Ubik

Aunque en su momento no obtuvo tanto reconocimiento crítico como algunas otras de sus obras (incluyendo, por ejemplo, la muy menor «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?», que estuvo nominada ese mismo año a los Nebula), con el correr de los años «Ubik» (1969) se ha ido configurando como la novela por excelencia de Philip K. Dick, la quintaesencia de lo dickiano.

Ubik(1stEd)

El protagonista de la historia es Joe Chip, un técnico de medición de campo psi que trabaja para Glen Rucinter, el dueño de la mayor empresa de prevención del planeta. Corre el año 1992, y se dispone de coches voladores, dispensadores de anfetaminas a monedas y colonias en la Luna y Marte, con planes avanzados para una misión interestelar (sí, en aquella época eso constituia una predicción conservadora a ventipico años vista).

Los inerciales de Rucinter son personas con poderes psíquicos negativos. Es decir, especializados en contrarrestar los de los típicos telépatas, precognitores o telequinéticos, que trabajan principalmente para un tal Hollis, en un juego con ciertas reminiscencias de la Guerra Fría. Cierto día, Joe Chip, que siempre anda escaso de dinero (en una sociedad en que las propias puertas de tu casa funcionan con monedas), tropieza con un nuevo poder, el de Pat, una chica que parece poseer la facultad de alterar el pasado para configurar un presente nuevo a su gusto. Casi al mismo tiempo, Rucinter recibe una solicitud que no puede rechazar, la de contratar a once de sus inerciales para un trabajito inespecífico en la Luna.

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Al final, los tres acaban formando parte del grupo, que parte en una nave privada hacia la base lunar y hacia lo que se desvela como una trampa. Se produce una explosión, que aparentemente mata a Glen Rucinter, dejando al resto de la partida aturdidos pero vivos, y a partir de ahí… empiezan a ocurrir cosas raras.

Dick tarda poco en ponerse a jugar con el concepto de una realidad maleable, primero por Pat y más tarde a instancias de dos procesos opuestos: el primero se manifiesta como una especie de entropía acelerada que echa a perder alimentos y otros bienes perecederos, justo antes de empezar a empujar todo hacia atrás en el tiempo; el segundo, mediante una serie de manifestaciones de Rucinter, a modo de mensajes enigmáticos que aparecen en los lugares más peregrinos. Lo cierto es que estos juegos con la realidad no son algo nuevo en su obra. De hecho, ya en 1957 había publicado una novela con planteamientos similares, «Ojo en el cielo». Eso sí, «Ubik» presente desde el principio un sesgo más escatológico, con la muerte asumiendo un protagonismo tan importante como la realidad (si es que en esta novela son conceptos separables).

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La mujer de Rucinter, Ella, lleva por ejemplo varios años muerta, congelada en un moratorio Suizo, adonde pueden acudir los familiares a hablar con sus finados. El estado en que se encuentran los fallecidos se conoce como semivida, y cada entrevista los va desgastando, hasta que resulta imposible establecer el contacto. De hecho, la prioridad de los inerciales consiste en llevar al cuerpo de su jefe a la Tierra, para poder situarlo en semivida y recibir su consejo. Claro que, a medida que las cosas empiezan a ponerse más y más raras (con algunos de ellos muriendo consumidos y la realidad circundante huyendo con rapidez hacia el pasado), surge la la duda sobre quién está muerto y quién en semivida.

Se comenta a menudo que Philip K. Dick escribría sus novelas impulsivamente, en furiosos estallidos creativos, acosado por las deudas (y con ayuda de algún que otro estimulante). Ello parece quedar demostrado en «Ubik», puesto que el susodicho producto no aparece en la trama (sí en breves cuñas publicitarias al principio de cada capítulo, que con toda seguridad fueron añadidas a posteriori) hasta el último tercio de la novela. A partir de ahí, sin embargo, todo gira en torno suyo. El conseguir este producto milagroso (en forma de spray) constituye el objetivo prioritario.

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Hasta ahí la novela es ante todo un desesperado grito de angustia existencial, que gira en torno a la percepción de la realidad, la decadencia y la muerte. Ubik, el producto, es la concreción de la fuerza que se opone a esta entropía imparable, es la esperanza, la tabla de salvación metafísica. Es, en pocas palabras, Dios (o, cuanto menos, una metarrealidad trascendente que posee al menos los atributos de ubicuidad, reflejada en su propio nombre, y omnipotencia, insinuada a través de los anuncios publicitarios).

El lector avezado de Dick (y, sinceramente, no sé si recomendaría la lectura de «Ubik» a lectores casuales) podría detectar aquí las mismas ideas gnósticas que permean buena parte de su obra (y se vuelven el núcleo obsesivo de sus últimas novelas). Sin entrar en demasiados detalles, se percibe la maldad intrínseca del mundo material, creado (y manipulado) por un demiurgo, con la liberación otorgada a través de la posesión de Ubik, lo que quizás sea una aproximación al concepto neoplatónico del Uno.

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Por supuesto, se trata de Philip K. Dick, así que quien quiera respuestas claras, deberá mirar en otro lado. A grandes rasgos, sin embargo, puede interpretarse la novela como una búsqueda de consuelo metafísico frente a la irracionalidad de la realidad y a la inexorabilida de la decadencia y la muerte, una búsqueda de trascendencia a través de Ubik, el bálsamo curativo universal; inofensivo si se utiliza de acuerdo con las instrucciones.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en octubre 8, 2014.

6 respuestas to “Ubik”

  1. Jo. Ubik fue mi primer contacto con Dick en los lejanísimos tiempos del instituto y quedé flipadísimo. Amor a primera vista. Relectura ya.

  2. Tampoco recomendaría Ubik a un recién llegado al universo Dick.

  3. Desde luego en mi caso funcionó… incluso me ha parecido siempre más accesible en un primer contacto que «Los tres estigmas..» o «La penúltima verdad», que fueron mis siguientes. Veo que me los tengo que releer todos. ¡Si tuviera tiempo, si tuviera tiempo..!

  4. Sé de más casos en los que «Ubik» fue la primera y triunfal puerta de entrada al universo dickiano, pero por precaución recomendaría empezar por algo un poquito más tradicional («El hombre en el castillo», por ejemplo, sería una buena opción; o quizás «Ojo en el cielo», por eso de vacunarse primero con una cepa débil de la misma partícula infecciosa).

    • Pues quizá empezaría por los cuentos, o por su popular «Sueñan las ovejas…» En un club de lectura en el que participo habitualmente, recomendé «El hombre en el castillo» (mi favorita hasta el momento, lo confieso) y me sentí muy muy sola…

    • Pertenezco a este grupo y a mí sí que me parece recomendable para saber si va a existir una conexión entre el lector y Philip K. Dick. Y que conste que yo empecé a leerle bastante tarde, atraído por alguna adaptación al cine. Cuando vi Ubik lo cogí un poco por curiosidad y desde entonces no he parado de leerle.

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