The stone sky (El cielo de piedra)

En 2018, N. K. Jemisin logró lo que nunca antes nadie había conseguido, un tercer premio Hugo consecutivo, por libros pertenecientes a la misma serie (aunque Connie Willis ya había logrado algo similar, solo que los tres libros sobre los viajeros en el tiempo de Oxford recibieron su galardón en 1993, 1999 y 2011, mientras que los tres Hugos de Lois McMaster Bujold a novelas del universo Vorkosigan representan además un porcentaje limitado de la serie). Por añadidura, tras quedarse con anterioridad a las puertas, «El cielo de piedra» («The stone sky», 2017) cosechó los premios Nebula y Locus de Fantasía, en lo que puede entenderse como premio conjunto a toda la trilogía (y sin embargo, se le resistió la nominación al World Fantasy que sí habían recibido las novelas precedentes).

Entiendo la reticencia de Nebula y Locus por premiar una obra inacabada. Lamentablemente, «El cielo de piedra» es con mucho la más floja de las tres partes de la trilogía de la Tierra Fragmentada, algo que empaña a mi entender el honor recibido, y apunta quizás a motivos extraliterarios para este éxito sin precedentes (en pocas palabras, el efecto rebote contra el triste intento de manipulación de los Hugo por parte de los Sad/Rabid Puppies). A nivel más personal, sin embargo, lo que lamento es que una serie que empezó de forma tan extraordinaria con «La quinta estación» no haya sabido cerrar a un nivel similar, transformando la que podría haber sido una trilogía referencial dentro del género (lo de qué género ya sería otra cuestión a considerar) en una experiencia frustrante.

A grandes rasgos, la novela divide su atención en tres escenarios. Por un lado la visita de Nassum y el ex guardián Schaffa al Portal de los Obeliscos, en la antigua ciudad de Syl Anagyst, donde habitan los comepiedras y donde uno de ellos, Acero, desea que utilice sus poderes para destruir definitivamente el mundo. Por otro, Essun, tras sobrevivir al ataque contra Castrima (provocando en el proceso la Quinta Estación definitiva e incidentalmente el fin del mundo), debe acompañar transformada a los supervivientes hacia la relativa seguridad ecuatorial, para partir luego en busca de su hija junto al comepiedras Hoa (que se nos revela por fin como el narrador de la historia) y a un pequeño grupo, unido a ella por lazos diversos. En medio de todo ello, Hoa narra su propia historia, en el lejanísimo pasado, cuando la avaricia y soberbia de los hombres desencadenó, por medio de un odioso acto de discriminación inicial,  la furia del Padre Tierra y el inicio de las estaciones.

«El cielo de piedra» rezuma rabia. Las sublecturas raciales que en los primeros libros quedaban más o menos implícitas en el escenario se manifiestan aquí de forma directa, con la inversión que ya se había insinuado (el fenotipo subyugado es el de piel y pelo claros, que se asocia con la incipiente orogenia). Lo que no me termina de convencer es que esa rabia se encauza a modo de una suerte de fantasía de revancha, en la que los oprimidos alcanzan el poder de destruirlo todo. Entiendo (intelectualmente) el sentimiento, pero no puedo compartirlo. Es una especie de «mira quién tiene el poder ahora», que aunque se resuelve en la confrontación entre Nassum y Essun, se me antoja un desarrollo forzado (nada justifica en realidad la rabia absoluta de Nassum; por mucho que la autora intente racionalizarla, se antoja más sociopatía que otra cosa).

En mi opinión, a lo largo de esta novela los personajes pierden su «independencia» y quedan supeditados a los intereses filosóficos de la autora, quien no duda en forzarlos a su antojo para llegar a representar el conflicto que busca plasmar, sin que le importe mucho la verosimilitud de estos desarrollos. De igual modo, me de la impresión de que pierde la paciencia tratando de sugerir y pasa a explicar con pelos y señales su mensaje (a través sobre todo de la historia de Hoa). Es cierto que, siendo el cierre de la trilogía, este libro era el de las explicaciones, pero el modo en que se ofrecen se me antoja forzado en extremo, hasta el extremo de que ya casi ni se puede hablar de alegoría.

Otra fuente de insatisfacción reside en el decidido giro, que ya se apreciaba en «El portal de los obeliscos«, hacia la fantasía, echando a perder con ello la coherencia interna del escenario (o, mejor dicho, supeditando esa coherencia no a la ciencia, sino a la intencionalidad emotiva, una tendencia que cada vez es más evidente ya no solo en las muestras de science fantasy como esta, sino incluso en autores presuntamente rigurosos como Cixin Liu). Resulta particularmente decepcionante constatar cómo se recurre al socorrido animismo, solo que trocando la bondadosa Madre Gaia por el vengativo Padre Tierra, lo cual, cuestiones de inconsistencia de enfoque aparte, abunda en la arbitrariedad del desarrollo (pues libera a la autora de la necesidad de supeditarse a las leyes geológicas e incluso astrofísicas sobre las que aparentemente se sustentaba el escenario).

Todo ello hace que «El cielo de piedra» constituya una conclusión muy decepcionante para una serie que había presentando un potencial tan extraordinario. Mi impresión es que Jemisin no ha sabido cómo desarrollar los temas que le interesaban dentro del marco inicial, lo que la ha obligado a inmiscuirse cada vez más en la historia, hasta el punto de afectar a su coherencia interna… y eso supone un problema muy gordo. Lo peor es que, más que una serie de libros razonablemente independientes, la trilogía de la Tierra Fragmentada podría considerarse una gran novela dividida en tres partes, de modo que la debilidad de la última fase (y en menor medida la segunda) afecta de forma significativa a la consideración que a posteriori merecen las precedentes.

Por supuesto, esta es una valoración emitida desde una perspectiva concreta, la de considerar que la coherencia interna se sustenta sobre lo que podríamos llamar una estructura de tesis lógica. De un tiempo a esta parte parecer estar en auge la tesis empática, que supedita todo a la transmisión de un mensaje emocional, sin preocuparse de la verosimilitud de la propuesta de acuerdo con las herramientas tradicionales de la ciencia ficción (o, en este caso, la science fantasy). En otras palabras, no busca convencer, sino estimular un sentimiento compartido, y eso es algo que me resulta especialmente frustrante cuando hay de por medio una apariencia de lógica tradicional… que acaba siendo manipulada de acuerdo con las necesidades emotivas de la historia.

Aunque he criticado la concesión del premio Hugo a «El cielo de piedra», lo cierto es que no existió alternativa clara, al contrario que el año anterior (cuando el galardón hubiera tenido que ser para «Too like the lightning«, de Ada Palmer). El premio Locus de ciencia ficción fue para «El fin del imperio«, de John Scalzi (una space opera bastante ligera), y la única otra obra que a priori parece candidata a la distinción sería «Ciudad de jade» de Fonda Lee, coganadora del World Fantasy en compañía de «The challenging», de Victor Lavalle (o, tal vez, «La extraordinaria familia Telemacus», de Daryl Gregory).

En cualquier caso, lo que a la postre cuenta es el resultado oficial, y con su triple victoria la trilogía de la Tierra Fragmentada hizo historia en los Hugo. Veremos, una vez cerrada esa etapa, qué nos depara Jemisin para el futuro.

Otras opiniones:

Otras obras de la misma autora reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en diciembre 15, 2019.

3 respuestas to “The stone sky (El cielo de piedra)”

  1. De acuerdo en todo, la novela se hace pesada y manipuladora. Una lastima.

  2. Como casi siempre comparto tu opinión, me ha sucedido exactamente lo mismo con este trilogia-souffle. Durante la lectura me ha resultado doloroso ir descubriendo toda una ristra de incoherencias crecientes y traiciones al propio argumento y a la lógica interna del relato para en el tercer libro de forma acelerada ir perdiendo el rumbo y terminar con un deus-exmachina de tamaño planetario, esto último textual. Supongo que me ha resultado muy frustrante debido a la calidad del primer libro y sobre todo a las altas expectativas que yo mismo me había creado, evidentemente debía de estar proyectando.

    ¡OJO, ADEMAS DE TOCHO-POST CONTIENE SPOILERS!

    Yo que creía que se trataba de una obra de ciencia ficción post apocalíptica disfrazada de fantasía y resulta que estamos ante una obra entre religiosa hinduista y fan alocado de Lovelock embadurnada de fantasía. Lastima.

    Durante los dos primeros libros al leer las detalladas descripciones de máquinas del pasado o cuando los personajes o narradores omniscientes hablaban de magia y orogenia yo siempre entendía que se trataba de tecnologías que no eran capaces de identificar como tal, tecnologías de un pasado perdido tan brillante que los rodeaba y aun eran funcionales. Tecnología avanzada, terrible y desconocida, pero tecnologías al fin y al cabo.

    Siempre quise entender en el primer y en parte del segundo libro que siguiendo un esquema de ciencia ficción había un hilo plausible o especulativo y que los protagonistas estaban constantemente usando tecnologías ancestrales sin ser conscientes de ello, de modo intuitivo. Desde el primer libro cuando una jovencísima Sienita se cuela en la instalación que alberga el molde de un obelisco y al acercarse suenan alarmas, en todo momento nos están describiendo tecnología. Lo que eran pequeñas incoherencias que me hacían torcer levemente el gesto durante el tercer libro rápidamente devienen en atronadoras alarmas cuando empieza a meter la tierra, el planeta tierra, Gaia en bruto, como un personaje más. Un personaje consciente de su existencia, inteligente, con intenciones, sentimientos y planes que movido por la venganza y el miedo a su futura muerte elabora y ejecuta siniestros planes para exterminar la vida. Una Tierra con la capacidad para interactuar con un solo individuo y mantener conversaciones a través de un avatar como vimos en el primer libro, en definitiva, una deidad.

    Resulta que cuando los personajes nos hablaban de una ancestral guerra con la tierra o de que la tierra estaba generando estaciones para exterminar a los humanos y vengarse por su hija perdida no eran figuras poéticas o retoricas que usan los personajes para explicar algo que no entienden, no, que va. Es textual. A estas alturas resulta ya obvio que estoy leyendo un bodrio que no llega ni a novelita pulp. Se ha cargado la trilogía y con ella un muy decente primer libro que ahora que conozco el worldbuilding real de la autora ya no puedo ver con buenos ojos.

    Tantas paginas prometedoras para terminar siendo una especie de Margaret Weis y Tracy Hickman acelerado, escrito a machetazos, incoherente con su propia narrativa y plagado de tramas forzadas y deus ex machina hasta la nausea. El tercer libro es un dolor. Y este bodrio tiene tres Hugos seguidos. Da que pensar en que se han convertido los Hugo. Pasar de Dune, Cantico por Leibovitz, Los Desposeidos o Mundo Anillo a premiar tres bestseller de fantasia que no deberian ni haber pasado el corte.

    Se me han caido los Hugo, miedo me da empezar The Calculating Stars y A Memory Called Empire.

    Pido perdon por la excesivisima longitud del comentario, no volverá a pasar… :)

    • El filtro de WordPress había mandado el comentario a la bandeja de spam y no lo había visto hasta ahora. Perdona el descuido. La razón de los tres Hugos… Yo diría que cambios en el censo de votantes, producidos como reacción contra el ataque de los Sad Puppies, que hay provocado su propio sesgo (unido a una carencia enorme de lecturas). El primero, para mí, incuestionable. El segundo, aunque el resto de la competencia no era estelar, tendría que haber sido sin duda para Ada Palmer por «Too like the lightning». El tercero no merecía siquiera la nominación. En cuanto a los más recientes, «The calculating stars» es peor aun; «A memory called empire», sin embargo, vuelve a valer la pena (si te gusta ese tipo de space opera). Tengo reseñas de los dos por aquí.

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