El señor de la rueda
Imaginad un mundo, todo él surcado por autopistas recorridas a gran velocidad por castillos rodantes habitados por caballeros y damas, asistidos por escuderos robóticos, cuyo único objetivo en la vida es justar y disfrutar de los placeres de la buena mesa y de los lances de almohada. Sí, es difícil de concebir, pero eso precisamente es lo que ofrece «El señor de la rueda» de Gabriel Bermúdez Castillo (Albia Ficción, 1978).
La colección Albia Ficción supuso, como ya he comentado en anteriores reseñas, un experimento editorial muy interesantes: la creación de una colección especializada, que se nutría de autores que, con la excepción de Silverberg (protagonista del segundo volumen) y quizás de Colin Kapp (británico también, aunque mucho menos famoso), representaban apuestas por una ciencia ficción de cierta ambición y no anglosajona; francesa, rusa y, por supuesto, española.
Las aportaciones de autores patrios (cinco en los once números que duró) van desde el humor de «Los aborígenes de Andrómeda» hasta la especulación social y política de títulos como «Babel Dos«, dejando por el camino dos clásicos de la cifi española (en parte gracias a la trayectoria posterior de sus autores): «La caída del imperio galáctico«, de Carlos Saiz Cidoncha (que opta por el space opera asimoviano, con ciertas sublecturas políticas), y «El señor de la rueda», de Gabriel Bermúdez Castillo (una de las mejores muestras de ciencia ficción humorística que he tenido ocasión de leer).
Pocas novelas podrán hacerte disfrutar tanto como esta obrita que se mueve siempre al borde del surrealismo y en la que lo menos importante es la explicación (que la tiene). La auténtica experiencia consiste en sumergirnos en la curiosa sociedad recreada (con algún misterioso fin), donde no tienen cabida los rencores ni los celos y donde toda la vida transcurre entre los restringidos límites de unos extraños vehículos, que avanzan inexorablemente por un mundo como ningún otro que cupiera imaginar, con sus propias normas sociales y morales. El humor no surge de la parodia o de la exageración, sino del choque cultural que como lectores experimentamos, con expresiones tan impagables como «recitaba delicados versos obscenos» o costumbres pintorescas como dedicar libidinosas miradas de cortesía a las bellas damas.
A grosso modo, se trata de la típica historia del rito de madurez, ya que seguimos las aventuras del recientemente nombrado caballero Sir Pertinax, mientras cosecha sus primeras victorias en el campo de honor y en el tálamo. Le acompañan su viejo mecanoservus, Mágico, y una misteriosa dama a la que sube a su castillocar (sólo un «patito» como corresponde a un neófito) tras encontrársela ¡andando! Contar mucho más de la novela sería contraproducente, ya que acabaría con el placer de descubrirlo en persona. Tan sólo apuntar que, como no podía ser de otra forma, existe la imprescindible leyenda sobre el mayor caballero de la historia, que regresará de entre las brumas del pasado para guiar a los suyos a una nueva vida.
El autor es muy consciente en todo momento de que nos está provocando, pero lo hace invitándonos a compartir su broma. Los personajes de «El señor de la rueda» no son prodigios de complejidad; más bien, y deliberadamente, al contrario; pero en su simpleza reside también su triunfo, al mostrarnos una energía y una alegría de vivir envidiables que no pueden sino contagiársenos mientras nos hayamos inmersos en sus páginas. La historia en realidad es secundaria. Lo importante es dejar correr la imaginación por las carreteras de ese mundo, asombrarnos de la peculiar etiqueta imperante y contemplar, quizás, con un poco de perspectiva nuestras propias costumbres (no digamos ya las de 1978).
Así pues, quizás en el fondo sería erróneo descartar cualquier tipo de sublectura de mayor calado en «El señor de la rueda». Los desafíos, con una sonrisa, son más fáciles de sobrellevar.
La novela cuenta con dos reediciones. La primera, en 1987, por parte de Orbis. La segunda en la tristemente famosa colección Gotas de Pulp Ediciones, en 2003. En cualquier caso, una auténtica delicia que sorprenderá a quienes tan sólo conozcan la variante anglosajona de la ciencia ficción humorística.
la lei en su momento.. y no le pillé el truqillo, me dejó un tanto ojiplático… Tnego pendiente una relectura. Ahora, recién leída El País del Psado, encuentro ecos de El Señor de la Rueda en ella.
Hum, compré hace tiempo Babel Dos y no pude con ella, creo que aún anda rodando por casa. ¡Ay, que rabia leer estas reseñas y luego no poder leer la novela! Supongo que la edición de Orbis será difícil de encontrar, ¿verdad?
«Babel Dos» es un tanto experimental (y no demasiado exitosa en ese aspecto). Más una curiosidad histórica que otra cosa.
En cuanto a las ediciones de «El señor de la rueda», la de Orbis yo la consideraría inencontrable (salvo chiripa). La colección Albia se saldó hace no mucho (después de pasarse décadas en algún almacén) y todo el fondo de Pulp apareció en las librerías de ocasión hará unos años (cuando salto el escándalo), así que es posible que aún esté disponible en algún sitio.
Me lo imaginaba. Es una pena que esa colección de Orbis sea tan difícil de encontrar… y cuando los encuentras están bastante caros. Aunque bueno, siempre se pueden encontrar joyas, hace nada conseguí que un librero me vendiera un pack de casi 20 libros de la colección a 3 euros cada uno
Libros de Orbis son relativamente sencillos de encontrar (y algunos incluso a buen precio). Lo que ya es complicado es encontrar exactamente el libro que estás buscando (y algunos títulos sí que son misión imposible).
Hay que tener en cuenta que, los que entraron, llevan ya muchos lustros en el mercado de libros de ocasión.
Me ha encantado. La he disfrutado mucho. Ahora a por La caída del imperio galactico
Si estáis interesados en encontrar El Señor de la Rueda, va a reeditarla el mes que viene una editorial llamada Ediciones Epicismo junto con un juego de rol basado en ella.
El señor de la rueda tiene un largo capítulo adicional, “Antes de la partida”, pensado precisamente como promoción del juego de rol al que aludís en otro comentario. Lo he leído hace poco y da mucha mayor interés y profundidad al libro.
Acabo de terminarlo (la edición de Orbis) y realmente me ha gustado mucho. Se nota mucho que no es ninguna traducción sino una obra directamente en castellano. Me gustó bastante más que Viaje a un Planeta Wu-wei (eso no significa que esta última sea peor) y ambas, en mi opinión, encajan en el mismo universo.
un saludo.