Las arenas de Marte

En honor a Arthur C. Clarke me he leído el único libro suyo que tenía por casa y que, por ser una adquisición reciente, aún no había disfrutado, «Las arenas de Marte». Por una de esas ironía de la vida, se trata de su primera novela (no la primera publicada, sino la primera escrita). Fue editada en 1951, cuando Clarke tenía más o menos este aspecto:

Arthur C. Clarke, 1952

Resulta sorprendente lo familiar y extraña que resulta, desde una doble vertiente: como parte integrante del corpus literario de Clarke y como relato de anticipación sobre la exploración del Sistema Solar. Es, sin duda, una gran novela, no tanto porque ocurran muchas cosas (apenas sí hay un par de giros argumentales), sino por la sensación de verosimilitud que arroja (incluso cuando está describiendo especulaciones que hoy en día sabemos que son incorrectas). Es como si aceptáramos que, detallitos al margen, la exploración espacial llegará a desarrollarse más o menos siguiendo el esquema propuesto (con cincuenta años de retraso respecto a sus previsiones, pero es que nadie es perfecto).

Tenéis un comentario más amplio en Scifiworld, siguiendo el siguiente enlace. Lo que ahora me gustaría es realizar una rápida comparación con otras visiones sobre el mismo tema.

Quizás el libro con el que es posible establecer comparaciones más directas es con «Lucky Starr, el ranger del espacio» de Isaac Asimov, publicado en 1952 y ambientado en este mismo planeta. Las diferencias más obvias son la ubicación temporal (la acción de «Las arenas de Marte» acontece en algún momento de los noventa, mientras que las aventuras de Lucky Starr transcurren en torno al 2100; con todo lo que ello implica en cuanto a posibilidades tecnológicas) y el tono («El ranger del espacio» es una novela juvenil). Sin embargo, ambas se preocupan por ofrecer una visión realista del planeta rojo, y como tal son muy parecidas (tanto en aciertos como en errores, con la única diferencia apreciable en la potencia de las famosas tormentas de polvo, pues sólo Asimov tiene en cuenta la diferencia que supone la pequeña presión atmosférica). Saliendo de esta obra, también nos encontramos con otra visión contemporánea sobre el asunto por parte de Isaac Asimov, en el extraordinario cuento largo «A lo marciano» (1952), que narra la captura de un pedazo de hielo de los anillos de Saturno por parte de una expedición marciana con tal de satisfacer las necesidades de la sedienta colonia. Como en «Las arenas de Marte», nos encontramos con temas muy parecidos: una visión romántica de los colonos, problemas políticos con una Tierra recelosa y la decisión de tomar el toro por los cuernos y hacer lo que sea necesario para medrar en el nuevo planeta.

Marte

Saltemos a 1977. John Varley consiguió con «En el salón de los reyes marcianos» una nominación al premio Hugo a novela corta. Nos encontramos con un Marte mucho más inhóspito (al ser más conocido). Sin embargo, hay temas recurrentes, como la excitación de la exploración de nuevas fronteras y el anhelo por encontrar vida. Una astronave de investigación, la Podkayne, sufre un aparatoso accidente y sus tripulantes se quedan atrapados en la superficie del planeta. Su única posibilidad de salvación es una pronta expedición de rescate, pero justo entonces estalla en la Tierra una terrible guerra que impide nuevos viajes durante años. Contra todo pronóstico, cuando la siguiente expedición alcanza el lugar donde aconteció el accidente, descubren que los astronautas han sobrevivido, gracias al más extraño y biológico episodio de primer contacto que pueda imaginarse.

Por último, hay que hacer referencia a la que podría considerarse la versión actualizada y ampliada, muy ampliada, de «Las arenas de Marte», la trilogía de Kim Stanley Robinson, «Marte rojo» (1992), «Marte verde» (1993) y «Marte azul» (1996). Todos los temas desarrollados por Robinson están ya en la novela de Clarke (incluyendo conceptos tan novedosos para la época como la terraformación). De nuevo nos encontramos con desavenencias con la Tierra, colonos determinados a domar un nuevo mundo, conflictos personales, política… sólo que a lo grande. La trama comienza en el 2027 con la primera nave que llega hasta el planeta rojo llevando a bordo los integrantes de la primera colonia, y prosigue a lo largo de más de 2000 páginas con los siguientes 200 años de ocupación humana de su primer hogar fuera de la cuna. Clarke, sin duda fue una poderosa fuente de inspiración, y su obra en general ha dejado huella en Robinson (resulta imposible no pensar en «Las fuentes del paraíso» en los episodios que tratan sobre el ascensor orbital marciano. Sin embargo, pese a sus múltiples premios (un Nebula y dos Hugo, entro otros), a mí, personalmente, me resulta de lo más pesada. No veo factible ser tan denso en todo lo referente a la terraformación, a los conflictos políticos y a los conflictos personales, sin acabar por hastiar al lector («Marte azul» es uno de las pocos libros que me he dejado a mitad, cuando decidí que hasta allí había llegado). «Las arenas de Marte», con su ciencia y sus conocimientos obsoletos, constituye en sus apenas 200 páginas un relato mucho más evocador y, sobre todo, una historia que sabe a la perfección qué pretende y cómo conseguirlo. La sencillez muchas veces es una virtud.

Cinco décadas de esperanzas puestas en un pequeño planeta que se considera (Luna mediante) el primer paso que deberá dar el hombre si alguna vez quiere conquistar el universo. Un mundo frío, inhóspito y, hasta nuevo aviso, estéril; el lugar perfecto para desarrollar esa mitología de frontera a la que son tan aficionados los norteamericanos. Seguimos casi tan lejos de poder establecer una colonia en Marte como en los tiempos en que Arthur C. Clarke escribió su novela, pero lo cierto es que la fascinación que tal proyecto despierta no se ha reducido un ápice. Él ya no ha llegado a verlo, pero quién sabe, tal vez aún estemos a tiempo de que nos salga un hijo o un nieto marciano.

Para terminar, me gustaría poder incluir algo más de la mejor aportación española al tema, pero me temo que no he leído «El refugio» de Javier Redal y Juan Miguel Aguilera. Lo menciono aquí, sin embargo, y me lo planteo como asignatura pendiente (si soy capaz de hacerme con algún ejemplar de la edición de 1994 de Nova, claro).

Otras opiniones:

Otros libros del mismo autor reseñados en Rescepto:

~ por Sergio en marzo 26, 2008.

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