La espada rota

1954 fue un año clave para la evolución de la fantasía como género literario. En junio se publicó en Inglaterra «La comunidad del anillo» (completándose al año siguiente la primera edición de «El Señor de los Anillos»). Había nacido la fantasía épica moderna.

Mientras tanto, un todavía inexperto Poul Anderson sacaba al mercado en Estados Unidos la que quizás sea la última gran novela de dicho género no influenciada por Tolkien (ya sea por imitación o alejamiento premeditado), «La espada rota» («The broken sword»), heredera de una tradición fantástica paralela, inspirada en buena medida en las mismas fuentes históricas y mitológicas. La competencia directa fue más bien escasa, pues lo cierto es que la popularidad en los Estados Unidos de las aventuras de Frodo y compañía no alcanzó cotas de delirio masivo hasta mediados los 60 (merced de la irrupción de una publicación pirata económica y la posterior escandalera montada por los fans), pero para 1971, año en que se publica la versión revisada del libro de Anderson que se ha tomado como molde para las ediciones en castellano, el propio autor se vio en la necesidad de redactar un prólogo para poco menos que disculparse por su diferente aproximación a la figura de elfos, goblins, trolls y demás criaturas míticas que pueblan ambas ficciones.

La novela narra la historia de Skafloc, el ahijado de los elfos, un hombre mortal robado en su cuna por Imric, el conde de Elfheugh, el principal castillo del reino de Faerie en Inglaterra. En su lugar queda una copia, Valgard, engendrado por el propio Imric y una troll cautiva pero con los mismos rasgos físicos que el humano. Así pues, mientras Skafloc crece feliz entre los elfos, aprendiendo su magia y sus artes de lucha, Valgard, impulsado por su sangre maldita, acaba transformado en un proscrito berserkr.

Sus destinos se entrecruzan de nuevo (con el enfrentamiento definitivo entre Skafloc y su doppelgänger cerniéndose inexorablemente en la distancia) cuando el mundo de Faerie entra en guerra, alzándose Trollheim contra Elfheim, mientras entre bambalinas brujas, dioses y otras potencias confabulan para dar cumplimiento a venganzas largo tiempo aplazadas o empujar al mundo hacia el Ragnarök, la batalla final que lo consumirá.

Anderson se inspira directamente en la mitología nórdica y céltica para tejer una historia de dimensiones épicas, con personajes atrapados en relaciones condenadas de antemano a la tragedia. En particular, la principal fuente de inspiración es la Saga Hervarar, una composición del siglo XIII que, a través de la fusión y transformación de sagas más antiguas, narra una contienda mítico/histórica entre godos y hunos en el siglo IV. Uno de los elementos centrales de la narración es la espada maldita Tyrfing, que siempre debe beber sangre tras ser desenvainada y que, al final, lleva a su propietario a la ruina (protagonista además del poema «El despertar de Angantyr», que narra una escena recreada casi punto por punto en al novela).

No sólo la temática, sino que el mismo estilo recrea el de las sagas nórdicas, hasta el punto de incluir breves poemas declamados espontáneamente por los protagonistas. El diálogo queda reducido al mínimo, con parlamentos poco naturales (como ajustados a posteriori para conferir mayor carga épica), mientras que abundan las descripciones de ambientes, con la acción narrada de forma muy directa, sin apenas florituras. Es un estilo un tanto tosco, pero efectivo, en el que no termina de encajar la tragedia amorosa en que deviene la relación entre Skafloc y su amada (en las eddas nórdicas el hado acíago es la norma, lo que chirría un tanto es el tratamiento, más propio de la tragedia clásica, que no se recupera en la literatura inglesa hasta el siglo XVI, de la mano de autores como Shakespeare o Marlowe).

Existen, sin embargo, otros referentes más contemporáneos. Así, por ejemplo, resulta difícil no apreciar los paralelismos entre el conflicto entre elfos y trolls y la Segunda Guerra Mundial (con una Inglaterra ocupada, en la que se organiza un movimiento de resistencia, hasta la reconquista por medio de un desembarco de Normandía a la inversa… pudiendo llegar el paralelismo a comparar la espada maldita con el uso de la bomba atómica). Además, cabe señalar el sincretismo mitológico, con la inclusión en un único reino de Faerie de seres de distintas tradiciones (nórdica, griega, irlandesa, celta), acosados todos ellos por el auge de la nueva religión cristiana (en cierto sentido, los acontecimientos de la novela pueden interpretarse como producto de una estratagema desesperada de los Ases por cumplir su destino antes de que la fe en Cristo los condene a la desaparición o los reduzca a simples elementos folclóricos).

En cuanto a la posición de la novela dentro de la evolución del género fantástico, cabe mencionar que su referente directo más antiguo (con reconocidas influencias) es la saga de Henry Rider Haggard «Eric Ojos Brillantes«, publicada en 1891 (que emula, a mi entender, con mayor acierto las eddas). Otro antecesor lo tendríamos en «La hija del rey del País de los Elfos», publicada por Lord Dunsany en 1924, con su evocación de Faerie como una realidad paralela pero coexistente con el mundo humano (en contraposición con los mundos secundarios popularizados por Tolkien, que han devenido en la norma dentro de la fantasía épica).

Pese a la influencia avasalladora de «El Señor de los Anillos», lo cierto es que «La espada rota» también ha servido de inspiración a escritores posteriores. Así, por ejemplo, tendríamos las crónicas de Elric de Melniboné, de Michael Moorcock (apasionado defensor de la novela de Anderson), con espada maldita (Stormbringer) incluida (aunque la saga en sí posee un tono general más próximo a la espada y brujería).

Lejos de ser una obra maestra (sobre todo por claras limitaciones en el aspecto literario), «La espada rota» constituye un ejemplo de fantasía épica alternativa, ya no sólo por su interpretación de los elfos, los seres mágicos por excelencia, sino por cuestiones de mayor calado, como la plasmación de un universo moral más ambiguo que el resultante del conflicto entre un bien y un mal absolutos o el desarrollo de un mundo primario donde la magia, oculta al común de los mortales, se desvela en todo su esplendor a quienes les es concedida la visión encantada.

Otras opiniones:

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~ por Sergio en julio 17, 2011.

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