Homo plus

En la entrada anterior comentaba cómo los premios Nebula, cuando divergen de los Hugo, pueden tanto pegar un patinazo incomprensible como evitar un olvido que años después sería embarazoso. La edición de 1977, según se contemple, podría considerarse de ambas formas. De hecho, yo era más proclive a la alternativa del patinazo… hasta que los años y las lecturas me han obligado a reevaluar «Homo plus» («Man plus») y descubrir en ella una precursora extraordinaria de temas que no entrarían a formar parte del corpus habitual de la ciencia ficción hasta casi dos décadas después.

Existen varios motivos para justificar estos juicios tan dispares. Por un lado, se trata de una novela ambientada en un futuro-próximo que hace tiempo que se convirtió en pasado (sin que se pareciera en mucho al de la ficción). Leyéndola veinte o treinta años después de su escritura resulta chocante en muchos aspectos, al reflejar costumbres, modos de vida e incluso ideas políticas superadas ha mucho, mientras que presenta avances científicos y tecnológicos que aún estamos muy lejos de emular. Además, por desgracia para ella al año siguiente su autor, Frederick Pohl, publicó una de las obras maestras de la ciencia ficción: «Pórtico«.

Lo habitual es tener un primer encuentro con Pohl de la mano de Robinette Broadhead, siguiendo sus aventuras a través de los cuatro primeros libros de la saga de los Heechee (los publicados en español), que nos sitúan en la ciencia ficción de finales de los 80 (con un par de ideas en torno a personalidades digitales bastante avanzadas). Pasar de ahí a «Homo Plus» supone retroceder más de una década… y si se carece de suficiente experiencia ciencia ficcionera, como me pasaba por aquel entonces, la decepción es inevitable.

Ahora bien, si nos libramos de preconcepciones y examinamos la novela según sus propios méritos, nos encontramos con un relato fascinante. La historia gira en torno a Roger Torraway, un ex-astronauta al que se le ofrece la oportunidad de regresar a la primera plana participando en un experimento novedoso para reemprender la conquista de Marte, obstaculizada durante años por la dureza de las concidiones imperantes en él. Dado que terraformar el planeta sería un proceso largo y costoso, se decide areformar a Torraway, para transformalo en un ser medio orgánico medio sintético (un cíborg) perfectamente adaptado al ambiente alienígena.

En un principio, la idea no parece revestir excesiva novedad. Después de todo, los cíborgs son casi tan antiguos como los robots. Lo que resulta diferente es la motivación. No se trata de «mejorar» las prestaciones de un ser humano, sino de transformarlo en algo diferente, adaptarlo, abriendo así todo un abanico de nuevas posibilidades, en especial en el campo de la exploración espacial. En otras palabras, «Homo plus» es una novela claramente transhumanista, escrita cuando el término aún no había sido acuñado (lo fue a principios de los 80) y el fundamento ideológico del mismo apenas empezaba a cobrar forma.

Aunque podría considerarse con toda justicia una novela hard (la más hard de cuantas haya escrito Pohl), el enfoque es muy humanista. De hecho, la colonización efectiva de Marte no se inicia hasta casi el final de la novela. El grueso de los capítulos están dedicados a la transformación física y mental (la segunda consecuencia de la primera) de Torraway, así como el modo en que esta metamorfosis artificial afecta a la percepción que los demás, en paricular su esposa, tienen de él.

Lo cierto es que, en gran medida, la novela resalta la importancia de la percepción. La progresiva alteración de los sentidos de Torraway, para adecuarlos a las condiciones marcianas (como por ejemplo la modificación de la sensibilidad a los colores para optimizarla en el rango cromático que ofrece Marte), modifica el modo en que procesa e integra el mundo que le rodea. A lo largo de su entrenamiento terrestre, esta brecha en aumento va alimentando una psicosis que sólo la culminación del proyecto, con su llegada al lugar para el que ha sido adaptado, es capaz de sanar.

De igual modo, las personas más cercanas al protagonista, pese a ser conscientes intelecutalmente de su humanidad interior, no pueden dejar de sentirse repelidos por su aspecto. La combinación de autoconciencia alienígena y rechazo de los semejantes (con un par de cuernos, no precisamente biónicos, incluidos) pone de manifiesto que el proceso implica mucho más que unos simples retoques estéticos: se está dando origen a una nueva humanidad.

Para aderezar esta temática, la novela guarda un par de sorpresas en la manga. Para empezar, está la cuesitón del narrador, que asume generalmente la forma de una tercera persona omnisciente, aunque de tanto en tanto va dejando caer interpelaciones en segunda persona de un misterioso «nosotros», que se arroga la auténtica paternidad y control del proyecto. La revelación paulatina de quiénes son estos conspiradores y del por qué de su interés en conducir a la humanidad a Marte es uno de los alicientes de la lectura (con recontragiro final), al igual que una descripción pesimista del futuro humano (ligado en gran medida al antedicho misterio). En última instancia, el gran concepto de «Homo plus» es que el hombre precisa salir de la Tierra y conquistar el espacio por su propia seguridad, aunque quizás para ello tenga que dejar de ser el Hombre tal y como lo conocemos (el viejo Homo sapiens).

Baste para dar una idea de lo avanzado de estos conceptos con decir que historias sobre la terraformación de Marte (un despropósito si es posible areformar a los colonos) siguieron cosechando el beneplácito de crítica y público incluso veinte años después (la trilogía de Marte de Kim Stanley Robinson y «Marte se mueve» de Greg Bear cosecharon en total dos Hugos y dos Nebulas a mediados de los 90). Incluso hoy en día, una novela que abordara los mismos temas (actualizando, evidentemente, el contexto, que se erige en el único lastre de «Homo plus») estaría de candente actualidad. No existen muchas obras de ciencia ficicón de los años 70 que puedan decir otro tanto.

La novela cuenta con una continuación, «Mars plus», publicada por Pohl en colaboración con Thomas T. Thomas (este tipo de «colaboraciones» siempre son un tanto sospechosas) en 1994.  Las críticas anglosajonas (pues no ha sido traducida) no se muestran muy entusiasmadas con la secuela.

La ganadora en 1977 (la edición correspondiente) de los premios Hugo y Locus fue «Donde solían cantar los dulces pájaros» de Kate Wilhelm.

Otras opiniones:

De Antonio Quintana e Iván Olmedo en El Sitio de Ciencia Ficción

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en May 5, 2010.

5 respuestas to “Homo plus”

  1. Man Plus es un bombazo tremendo, una obra maestra que cualquiera envidiaria, escrito con una soltura y una imaginacion de veterano bien curtido. Pero hay ademas otro detalle: despues de brillar en la Golden Age de la SF (recordar The Space Merchants, 1953), Pohl habia pasado a un estado como de hibernacion, con todo el mundo considerandolo efectivamente retirado de la SF, tranquilo en sus laureles y sin demasiado mas que aportar (no habia sacado nada desde como 1966). Y de repente en 1976 Pohl comes out swinging for the fences con esta bomba de profundidad, y nos enteramos de que el maestro no esta retirado, quien dijo, y se pone de un paso gigantesco a la cabeza de la SF mundial otra vez (porque esta no es una obrita de relleno) como quien reclama su trono con justeza, y al siguiente anno repite la gracia dejando caer la bomba H de Gateway, y de ahi en adelante no se ha detenido…

  2. La verdad es que es una idea sobre la que nunca había pensado, tienes mucha razón en que siempre se apuesta por terraformar cualquier planeta descubierto, y pocas veces por este punto de vista. Como mucho, se pueden encontrar historias donde aparezcan humanos que han cambiado por vivir en un entorno distinto a la Tierra, pero no donde hayan cambiado para vivir en ese entorno distinto.

  3. Well–la primera historia que yo recuerde que toco el tema de transformar la gente y no terraformar un mundo fue A Time To Survive, una histria unolvidable por James Blish, en los 50s. La recomiendo.

  4. Hay también una historia de Asimov, publicada en If (revsita de la que había sido editor Pohl) en 1974, y que podría haber inspirado «Homo Plus». Se titula «Un extraño en el paraíso» y trata sobre un robot diseñado para operar en Mercurio, que en las pruebas en la Tierra se comporta deficientemente. Incluso en «La última pregunta», que publicó en 1956, se menciona brevemente que, para conquistar el espacio, unos humanos del futuro lejanísimo se transforman en naves espaciales (como paso previo a descargar su consciencia en el entramado mismo del universo). Vaya pedazo cuento.

    Respecto a la adecuación de seres humanos a hábitats extraños, se ha convertido en un tema relativaemnte habitual de la literatura post-ciberpunk, aunque casi siempre en relación con el espacio profundo. Bruce Sterling, por ejemplo, lo desarrolla ampliamente en su novela «Cismátrix» o en los cuentos recopilados en «Crystal Express», y muchas historias postsingularistas lo tratan en mayor o menor medida.

  5. […] Cuando sale a colación, me vienen a la cabeza dos grandes clásicos: Limbo, de Bernard Wolfe, y Homo Plus, de Frederik Pohl; novelas que trataron un variado conjunto de consecuencias tanto para la […]

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