Dilvish, el maldito

Roger Zelazny creó su personaje de Dilvish, un guerrero y mago mitad humano, mitad elfo, durante el resurgir de la espada y brujería en los años sesenta. Los tres primeros cuentos fueron publicados entre 1965 y 1966, en las páginas de Fantastic, la revista en donde por entonces habían encontrado acomodo las aventuras de Fafhrd y el Ratonero Gris de Fritz Leiber y donde Zelazny había vendido muchos de sus primeros cuentos. Justo por entonces, sin embargo, hubo un cambio de dueño y la prioridad del editor pasó a ser la reimpresión de cuentos antiguos (con alguna que otra excepción), que era más barato.

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Zelazny, además, ganó dos premios Hugo consecutivos con las novelas de ciencia ficción «Tú, el inmortal» (1966) y «El señor de la luz» (1967), y poco después comenzó a publicar su serie fantástica más famosa, la de Ámbar (empezando por «Los nueve príncipes de Ámbar» en 1970), así que el autor dejó colgada la historia y Dilvish quedó en el olvido durante casi una década.

Cuatro relatos publicados entre 1974 y 1980 (el primero en un semiprozine y los dos últimos en sendas antologías auspiciadas por Lin Carter) mostraron que el interés de Zelazny en el personaje no había desaparecido por completo, y en 1981 sorprendió con la publicación de «La tierra cambiante», una novela que cerraba la trama principal de vengaza que motiva a Dilvish, y cuya buena recepción (tercera posición en el premio Locus de fantasía), al parecer, le animó a compilar las historias previas.

Así nació «Dilvish, el Maldito» («Dilvish, the Damned», 1982), que incluyó también una novela corta de 1981 (publicada en una tercera antología compilada por Lin Carter) y tres cuentos escritos específicamente para la ocasión, con la única particularidad de que uno de ellos sirvió para dar título al conjunto y sobrenombre al personaje (pese a que la maldición a la que alude es absolutamente puntual).

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Con esta compleja historia editorial, no es de extrañar que «Dilvish, el Maldito» adolezca de ciertas carencias por lo que a cohesión interna se refiere. Su planteamiento es potente. Cierto día que Dilvish está cabalgando por las tierras adyacentes a su ciudad es testigo de un intento de sacrificio humano, por parte del temible Jelerak. Su intervención frusta estos planes, pero en venganza el hechicero convierte a Dilvish en estatua, y por doscientos años su alma permanece atrapada en el infierno, hasta que en un momento de necesidad las plegarias de los habitantes de su ciudad le permiten retornar al mundo físico, armado con el conocimiento de nueve hechizos maestros y acompañado por Black, un ser transdimensional que adopta la forma de un caballo negro, metálico (y parlante).

Desde entonces, la principal meta de Dilvish es la venganza, aunque ello no es óbice para que se preocupe de salvar primero a su ciudad y luego de inmiscuirse caballerosamente en cada conflicto con el que se tropieza en su camino (que en general tienen que ver con dioses menores y sus adoradores/víctimas).

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Por el camino, Dilvish encuentra y pierde aliados y objetos mágicos (como una espada invisible, que en determinado momento parece simplemente dejársela olvidada en algún lugar, porque ya no vuelve a hacerse mención de ella), siendo las únicas constantes sus verdes botas élficas (que siempre encuentran resquicios donde sujetarse y que en caso de caída se aseguran de orientar los pies hacia el suelo) y la compañía un tanto irónica de Black.

Si en algo destaca «Dilvish, el Maldito» es precisamente en ese tono irónico, cínico incluso, que surge principalmente de los diálogos de Black (quien no para de echar amistosamente en cara de su jinete lo poco inteligente de algunas de sus decisiones). Se trata de un enfoque que bordea en ocasiones la parodia, o cuando menos muestra una acusada autoconsciencia de las características no excesivamente halagadoras del género (en especial en los relatos tardíos).

Los cuentos de Dilvish invitan pues a disfrutar de las aventuras sin pensar demasiado en ellas, y en consonancia su estilo es simple y directo (algo que en cierto modo constituye un paso atrás con respecto a la mucho más sólida entidad estilística y referencial de las obras con que el autor presentó sus credenciales en la segunda mitad de los años sesenta). De hecho, el personaje resulta bastante anodino. Tanto él como sus aventuras serían perfectamente intercambiables por cualquier otro cliché de la espada y brujería. Tan sólo Black aporta algo de unicidad, aunque la excesiva antropomorfización de su pensamiento le resta interés una vez superada la sorpresa inicial.

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Pese a estas debilidades, las aventuras de Dilvish cuentan con muchos valedores, por lo que es posible que haya en ellas algo que se me escapa por completo. Personalmente, me ha costado muchísimo invertir interés en sus aventuras, y aparte del tono crepuscular de historias como «Los dominios de Aache» o «Devil y la bailarina», no he encontrado nada que las haga destacables .

Un buen ejemplo de sus virtudes y defectos puede encontrarse en el texto más largo de la antología, la novela corta «La Torre de Hielo» (publicada originalmente en 1981). Es por momento sugestiva, con unos personajes curiosos y una tesis (la necesidad del desdoblamiento de la personalidad para triunfar en las artes mágicas) intrigante. Por desgracia, la ligereza se adueña de toda la narración, que parece avanzar a golpe de la inspiración del momento, dando bandazos de acá para allá (con elementos que no acaban de encajar).

Supongo que la ironía y la épica no son dos sentimientos que puedan evocarse juntos con facilidad.

O tal vez es que como lector ya me encuentro demasiado resabiado para poder disfrutar sin más de una propuesta simple y directa como ésta.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en marzo 9, 2015.

18 respuestas to “Dilvish, el maldito”

  1. Lo leí hace poco tiempo y me paso más o menos lo mismo. Los personajes eran tan planos y las historias tan simples que podían encajar en cualquier partida de D&D de master principiante.
    Las únicas historias que despertaron mi interés fueron las tres que citas, y especialmente «Los dominios de Aache».
    Si además resulta que has leído un par de meses antes el primero de los libros de la serie de Geralt de Rivia, el contraste no puede ser más acusado y uno piensa que cualquier tiempo pasado no tiene por qué ser mejor.

    • Queda un poco en tierra de nadie. Geralt de Rivia (sobre todo en los cuentos de «El último deseo») es mucho más irónico e iconoclasta (también, todo hay que decirlo, se beneficia de varias décadas de evolución del género), y para acudir a la sensación original, nada mejor que Howard (por ejemplo, con «El paso del dios gris», que trata precisamente el tema de la obsolescencia de los dioses).

      • No he leído nada de Howard. Me lo apunto para la siempre creciente lista de «pendientes».

        • Howard es fundamental en la historia de la fantasía. Pero ojo, asegúrate de leer el producto original. Nada de «colaboraciones» con Lin Carter y Sprague de Camp, ni mucho menos pastiches modernos de sus personajes.

  2. Yo lo leí hace 25 o 30 años, cuando los editó Martínez Roca y los disfruté mucho. Solo había leído a Tolkien, donde todo es blanco y puro, … así que encontrar héroes por venganza me impresionó bastante. Luego seguí con Elric y claro todo cambió mi punto de vista. No sé si me atrevería a volver a leerlo, me has asustado.

    • Yo sólo he leído «Elric de Melniboné» pero creo que ha envejecido mejor que Dilvish.

      • Yo de Moorcock leí casi todo lo publicado en español y me secó completamente mi necesidad de Espada y Brujería. Lo intenté con algo de Dragonlance pero me resultó infantil. Cuando terminé con las Crónicas del castillo de Brass hace 15 o 20 años ya no leí más Fantasía.

        • Lo que viene siendo un empacho de manual. :-)
          La serie de Geralt de Rivia es muy recomendable. Yo sólo he leído el primero pero amigos cuya opinión estimo me hablaron bien del resto de la serie.
          Es una especie de «fantasia sucia». Sucia en el sentido de que tanto los personajes como el mundo que los rodea parecen tan pegados al suelo que se manchan de su mismo barro.
          Te sugeriría que empezases con «EL último deseo». Es el primer libro y como ha comentado Sergio está compuesto por historias cortas, con lo cual puedes «catarlo» sin empacharte.

        • Se me hace imposible, eso del héroe que busca algo para salvar a alguien o algo así es mucha tela. O el del que encuentra algo que no es lo que parece y esconde un super secreto bueno o malo según los casos.

        • Geralt de Rivia deriva en las siguientes entregas hacia la fantasía épica (a mí, personalmente, me resultó mucho más atractiva la ironía del primer tomo, después creo que se lo toma todo demasiado en serio).

          De Moorcock… ¡Ay! Ojalá su talento como escritor estuviera a la altura de sus ideas. Lo que le he leído por ahora se queda en una mera oposición filosófica (a Tolkien y Howard) que no termina de cuajar.

          En cuanto a espada y brujería moderna, señalaría sin dudarlo a David Gemmell como el que mejor ha sabido hibridar su estilo y enfoque con las sensibilidades más actuales (también mencionaría, si no me pudiera la «modestia», cierta novela sobre las maquinaciones del Dios del Trueno, de cierto autor prácticamente desconocido, en una de esas microeditoriales chungas…).

        • Interesantes apuntes. Al Sr. Gremmel no lo conozco. Al otro, literariamente hablando, sí. ;-) ¿Alguna novedad en ciernes de Capside que nos puedas contar?

        • No me gustan los best seller, así que de Conan, cero patatero, aunque de otra obra de pictos y vikingos escritas por Howard sí que leí, las sacó también Martínez Roca. También me leí casi todo lo de Lieber, de Farz y el ratonero gris y tengo buen recuerdo. Es una sensación rara, ser devoto de un tipo de literatura y abrir los ojos de repente y dejarla de lado. No termino de ver el momento de volver a leerla.

        • Cápside está muy, muy parada. Las cuentas salen, pero el trabajo no compensa y no veo la forma de expandir el techo. Lo próximo, dos ediciones pequeñas (en tamaño, que en tirada se sobreentiende). Por un lado «El hombre a vapor de las praderas» (una novela corta de ciencia ficción de 1858) y por otro, quizás, la edición en bolsillo de «La ley del trueno».

    • Howard es todo lo contrario a un bestseller. Es, ni más ni menos, uno de los cimientos del género fantástico actual (eso sí, su muerte prematura previno el que terminara de desarrollar todo su potencial). Si Conan te parece demasiado cargado de connotaciones por sus mil imitadores, échale un tiento a Solomon Kane (aunque Sportula está anunciando una nueva edición retraducida de todo Conan, con el anticipo gratuito en ebook de uno de sus mejores cuentos, «La torre del elefante»).

      Yo mismo, tras «El señor de los anillos», abandoné la fantasía durante años (también tuve mala suerte, porque daba inicio la era de las franquicias de Timun Mas y casi todo lo que podía encontrarse, sobre todo a un precio razonable, oscilaba entre lo meramente aceptable y la basura más infecta). Siendo más selectivo, hay muchísima fantasía de enorme calidad esperando a ser descubierta (incluso dentro de los estrechos muros de la espada y brujería).

      • ! Qué malos recuerdos de algunos intentos de lectura de esos Timun Mas que comentas!

        • Ojo a la excepción que confirma la regla: «Añoranzas y pesares«, de Tad Williams.

          Por cierto, acabo de hacerme con las crónicas y leyendas de la Dragonlance a 1 euro cada tomo (tapa dura, edición de Altaya). A ver hasta dónde me sacrifico este verano por mor de la crónica evolutiva de la fantasía.

  3. Hola. Te saludo y aprovecho para invitarte a visitar mi blog. Por ahora, por causas de fuerza mayor, está un poco vacío. Pero pronto iré aumentando su contenido: http://dieselandusk.blogspot.com.es/
    Espero que lo que veas te agrade. Podrás comprobar que te sigo.

    ¡Hasta pronto, y buen trabajo!

    • Hola, Dante, bienvenido al mundo de los blogs. Ya me había llegado alguna visita desde Diesel and Dusk, gracias. Espero que se consolide y tengamos por muchos años otro espacio de difusión para la literatura fantástica.

      A propósito de tu última entrada. ¿Conoces «Cántico por Leibowitz«, de Walter M. Miller Jr.?

      Gracias de nuevo, y espero que nos leamos mucho por estos lares electrónicos.

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