La historia de Zoë

«La colonia perdida» iba a ser la última novela ambientada en el universo de «La vieja guardia» o, cuanto menos, la última del arco argumental de John Perry y su familia. El problema surgió con la insatisfacción mostrada por muchos lectores ante ciertas inconsistencias del volumen final, incluyendo un elemento de la trama del que a partir de determinado punto no se vuelve a hablar y un deus ex machina como la copa de un pino.

¿Error de planificación? ¿Problema de gestión de los puntos de vista? ¿Exceso de celo en la poda? Lo cierto es que John Scalzi se encontró con un dilema, porque lo que le faltaba por contar no era demasiado, pero sí bastante crucial para redondear la historia. Así pues, tomó la decisión, aún no sé si respetuosa o todo lo contrario con sus fans, de reescribir por completo la última novela, contando los acontecimientos desde el punto de vista de Zoë, la hija adoptiva de John Perry y Jane Sagan.

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Así nació «La historia de Zoë» («Zoe’s tale», 2008), como cuarto libro de la saga, aunque en realidad corra en paralelo con el tercero. Scalzi no es el primer autor en intentar algo parecido. Quizás el caso más notorio sea el de Orson Scott Card, quien con «La sombra de Ender» (1999) retornó a la Escuela de Batalla para contar básicamente la misma historia de «El juego de Ender» (1985), pasando el protagonismo de Ender Wiggins a Bean (y con la dificultad añadida de una sorpresa final desvelada tres lustros atrás). Claro que los catorce años de lapso constituyen tanto una dificultad como una ventaja, pues, ¿qué podía ofrecer Scalzi de novedoso con apenas unos meses de barbecho?

La respuesta, me temo, es que bien poco. Lo cual no implica necesariamente que «La historia de Zoë» sea un desastre completo. Más bien al contrario, el autor se preocupa por ofrecer un libro con entidad propia, y deja patente su experiencia y buen hacer, hasta el punto de que posiblemente sea mejor novela juzgada como obra independiente que como parte de una serie… lo cual hace pensar cuán mejor hubiera podido ser (ella o la novela que hubiera podido escribir en su lugar) de no haberse visto encorsetado por la historia que ya había narrado.

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No voy a dedicar muchas palabras a exponer la trama (a la crítica de «La colonia perdida» me remito). La única novedad consiste en que la nueva narradora es Zoë, una chica adolescente con cierto equipaje a sus espaldas (ser la única superviviente de todo un mundo, la hija de un traidor a la humanidad y poco menos que una deidad para toda una especie alienígena, a la que su progenitor dotó de consciencia), o mejor dicho, la idealización, construida por referencias, de una adolescente de dieciséis o diecisiete años (que, particularmete, me ha resultado poco creíble, aunque claro, yo tampoco he sido nunca una chica adolescente).

La estrategia adoptada por Scalzi para lidiar con el problemilla de la narración paralela es interesante. Como no puede evitar que el lector (al menos el lector más probable) tenga conocimiento previo de los giros de la trama, opta por restarles importancia adelantándolos él mismo a base de flashforwards. Es decir, desactiva esa fuente de conflicto ridiéndose a lo inevitable e integrando esa circunstancia en los requisitos técnicos de la novela, de modo tal que resultara también un recurso apropiado para quien no contara con experiencia previa de Roanoke y las vicisitudes por las que pasa la colonia.

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A partir de ahí, va delineando la historia con mucho oficio y exhaustividad y pocas sorpresas, ofrece una solución de compromiso para los hombres-lobo (uno de los problemas de «La colonia perdida») y echa el resto en el viaje de Zoë en busca de ayuda, lo que deja el porcentaje de novedad en torno a un veinte por ciento.

Durante el transcurso de la novela refuerza la evolución general de la serie, haciendo hincapié en los personajes que buscan mediar pacíficamente en los enfrentamientos (que generalmente surgen por dificultades de comunicación), separando cada vez más a la serie de sus orígenes militaristas. Eso sí, después del desarrollo de «La colonia perdida», lo que se nos cuenta o sugiere en «La historia de Zoe» queda en poco más que una coda o una mera matización, que no aporta en realidad nada nuevo (algo probablemente reservado para «The human división», el quinto libro, publicado en 2013 con nuevos protagonistas).

Lo que sí aporta de novedoso como subtexto es el modo en que Zoë lidia con su papel, no demasiado claro, como modelo de los obin, toda una raza alienígena. Algo que le obliga a examinar cuál es en realidad su papel, a qué le obliga y qué le puede aportar. En ese sentido, «La historia de Zoë» es una novela de maduración personal… algo que hubiera tenido mucha más enjundia si al personaje se le hubiera dado espacio para crecer y, sobre todo, se le hubiera dotado de alguna que otra arista que ir puliendo.

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Lo que queda es una novela que cumple, sin más. Totalmente prescindible salvo quizás por algunas revelaciones y reflexiones que quizás hubieran encontrado un mejor vehículo de expresión en una novela corta. Pese ello, como testimonio a la popularidad de Scalzi (y quizás también reflejando lo anémico del panorama general de la ciencia ficción), la novela fue finalista del premio Hugo de 2009 que conquistó «El libro del cementerio», de Neil Gaiman.

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~ por Sergio en septiembre 24, 2014.

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