Incordie a Jack Barron

He aquí una novela que me gustaría haber disfrutado, pero que a la postre cayó víctima de sus propios excesos y de una pésima edición (la de La Factoría). En cualquier caso, se trata de un gran ejemplo de la revolución que Harlan Ellison quiso impulsar con la recopilación de «Visiones peligrosas» (1967) y que cristalizó en la New Wave. Norman Spinrad fue uno de los autores embarcados en la aventura e «Incordie a Jack Barron» uno de los primeros y polémicos estandartes de la nueva forma de abordar la ciencia ficción, hasta el punto que no fue capaz de encontrar editor en EE.UU., resguardándose por último bajo el paraguas de Michael Moorcock en Inglaterra, con una serialización (resumida) en la revista New Worlds.

¿Es de verdad tan polémica? Bueno, lo cierto es que desde una perspectiva moderna ladra mucho más que muerde, y tampoco ladra muy fuerte. Su gran pecado consistió en abordar tres temas vetados para la ciencia ficción de la época (1969): política, sexo y drogas (por este orden). A esto se le añade un lenguaje un poco cargadito, a menudo con una intención claramente irónica y desafiante (como puede ser con el uso repetido por parte de Jack del término despectivo «nigger» para referirse a los negros… algo que la traducción no refleja).

De igual modo, también se la ha considerado una novela pre-cyberpunk por su cínico análisis del mundo de la información (en su caso sólo televisivo). Sin duda, la reflexión en torno a la realidad (audiovisual) manipulable de la pequeña pantalla podría hacerle ganar puntos en este sentido, pero a mi entender es un poco prematuro hablar de influencias directas. En cualquier caso, juega con temas que quizás no habían sido explorados demasiado hasta ese momento y que luego conformarían una de las bases del movimiento cyberpunk.

En esencia, «Incordie a Jack Barron» escenifica un enfrentamiento de poderes. El poder económico por un lado (ejemplificado en Benedict Howards, empresario sin escrúpulos, presidente de la monopolista Fundación para la Inmortalidad Humana y hombre más rico del mundo) y el poder mediático (ostentado por Jack Barron, superestrella de la televisión, antiguo activista por los derechos civiles y hedonista impenitente). En medio de ellos, pululan multitud de politicuchos, enganchados a ese mismo poder, esclavos de él que pretenden ser sus dueños, y de fondo un tratamiento que podría otorgar a los hombres (que puedan pagarlo) el don más anhelado, la vida eterna.

La historia supura cinismo. No hay valores absolutos ni héroes sin tacha. Es más, Jack Barron puede ser cualquier cosa menos un modelo de conducta. Falible, orgulloso, falto de compromiso, individualista… lo único que le impide caer aún más bajo es un ego desmedido y unas gónadas demasiado sensibles.

Desde un punto de vista estilístico, «Incordie a Jack Barron» es un pequeño lío. Spinrad se deleita monstrándonos las inseguridades de sus protagonistas (saltando de vez en cuando a personajes secundarios). Alterna episodios muy dinámicos, todos los que describen algún programa (exponiendo en detalle las técnicas de manipulación que emplea Jack, como consumado creador de opinión), con otros realmente morosos, dedicados a profundizar en la mente de cualquiera de los protagonistas mientras toma una decisión (incurriendo en ocasiones en párrafos muy cercanos al flujo de conciencia).

El gran fallo que le veo reside en la esencia misma de la disputa. No sólo la improbable circunstancia de que millones de personas se obsesionen con la promesa de vida eterna a través de la crionización, sino la absoluta credulidad que hace falta para tragarse estos (y mayores) alegatos sin una simple prueba. Además, la supuesta altura intelectual de los contendientes queda reducida a través de sus acciones a una terquedad de mula, pues a las primeras de cambio se ofrecen mutuamente las armas para aniquilarse mutuamente con la ingenua esperanza de que todo saldrá como tienen previsto (es posible adivinar en qué consiste a grandes rasgos el tratamiento de inmortalidad, atando cabos, unas 70 páginas antes de que se lo revelen a Jack Barron).

La novela, al igual que el protagonista, se me antoja más fachada que otra cosa. Su obsesión con el sexo (no demasiado explícito), su defensa de la marihuana (y otras drogas) legal, el lenguaje soez de Barron, por mera repetición parecen hoy en día una exhibición bastante hueca de inconformismo. Se me ocurren decenas de críticas mucho más ácidas que no necesitan recurrir a estos fuegos pirotécnicos para demostrar su tesis. «Incordie a Jack Barron» sería como un mazazo y yo prefiero una buena estocada, algo limpio y directo pero que se clave hasta el fondo.

Reconozco, eso sí, que parte de mi insatisfacción pueda deberse a la deplorable traducción con que nos castiga La Factoría. Hay fragmentos que se vuelven ilegibles a base de discordancias entre nombre y pronombre, confusión de sujetos, trasposiciones demasiado literales o demasiado libres… Eso por no hablar de los errores de puntuación, pues nunca puedes estar seguro de si lo que estás leyendo es diálogo de viva voz o un pensamiento privado, ni tampoco resulta sencillo a veces discernir quién dice qué (alguien tendría que haberles avisado, por ejemplo, de que el guión de diálogo se sustituye por comillas cuando hay un punto y aparte en medio de un discurso).

Entre esto y el ritmo, por momentos apetece iniciar una lectura en diagonal, para llegar pronto a las partes interesantes. No sé, quizás la versión resumida de New Worlds fuera mejor.

Para concluir, quisiera propinar también otro tirón de orejas a la editorial por publicidad engañosa. En la contraportada figura: Incordie a Jack Barron fue denunciada en el Parlamento norteamericano por «depravada, cínica, repulsiva, degenerada y altamente irreverente». Se supone que esto debería impulsarnos a adquirirla, pero dejando de lado la idoneidad de la estrategia, cabe matizar un par de cuestiones. Primero, la denuncia se planteó en el parlamento británico (en la Cámara de los Comunes), debido a la circunstancia de que New Worlds se financiaba en parte con dinero público y se pidieron explicaciones por el uso que se estaba haciendo de esos fondos (la revista, en cualquier caso, salía a polémica por número). Segundo, la cita corresponde a un crítico literario neoyorquino, especializado en ciencia ficción (Donald A. Wolheim). Sinceramente, manipulaciones aparte, creo que hubiera hecho mucho más por la comercialidad del producto una edición en óptimas condiciones.

«Incordie a Jack Barron» fue finalista tanto del premio Hugo 1970, como del Nebula del mismo año, que cosechó con todo merecimiento Ursula K. Le Guin por «La mano izquierda de la oscuridad«.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en enero 5, 2010.

3 respuestas to “Incordie a Jack Barron”

  1. Pues vaya valentía la tuya, que después de hacer una reseña exhaustiva y comprometida como ninguna, aún enlazas a otras cuatro distintas que endiosan el libro de manera notable. Con ello fomentas no sólo la honradez de tu postura, sino que dejas bien a las claras que existen opiniones dispares e igualmente válidas. De todos modos, bien sea porque argumentas mucho mejor tus posturas, yo me fiaré mucho más de tu reseña que de otra. Gracias por tu labor.

  2. De nada, pero no creo que haga falta valentía alguna. Tan sólo pretendo ofrecer una opinión, personal y limitada (por lecturas previas, gustos particulares e incluso el humor del momento), intentando argumentarla, por supuesto. En las opiniones enlazadas únicamente exijo un mínimo de desarrollo. Que coincidan o no con mi postura es irrelevante, pues no están ahí para otra cosa que no sea proporcionar una panorámica lo más amplia posible sobre la obra. ¡Viva la diversidad!

    Aunque, dicho esto, casi me siento culpable por la posible disuasión, así que, para abordar con buen pie a Spinrad, recomendaría probar con «El sueño de hierro».

  3. […] gusto por las palabras malsonantes, alentaron nuevas ediciones del premio Hugo de John Brunner o Incordie a Jack Barron. Pues bien, cuando Todos sobre Zanzíbar llegó a las librerías a mediados de 2003 lo hizo con la […]

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