Las torres del olvido

George Turner es un ilustre desconocido para el lector español, con sólo una novela traducida, ésta (publicada además en colecciones no especializadas). En su país, Australia, fue sin embargo un personaje muy respetado, primero como crítico especializado y bastante más tarde como autor, al iniciar su carrera como escritor de ciencia ficción en 1978, cuando ya contaba con 61 años y hacía diez que se dedicaba con cierto éxito a la literatura mainstream.

El reconocimiento internacional, sin embargo, no le llegaría hasta 1987, con la publicación de su quinta novela de género, «Las torres del olvido» («The sea and the summer» en Australia e Inglaterra, donde cosechó el premio Arthur C. Clarke, y «The drowning towers» en Estados Unidos, un año después). La novela acabaría obteniendo una nominación al premio Nebula (aquel año ganó «En caída libre«, de Lois McMastar Bujold). Todo un logro, habida cuenta que «Las torres del olvido» retorna a temas ya explorados (y descartados como falsas profecías de mal agüero) a finales de los años 60, principios de los 70.

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Yes que la novela de George Turner evoca de inmediato distopías malthusianas de la New Wave como «Un mundo devastado» de Brian Aldiss (1965), «¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!» de Harry Harrison (1966) o «El mundo interior» de Robert Silverberg (1971) , pero sobre todo a la trilogía del desastre de Brunner: «Todos sobre Zanzíbar» (1968), «Órbita inestable» (1969) y «El rebaño ciego» (1971). La principal diferencia es que en vez de centrarse en un aspecto en concreto de la posibles crisis, asume una perspectiva holística que contempla factores demográficos, nutricionales (en relación con el anterior), laborales (destrucción de empleos) y económicos (colapso del sistema monetario), optando por descartar la amenaza nuclear (por poco práctica desde una perspectiva económica, aunque en el postscriptum no descarta la demencia fanática) y situando por encima de todo el cambio climático (primero calentamiento global antropogénico y posteriormente inicio de etapa glacial… algo que podría no estar para nada desencaminado).

A priori parece algo excesivo, pero lo cierto es que son factores estrechamente interrelacionados, y cualquier extrapolación que aspire a un mínimo de verosimilitud debe tenerlos en cuenta. La fórmula por la que opta Turner no es sino una posibilidad. Como él mismo comenta (casi disculpándose), las condiciones son tan variables que resulta imposible realizar una proyección con mínimas opciones de soportar el paso del tiempo. En realidad, su crítica se centra en un fenómeno generalizado, casi un producto secundario pernicioso de nuestros sistemas políticos: el cortoplacismo, el cálculo de costes y beneficios a cuatro años vista como mucho, que nos condena a una carrera cuesta abajo, sobreviviendo a base de parches chapuceros… sin que se nos ocurra levantar la vista para contemplar el abismo al que nos dirigimos.

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Pese a todo. Leer «Las torres del olvido» en nuestra actual conyuntura, un cuarto de siglo después de su escritura, puede llegar a deprimir al más optimista. El camino que lleva al futuro que describe puede haber variado, pero el destino final sigue pareciendo terriblemente verosímil.

La novela arranca en una época indeterminada, a varios siglos de la nuestra. La humanidad ha superado una nueva Edad Oscura y empieza a recuperar algunos de sus viejos logros tecnológicos… justo a tiempo, pues parece inminente el advenimiento de una prolongada era glacial. Andra, un famoso actor, está documentándose sobre el fin de la época del verano, consultando con una arqueóloga experta en las ruinas de las torres de infras, características del período. Como parte del proceso, ella le confía una novela histórica que ha escrito, «El mar y el verano», redactada como una aproximación especulativa según los datos recogidos. Este texto supone en realidad el cuerpo principal de la obra.

En él se nos narra un episodio de escasa relevancia global, pero muy significativo por cuanto retrata la época que describe, así como el camino que llevó a ella y los posibles desarrollos futuros. Ambientada entre el 2044 y el 2051, utiliza a varios narradores que por medio de memorias escritas a posteriori van esbozando tanto los hechos como sus reflexiones sobre ellos. Curiosamente, el personaje principal, Billy Kovacs, jefe de la torre 23, donde se apelotonan 70.000 infras, no tiene segmentos propios, quedando subjetivamente descrito por el resto.

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Entre ellos se cuentan, Alison Conway y sus hijos, Teddy y Francis, supras caídos en desgracia y exiliados a la periferia de la zona infra, donde se ven obligados a someterse a la protección de Billy. Teddy es seleccionado pronto como extra (de inteligencia superior) y enviado a una academia especial donde desarrollar sus talentos para beneficio del gobierno. Francis, pese a su talento natural como aritmético, no puede llegar más allá de ponerse al servicio del mercado negro, llevando la contabilidad B de Nola Parkes, una importante comerciante. En cuanto a Alison, abandonada por sus vástagos, acaba apreciando a Billy y convirtiéndose en su segunda mujer (la mujer supra, aunque por poco).

Toca tratar brevemente la situación socioeconómica. En ese escenario futuro el 90% de la población está desempleada y sobrevive a base de subsidios que les proporcionan lo justo para alimentarse. Son los infras, hacinados en torres mastodónticas donde impera la ley que pueden llegar a forzar los jefes de torre, una especie de cruce entre administradores y capos mafiosos. Durante décadas, el porcentaje de supras ha ido reduciéndose, a medida que la automatización y la destrucción de la base consumidora, junto con el galopante endeudamiento gubernamental, han ido deteriorando la economía.

El statu quo es más complejo de lo que puedo delinear en unas pocas líneas. En realidad todo el sistema es un conjunto interdependiente, cuyo fin último es seguir retrasando el colapso definitivo, resolviendo  una crisis por vez (es decir, ejerciendo control de daños para evitar el derrumbe). Los personajes también son complicados. Buena parte de ellos resultan directamente antipáticos (en particular Francis, aunque la soberbia inicial de Teddy también desagrada lo suyo). Incluso el salvaje pragmatismo de Billy llega a resultar chocante. La supervivencia exige sacrificios, no sólo materiales, sino sobre todo espirituales, recurriendo a la más ciega crueldad, y un jefe no puede ordenar a otros lo que no está dispuesto a hacer él.

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Asistimos a la instrucción de Teddy en el servicio policial, a la progresiva degradación de Francis, espoleada por su rechazo visceral a los infras, a la adaptación de Alison a su nueva realidad, a los esfuerzos de Billy por mantener a su familia (su gran familia de 70.000 miembros) a salvo. Por en medio se cuela una crisis médica con peligrosas ramificaciones políticas que aporta emoción a los acontecimientos (y presenta a nuevos personajes, como el capitán Nikopoulos de la policía y, ya hacia el final, razón por la que no revelaré su papel, Arhtur Derrick). En esencia, sin embargo, los hechos narrados en sí son irrelevantes. Lo que cuenta de verdad es el mensaje: No podemos permitirnos pensar a corto plazo. Si dejamos los problemas a nuestro hijos, lo único que hacemos es ir desplazándolos hacia el futuro, hasta que el futuro ya no tenga capacidad de soportar toda esa presión.

Abordarlos aquí y ahora exige sacrificios (y exige cambiar de paradigma político y económico, pero esto es algo que la novela se contenta con insinuar), pero es que es ahora o nunca.

«Las torres del olvido» es una grandísima novela, que hunde sus raíces en la mejor tradición de la ciencia ficción (se nota que Turner fue un gran conocedor del género, con antecedentes tan diversos como «1984» o las ya mencionadas obras catastrofistas) y al mismo tiempo se aferra con desesperación al realismo, con la convicción de que el concepto central, para poder ser asimilado (y qué duro puede llegar a ser de tragar), debe prescindir de todo adorno innecesario.

Drowning_towers

Lo que deja con peor cuerpo es que no se trata de un aviso para que cambien las cosas. Todo en el libro transpira inevitabilidad. La marea histórica es demasiado poderosa para poder ser contenida. Veintiséis años parecen darle la razón. A día de hoy su visión se antoja, si cabe, más probable.

Como el propio autor concluye: Que duerman ustedes bien.

Otras opiniones:

~ por Sergio en junio 27, 2013.

2 respuestas to “Las torres del olvido”

  1. Hola, Sergio:

    A mí también me pareció una magnífica novela, la verdad.

  2. No lo conocia. Otro más a la lista. Gracias!

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