Todos sobre Zanzíbar
Durante la mayor parte de su primera década en la ciencia ficción, John Brunner no pasó de un muy prolífico autor de novelitas de aventura (en general space operas), tirando para lo facilón. Poco a poco, sin embargo, empezó a dejar entrever algo más, con libros como «El hombre completo» (1964) o «Las casillas de la ciudad» (1965), aunque el punto definitivo de inflexión lo supuso la publicación en 1968 de su primera gran obra maestra: «Todos sobre Zanzíbar» («Stand on Zanzibar»).
Por aquel entonces la New Wave se encontraba en plena efervescencia, abanderada por autores británicos como Brian Aldiss, Michael Moorcock o J. G. Ballard. Proponía un cambio radical, tanto en el paisaje temático como en las aspiraciones literarias del género. Brunner jamás llegó a integrarse del todo en este heterogéneo»movimiento» (el distanciamiento fue recíproco), pero asimiló algunos de sus postulados, en particular por lo que se refiere a la experimentación estilística, y el primer fruto de esta nueva sensibilidad fue «Todos sobre Zanzíbar».
En la novela, Brunner quería examinar temas como la ingeniería genética (que como aún no tenía nombre, él la denomina tectogenética), la sobrepoblación, la inteligencia artificial o la influencia de los medios de comunicación en la percepción de la realidad (a partir del trabajo del filósofo Marshall McLuhan, autor de los libros «La galaxia Gutenberg», de 1962, y «El medio es el mensaje», de 1967). Mientras se documentaba, se dio cuenta de que necesitaba caracterizar el futuro en que todas aquellas ideas germinarían de un modo muchísimo más exhaustivo de lo que solía hacerse, y para ello adoptó el recurso estilístico inventado por John Dos Passos para su «Trilogía USA» (1930-36).
En esencia, se trataba de subdividir la narración en cuatro grandes bloques entremezclados, con unas características muy distintivas. El principal recibe por nombre «Continuidad», y se ocupa de desarrollar las dos tramas principales, desde el punto de vista de dos personajes: el sintetista diletante (y espía durmiente) Donald Marcedo y el vicepresidente ejecutivo de Técnicas Generales, Norman de la Casa. Se trata del bloque con más capítulos y más extensos, y casi podrían extractarse y leerse por separado, para conformar una novela bastante tradicional.
Los otros tres reciben por nombre «Contexto», «Las cosas que pasan» y «Viendo primeros planos». En el primer caso nos encontramos con extractos de informes, entrevistas, libros… que se encargan de transmitir directamente (aunque de forma fragmentaria y desarticulada) el sustrato ideológico del libro, empleando para ello a menudo la figura del sociólogo (y personalidad pública) Chad C. Mulligan (que también encuentra cierto protagonismo secundario en los fragmentos de «Continuidad» y que constituye, por así decirlo, la voz del autor). «Las cosas que pasan» está compuesta fundamentalmente por fragmentos entrecortados de información, a menudo sacada de periódicos ficticios, que ilustran en su conjunto, de forma indirecta, sobre algún aspecto de esa sociedad hipotética del 2010. Por último, «Viendo primeros planos» está dedicada a personajes secundarios (o directamente accesorios), con un enfoque parecido a «Continuidad» pero sin que en ningún caso el escrutinio sobre alguien en particular se prolongue por más de tres o cuatro capítulos.
En conjunto, Brunner intenta proporcionar a los lectores de la novela lo más parecido posible a una inmersión multimedia desde múltiples enfoques, con el fin de que no sólo sigamos la historia, sino que nos sumerjamos en el futuro (ya pasado alternativo) que describe.
El factor crítico del mundo de 2010 (es decir, a cuarenta y dos años de la fecha de publicación) que describe es la sobrepoblación. Brunner anticipa con acierto una población mundial de 7.000 millones de personas (el doble de las 3.500 existentes en 1968), aunque se le escapa la especial concentración del aumento en los países en vías de desarrollo y sobreestima los efectos de la explosión demográfica que, curiosamente, no tienen que ver con la carestía de recursos (para eso ya se editó dos años antes «¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!», de Harry Harrison), sino con la presión psicológica derivada de la limitación del espacio vital personal (y del férreo control de natalidad, unido a agresivas políticas eugenésicas).
Las dos tramas principales tienen que ver con todo esto y presentan dos disparadores claros. Por un lado, está el anuncio por parte de la República de Yatakang (un país asiático ficticio, basado aparentemente en Indonesia) de un sistema tectogenético avanzado para no sólo limpiar el genoma nacional de genes perjudiciales, sino para crear en poco más de un siglo una generación de superhombres. Por otro, la sorprendente petición de ayuda de un pequeño país africano, Beninia (una fracción del actual Benín), al conglomerado de empresas Técnicas Generales (dueña de Shalmaneser, el superodenador más avanzado del mundo), y el no menos sopredente descubrimiento por parte de ésta de que Beninia, pese a su pobreza, es el único país del mundo que no es escenario de ningún tipo de conflicto interpersonal.
Así pues, el Estado activa a Donald Marcedo y lo envía a Yatakang, mientras que TG pone el proyecto Beninia en manos de Norman de la Casa (quienes casualmente comparten desde hace años un piso… algo a lo que están obligados casi todos los habitantes de Nueva York, al menos si aspiran a un mínimo de comodidades). Sus experiencias e interacciones (entre sí y con otros personajes) van dibujando el mundo superpoblado y, lo que es más importante, van revelando los graves conflictos psicológicos que lo desgarran (todo lo cual se complementa/refuerza/expande/matiza gracias a las secciones de «Contexto», «Las cosas que pasan» y «Viendo primeros planos».
«Todos sobre Zanzíbar» no es un libro fácil de abordar. Cuesta entrar en el juego propuesto por el autor. Durante muchos capítulos la avalancha de datos inconexos es demasiado abrumadora para poder extraer sentido al conjunto. Todo ello, además, dificultado por la sensación de distanciamiento que produce leer sobre nuestro presente… escrito hace cuatro décadas (la visión presciente de Brunner no está tan afinada como, por ejemplo, en «El rebaño ciego«)… y tampoco la única traducción de que disponemos parece óptima (pues copia directamente recursos del inglés que no terminan de funcionar en español). Pese a todo, a la postre, cuando las piezas comienzan a encajar, constituye una de las experiencias más fascinantes que ha producido la ciencia ficción (algo que no empaña siquiera una conclusión definitivamente anticlimática).
En el fondo, «Todos sobre Zanzíbar» plantea un órdago contra los peores rasgos del ser humano. Desafía con una mirada (y una voz) exasperada a nuestra territorialidad, nuestra agresividad innata, examinada como un condicionante biológico y social; una trampa hacia la que nos conduce nuestro desarrollo tecnológico (y demográfico). También encuentra tiempo para reflexionar (en una fecha tan temprana como 1968) sobre dilemas transhumanistas (en relación con el proyecto de Yakatang), sobre la inteligencia artificial y sobre la sociedad de la información (en una encarnación pre internet que pese a ello es casi, casi reconocible). Todo lo cual la destaca como uno de los principales antecedentes del cyberpunk (y no menciono los conflictos raciales, porque el propio autor los abordaría con mucho más acierto al año siguiente en «Órbita inestable«).
Este apabullante despliegue le supuso a Brunner el galardón inaugural de los British Science Fiction Awards (BSFA), su único premio Hugo (tras dos finalistas) en 1969 y su primera nominación a los premios Nebula (aquel año ganó «Rito de iniciación» de Alexei Panshin). Curiosamente, no volvió a ser candidato al Hugo, mientras que volvió a repetir (también sin éxito) en los Nebula con «Órbita inestable» y «El rebaño ciego». Estas tres se conocen en conjunto como la Trilogía del Desastre, a las que se unió en 1975 «El jinete en la onda de shock» para conformar el Cuarteto del Club de Roma (al prevenir las cuatro de peligros futuros… que en cierta forma no hemos sabido o podido esquivar) y cerrar uno de los períodos creativos más espectaculares que ha dado el género.
Otras opiniones:
- De Santi en Un Libro al Día
- De Francisco José Súñer en El Sitio de Ciencia Ficción
- De Jaime en El Jardín del Sueño Infinito
- En Das Bücherregal
- De Legna en Solo una Ilusión
- De Vgrant en En las Encrucijadas
Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:
[…] aspiración de encontrar lo que prometen los blurbs o el propio título. Una obra más próximo a las grandes novelas de John Brunner, 334 de Disch o, en un ámbito nacional, Cazadores de luz de Casariego, Su cara frente a mi de […]
Nos mienten, de Eduardo Vaquerizo | C said this on junio 29, 2015 a 6:48 am |
[…] ovejas más caras). Aquí se adapta a lo que le pedían. Cuando fue por su cuenta, hizo cosas como Todos sobre Zanzíbar y demostró que podía ser grande entre los grandes. Vi una vez a Brunner, totalmente lacasito, […]
Fracasando por placer (II): Astounding Science Fiction, enero de 1955 | C said this on junio 3, 2019 a 5:12 am |
[…] era el nombre del presidente de Beninia en Todos sobre Zanzíbar, seguramente la novela en la que más se intuye el mundo de hoy. Los titulares que he dado, ¿son […]
Seis planteamientos inconclusos | C said this on agosto 24, 2020 a 4:09 am |
[…] John Brunner, para hacerlo bien, debería sentarme y releer sus cuatro novelas fundamentales: Todos sobre Zanzíbar, El rebaño ciego, Órbita inestable, y El jinete en la onda del shock. También convendría un […]
John Brunner e Idiocracia | C said this on septiembre 21, 2020 a 4:34 am |