Cenital

La nueva novela de Emilio Bueso supone un giro con respecto a sus dos primeros libros publicados. Abandona puntualmente el terror que caracteriza la mayor parte de su producción (de raíces sobrenaturales y un desarrollo que podría calificarse como de realismo sucio), para hacer uso de elementos y ambientes tomados en préstamo de la ciencia ficción.

Hace ya unos años que venimos viendo como autores ajenos en principio al género encuentran en lo que podríamos definir como acerbo conceptual de la ciencia ficción la materia prima óptima para transmitir su mensaje (lo cual ha venido propiciado por la lenta filtración de estas ideas, a lo largo de los años, desde el más o menos reducido ámbito de los aficionados al género fantástico hasta la población general). Al contrario, sin embargo, que otros escritores (por ejemplo, Cormac McCarthy en «La carretera»), Bueso no se limita a hacer uso del escenario sin más aportes especulativos, sino que lo desarrolla, avanzando un paso más en la hibridación entre (y desde) el mainstream y la ciencia ficción (todo lo cual, por supuesto, no implica absolutamente nada con respecto a la calidad literaria de la propuesta; es apenas un intento, quizás innecesario, de sistematización, relevante si acaso sólo como muestra de por dónde discurre una de las más interesantes tendencias actuales concernientes al género especulativo).

¿A qué viene este largo prolegómeno? El caso es que, por conocimientos e intereses mi análisis de «Cenital» partirá de un enfoque propio de la ciencia ficción, lo cual no es sino una de las posibles aproximaciones a la obra. Es el sino de cualquier reseña limitada a unos pocos cientos de palabras:  aspirar a ofrecer un atisbo, subjetivo, mediatizado y parcial, sobre el objeto de su estudio (al final de la entrada, como siempre, podéis encontrar enlaces a otras opiniones).

Por ello, para hablar de «Cenital» primero tengo que retroceder hasta sus raíces conceptuales (y por última vez, lo prometo, recalco que me limita al campo de la ciencia ficción), que encontraríamos en las novelas catastrofistas de finales de los años 60 y principios de los 70. En aquella época, no por casualidad sometida también a profundas alteraciones sociales (y abocada a la crisis del petróleo de 1973), encontramos las distopías postcatastrofistas de J.G. Ballard (el pionero de la tendencia, aunque ya en los años 50 podemos encontrar interesantes antecedentes). Pronto, diversos autores recuperaron las tesis maltusianas (que habían sido consideradas superadas gracias a la Revolución Industrial) para alertar sobre los peligros de la sobrepoblación (instigados por el baby boom estadounidense, que se extendió desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta principios de los 60). De este período, por ejemplo, datan «Hagan sitio, hagan sitio» (Harry Harrison, 1966, que inspiraría la película «Cuando el destino nos alcance» en 1974) y, sobre todo, la trilogía del desastre de John Brunner («Todos sobre Zanzíbar», 1968; «Órbita inestable», 1969; y «El rebaño ciego«, 1972), además de decenas de títulos que no han conservado la misma vigencia (en Rescepto, por ejemplo, podéis encontrar «Un mundo devastado«, de Brian Aldiss [1965], o «El mundo interior«, de Robert Silverberg [1971]).

Con el discurrir de los años, sin embargo, las predicciones alarmistas no se cumplieron y, aunque la población mundial siguió creciendo a un ritmo preocupantemente cercano al exponencial, la catástrofe demográfica no terminó de concretarse, así que empezó a hablarse de la falacia maltusiana (con motivaciones que, abarcando desde la esfera política a la religiosa, poco tenían de científicas, y sin tener en cuenta que quizás aquellos avisos habían contribuido en parte a esquivar la bala). El caso es que la literatura especulativa abandonó ese tipo de enfoques y dirigió su punto de mira hacia otros blancos.

Las ideas subyacentes, sin embargo, seguían siendo relevantes, y diversos teóricos fueron desarrollándolas hacia posicionamientos neomaltusianos. Entre estos, se cuentan aquellos que ligaron la ruptura del ciclo maltusiano a la disponibilidad de un recurso limitado: el petróleo (como fuente de energía, sin entrar ya en su valor como materia prima para la obtención de plásticos y otros derivados). El concepto clave es el conocido como teoría del Pico de Hubbert (o también cénit del petróleo), que establecía un máximo de producción y la posterior disminución de la disponibilidad hasta su total agotamiento en un plazo no demasiado largo (y con una curva aproximadamente gausiana, lo cual implica que la disponibilidad de cantidades suficientes para sostener nuestra actual modelo productivo no se extendería mucho más allá del 2050).

Las estimaciones son complicadas (debido al secretismo de los países afectados), pero hay estudios que afirman que pasamos el pico de petróleo hace tanto como en el año 2006 (otros hablan del 2010, pero el baile de cifras realistas no oscila demasiado).

«Cenital» utiliza estos datos para examinar de nuevo el concepto de la catástrofe maltusiana, y lo hace posicionándose en el peor escenario posible, el de un colapso brusco del sistema que supondría un derrumbe instantáneo de todos los medios de producción y distribución. Tan instantáneo, de hecho, que en el momento de la acción principal, el muy cercano año 2014, apenas quedan sobre la faz de la Tierra (por todo cuanto los personajes pueden llegar a saber) un puñado de ecoaldeas autosuficientes, fundadas en los años precedentes por visionarios que vieron lo que se les venía encima y actuaron en consecuencia.

El escenario de gran parte de la novela es Cenital, la ecoaldea fundada por Destral, un antiguo ingeniero reconvertido en profeta del cataclismo y con posterioridad en líder consensuado del precario asentamiento, siempre al borde mismo del abismo en el que se ha precipitado ya el 99,9% de la población, si no mundial al menos sí española (ya no sólo por la falta de recursos, sino por las luchas suscitadas en el período inmediatamente posterior al colapso por su control).

Tres son los hilos principales que se entrelazan. Por un lado, nos encontramos con episodios del día a día de la aldea, en los que se nos muestra lo inseguro del éxito a largo plazo del asentamiento, vulnerable, por ejemplo, a peligros tan impredecibles como una mala cosecha fruto de la disponibilidad de simiente inadecuada. Intercalados entre ellos nos encontramos con entradas de un blog, escritas en el 2008 por Destral, a través de las cuales, con un estilo duro, cercano a la arrenga (lo que tal vez pueda incomodar a algún lector al que no le agrade que le prediquen… lo cual, por cierto, no es sino la intención de Destral, por supuesto), se exponen las causas, desarrollos y posibles consecuencias del pico de petróleo. Por último, en las historias de la ecoaldea se nos muestran viñetas de su evolución, desde los más simples orígenes (un terruño perdido en la sierra castellonense) hasta su situación actual, con especial énfasis en las historias personales de sus habitantes, cuyo devenir más veces que menos se erige en el auténtico elemento central del episodio, por encima de la hasta cierto punto anecdótica configuración de Cenital.

A través de estos tres ejes (cuya segregación en capítulos, en realidad, es mucho menos drástica de lo que quizás haya podido dar a entender) se estructura la obra. El primero aporta sobre todo el esqueleto argumental, deudor de las historias postapocalípticas (con las que la novela tiene una relación tan directa o más que con las distopías), y que llega incluso a pecar un poco de insuficiente desarrollo (entiendo que así no se hipertrofia su importancia a costa de las otras dos facetas de la novela, pero ello conlleva que incurra, en especial para aquellos más o menos familiarizados con este tipo de narraciones, en cierta predictibilidad). En cuanto a los otros dos, nos muestran por un lado el fundamento técnico y el posible desarrollo del evento catastrófico, y se centran por el otro en el aspecto humano del desastre.

En cuanto a lo primero poco tengo que ampliar. La documentación es amplia y rigurosa. Si bien por posicionamiento artístico el autor se sitúa a menudo en el peor caso probable, los hechos de base son objetivos y están explicados con perfecta claridad (si acaso, quizás pudiera quedar un poco nebuloso para los no iniciados la relación de dependencia entre productividad agrícola y disponibilidad de petróleo, pero es un detalle menor, pues tampoco convenía cargar mucho más las tintas en los aspectos técnicos). En este sentido la predicción del 2014 no tiene que tomarse como una profecía alarmista, sino, asociada con la fecha de publicación, como un indicativo metafórico de lo vertiginoso que podría ser el derrumbe (caso de no asumir las medidas necesarias para alterar su dinámica), ya ocurra mañana, dentro de un año, dentro de una década o, como muy lejos, de aquí en treinta o cuarenta años.

Por lo que respecta al factor humano, es quizás el más importante, pues Cenital es, ante todo, una comunidad, que se define por el nicho social que ocupa cada uno de sus integrantes (desde Destral hasta Braqui, una víctima discapacitada de las convulsiones iniciales que sobrevive en los mismos márgenes de la microsociedad postapocalíptica). Aun más, la novela se preocupa de mostrarnos el antes y el después; la irreversible transformación sufrida por el mundo, que trastoca expectativas, futuros, anhelos y roles, de forma que la conexión entre lo que fueron y lo que son se nos presenta como un azaroso sendero de sentido único, en el que las condiciones iniciales poco o nada tienen que ver con la situación final (de aquellos que logran al menos llegar hasta el 2014).

Comentaba que la anterior oleada de catástrofes maltusianas en la ficción coincidió con una época de profundas alteraciones sociales, y lo mismo puede decirse del momento presente. En ese sentido, también puede contemplarse esta faceta de «Cenital» como una serie de instantáneas radiográficas de nuestro mundo (y, más especifícamente, de aquello que nos mueve y nos motiva, y de la importancia absoluta de estos condicionantes una vez trastocado el contexto), así como se permite, en contadas ocasiones, ensañarse contra algunos de los excesos que nos han conducido a la situación actual (con una concreción local, es decir, centrada en Castellón y alrededores, aunque perfectamente extrapolable a cualquier otro enclave). Todo lo cual invita a replantearnos qué esperamos realmente de nuestro futuro, si se trata de unas expectativas razonables (o incluso pertinentes) y qué estamos dispuestos a sacrificar por él.

Agradezco a Salto de Página el envío de un ejemplar de «Cenital» para su reseña en Rescepto.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en junio 3, 2012.

Una respuesta to “Cenital”

  1. Un placer – para nosotros los lectores- ver que de momento sigues por aquí. Gracias.

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