La balada de Beta-2

Entre los autores más destacados de la New Wave, Samuel R. Delany constituye una anomalía. Publicó su primera novela (corta), «Las joyas de Aptor», en 1962, con apenas 20 años y para 1968 ya era de los escritores de género más reconocidos, con cuatro Nebula (dos de novela) y un Hugo (relato) en su haber. Precocidad aparte, su auténtica peculiaridad reside en que no llegó a abandonar los escenarios propios de la Edad de Oro, sino que exploró con su obra temas propios de la New Wave bajo ropajes perfectamente reconocibles por los aficionados de décadas anteriores (por ejemplo, la space opera de «Nova«).

Este respeto por las raíces queda de manifiesto en «La balada de Beta-2», una novela corta publicada en 1965 en la famosa colección ACE-Double (Aquí me permito un inciso: Esta iniciativa editorial publicaba libros consistentes en dos novelas cortas, unidas tête-bêche (con dos portadas, giradas 180º la una respecto a la otra), en los géneros de misterio, western y ciencia ficción. ACE publicó así cientos de títulos entre 1952 y 1978, propiciando que se cultivara ficción de esta longitud tan interesante como difícil de vender).

«La balada de Beta-2» aborda un tema clásico, el de la nave generacional, desde una perspectiva novedosa: el análisis lingüístico (antropológico). El protagonista es un doctorando de antropología, Joneny Horatio Twa’bogua, al que su tutor encarga una investigación a su juicio carente de interés, el estudio de las canciones tradicionales del Pueblo Estelar, los únicos que atravesaron en naves kilométricas el espacio interestelar, en un viaje de siglos, antes del descubrimiento del salto hiperespacial. En particular, se le encarga la indagación en torno a la conocida como Balada de Beta-2 (en la tradición anglosajona, las baladas vendrían a desempeñar un papel similar a nuestros romances, aunque su vigencia se ha extendido por mucho más tiempo), una de las dos naves que alcanzaron su destino vacías, cuyo estribillo es el siguiente:

Y llegó una mujer a la Ciudad,
a través de la arena, con el brillante cabello alborotado,
con los ojos negros y los pies irritados,
y un niño de ojos verdes bajo los brazos.

No voy a comentar nada más sobre la trama, pues el interés del relato reside precisamente en el modo en que Joneny va reinterpretando las metáforas, aparentemente anodinas, a medida que su percepción se reajusta a las peculiaridades del viaje interestelar (una auténtica terra ignota, jamás explorado antes ni después). Delany tiene mucho que contar sobre la preconcepción cultural (desde una posición de soberbia) y sobre los dogmas académicos (aunque, en honor de la verdad, salvadas las reticencias iniciales aborda el estudio con una mentalidad abierta). La posición intelectual se resume perfectamente en la primera frase, que expone el porqué: «-La respuesta es sencilla: porque está ahí».

Delany juega a mostrarnos adelantos increíbles, que Joneny toma como cotidianos (en especial en lo referente al control del espacio-tiempo), para a continuación golpearnos con lo que es aparentemente imposible incluso para él. Sus descubrimientos en la flotilla de naves (nueve en total, con dos destruídas en mayor o menor grado) constituyen una invitación a no despreciar ninguna fuente de conocimiento y a no aferrarnos con demasiado tesón a nuestros axiomas.

La historia que descubre (de un modo poco trabajado, todo hay que decirlo, pues se limita a consultar viejos diarios e, increíblemente, los pocos que examina van componiendo una imagen coherente y completa) ahonda en estas ideas. Entre las visicitudes del viaje, nos muestra una sociedad estancada, que poco a poco va encerrándose en la intolerancia, reflejada de un modo poco sutil en el auge de una religión ritualística, que abomina de la diferencia en grado sumo. Todos aquellos distintos (tildados de mutantes) son acorralados, hasta el punto de verse obligados a vivir como parias,constituyéndose, además, en los depositarios de los conocimientos técnicos (supongo que la doble condición de Delany como negro y homosexual influyó lo suyo en el planteamiento del conflicto).

Entonces, justo cuando las tensiones están a punto de explotar, se produce la catástrofe a que hace referencia la balada.  Paradójicamente, los acontecimientos posteriores,  presentan importantes paralelismos con la mitología cristiana (desde la Inmaculada Concepción hasta la matanza de los inocentes).

Ahora sí que me callo. Los detalles tienen que ser descubiertos junto con el protagonista. Tan sólo ahondaré en un evidente paralelismo: «La balada de Beta-2» podría interpretarse como una actualización de una antigua novela de Heinlein, «Huérfanos del espacio», que examina temas muy similares (nave generacional, conflictos sociales, enfrentamiento entre mutantes y «normales»…). Por supuesto, el enfoque diverge pronto. Heinlein publicó originalmente su obra en dos partes, en 1941, aunque su primera edición en tomo único no llegó hasta 1963… justo a tiempo para inspirar a un joven autor a trascender sus temas y llevar la especulación (antropológica y tecnológica) a un nivel superior.

Como nota anecdótica, la novela corta compartió volumen (el M-121) con «Alpha yes, Terra no» de Emil Petaja (un autor casi inédito en castellano). Cosechó además una nominación a mejor novela corta en los primeros premios Nebula (1965) (ganaron ex-aequo «El árbol de la saliva», una curiosa historia de Brian Aldiss que homenajea a H. G. Wells, y «He who shapes», del compañero de promoción y también novato Roger Zelazny, que posteriormente serviría de base para la novela «El señor de los sueños»). Era la primera vez que la novela corta recibía un reconocimiento individualizado. Dos años después los Hugo le otorgarían también su propia categoría.

La edición de Martínez Roca se completa con un artículo escrito originalmente en 1969, que no aporta demasiado aparte de una relación de obras (anteriores a la fecha de escritura y, por tanto, un campo bastante limitado) que tratan el tema religioso. Se encuentra, además, terriblemente anticuado, casi tanto como la nota introductoria de los editores. Es curioso constatar cómo la obra referenciada en sí resulta infinitamente más actual.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en julio 2, 2011.

2 respuestas to “La balada de Beta-2”

  1. […] reseñas publicadas en Rescepto Indablog: La balada de Beta-2, En la ciudad oscura y Los tres estigmas de Palmer Eldritch. […]

  2. […] de Tau Zero de Poul Anderson (quizá también de Los Jinetes de la Antorcha de Spinrad o La balada de Beta-2 del propio Delany), pero sospecho que su influencia fue aún mayor, incluso a menudo me venía a la […]

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