La caída del Imperio Galáctico: El anillo del poder

Carlos Saiz Cidoncha es uno de los autores clásicos de la ciencia ficción española, surgida con cierta independencia del pulp de los bolsilibros (con escasas aunque significativas interrelaciones) y consolidada a lo largo de los años 60 y 70. Si bien su debut novelístico es un poco tardío (en comparación, por ejemplo, con su coetáneo Domingo Santos o el algo mayor Gabriel Bermúdez Castillo), no cabe duda de su impacto, pues no sólo definió la imagen que aún hoy se tiene de él, sino que ha conservado suficiente vigencia como para merecer su conclusión más de treinta años después.

Corría el año 1978 y Albia Ficción ofrecía a algunos autores españoles la oportunidad de publicar en igualdad de condiciones que los foráneos (todavía estamos en esa guerra… y perdiéndola). La iniciativa se probó efímera, pues la colección sólo duró once números (cinco de ellos de autoría española, aparte del título que nos ocupa: «Los aborígenes de Andrómeda«, de Ángel Menéndez «Kalikatres»; «El señor de la rueda«, de Gabriel Bermúdez Castillo; «Babel Dos«, de Juan José Plans; y «Los siervos de ISSSCO«, de Guillermo Solana), pero puede enorgullecerse al menos de ser el germen de nuestro Imperio Galáctico más significativo (con permiso del Orden Estelar de Ángel Torres Quesada).

En las postrimerías del reinado de Antheor III, decimosegundo (y penúltimo) emperador de la dinastía Kluténida, Shanti Belt de la Tierra, perteneciente a la casta intelectual, se convierte en brazo ejecutor de un conspiración para cometer magnicidio. Equipado con un falso anillo que le identifica como Lario (la casta gobernante), arriba a Olimpia armado con un cuchillo y con el empeño de poner fin a la tiranía.

la caida del imperio galactico

Los planes, sin embargo, se tuercen, y no sólo fracasa en su misión, sino que acaba integrado en el Club de los Hombres que Piensan, un grupo de debate político auspiciado por Laria Svetania Kluténida, hija de Anthenor y merecedora del apelativo de Virgen Olímpica. Lo que es peor, sus ideales democráticos se ven puestos a prueba por la concesión de un verdadero anillo Lario (que conlleva la dignidad aristocrática como Lario Shanti de Shaar), que le abre las puertas de una vida sin barreras de ningún tipo, como nunca antes disfrutó ningún colectivo en la historia de la humanidad.

Sin embargo, el monolítico imperio que tan ingenuamente creyó combatir se asienta sobre bases más débiles de lo que aparenta. Existen corrientes subterráneas que amenazan con desmembrarlo, pero también campeones que combatirán por él hasta las últimas consecuencias, como Lario Turmo de Khurán, el Auriga Negro, cuya prodigiosa vitalidad (fruto de un pasado misterioso que comparte con Svetania) encontrará antes del fin de la novela un objetivo mucho más relevante que los inacabables juegos y competiciones con que se solazan los Larios en Olimpia.

Claro que ambas figuras semi míticas no tienen el porqué coincidir en objetivos (y en especial en los métodos), así que Shanti Belt, Lario Shanti de Shaar, no sólo tendrá que escoger entre sus ideales democráticos y el estilo de vida Lario (que se apoya en el trabajo de miles de esclavos… en su mayor parte «voluntarios», eso sí), sino que deberá tomar partido y participar activamente en una búsqueda mística de la que tal vez dependa el destino de la dinastía Kluténida y, por extensión, de todo el Imperio Tierra-Sol.

La novela presenta dos partes bien diferenciadas. La primera se recrea en el modo de vida Lario, un mundo de lujo, despreocupación e infinitas posibilidades, así como en los debates políticos en el seno del Club de los Hombres que Piensan (que cuenta con defensores del imperio, del comunismo y del cristianismo, además de otros miembros no tan decantados), notándose ahí la influencia de los tiempos que se vivían en España, en plena transición democrática (con la aprobación de la constitución a apenas unos meses vista).

El anillo del poder

Por desgracia, tanto en un aspecto como en el otro la novela se muestra tremendamente ingenua, quedándose muy corta en su retrato de los Larios, demasiado «modositos» habida cuenta de la total libertad con que cuentan (y a los que, sin embargo, no se les puede dejar de coger manía como una panda de parásitos holgazanes), y muy superficial en su contenido político (quizás la perspectiva histórica distorsione un poco esta apreciación, pero desde un punto de vista actual hay muy poco contenido de peso en las discusiones y unas argumentaciones endebles cuanto menos).

Mejora la cosa con el giro hacia la space opera que se verifica hacia la mitad del libro. En pos de una ayuda divina, Laria Svetania y Lario Shanti se embarcan en una aventura que les llevará al umbral del mayor misterio del universo. Incluso cierta ambientación lovecraftiana (del Lovecraft cercano a la ciencia ficción antes que al terror) añade sabor a una ambientación dominada por los maestros de la Edad de Oro (Isaac Asimov se destaca de inmediato como fuente de inspiración con su serie de la Fundación, que trata sobre acontecimientos similares y se inspira en los mismos desarrollos históricos, de forma predominante aunque no única la caída del Imperio Romano). En las últimas páginas se precipitan los acontecimientos (aunque por mantener el tono con una conspiración bastante ingenua), dejando el Imperio listo para iniciar su largo declive.

El estilo de la obra es un tanto grandilocuente, lo cual le resta algo de naturalidad y dinamismo, incluso en las escenas de acción (que son escasas) y es de destacar la inclusión al inicio de cada capítulo de extractos de diversos ensayos ficticios sobre aspectos del Imperio Galáctico. Estos fragmentos dibujan una historia mucho más amplia de la recogida en el libro (casi cinco siglos de acontecimientos, que engloban a miles de sistemas estelares y decenas de razas, por no hablar del misterio de la Gran Raza de Rigel y los Antiguos dioses primigenios), que además el propio autor expandió en diversos títulos, publicados en general muchos años después como «Antes del Imperio» (1983), «Memorias de un merodeador estelar» (1995), «Crónicas del Imperio Galáctico» (1998) o la trilogía de «La galaxia de los hombres muertos» (2003-2004).

Treinta y dos años después de la publicación del primer volumen de «La caída del Imperio Galáctico» (que vendría a ser sólo las primeras etapas de la susodicha) Silente (la editorial donde se ha publicado la mayor parte de la obra de Cidoncha) reeditó «El anillo del poder» (mi lectura corresponde a la edición original de Albia) y prosiguió con los siguientes tomos de la trilogía planeada desde el principio. Ese mismo año salió «El Ángel Tenebroso«, cerrándose por fin el ciclo en 2011 con «El ocaso de los dioses».

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en enero 19, 2013.

3 respuestas to “La caída del Imperio Galáctico: El anillo del poder”

  1. Te recomendaría que leyeses «Memorias de un merodeador espacial», del mismo autor, y que se sitúa varios siglos en el futuro de lo acaecido en «La Caida del imperio galáctico».

    Es una novela picaresca ambientada en un lejano futuro.

  2. Ah, ya veo que ya está reseñada….

  3. Sí, ahí está, recientemente subida. Muy buena (de hecho, para mí mejor que «La caída del Imperio Galáctico»).

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