Los desposeídos

Tarde o temprano tenía que pasar este trago (y algún otro que me falta). Así que allá voy, con mi opinión sobre la obra más premiada de Ursula K. Le Guin, «Los desposeídos», merecedora de los premios Hugo, Nebula y Locus, y que a mí, en franca oposición con la inmensa mayoría, me parece una de las novelas de ciencia ficción más sobrevaloradas de la historia (hala, ya lo he dicho).

Hace bastante tiempo que la leí, y no pienso perder el tiempo releyéndola, así que ésta será un crítica menos pormenorizada que de costumbre. Vaya por delante un resumen argumental:

La acción transcurre en el sistema Tau-Ceti, un planeta doble formado por el mundo principal, el rico y multicultural Urras, y su satélite, un planetoide árrido y desolado llamado Anarres. Doscientos años antes de los hechos que se relatan, una rebelión obrera en Urras se solventó cediendo a los trabajadores Anarres como lugar donde poner en práctica las ideas anarquistas de su líder, Odo. Desde entonces, ambas comunidades se desarrollaron ignorándose en la práctica la una a la otra, con Urras desarrollando un clima político equiparable al de la Tierra en tiempos de la escritura de la novela (dos grandes potencias, una rabiosamente capitalista y la otra una dictadura comunista, enfrentadas no sólo ideológicamente, sino por mediación de conflictos en terceros países).

En estas llega Shevek, un joven y revolucionario físico de Anarres que está desarrollando una gran teoría unificadora sobre el tiempo y que se tropieza en su mundo con serios obstáculos para desarrollar un trabajo demasiado innovador y teórico para la práctica mentalidad anarquista (impuesta en parte por la dureza del mundo y en parte por una burocracia incipiente). Desesperado por lograr algún avance, viaja a Urras en busca del apoyo que necesita. Allí, en A-Io (la potencia equivalente a los EE.UU.), se enfrenta a las contradicciones que como observador externo deteca en su sociedad y al interés (puramente militar) de los gobernantes, mientras da los últimos retoques a su gran trabajo, cuyo desarrollo último llevará a la creación del Ansible, la comunicación instantánea entre cualesquiera dos puntos del universo (sólo información).

La narración se enmarca en el ciclo del Ekumen, que es el escenario desarrollado por Le Guin para ubicar sus historias de ciencia ficción blanda (enfocada hacia ciencias no exactas como la historia, la sociología o la psicología). En este universo suyo hay una raza ancestral, los hainitas, que se expandieron por el universo cientos de miles de años atrás, hasta que esta civilización colapsó, dejando a sus colonias, incluyendo la Tierra, aisladas. En el tiempo de las novelas, la tecnología vuelve a recuperarse hasta el punto en que se reestablecen los contactos y se intenta reagrupar los mundos dispersos en una federación, un Ekumen, interconectado por viajes a velocidades relativistas y comunicación instantánea vía ansible.

Ya la primera novela de Le Guin, «El mundo de Rocannon» (1964), se inscribe en este universo, así como «La mano izquierda de la oscuridad» (1969), ganadora en su momento de los premios Hugo y Nebula, y «El nombre del mundo es Bosque» (1976), basada en una novela corta ganadora del Hugo en 1973. El ciclo se completa con otras cuatro novelas y varios relatos (recopilados en antologías como «Las doce moradas del viento», «Marinero del mar interior» y «The birthday of the world»).

Se trata de un escenario vagamente interconectado que ofrece a la autora libertad para especular con distintas sociedades, marcadas por características fundacionales diferentes (incluyendo en algunos casos alteraciones genéticas), para abordar y analizar cuestiones sobre política, roles sexuales o ecología. Todo ello se encuentra presente en «Los desposeídos», aunque sea quizás la vertiente política la más prominente.

El subtítulo de la obra es: «Una utopía ambigua». En cierto sentido, se trata de uno de los ejemplos más recientes de literatura utópica, con un observador, Shevek, externo a ambas sociedades por su singularidad. Anarres ofrece la visión de Le Guin de la plasmación de las ideas anarquistas en una organización social realista. Sin embargo, no se trata de una utopía plena (de ahí la ambigüedad), porque la muestra con defectos tales como la burocratización paulatina, la rigidez frente a la innovación y la supresión (pasiva) de lo diferente.

Creo que parte de mi rechazo a la novela proviene de esta postura. Vale, reconoce defectos, pero… ¡por favor! Se ve obligada a crear un ambiente extremo que obliga a la cooperación y una sociedad de una complejidad minimizada (e incapaz de crecer) tan sólo para que el invento le funcione. No estoy seguro de qué pretendía mostrar, porque si era que esa estructura social, atenta a los peligros esbozados, podría funcionar… En fin, que no me lo trago. Demasiados prerrequisitos y condicionantes diseñados ad hoc. Por no hablar de cierta manipulación al mostrar, por ejemplo, el rol femenino en Anarres (con igualdad para los dos sexos) y en A-Io (con una sociedad patriarcal en la que la mujer está supeditada a los hombres), sobreentendiéndose que esto es el desarrollo esperable de ambas concepciones políticas. Se me antoja un posicionamiento parcial y artificial, que simula justo lo contrario. No sé, prefiero una utopía a la antigua. El mismo nombre ya indica que es irrealizable, no hace falta mostrar defectillos para dejar una puerta abierta a la posible concreción (¡eso es algo que choca con el concepto mismo de u-topia!). Vamos, que en estos casos me sobra la ambigüedad (un recurso poco honrado cuando las simpatías están claramente decantadas por una postura determinada).

También es cierto que prefiero las antiutopías. Lo contrario siempre me ha parecido un tanto pretencioso.

Sea como sea, «Los desposeídos» también tiene fama de ser una gran obra desde un punto de vista meramente literario, con una estructura fragmentada en capítulos no lineales (los impares acontecen en Urras y los pares cuentan acontecimientos previos en Anarres)  que refuerzan el concepto de simultaneidad temporal (con el que juega la teoría de Shevek).

No seré yo quien le niegue méritos literarios a Le Guin, pero a mí su estilo me aburre, me resulta tan árido como el propio Anarres. Mucha divagación sin llegar a concretar nada. Ambigüedad, en definitiva, en la caracterización de los personajes, en el desarrollo de la trama y en la resolución de los conflictos. Algo de ambigüedad está bien, pero, venga, de vez en cuando también es de agradecer que el autor se moje explícitamente.

No descarto que se me pasaran sublecturas (de hecho, leyendo críticas y análisis por internet descubro que así fue). Sin embargo, ello fue debido a que hacia al final ya sólo deseaba terminar cuanto antes y poder dejarlo atrás. Y eso también es responsabilidad del texto: no conseguir presentar sus ideas de forma digerible.

Es una postura muy personal, ya he comentado que el consenso general es bien distinto. Sin embargo, tampoco me encuentro solo por completo en mi apreciación. No somos mayoría, pero bueno… Al menos ofrezco una visión diferente. Me hubiera gustado poder proporcionar más enlaces, pero me temo que esto es todo lo que he encontrado (aclaro que suelo filtrar, subjetivamente, exigiendo un mínimo de extensión y profundidad).

Otras opiniones:

Otras obras de la misma autora reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en noviembre 27, 2009.

6 respuestas to “Los desposeídos”

  1. Hombre, ¡alguien lo dijo!… Yo con esta señora no puedo, apenas me he terminado algunos cuentos que me saben a cuando cursa «etica y moral» en BUP. Tiene un estilo muy elegante, eso sí… Pero sus «kumbayanadas» me desquicián

  2. Es mi novela favorita. Respeto tu opinion y todas las opiniones pero… Bueno, son solo opiniones :-)

    • Perdona por el retraso en aprobar el comentario, que WordPress me lo metió en la carpeta de spam y llevaba varias semanas sin actulizar. No seré yo quien niegue que es una novela con muchísimo apoyo… pero a mí no me llega (también he comprobado que es bastante polarizante, parece ser un caso de todo o nada).

  3. Cuando leo «sobrevalorado» automáticamente sustituyo por «a mi no me gusta».

    • Como ya indico, es mi opinión y no concuerda con la mayoritaria, aunque sí señalaría que está algo más elaborada que un simple «a mí no me gusta». 1243 palabras más elaborada, de hecho.

  4. […] Kim Stanley Robinson, la serie de La Cultura de Iain Banks (ésta pelín irrealizable de momento) y Los desposeídos de Ursula K. Le Guin. Da la impresión que la ciencia ficción se ha tomado más molestias en […]

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