Elric de Melniboné

Michael Moorcock es uno de los personajes más influyentes de la historia de la literatura fantástica, bien sea por su labor como editor en New Worlds (prácticamente configuró la New Wave en su etapa, de 1963 a 1971) o como autor, principalmente de fantasía épica, donde intentó liderar una renovación similar a la que estaba viviendo la ciencia ficción. La sombra de Tolkien, sin embargo, resultó ser demasiado poderosa (y su calidad literaria, todo hay que decirlo, insuficiente para soportar la comparación y erigirse como modelo alternativo mayoritario), pero algunos de los conceptos que introdujo dejaron una profunda huella en escritores posteriores, e incluso preconfiguraron algunas de las tendecias actuales.

De todas su creaciones, la más famosa con diferencia es Elric de Melniboné, el emperador albino, portador de la espada mágica Tormentosa y encarnación del Campeón Eterno como peón del Caos. Su primera aparición data de 1961, en la revista Science Fantasy (hermana de New Worlds), con el cuento largo «The Dreaming City». En los años posteriores publicaría otros cuatro relatos largos, además de cuatro novelas cortas, que a la postre configurarían el primer ciclo de Elric, recopilado en 1965 en un fix-up bajo el título común de «Tormentosa» («Stormbringer»).

Elric of Melnibone_Arrow

Siguieron diversas narraciones cortas hasta que en 1972 se publicó la primera novela original, titulada «Elric de Melniboné» (en el Reino Unido, pues su edición americana, y recortada, en Lancer adoptó el de «The Dreaming City»). La edición canónica data de 1977, año en que DAW la publicó en seis tomos, siguiendo su cronología interna, la saga clásica de Elric, a la que seguirían otras cinco novelas (publicadas en 1989-1991, 2001-2005) y tres antologías (incluyendo cuentos de otros autores). Todo ello entrelazado con el resto de encarnaciones del Campeón Eterno del Multiverso en un gran hiperciclo que agrupa la mayor parte de la producción de Moorcock.

Elric es un antihéroe, modelado conscientemente como la antítesis de Conan. Así pues, en vez de un gigantón bronceado, el melnibonés es un albino delgado y débil, que necesita consumir de continuo poderosas drogas sólo para mantenerse con vida. Pero no acaban ahí las diferencias. Aparte de un diestro espadachín, Elric es un poderoso hechicero (aunque se muestra reluctante en utilizar la magia), que inicia su existencia como emperador (el número 428, por descendencia directa) de la Isla del Dragón, para convertirse con posterioridad en vagabundo.

Elric de Melnibone

Más importante en la configuración del ciclo es, sin embargo, su posicionamiento filosófico en contraposición a Tolkien (y sus imitadores), que para Moorcock representaba una fantasía infantilizada, aburguesada, antiprogresista y privada del auténtico romanticismo de las fuentes mitológicas de las que ambos beben. Está postura fue expuesta en el famoso ensayo Epic pooh, en el que se quedó a gusto repartiendo estopa y tildando a los autores de buenos o malos según coincidieran o no con sus principios estéticos y filosóficos (hasta extremos, en mi opinión, realmente ridículos, y demostrando una comprensión muy deficiente, o quizás artificialmente sesgada, de «El Señor de los Anillos»).

Así, una de las principales innovaciones de Moorcock consistió en renegar de la lucha del bien contra el mal, sustituyéndola por los conceptos opuestos del orden y el caos, con el camino justo en el equilibrio entre uno (el estancamiento) y el otro (la destrucción). Las sucesivas encarnaciones del Campeón Eterno no son sino agentes de uno u otro poder, aunque casi siempre sirvientes reluctantes, preocupados por defender su independencia. De igual modo, reniega del pastoralismo y de la noción de un pasado glorioso y un futuro decadente (lo cual se plasma en las crónicas de Elric en un Melniboné agotado, incapaz pese a su poder de antaño de enfrentarse a la pujanza de los Reinos Jóvenes).

The_dreaming_city

Por completar el retrato del Campeón Eterno antes de entrar a valorar específicamente esta primera novela, cabría mencionar la existencia de objetos de poder asociados con él, bien como instrumentos del orden o del caos. Uno de los más recurrentes es la espada negra, llamada la Tormentosa en el caso de Elric; con voluntad propia, representa el miedo y se alimenta del alma de aquellos que mata, pudiendo trasvasar esta energía al albino (una de las fuentes de inspiración confesas del ciclo de Elric es «La espada rota» de Poul Anderson). De igual modo, en sus diversas manifestaciones concurren tanto compañeros de armas (o un mismo compañero en distintas manifestaciones) como su pareja arquetípica (su prima Cymoril en el plano de Melniboné).

«Elric de Melniboné» nos presenta a un joven emperador, no muy bien considerado por sus súbditos por su aspecto enfermizo y su carácter poco tradicional (contrariamente a la mayor parte de sus paisanos, Elric se hace preguntas sobre cuestiones morales). De entre ellos, es su primo Yyrkoon, el más firme candidato alternativo al Trono de Rubí, quien expresa de forma más manifiesta su disgusto, y no duda en poner a prueba al monarca (que tampoco está muy feliz con las imposiciones de su cargo) a la menor ocasión.

Elric_Melnibone

La incursión de una flota de guerra de los Reinos Jóvenes le ofrece a Yyrkoon la oportunidad perfecta para deshacerse de su molesto primo, aunque no cuenta con las capacidades mágicas de éste ni con el destino que está llamado a cumplir. Así, las circunstancias van obligando a Elric a abrazar todo aquello que originalmente despreciaba, haciéndole formalizar pactos con espíritus naturales y, aún peor, con el mismísimo Arioch, uno de los principales Señores del Caos, ausentes del plano humano por siglos.

Sigue una trama bastante simple de traiciones, salvaciones in extremis e injerencias no siempre bien introducidas de poderes ultraterrenos, con rapto de la prometida (en la más pura tradición pulp de Burroughs) incluido y enfrentamiento final. Todo ello con la posesión de las espadas de poder como premio para el «ganador» de la pugna. Un relato sencillo y algo inconexo, obligado por su carácter de precuela a introducir elementos que no terminan de encajar por completo pero que avanzan acontecimientos  posteriores.

Casi  todo en «Elric de Melniboné» es burdo, desde el estilo a la plasmación de la filosofía subyacente, cuya única faceta intrigante la encontramos en la pugna de voluntades entre Elric y Tormentosa, donde se examinan ideas que hoy mismo están a la orden del día en fantasía (como la reafirmación del libre albedrío en contra de poderes externos que buscan la sumisión del hombre). El problema es que la obra de Moorcock, al menos en esta etapa de desarrollo, se construye por mera oposición (a Tolkien, a Howard…), sin percibirse una identidad intrínseca coherente. Resulta, por añadidura, bastante ramplona desde una perspectiva literaria.

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Elric es un personaje contradictorio. Un antihéroe maldito, en el que se citan el orgullo, las dudas y la tragedia. Las ideas en que se sustenta son lo bastante poderosas como para compensar los (a veces graves) errores de ejecución y los continuos bandazos (que le llevan incluso a contradecir su propia filosofía de base, conduciendo finalmente a Elric por la senda de la espada y brujería howardiana y esclavizándolo a un destino que no puede combatir por más que lo intente). De ahí que su importancia histórica supere en mucho lo que cabría esperar de su calidad literaria, con fervientes seguidores como Louise Cooper («El señor del tiempo«, «Índigo«), imitadores más o menos afortunados (las Leyendas de la Dragonlace de Weiss y Hickman se fundamentan en su concepción del equilibrio entre Orden y Caos… aunque revirtiendo a Bien y Mal) y confesos deudores como China Miéville. Fracasó en su pretensión de renovar el género, pero plantó ideas que aún están dando sus frutos.

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en enero 1, 2014.

11 respuestas to “Elric de Melniboné”

  1. Bastante de acuerdo con lo que dices. Aún mantengo la duda de si a Moorcock lo traducen muy mal, porque es de estos autores que te regala de vez en cuando un párrafo brillante y justo antes y justo después te atiza otros dos párrafos horrendos.

    También creo que, a veces, aquellos a quienes no les gusta el Señor de los Anillos (yo mismo la tengo por una obra más terrenal que divina, pero eso es cosa mía) ensalzan a Moorcock solo porque representa, o pretende representar, lo contrario.

    • Yo leí por primera vez a Moorcock en inglés (los dos primeros libros de Elric), hará unos diez años, y ya por entonces no me impresionó gran cosa. Claro que me fijaba sobre todo en la trama, lo que quizás sea su aspecto menos conseguido, pues la sucesión de acontecimientos parece a menudo poco menos que aleatoria. Ha sido ahora, prestando atención a la filosofía subyacente, que he podido apreciarlo un poco más.

  2. Cuando tenía unos 17 años leí casi todos los libros que había en ese momento disponible del Campeón Eterno y estaba fascinado. Tras haber leído Tolkien y sus similares fue un descubrimiento fascinante de ver otra fantasía. Ahora, un poco más de 10 años, luego de estar unos 7 u 8 años sin leer fantasía, trate de leer de nuevo Elric y lo encontré aburrido, mal escrito y con una narración de baja calidad. En cambio cuando releí Tolkien lo encontré mejor de lo que recordaba.

    • Los malos imitadores (Terry Brooks quizás sea el más notable) han hecho mucho por difuminar los logros de Tolkien. Es el problema de iniciar un estilo en la cúspide. Moorcock lideró un cambio generacional (por más que muchos defensores de Epic Pooh se empeñen en tildarlos de contemporáneos, nacieron con 41 años de diferencia), con ideas nuevas y cooptando el rupturismo de la New Wave en facetas como la sexual (aunque en fantasía nunca llegó a darse una revolución tan profunda como en ciencia ficción). Su problema es que, como escritor, sus carencias son más que patentes (desconozco si logró pulir su estilo con la edad, pero resulta significativo que su obra más famosa siga siendo el ciclo de Elric).

      De todas formas, las ideas son intrigantes. Leyendo esta novela no pude dejar de establecer similitudes con el arranque de «Canción de Hielo y Fuego». Ahí están las mismas intrigas, la misma decadencia y parecidas perversiones… sólo que con un estilo muchísimo más elaborado (deudor, entre otras fuentes, de la etapa de Martin como guionista televisivo).

      • Todo lo que he leido de Moorcock posterior a Elric es inferior en calidad literatia excepto algunos pasajes de A Nomad of the Time Streams.
        Y sí, Moorcock a nivel de las ideas es brillante, pero su estilo es tan pobre que la lectura de sus libros es frustrante.

  3. Mi historia es muy parecida a la Mathieu, no sólo leí a Elric, si no el ciclo de Corum, el del bastón rúnico, no las he releído, con el tiempo las recuerdo simplonas. Sin embargo, el inicio de Elric, la relación con su prima, la decadencia de todo lo que le rodea. Me resultó impactante viniendo de la lectura de Tolkien.

    • Por aquí tengo la primera trilogía de Corum, aunque no tengo ni idea de cuándo podré hincarle el diente. Por delante de ella, además, está «Gloriana, o la reina insatisfecha», que fue Premio Mundial de Fantasía en 1979.

      Eso sí, para novela tan pésima que casi se vuelve buena, no puedo sino «recomendar» «El tiempo de los señores halcones».

  4. Siempre consideré a Moorcock desprolijo pero con hallazgos (una suerte de Phillip José Farmer inglés). De sus contemporáneos quien me resultó más interesante como buscador de un sword&sorcery alternativo es John Brunner, con su «Traveller in Black». ¿Qué opinas tú, Sergio?

    • Me temo que todo lo que he leído de Brunner entra dentro de la categoría de ciencia ficción (aunque partes de «El hombre completo» podrían considerarse sin problemas espada y brujería). Junto con Moorcock, el otro gran renovador del género en esa época fue sin duda Fritz Leiber, y algo después (a partir de mediados de los ochenta), me encanta cómo David Gemmell hibridó los conflictos típicos de la fantasía épica con el enfoque más personal y directo de la espada y brujería en su ciclo de Drenai.

      En cuanto a Farmer… Sí que es cierto que abusa de la ficción basada en grandes conceptos (y que a veces estos conceptos le superan, como en la saga del Mundo del Río), pero en mi opinión fue mejor escritor que Moorcock.

  5. Vaya caña al pobre Moorcock. XD Bueno, y no del todo inmerecida. Llegué a su obra a través del juego de rol Stormbringer y siempre me fijé más en sus ideas que en el estilo, la verdad. Sí que tiene tendencia ser deslavazado y a articular de un modo muy porque sí algunas de sus historias, pero creo que lo compensa con la riqueza de los escenarios y la capacidad de sugerir que tiene. La saga del Bastón rúnico es un despropósito en muchísimas cosas, por ejemplo, pero aun así la lectura me mereció la pena por unas cuantas imágenes que me dejó impresas a fuego en la memoria.
    Muy interesante la reseña.

    • No he leído mucho más de Moorcock (tengo un recuerdo vago de «La fortaleza de la Perla», que me pareció aún más inconexa que el primer tomo de Elric). Pero bueno, por aquí tengo su Premio Mundial de Fantasía («Gloriana»), que me he propuesto leer para mi estudio del género, así que al menos tendrá una segunda oportunidad.

      (Eso sí, me temo que, con la planificación de lecturas que me estoy haciendo, no va a volver a tocarle en años).

      Lo que es totalmente innegable es su influencia en la fantasía posterior.

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