Crónicas del multiverso

Quizás el subgénero con más solera dentro de la ciencia ficción sea la space opera. Desde los tiempos del pulp (con obras como «La legión del espacio«), pasando por los maestros de la Edad de Oro o la obra de Brin (a cuya seirie de la Elevación de los Pupilos parece deberle mucho el Multiverso), la aventura en estado puro, ambientada en el frío océano del espacio, ha estimulado la imaginación de autores y lectores, poblando los territorios allende la nueva frontera de dragones, actos de valor, misterios trascendentes y libertad absoluta. Se trata, huelga decirlo, de una raíz memética persistente, capaz de reinventarse con cada iteración del género anticipativo para seguir satisfaciendo la misma necesidad básica: el asombro.

Así, con etapas de mayor o menor esplendor, ha sobrevivido hasta nuestra época, sin albergar la menor intención de pasar a un segundo plano. Tras la hard space opera británica que ha dominado el panorama desde mediados los años 90, con generosas aportaciones de la corriente postsingularista, el panorama está maduro para evolucionar, y ahí entra «Crónicas del Multiverso», de Víctor Conde, tercera entrega de la Saga del Metaverso (tras «El tercer nombre del emperador» y «Mystes»).

Una de las principales necesidades de la space opera es un escenario singular. Hace casi un siglo bastaba con abandonar la atmósfera de la Tierra. Hoy toca elaborar la propuesta algo más, y ahí nos encontramos con la Variedad, una burbuja titánica que alberga cincuenta mil soles, circundada en toda su extensión por el Mar de Bolzai, una nebulosa impenetrable, aparentemente de galaxias de espesor, que la aísla por completo del exterior. Allí, encerrados en ese titánico microcosmos, viven, comercian, luchan y exploran quince especies inteligentes con capacidad de viaje espacial (mediante tecnología de salto), entre las cuales los humanos no son sino la quinta en importancia, siendo los primeros, los urtianos, muy capaces de vencer por sí solos al resto de sofontes.

Este mosaico complejísimo, fruto de milenios de interacción no siempre pacífica, está a punto de verse sacudido por una serie de acontecimientos en principio inconexos (e incluso alguno de ellos ajeno a la propia Variedad), que pondrán en marcha una dinámica imparable que amenaza la propia existencia del universo.

En esta crítica voy a abstenerme por completo de mencionar personajes y subtramas.  Por un lado, son demasiados (y demasiadas) para dar cuenta de todos. Por otro, incluso leyendo la novela cuesta sus buenas setenta u ochenta páginas empezar a encontrarle sentido al conjunto, y acabadas sus cuatrocientas cincuenta todavía quedan flecos por encajar. Basta con sugerir que en las «Crónicas del Multiverso» asistimos a una lucha desesperada por la supervivencia, una lid en la que los contendientes se ven obligados a reaccionar prácticamente a ciegas a circunstancias incomprensibles (llegando a desconocer incluso la vertiginosa cuantía de las apuestas lanzadas sobre el tapete), y en la que las consideraciones morales quedan a menudo sofocadas por impulsos mucho más primarios.

Por si todo esto fuera poco, Víctor Conde nos sumerge de sopetón en una sociedad exótica en grado sumo, poseedora de una tecnología que para nosotros es poco menos que magia (aunque ellos la traten con familiaridad). El lector siente el impacto de lo desconocido, debe esforzarse por recubrir la realidad que se le presenta con analogías asimilables, navegar entre los neologismos (cooptados o inventados) que describen las desquiciantes posibilidades de la Variedad, aceptar que, desde luego, ya no nos encontramos en Kansas, así que mejor no aferrarnos con demasiada fuerza a nuestras preconcepciones. Y todo ello, por supuesto, sin entrar en la esfera auténticamente alienígena que envuelve a los urtianos (que, definitivamente, no piensan igual que un hombre).

Las líneas argumentales recorren la Variedad, se entrelazan, saltando de evento significativo (el para qué o para quién ya no está tan claro) en evento significativo, aunque dejando las explicaciones reducidas al mínimo imprescindible. El Multiverso no se describe, se experimenta.

El resultado puede ser frustrante o fascinante, según el grado de inmersión que se alcance con el escenario. La historia es caótica, sí, pero ¿acaso no lo es siempre para quienes la viven o incluso para quienes la construyen? Eso sí, la paciencia tiene su recompensa. Pocas historias podrían encontrarse con mayor ambición y más descarnadas. Centrándose hasta extremos obsesivos en la vivencia individual, Víctor Conde va dibujando a brochazos el destino de todo un universo, sin concesiones (salvo la ocasional dispensa al héroe, que para eso es protagonista, aunque sin ahorrarle su buena dosis de amagura).

La escala de la narración sólo se ve limitada por la frontera del Mar de Bolzai, pero bueno, cincuenta mil soles, el doble o el triple de mundos habitados y miles de millones de seres pertenecientes a quince especies sentientes (más algún que otro fenómeno que si no denota inteligencia es indicativo de algo superior) en lucha por la supervivencia, dan para instaurar unos límites poco menos que testimoniales. Lo justo y necesario para servirnos de ancla en medio del maremagno.

¿Problemas? Sí, claro. Algunas tramas no acaban de encajar (o soy incapaz de establecer de forma precisa la conexión) y la tecnología descrita llega a ser tan exótica que la distinción con la magia es puramente consensual (y terminológica). De ahí que las ideas que se sustentan en estos dos pilares (hilos dramáticos y tecnología) queden a veces difusas (o incluso lleguen a plantearse dudas sobre que tengan tengan sentido). En ocasiones, además, se abusa de la salvación in extremis, aunque eso es propio del género de aventuras en cualquier manifestación. Por último, la conexión con «El tercer nombre del emperador» y «Mystes» torna más o menos crípticos determinados desarrollos (se intentan proporcionar las ideas fundamentales, pero unas pocas frases no pueden sustituir la lectura de dos libros). Es el tributo a pagar por llevar la space opera al límite. Para estructuras lógicas más férreas ya hay otros géneros… aunque con ellos no se puedan alcanzar atmósferas especulativas tan rarificadas.

«Crónicas del Multiverso» se hizo, tras varias ediciones decepcionantes para los amantes del género fantástico, con el premio Minotauro de 2010 (¿Un nuevo bandazo en la orientación de este galardón?). Decisión que sorprende (en el buen sentido del término), por lo radical de la propuesta. Es una novela no apta para neófitos (e incluso se le puede atragantar a algún veterano), pero por eso mismo una auténtica joya que atesorar… a la espera de la siguiente  incursión en el Multiverso y sus maravillas.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en noviembre 3, 2011.

10 respuestas to “Crónicas del multiverso”

  1. Para mí este libro ha supuesto casi una nueva religión. Después de leérmelo, descubrí que era una secuela de Mystes (y claro, tengo unas ganas locas de encontrarlo y que me expliquen toda la trama de Norte xD) y me entero con tu entrada que la trama del Emperador también tiene libro propio…

    He leído bastante menos ciencia ficción de la que me gustaría, me consideraría neófito, y como dices, el principio es un completo caos, muy difícil de leer porque tienes pocas conexiones a las que agarrarte… pero la paciencia tiene su recompensa en la recta final.

    P.D.: Los días 12 y 13 de noviembre, en la Hispacon, en Mislata, acosaré a Víctor Conde para que me lo firme!! :D

    • De hecho, creo que, dentro de la dificultad, es más fácil encontrar por ahí «El tercer nombre del emperador» que «Mystes» (a ver si crónicas tiene suficiente éxito como para justificar una edición en bolsillo de su predecesora). Por cierto, me ha comentado Víctor que está por salir en Scyla Ebooks un relato del Multiverso, «Oniromante».

      Y si quieres pillarlo seguro en la Hispacon, lo tendrás el sábado, de 17:00 a 18:00 en la mesa redonda sobre Espada y Brujería, en la sala Portacoeli.

  2. Esta es una lectura que me distrajo pero no disfruté como dios manda… supongo que el hecho de no habre leído las dos novelas precedentes tenga algo que ver.

    • En realidad, yo tampoco las he leído. Sin embargo, de algún modo, con «Crónicas del Multiverso» he podido dejarme llevar por las ideas en bruto, sin pararme a analizarlas. Sospecho que algunas no soportarían un escrutinio cuidadoso sin suscitar más dudas que respuesta… pero su superficie ya me resulta lo bastante fascinante como para no sentir la necesidad de profundizar. La space opera, más que cualquier otro subgénero en la ciencia ficción, requiere del lector la suspensión voluntaria de la credulidad. Después es mérito (o demérito) del autor el conseguir forzarla.

  3. Quería decirte, Sergio, que ya llevo unas cien páginas de la siguiente novela del Metaverso. En cuanto la acabe se la pasaré a la gente de Minotauro. Espero que les guste, porque por el momento es la más grande y alucinante de la serie :)

    • Yo te creo… Aunque, todo hay que decirlo, no resultas una fuente muy imparcial. A ver si puedo hacerme con un ejemplar de «Mystes» para comparar.

      Y a ver si hay suerte y Minotauro vuelve a apostar por el producto autóctono (y si es de ciencia ficción ya sería la leche).

  4. No, la verdad es que no soy muy imparcial :)

  5. Y sí, una vez leída «la mirada de Pegaso» (excelente libro, por cierto), creo que Mystes es el tipo de CF que te va a gustar más. Incluso más que Crónicas, me atrevo a asegurar.

    • Bueno, lo que me gusta escribir sería apenas un subconjunto mínimo de lo que me gusta leer… pero todo es cuestión de comprobarlo. Por cierto, como la cosa está bastante díficil. ¿No podrías intentar venderles a los de Minotauro la idea de reeditar «Mystes»? ¿En bolsillo tal vez?

  6. No creo que les interese por el momento. Por ahora parecen más interesados en hacer avanzar la saga del Metaverso con nuevos capítulos que reeditando los antiguos. Eso, de todos modos, es algo que espero conseguir en el futuro, empezando por la novela fundacional de la serie.

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