Cita con Rama

En cualquier género existen un puñado de libros seminales, cuya importancia no puede cuantificarse por ningún baremo bien determinado (tales como influencia, éxito comercial o incluso excelencia literaria). Se trata más bien de su representatividad, de su capacidad para materializar en tinta y papel una idea, la esencia misma de dicho género (o una cualidad representativa del mismo). A esos libros los llamamos «clásicos», sin que importe mucho lo antiguos que sean. «Cita con Rama», publicada por Arthur C. Clarke en 1973, es si duda uno de los clásicos indiscutibles de la ciencia ficción, y no por erigirse en el pináculo del resurgir del hard neocampbelliano de los años 70, ni por constituir (con el permiso de «El fin de la infancia«) la obra maestra del autor de «2001: Una odisea en el espacio», sino por encarnar, mejor que ninguna otra novela antes o después, esa esquiva propiedad, tan socorrida y tan difícil de describir, que viene a definirse como «sentimiento de maravilla».

Como toda la producción de Clarke, se trata de una obra breve, que va directa al asunto, con muy pocas concesiones literarias (algún que otro símil, a medio camino entre la ciencia y la mística, sí que podemos encontrar). Corre el año 2130, los astrónomos de la Spaceguard, una unidad de vigilancia que alerta contra posibles amenazas meteóricas (fundada tras una catástrofe en el año 2077) detecta un cuerpo voluminoso desplazándose a toda velocidad en una trayectoria que lo llevará muy cerca del Sol. Análisis posteriores determinan que este misterioso cuerpo es un cilindro perfecto, de 20 kilómetros de diámetro y 54 de longitud, y de naturaleza obviamente artificial.

Al punto se organiza una expedición para investigarlo, pero dada la elevada velocidad de tránsito, sólo una astronave en todo el Sistema Solar, el Endeavour, se encuentra en disposición de disponer un encuentro con el misterioso visitante. De este modo, el comandante Norton y su tripulación se encuentran ante la oportunidad única de explorar el primer signo de civilización no humana, por un espacio de tiempo demasiado breve (dado que, pasadas unas semanas, el artefacto se aproximará al Sol más allá de la capacidad de resistencia del Endeavour, y luego se alejará del Sistema Solar a una velocidad que ninguna nave humana es capaz de igualar). Por si fuera poco (y para animar un poco la narración), también deberán enfrentarse a la amenaza de un misil termonuclear lanzado por el gobierno de Mercurio (en una clara muestra de la política de «si no lo entiendes, destrúyelo»).

La novela carece de muchos de los elementos típicos en una narración. Los personajes, por ejemplo, actúan como meros observadores. No nos interesan sus motivaciones o sus conflictos, a no ser que afecten directamente a su función como prolongación de nuestros sentidos. Son profesionales, enfrentados a la resolución del mayor misterio de todos los tiempos, y actúan aplicando el intelecto a una tarea que pronto se revela como imposible de completar. Clarke comienza asombrándonos con la escala titánica de su creación, lo cual logra aplicando simples reglas físicas a un cilindro hueco en rotación de seis veces el tamaño del Everest, y a continuación nos conduce a una exploración que sólo consigue acrecentar el número de preguntas, sin llegar a contestar salvo las más básicas.

El ser humano (es decir, los astronautas), en medio de tanta inmensidad descubren el verdadero significado del término «alienígena». Apenas llegan (llegamos) a raspar la superficie del enigma cuando nos vemos obligados a abandonarlo todo. Ejemplifica la emoción de la exploración pura, de adentrarse en lo desconocido sólo porque está ahí (al modo en que los aventureros del pasado abrían nuevas rutas por el lejano oriente o el África negra). Toda novela de ciencia ficción se apoya en mayor o menor grado en este sentimiento de asombro ante lo desconocido, de revaloración (a la baja) del hombre ante la escala infinita del universo (reducida de forma metafórica por Clarke a magnitudes más asumibles por el intelecto humano). No son temas novedosos, pero sí que se nos presentan en su forma más pura, despojados de casi cualquier subtrama que pudiera eclipsarlos, aunque sólo fuera en parte (también en esta línea, aunque menos focalizados, nos encontramos con otros títulos importantes de los setenta como «Mundo Anillo» de Niven o «Pórtico» de Pohl).

Esta parquedad de elementos hace aún más espectacular el triunfo, pues se juega su valía a una única carta. Una apuesta literaria de la que Clarke salió triunfante, como atestiguan la colección de premios que atesoró, empezando por el Hugo y el Nebula y continuando por el Locus, el John W. Campbell Memorial y el BSFA, por citar sólo los más importantes, así como su pervivencia en el tiempo, pues hoy, casi cuatro décadas después, sigue considerándose a «Cita con Rama» como un título de referencia en un subgénero tan dependiente de los adelantos científicos como es el hard. Parte de esta longevidad se debe a que la dureza se refiere casi en exclusiva a cuestiones de dinámica newtoniana clásica, dejando los elementos más avanzados, como la misteriosa propulsión de Rama, envueltos en un halo de misterio, aunque también se puede especular con que prescinde de los medios (la teoría/proyecto/obra de ingeniería científica más avanzada del momento) para apuntar directamente al objetivo: el sentido de maravilla ante el universo.

Para terminar, supongo que se debe hacer referencia a las continuaciones, tres de ellas cofirmadas por Clarke y Gentry Lee (aunque en la portada de alguna de ellas cuesta encontrar a Lee) y dos más con G.L. asumiendo la responsabilidad en solitario (toda su producción literaria se completa con otra novela, lejanamente emparentada con el ciclo de Rama). La verdad es que no puedo decir mucho de ellas pues sólo he leído «Rama II» (y porque la pillé de saldo), pero a tenor de lo experimentado me atrevo a sugerir que se huya a toda costa de estos engendros, en los que el maestro sólo puso el nombre y pasó a recoger el dinero. Se cambia por completo el foco de la narración y la visita de ulteriores Ramas se convierte en una excusa para narraciones de aventura hipertrofiadas, con personajes falsamente complejos (por muchos traúmas y monólogos que se gasten no dejan de ser burdos estereotipos) y el sentido de la maravilla pisoteado y abandonado a un lado del camino.

Otras opiniones:

Otros libros del mismo autor reseñados en Rescepto:

~ por Sergio en diciembre 9, 2009.

10 respuestas to “Cita con Rama”

  1. La primera novela de CF «seria» que leí, allá por el 74, en una edición del Circulo de Lectores que aún conservo. Jamás olvidaré esa novela. Impresionante. Me marcó para siempre. Me convirtió en un adicto a la SF. Luego vinieron Asimov y sus fundaciones, Heinlein y su Luna Cruel Amante, Niven y su Mundo Anillo…

    Ojalá nunca, jamás, hagan la pelicula.

  2. Tranquilo (por el momento), que a día de hoy la famosa adaptación de Morgan Freeman y David Fincher está poco menos que cancelada, sin que exista siquiera guión, y nadie más parece interesado en abordar la tarea. Pero quién sabe… Clarke, gracias a «2001», está marcado como autor adaptable, y a medida que pase el tiempo los derechos de sus obras se irán haciendo más y más baratos, y la tecnología convierte todos las grandes visiones de los 70 y 80 en objetivos atractivos.

    Dentro de nada tenemos «La guerra interminable» de manos de Ridley Scott, y es muy posible que «Avatar» saque de la tumba algún que otro proyecto similar (se lleva hablando muchos años de la adaptación de «Pórtico»).

    Para Hollywood no hay nada sagrado.

  3. Recuerdo mi lectura de Cita con Rama y lo mucho que la disfruté. Creo que fue el primer libro de Clarke al que accedí y no quedé decepcionada desde ningún punto de vista. Luego me encontré con 2001 Una Odisea Espacial y el encanto se concretó. Eso me llevó al craso error de comprar Rama II y El Jardín de Rama. ¡Puag! No podía creer que fueran del mismo autor, hasta que comprobé que en realidad no lo eran, lo que me tranquilizó, pero me molestó con alguien que permitió que se usara su nombre y sus creaciones sólo para que las echaran a perder. Me reconcilié con Clarke cuando leí El fin de la infancia (¡podía no!), pero desde entonces recomiendo fervientemente que lean Cita con Rama y que pretendan que las continuaciones jamás fueron escritas. Así.

  4. Me encantó la novela en su día y apoyo la moción de no leer sus continuaciones, yo lo hice y… :-(

  5. Efectivamente, las continuaciones de «Cita con Rama» son nefastas, especialmente la segunda. Mejor quedarse con el «sentido de la maravilla» del aprimera novela y eludir el resto

  6. La última entrada a este blog es de 2009; espero que aún interese una opinión más. Quisiera expresar un pequeño desacuerdo: no creo que las continuaciones de Cita con Rama sean nefastas, aunque sí considero que están lejos de ser lo que aquélla fue. Pero eso pasa en general con las «segundas partes» y Clarke no es ajeno a ello, ni siquiera cuando las escribe él solo (como las continuaciones de 2001). Rama II y las subsecuentes no recrean el espíritu de la primera ni responden bien a la intriga final, pues es evidente que aquel final abierto, pleno de desasosiego, parece olvidado, ya que no satisfacen las conjeturas que uno podría haberse hecho con respecto al indiferente paso de los ramanes por el sistema solar, de hecho parece un barajar y dar de nuevo, acomodando la premisa para ajustarla a la nueva historia. Sin embargo, el libro se deja leer y los tres personajes que quedan al final hubieran sido suficientes para hacer un solo libro más, una conclusión, saltándose el Jardín de Rama de por medio (largo, absolutamente de relleno). Pero bueno, después de haberlos leído hace catorce años todavía rescato la parte final, esa especie de credo de racionalidad y conocimiento como condición trascendente a la especie humana en un universo que perdurará sin ella.

    • Hola, Julián:

      La última aportación a esta entrada era del 2009, pero el blog sigue bien vivo (espero).

      Lo cierto es que nunca llegué a encontrar los ánimos para ir más allá de «Rama II» (escrita en solitario por Gentry Lee, aunque a la hora de firmar y recoger la pasta pasara también la mano Clarke). En cuanto a continuaciones, rara vez están a la altura del original (aunque a mi entender la debacle de la saga de 2001 se produce a partir de la tercera entrega). En este caso en concreto (como en casi todos lo casos en que los libros aparecen cofirmados por el autor prestigioso que pone el nombre y el machaca de turno que escribe de verdad el texto), sin embargo, aprecio cierta falta de sinceridad al variar en exceso los parámetros básicos en torno a los cuales se articula la historia.

      De todas formas, lo único que al final importa de verdad es que el texto logre conectar con sus lectores. Gracias por compartir tu opinión.

  7. He leído Rama II y el jardín de Rama y hay cosas que se pueden rescatar para continuar maravillandonos, cierto es que me salte al vuelo montones de párrafos llenos de vacío, pero muy en el fondo aunque pienso que sostenido por Cita con Rama todavía podía caminar de la mano de Clarke por esta impresionante maravilla que es Rama y seguir tratando de entender que querían verdaderamente los ramanes y la oportunidad que se nos dio al dejarnos poner el pié en su fantástica nave.

    • Pero es que hay tanto por leer… y tanto lo que se quedará sin poder ser leído.

      Si la novela, como obra literaria, no es buena, difícilmente la salvarán unas cuantas ideas aisladas.

      En cualquier caso, me reitero en lo que comentaba en mi respuesta anterior: es raro el libro que no sea capaz de conectar con alguien, y sólo por eso ya es valioso (aunque no sea para todos los gustos).

  8. Me ha encantado esta reseña, muy completa

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