idea:

Lo que conocemos como ciencia ficción sería la literatura que se hace posible desde el momento en que cristaliza y empieza a extenderse el pensamiento científico.

Otras entregas de la Cifilogenia:

~ por Sergio en enero 28, 2011.

21 respuestas to “Cifilogenia I – ¿Qué diantres es la cifi?”

  1. Pues no lo acabo de ver. Creo que interpretando a la ciencia ficción como la suma de los términos se da una visión reduccionista del género y a la postre se la limita.

  2. No, Pablo, creo que no me has entendido. No hablo de suma, sino de intersección, de un concepto nuevo como es el de «ciencia» (en su forma moderna es una idea con apenas doscientos años) con un arte ancestral.

    Si lo prefieres, consistiría en la exploración de las posibilidades de una nueva forma de pensar, sin atenerse a las restricciones impuestas por la realidad demostrable. Hacia principios del siglo XIX convergieron toda un serie de corrientes filosóficas para cristalizar en el método científico, que no es sino una guía para tratar de interpretar el universo (entendido como el conjunto de todo lo existente).

    Más importante aún, a lo largo de ese siglo empezó a permear hacia el «pueblo común», hasta el punto a principios del siglo XX ya era una noción «popular». Es una forma de pensar que permite, por ejemplo, el mero concepto de considerar que el futuro será distinto a nuestro presente y que podemos especular con el sentido de los cambios.

    Eso no es reduccionismo. No pienses en la ciencia como algo concreto. Es una idea abstracta. Creo que la defines como un conjunto de disciplinas y eso no es sino una consecuencia. Ciencia es causalidad, reproducibilidad, falsabilidad, inferencia, deducción… Ciencia es una herramienta intelectual que tanto permite indagar en la estructura del átomo como fantasear sobre las posibilidades que las distintas estructuras implican… como decidir que los átomos en realidad no existen y ver a dónde nos conduce eso.

    «Ciencia ficción» sería una forma como otra cualquiera de definir la aplicación de estas herramientas a la literatura. Y es apropiado precisamente porque «Ciencia» es cualquier cosa menos un término inequívoco.

    Los británicos preferían «Romance científico», y a la postre no hacían sino referirse a lo mismo. Harlan Ellison propone en el prólogo de Visiones Peligrosas llamar al género «Ficción especulativa», y aún hoy tenemos aquí mismo a quienes defienden «Literatura prospectiva». ¿Ves lo que tienen en común todos estos apelativos?

    Son la yuxtaposición de dos conceptos: por un lado uno que hace referencia al método científico (o a la filosofía natural, si prefieres el término arcaico) y por otro el que se refiere al arte de crear historias. Vamos, que no es sino dar vueltas a una misma idea… que ya está expresada con suficiente claridad (o imprecisión, si se prefiere).

    El problema, a mi entender, reside en mantener una visión reduccionista del concepto de ciencia.

    Por otro lado, no todos los límites son malos. Sin límites (o fronteras), toda la ficción sería un único bloque monolítico.

  3. Fíjate, Sergio, que aunque siga discrepando me ha gustado más esta contestación que el post en sí.

    De todas formas, repasando el post, está cerca de aquello de «es más ciencia que ficción». En otras palabaras, el texto insiste una y otra vez en hablar por una parte de ciencia y por otra de ficción. Se dé luego una intersección o no, creo que para definir a la ciencia ficción estás partiendo de las palabras que la componen, cuando no olvidemos que la denominación fue (lógicamente) posterior.

    (Sé que es difícil que coincidamos en este tema, pero no quería dejar de opinar).

  4. Es un problema mío. Creo que no he sabido explicarme (lo de defender el apelativo «ciencia ficción» es totalmente secundario e irrelevante).

    A ver si puedo resumirlo: Lo que conocemos como ciencia ficción sería la literatura que se hace posible desde el momento en que cristaliza y empieza a extenderse el pensamiento científico.

    (Según ciertos autores, la primera novela de ciencia ficción sería «El sueño o la astronomía de la Luna», de Johannes Kepler, publicada en 1634… sólo que por aquel entonces aún no había público para ella; el sustrato filosófico que la sustenta no había calado más allá de un reducido grupo de pensadores, e incluso le costó un disgusto, en forma de acusación de brujería, a su madre).

  5. A ver si puedo resumirlo: Lo que conocemos como ciencia ficción sería la literatura que se hace posible desde el momento en que cristaliza y empieza a extenderse el pensamiento científico.

    —>En eso sí que coincido y me parece un acierto. Se descartarían así tesis que defienden el mito de Ícaro y textos antiquísimos como cf. Por otra parte, y esto quizá sea muy personal, a muchos de estos textos de protocf, por decirlo de alguna manera, le pondría unas comillas a la cf o en negrita lo de proto, algo así como subrayar que es un precedente.
    Hay algunas de estas novelas que su filiación es un tanto delicada.

  6. Ya ves, podría haberme ahorrado 1.600 palabras, que hubiera sido mucho más claro con 26. Me parece que voy a editar la entrada para incluir esta definición al final.

    Por cierto, una corrección a mi mensaja anterior, el disgusto fue para un hermano de Kepler, pues fue quien le publicó la novela póstumamente (se ve que Johannes tenía el sentido común necesario para saber que el mundo no estaba preparado para ese tipo de experimentos intelectuales).

  7. Estoy de acuerdo contigo, incluso me ha gustado el debate posterior.

    Añado también algo que siempre me ha parecido interesante, aunque a muchos aficionados a la CF no les guste e incluso, aunque tú puedas no estar de acuerdo: es el hecho de que la corriente literaria que acogió y dio impulso al nacimiento de la ciencia ficción fue precisamente la más antigua, la fantástica. Algunos defensores de la CF insisten en querer desligarla de la fantasía como si ésta fuese un virus contaminante, y no se dan cuenta de que el Realismo en literatura es ni más ni menos que un resultado colateral de la revolución del pensamiento de finales del siglo XVIII. Fue una especie de «cientifización» de la estructura ficcional: probemos a «reproducir» la realidad de la manera más fiel que podamos. Y así surgió el Realismo y todos sus géneros: desde el romántico hasta el policíaco o la novela negra, desde la novela histórica hasta el drama contemporáneo. Entretano, la literatura ancestral, aquella que abarcaba y daba vida a las historias y leyendas de la más variada y alocada naturaleza, la que canalizaba los miedos y los deseos del ser humano, o sea, la fantasía, seguía viviendo con fuerza y potenciando este género cruzado con la ciencia.

    Buena entrada.

  8. He visto que has editado el post. Gracias a ti, Sergio, por tu paciencia, y por mantener este blog con un ritmo sobrehumano. Y espero que no quiten demasiado tiempo para tus otros proyectos.

  9. Pues lo siento, Laura, pero hay algo en lo que no estoy de acuerdo contigo (en cierto sentido; quizás sí en el fondo de la cuestión). La literatura fantástica, tal y como hoy la conocemos, no es mucho más antigua que la ciencia ficción (e incluso su evolución puede considerarse paralela). En cierto sentido es lógico. Para considerar a algo fantástico (antinatural), primero hace falta determinar qué es natural.

    Toda la tradición previa, que bebe de la mitología y, al secularizarse, adopta connotaciones simbólicas (propias de las fábulas), presenta unas características y unos objetivos muy diferentes a lo que actualmente entendemos como literatura fantástica, que vendría a ser algo así como «sabemos que no es cierto, pero vamos a aceptarlo como tal» (es importante tanto la aceptación como la conciencia del acto, la «suspensión voluntaria de la incredulidad» que decía Tolkien).

    Por otra parte, lo que resulta innegable es que fantasía y ciencia ficción comparten un marco referencial. Al renunciar a describir el mundo tal cual es (alegorías al margen, aunque incluso en estos casos el prisma fantástico tiene una función distanciadora), centran sus miras en esas abstracciones que comentas: los miedos, las esperanzas, los anhelos… Son géneros hermanos, que buscan iluminar aquello que el realismo no puede a través de caminos complementarios (el pensamiento científico en la ciencia ficción y los arquetipos mitopoyéticos en la fantasía).

    (Ah, y no olvidemos meter por ahí cierto tipos de terror).

  10. ¿Otros proyectos? ¡Ay! Ojalá.

  11. Supuse que me dirías algo así. :) La literatura fantástica «tal y como hoy la entendemos» es un concepto restrictivo y comercial, apoyado y lanzado por la industria editorial, en especial la anglosajona. De esa connotación corta de miras surgió otros signficados aún más restrictivos, como el llamado «fantasy» (que no es otra cosa que la literalización de los juegos de rol y más tarde de video), u otras por el estilo.
    La literatura fantástica en su concepto original y amplio es la Literatura con mayúsculas. Esa creencia de que los seres humanos del pasado se creían todo lo que contaban es un concepto errado. Ellos sabían muy bien cuando dejaban volar la imaginación y cuando estaban contando cosas que supuestamente eran reales. No hay que confundir la Fantasía con las religiones, aunque la primera haya tomado prestada de las segundas muchos elementos. Tampoco hay que confundir los cuentos de hadas, por ejemplo, con las narraciones bíblicas. El criterio cientifista (que no científico) y el amor excesivo al Realismo recalcitrante que surgió en el siglo XIX hace que hoy todos los autores «serios» se escandilicen cada vez que ven a sus adorados géneros literarios ser conectados con la literatura fantástica, esa aberración infantiloide y falsa que sostiene historias irreales de caballeros mágicos. Nada más alejado de la realidad de la literatura que dicha actitud. Y la defensa a ultranza del realismo parece querer olvidar el carácter lúdico de la literatura, que es antro de ficción y de la exploración de los límites de la realidad, como en general hacen todas las artes.

    Cuando la literatura se cruzó con la ciencia, encontró un campo en el que surgía otro gran número de posibilidades para jugar con la realidad. De esta manera, de forma natural surgió la ciencia ficción. Pero no hizo otra cosa diferente a lo que ya sabía hacer muy bien desde el origen de los tiempos: jugar con la realidad, explorar y cruzar sus límites, transitar por los senderos que la imaginación quería o podía mostrar.

  12. Uf, Laura, que ese «tal y como la entendemos hoy» lo aplico a obras hasta de finales del siglo XVIII, que poco tienen que ver con modas actuales.

    No es que en épocas pasadas la gente fuera más crédula, es que la propia forma de interpretar el mundo que les rodeaba era diferente. La misma diferenciación entre símbolo y referente era imprecisa (e irrelevante).

    Ahora bien, si cambiamos de términos y en vez de hablar de literatura fantástica nos referimos a componente fantástico, ahí sí que puedo darte la razón. Todo tiene que ver con el propósito, los objetivos últimos de la inclusión de lo que podría definirse como «realidades alternativas» (para una mentalidad medieval, por ejemplo, una alegoría fantástica no era menos real que la vida cotidiana, tan sólo se situaba en otro plano). La distinción quizás sea sutil, pero yo la considero muy importante.

  13. Quizá es que yo lo veía desde los postulados de una teoría literaria y no a un punto de vista estrictamente histórico. (también es importante tomar en cuenta esa ansiedad del hombre moderno por conservarse «objetivo» ante los hechos de la naturaleza, como si fuese un imperativo ser «realista», herencia indiscutible del gran prestigio que adquirió precisamente la ciencia. Tanto en él como en el hombre medieval que consideraba las alegorías en otro plano, son circunstancias psicológicas, de actitud, no es más válida una que la otra). Desde la perspectiva de una teoría literaria, la fantasía o el componente fantástico son originadores de la literatura como disciplina humana y van más allá, como conceptos, que la siemple demarcación de un género en particular.

    De todas maneras, sólo expresaba mi punto de vista.

    Con respecto a tu definición de ciencia ficción no sólo me agrada sino que la considero razonablemente precisa. :) Y la comparto.

  14. muy bueno el articulo, ameno y cientifico… jejeje… a un tiempo, te animo a esta serie aunque espero que no te detengas demasiado en antecedentes Julio Verne, HG Wells y pases rapido a la c/f de los años 20 o la posterior
    para mi el concepto seria un poco como la ucronia a la historia real, una ciencia alternativa, pero y entonces las novelas clasificadas como c/f que apenas tienen elementos cinetificos como las del subgnero space opera? otra cosa a finales de los 80 el diario El pais quiso popularizar la etiqueta ficcion cientifica, una especie de snobismo al que se daba en aquella epoca el diario, como llamar a Conan Connan o a los juegos de mesa juegos de sociedad
    la definicon esa mejorada que has puesto perdona que te lo diga pero no se sostiene, si la interpretamos literalmente cualquier obra escrita desde que cristaliza y se expande el metodo cientifico seria ciencia ficcion
    segun el articulo ese metodo cientifico empezo a imponerse desde el siglo XIX habria que considerar toda la literatura escrita desde entonces como c/f? Guerra y paz, Los santos inocentes, El lobo estepario, El corazon de las tinieblas? como digo la intepretacion literal de la frase da lugar a ese razonamiento
    un saludo y espero que sigas con esta serie y con las reseñas, soy mas bien lector de terror y de fantasia por eso tus reseñas son interesantes para seleccionar titulos

  15. Me temo, Francisco, que no has tenido en cuenta una parte importante de la definición: «se hace posible desde».

    Para la concepción de las obras que mencionas, el pensamiento científico es irrelevante (todo lo irrelevante que puede ser en un mundo interconectado). El planteamiento de una historia de ciencia ficción (de cualquier tipo, no sólo los más evidentes como el hard) es inconcebible sin los esquemas mentales configurados según el modelo (o modelos) del método científico.

    En cuanto a futuras entregas… La próxima la dedicaré principalmente al romance científico (mezclar a Verne y Wells es forzar un poco las cosas, pero tampoco quiero eternizarme), y a partir de ahí retrocederé para examinar el pulp americano, quizás enlazando con la Edad de Oro.

  16. Buenísima exposición, un poco caótica pero de grandes conclusiones. Yo era de los que se afañaban en separar fantástico de cifi, y de alguna forma sigo siendolo, pero es necesario comprender sus grandes puntos en común.

    No obstante, la diferencia principal, y que ayuda a definir la cifi, es que esta se impone unas normas sobre las que ha de construir sus relatos y los mundos que en el aparecen (sin que consiga siempre ajustarse, claro). El fantástico no, crea sus mundos con muchas menos limitaciones. Esos límites, no son otros que la Ciencia, y de ahí la diferencia y denominación.
    Saludos

  17. Otro efecto curioso es que hay mucha reticencia a que; una vez admitida la relación entre ciencia-ficción y ciencia, sin la cuál entiendo no tendría sentido el género y no sería otra cosa que el fantástico; considerar más ciencia-ficción a las obras que más se ajustan a los límites marcados por la ciencia, que otras que no. Se confunde además con un sentido peyorativo, como si el ser «menos», de una definición concreta de la cifi, le alejaran de la excelencia literaria. No es mi intención, desde luego.
    :-)

  18. Gracias, Lino.

    Yo no defendería tanto el ajustarse a la ciencia como el ajustarse al método científico (que son dos cosas diferentes). Vamos, que si me inventara un conjunto de observaciones, o un conjunto más o menos ordenado de leyes alternativas y los siguiera hasta sus últimas consecuencias. Eso sería ciencia ficción, aunque se pase la ciencia «oficial» por el forro.

    La fantasía, por contra, no necesita construir una estructura subyacente coherente. Le basta con que la superficie se atenga a una lógica propia (vamos, que una vez establecido algo no te lo puedes saltar a la torera y que no conviene estar sacando conejos de la chistera cada vez que te conviene).

  19. Si, estoy de acuerdo. Ya me había dado cuenta de que no es la Ciencia el límite, ya que se vulneran conscientemente algunos parámetros definidos por ella. La consistencia en ajustarse a su método es mejor.
    Saludos

  20. Una entrada muy interesante y la primera definición «es lo que los aficionados…» ya se utiliza para el arte y, en realidad, tampoco es tan descabellada: es una suerte de consenso o razonamiento grupal, aunque poco aplicable si las obras son nuevas o desconocidas…

    Un fragmento que me llama la atención:

    «Yo no defendería tanto el ajustarse a la ciencia como el ajustarse al método científico (que son dos cosas diferentes). Vamos, que si me inventara un conjunto de observaciones, o un conjunto más o menos ordenado de leyes alternativas y los siguiera hasta sus últimas consecuencias. Eso sería ciencia ficción, aunque se pase la ciencia «oficial» por el forro.»

    Es decir, que el subgénero paranormal podría enfocarse como ciencia ficción siempre y cuando se mantuvieran las reglas del juego durante la narrativa. Esto a alguno le puede generar urticaria.

    • El subgénero paranormal no establece reglas fijas y replicables. Opera según principios precientíficos como la afinidad por semejanza (o «simpatía» según la terminología de la época), que están lejos de poder considerarse sistemáticos. Además, en la fantasía, incluso la fantasía hard (a lo Brandon Sanderson), aunque exista un sistema de magia, ese sistema forma un subconjunto aparte de lo que podríamos llamar el sistema del mundo (o las leyes naturales que lo definen). Así pues, mi definición solo es aplicable cuando todo se rige por las mismas leyes (y en su mismo nombre se indica que lo paranormal está al margen de la normalidad). Ese párrafo hacia referencia un subconjunto muy pequeñito de la ciencia ficción (que yo llamo «uciencia», en imitación de «ucronia» o «utopía») que cambia un parámetro de nuestra realidad y reconstruye todo el universo en base a esa alteración (se puede encontrar, por ejemplo, en algunas novelas de Greg Egan).

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