Tropas del espacio

«Tropas del espacio» («Starship troopers», 1959) es una de las novelas de ciencia ficción que se ha visto rodeada de más polémica. A ello contribuyen varios factores, no sólo su contenido. Por ejemplo, cabría citar su popularidad (extendida en el tiempo), así como cierta ambigüedad (honestidad, diría, aunque esto es algo que ya desarrollaré a lo largo de la reseña) que ofrece argumentos tanto a fans como a detractores. También cabe destacar la particularización en ella de las divergentes opiniones respecto a su autor, Robert Anson Heinlein.

Antes de entrar en análisis, sin embargo, conviene hacer un poco de historia. Corría 1959, y Heinlein entregó puntualmente, como venía haciendo desde 1947, su aventura espacial juvenil para Scribner’s. La editorial había tenido bastante manga ancha con el autor (permitiéndole cierta apología del derecho a las armas, por ejemplo), e incluso ya le había publicado una historia de similar orientación («Cadete del espacio«, en 1948), sin embargo decidió en esta ocasión rechazar el manuscrito por considerar algunos de sus pasajes inapropiados para sus lectores.

Esta circunstancia fue aprovechada por Heinlein para romper definitivamente su relación con la editorial y poner sus miras en historias más complejas, en donde poder exponer sin restricciones su filosofía (hasta el punto que surge la duda de si no fue una maniobra premeditada). Así pues, tomó la novela (la historia arquetípica del adiestramiento de un joven en el ejército), limó los bordes para hacerla más incisiva, intercaló más reflexión entre las escenas de acción y la publicó en los números de octubre y noviembre de The Magazine of Fantasy and Science Fiction (como «Starship soldier»), y ese mismo diciembre en tapa dura por parte de la editorial Putnam’s Sons, dentro de una colección para adolescentes.

La publicación de esta novela marca el fin de la primera etapa de la carrera literaria de Heinlein y el inicio de la intermedia (hasta 1973), en la que produjo sus obras más importantes. Es decir, todo un punto de inflexión, que no podía sino venir motivado por una profunda implicación personal en la historia.

Según propia declaración, la motivación que le impulsó a escribirla fue mostrar su oposición a las voces que solicitaban la interrupción unilateral de las pruebas nucleares. Según expone en sus páginas, en labios de su más evidente alter ego, el profesor Dubois, renunciar al poder implica que otros lo tomen y te destruyan. Esos otros, por supuesto, son los comunistas, que en la novela se metamorfosean en una raza de insectos sociales alienígenas (la amenaza comunista no le era un tema ajeno; por ejemplo, ya había apoyado el macarthismo en «Amos de títeres«).

Sea cual sea la intención inicial, sin embargo, el resultado final puede entenderse más bien como una declaración de amor a las fuerzas armadas, a su misión y a sus integrantes; una visión, un tanto idealizada, teñida de orgullo, gratitud y, también, cierta envidia. La carrera militar de Heinlein se había visto truncada en 1934, al ser licenciado de la marina por causas médicas (tuberculosis) con el grado de teniente. Desde una perspectiva más cínica, otros la han descrito como una excepcional propaganda de reclutamiento (opinión compartida por los principales interesados, que han incluido a menudo la novela en sus listas de lecturas recomendadas).

La historia sigue, contada en primera persona, la formación militar de un joven, Jonnhie Rico, quien al cumplir los dieciocho años se alista al Servicio Federal (sin una gran vocación). Servir por un período mínimo de dos años es la única forma de obtener plena ciudadanía en el futuro descrito por Heinlein, un futuro en que los estados actuales se han derrumbado bajo el peso de sus contradicciones, surgiendo de sus ruinas una Federación dirigida por veteranos (se apunta a que el ejército no es el único servicio posible, pero a efectos prácticos se recalca una y otra vez que los derechos sólo los obtienen aquellos que están dispuestos a poner en peligro su vida por el Estado).

Los pasos siguientes son previsibles: formación en el campamento de instrucción Currie (a cargo del típico sargento granítico), primera asignación y primera acción de combate (el desastre militar de Klendathu, la primera gran batalla de la guerra contra las chinches), fortalecimiento de los lazos militares en una segunda y más auspiciosa asignación con los Rufianes de Rasczak, y de ahí a la escuela de oficiales, con el colofón de la primera asignación como oficial a pruebas (aunque Rico alcanza en el epílogo el rango de teniente… el mismo con que fue licenciado Heinlein).

A todo lo largo del proceso, el autor ensalza las excelencias de un sistema diseñado para convertir, según propias palabras, a niños en hombres, a civiles en ciudadanos políticamente comprometidos, con la filosofía subyacente expuesta a través de los discursos de sargentos, oficiales y, a modo de flashbacks, con extractos de clases de Historia y Filosofía Moral, la asignatura impartida por el señor Dubois (teniente coronel de infantería retirado, como acaba descubriendo Rico).

La polémica surge de estos fragmentos de… en fin, adoctrinamiento, tan típicos de la obra de Heinlein, con acusaciones que van desde el fascismo hasta el racismo (con su alegato hacia el exterminio de las «chinches»). Ello por no mencionar su defensa de los castigos físicos como herramienta educativa, así como sus típicas digresiones en pro de la pena de muerte, a favor de las armas y en contra de las políticas sociales.

No cabe duda de que algunas de las ideas que expresa son cuanto menos discutibles (sólo un enamorado del ejército podría describir un gobierno de veteranos como el ideal), sin embargo, a título personal la ideología de «Tropas del espacio» se me antoja mucho más digerible de lo que suele serme habitual con el autor (como queda de manifiesto en varias de las críticas publicadas en este mismo blog). Ello creo que se debe a dos razones:

Por un lado, está la cuestión de que la parte más indigesta de la filosofía heinleniana suele ser el ultraindividualismo feroz… una actitud impensable en el ejército, una institución que pone el conjunto por encima del individuo. En la novela no hay ningún personaje tocado por el derecho divino a hacer lo que venga en gana. Todos forman parte de un engranaje. Hay una cadena de mando, es decir, de responsabilidad hacia los demás. Por no hablar de un arraigada cultura de castigo hacia el que se pasa de listo poniendo en peligro a sus compañeros (un personaje como Lazarus Long no duraría ni dos capítulos sin dar con sus huesos en el pilón de fustigaciones… o en la horca).

Tampoco se puede afirmar que el autor no tenga razón en determinados análisis, como cuando afirma que resulta un gravísimo error desvincular capacidad ejecutiva y exigencia de responsabilidad por las consecuencias (a la vista tenemos las consecuencias).

Además, está el asunto de la honestidad que apuntaba al principio. Heinlein no se deja cegar por los parabienes del ejército. No, él lo ama demasiado como para no ser justo. De ahí que en la novela también tengan cabida críticas al funcionamiento de las fuerzas armadas en su época (con algunas de esas cuestiones solucionadas en el presente), así como vívidas descripciones de los aspectos menos glamurosos de la vida militar (desde el acatamiento absoluto a las órdenes hasta el miedo, el dolor y la muerte que son compañeros habituales de las tropas en combate).

Con ello no quiero dar a entender que no se trate de una visión idealizada, sólo que existe intencionalidad descriptiva real y conocimiento de causa… al menos hasta cierto punto, pues se menciona a menudo que Heinlein jamás llegó a entrar en combate (sirvió en la Segunda Guerra Mundial como técnico civil en unos astilleros navales), así que su conocimiento del mismo llega de segunda mano, alimentado por una frustración que a buen seguro magnifica los aspectos positivos y minimiza los negativos.

También cabe señalar que se trata de una perspectiva sobre el ejército de superpotencia indiscutida, previa a la pérdida de inocencia que supuso Vietnam (los veteranos de dicha guerra, como Joe Haldeman, presentan una visión muy diferente, que bien podría ejemplificarse en su contrapartida antibelicista a «Tropas del espacio», «La guerra interminable«). En 1959, sin embargo, la peor espina clavada en el orgullo del ejército estadounidense era el asunto de los (presuntos) prisioneros no devueltos de la Guerra de Corea (un tema al que Heinlein hace explícita referencia en una clase de Historia y Filosofía Moral avanzada, que concluye con que el rescate de un solo prisionero justifica la continuación o declaración de una guerra).

Aparte de cuestiones ideológicas, «Tropas del espacio» es una novela trepidante, cuya trama es tan clásica (el camino del héroe en su versión más arquetípica) que llega sin problemas. No es gran literatura, pero ¿quién se puede resistir a una historia de superación a través del esfuerzo? También es de ayuda la visión de ingeniero de Heinlein, que hace que los trajes acorazados de la infantería móvil resulten tan molones hoy como hace más de medio siglo (dado que se describe lo que hacen, no cómo lo hacen, no nos cuesta nada ir visualizándolos en su forma actualizada, como puede comprobarse siguiendo las distintas representaciones gráficas que se han ido haciendo de los mismos a lo largo de las décadas).

No puedo concluir sin hacer mención a la polémica (como no podía ser de otra forma) adaptación cinematográfica de Paul Verhoeven (1997), despreciada por aficionados a la novela y críticos por igual. Desde mi perspectiva, sin embargo, se trata de una obra razonablemente fiel en la forma… cuyo gran pecado consiste en aplicar un giro de ciento ochenta grados al fondo, transformando un alegato promilitarista en otro antimilitarista (enfatizando, por ejemplo, las sublecturas fascistoides a través de imaginería pseudonazi). Además, lleva la idea de que se trata de una herramienta de reclutamiento hasta el extremo de imitar en su estructura las películas de propaganda militar, lo que conocemos como el género de «hazañas bélicas» de la Segunda Guerra Mundial). ¿Cómo valorar una adaptación que persigue objetivos opuestos al original al tiempo que intenta mantener un grado más que significativo de fidelidad? No sabría decirlo. Hay, sin embargo, un claro punto de contacto. «Starship troopers», la película, es a su manera tan honesta como la novela, en el sentido de que dentro de la lógica interna de la historia Johnnie Rico sigue una evolución similar, alcanzando una a una todas la etapas de su periplo heroico. Quizás la próxima adaptación (está prevista para 2013), satisfaga a los más puristas, pero a mí no me desagrada la de Verhoeven.

«Tropas del espacio» obtuvo el premio Hugo en 1960 (su segundo galardón en su tercera nominación), batiendo en el proceso a la otra novela fundadora de la ciencia ficción militarista moderna, «Dorsai«, de Gordon R. Dickson. Hubo ciertas protestas por parte de una minoría que veían mucho más merecedora otra de las nominadas, «Las sirenas de Titán«, de Kurt Vonnegut, aunque el terreno aún no estaba abonado para ese giro en la ciencia ficción que se verificaría con el ascenso de la New Wave unos años después (que, por cierto, no le impidió a Heinlein hacerse con un par de Hugos más antes de que concluyera la década).

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en marzo 28, 2012.

7 respuestas to “Tropas del espacio”

  1. Sobre la película, creo que está magníficamente hecha, muy entretenida, y que salva a golpe de ironia el militarismo desbocado de Henlein, es decir, más que una película anti, se burla, metacontextualiza, y convierte en un elemento de descojone los speachs de Dubois. Lo que pasa que parece que solo cuatro nos hemos dado cuenta. Pero vamos, destacaría lo bien hecha que esá. Por cierto, creo que con la misma tecnología se rodó cadetes del espacio… ¿te suena?

    • No, no me suena. Sé que hubo una serie de animación por ordenador como secuela (antes de que llegarán las continuaciones directas al vídeo), que no está nada mal (se centra sobre todo en las campañas contra las chinches).

      De todas formas, la mejor «adaptación» hasta la fecha quizás sea una serie de 1995 que sólo duró una temporada: «Space above and beyond», que narra las peripecias de un escuadrón de marines del espacio durante la guerra contra los chings (los productores afirman que su fuente de inspiración principal fue «La guerra interminable», aunque el enfoque se antoja bastante más heinleniano que haldemaniano).

  2. Vamos, que soy Besa, me he tenido que cambiar a otro nick para no chafar configuraciones de WP o por torpe… pero vamos que soy yo

  3. […] Tropas del espacio « Rescepto indablog […]

  4. […] Es una mezcla entre space opera y cadete espacial de tinte bastante militarista que ha generado rios de tinta y bits. Para mi la mayor crítica al libro, cada cual puede tener sus ideas, es el tono adoctrinador de la […]

  5. […] en un primer momento (después será inevitable) del gran lugar común a la hora de referenciarla: Tropas del espacio y la ciencia ficción militarista estadounidense. El recurso al viaje temporal se encuentra tan […]

  6. Lo que más disfruté de esta novela fueron sus digresiones ideológicas. No tanto por estar de acuerdo con ellas, si no porque estaban tan bien planteadas que resultaba desafiante argumentar (para mis adentros, claro) por qué no estaba de acuerdo con ellas.
    Por otra parte la historia se me hizo tan sosa que no puedo decir que me haya gustado o disgustado. Más bien me dejó indiferente.

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