Oniromante

Tradicionalmente, el mercado ha sido bastante hostil a la novela corta, ese texto a caballo (tanto por longitud como por estructura) entre el cuento y la novela (a efectos prácticos, la mayor parte de los premios la sitúan entre las 17.500 y las 40.000 palabras, más o menos entre 50 y 120 páginas). Demasiado breve para poder venderla por si sola y demasiado larga para meterla en una revista. De modo que salvo por iniciativas como la colección Double de ACE Books, la novela corta se ha movido siempre por los resquicios del sistema editorial. Lo cual es una pena, porque atesora enormes posibilidades expresivas (de hecho, es una extensión que gusta mucho a los escritores).

Hoy en día este ostracismo puede estar llegando a su fin gracias al libro electrónico. ¿Que ocupa menos? Se baja el precio en consonancia y listo. Los gastos de producción no son comparativamente mayores ni menores, así que todo depende de la aceptación del público. Y entre tanto tocho, ¿a que apetece de tanto en tanto una lectura más acotada sin renunciar a cierto grado de complejidad temática o argumental?

Esta introducción viene a cuento de una de las novelas cortas finalistas este mismo año del premio Ignotus, «Oniromante», de Víctor Conde, publicada por Scyla, la división electrónica de Minotauro (no me convencen muchos aspectos de su política editorial, pero hay que reconocer que con los precios lo clavan).

oniromante

«Oniromante» es un relato ambientado en el Multiverso, el escenario que el autor viene desarrollando desde al menos el 2002 (con «El tercer nombre del emperador») y que más recientemente le ha deparado el que posiblemente sea su mayor éxito hasta el momento con «Crónicas del Multiverso» (premio Minotauro e Ignotus). En un escenario tan vasto (pese a estar encerrado entre unos límites muy concretos), hay espacio para historias de todo tipo, desde las mega epopeyas cuyo desarrollo afecta miles de millones de seres e incluso pueden llegar a amenazar a la propia realidad hasta odiseas más íntimas y focalizadas, pero no por ello menos fascinantes.

La historia se centra en Ladyé, una oniromante, o tejedora de sueños, cuyo trabajo consiste en construir fantasías oníricas para aquellos que han renunciado a dicha facultad (al implantarse en el cerebro una Ópera, un interfaz que les libera de la necesidad de dormir y los hace un poco más competitivos… a costa de robarles un fragmento de humanidad). Cierto día, ella y un colega, Visnú, son abordados por un cliente especial, un piloto interestelar, que les encarga la elaboración de un sueño muy especial que le acompañe en su inminente viaje hacia el infinito a bordo de una incomprensible nave traslumínica.

Por si no fuera suficiente reto el tejer un sueño inspirador para alguien cuya vida constituye en sí misma la materia prima de la que se nutren las esperanzas de los demás, el piloto carece de Ópera, y su mente es, por tanto, inaccesible para los implantes oníricos. Pero el premio por completar el encargo es demasiado atrayente, así que Ladyé y Visnú están dispuestos a arriesgarlo todo con tal de satisfacer a su cliente… aunque ello implique atraverse a transitar más allá de los lindes de la lógica humana y de la locura.

Ya el mismo título, reminiscente del de la opera prima de William Gibson, nos ofrece pistas acerca de lo que podemos encontrarnos en «Oniromante». La ciudad donde acontece la acción es el Margen, una caótica urbe nacida entre los polos de un astropuerto y Mnemón, una inteligencia artificial incognoscible, diseñadora de las naves-luz e impulsora de los viajes de exploración a lo Lejano (por motivos que tan sólo ella puede comprender). La sociedad surgida bajo esta influencia es una amalgama caótica, marginal, donde las exigencias de la supervivencia dejan pocas energías libres para la creatividad.

El trasfondo de la historia, sin embargo, tiene poco de cyberpunk (o incluso de postcyberpunk). En «Oniromante» se entremezclan varias tendencias, antitéticas en su concepción, que encuentran un equilibrio nuevo y fascinante. Por un lado está la imaginación desbordante de la space opera, que aporta el escenario e ignora con desdén cualquier limitación tecnológica (basada en nuestra ciencia). Por otro, nos encontramos con unos personajes cuya humanidad (y preocupaciones) extiende sus raíces hasta la New Wave y autores como Samuel R. Delany (el estilo es muy diferente, y las historias tienen poco que ver, pero mientras leía «Oniromante» no podía dejar de pensar en «Nova«) o Roger Zelazny («El señor de la luz»).

Este afán integrador (¿En qué otro texto cabría encontrar ecos tanto de «Blade Runner» como de Luis Buñuel?) lejos de conformar un collage sin personalidad propia adquiere su propio estilo, al tiempo que aborda de forma original inquietudes tan actuales como el postsingularismo (en una propuesta muy interesante, en la que la divergencia de intelectos no implica conflicto sino que se limita a establecer planos de experiencia apenas tangentes) o temas ya explorados en otros textos por el autor, como la creatividad o la locura.

Tal vez la conclusión resulte menos apoteósica de lo que podría esperarse (en realidad, salvo en el arte, pocas lo son), y desde luego deja muchas cuestiones sin explicar, pero es que la duda, el enfrentamiento con lo incognoscible, es uno de los pilares de la historia. A la postre, lo que cuenta es el desarrollo personal de Ladyé, lo que anhelaba, lo que consigue y el precio que ha de pagar por ello. El resto es parte de un universo misterioso, cuya exploración requiere de mucho más que unas pocas páginas; o que miles y miles de páginas… que en determinadas búsquedas, aunque la meta sea inalcanzable,  el viaje constituye un premio en sí mismo.

Si el libro eletrónico sigue trayéndonos novelas cortas como ésta estamos de enhorabuena.

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en diciembre 9, 2012.

7 respuestas to “Oniromante”

  1. Estimado Sergio:

    ¿ Dónde podría conseguirse este relato ( para los que no usamos ebooks)?. Me encanta Victor Conde, y mi biblioteca sobre el Multiverso se me queda coja sin esta aportación … Gracias, como siempre.

    • Pues hasta donde yo sé, por ahora sólo está disponible en formato epub (y con DRM, pero eso sí, a un eurito). Es la mejor forma de comercializar este tipo de ficciones, que si no toca montar una antología con dos o tres novelas cortas y eso cuesta venderlo.

      Por cierto, sé de buena tinta que pronto estará a nuestra disposición otra novela corta sobre el Multiverso (también como ebook, me temo).

  2. Que pena Sergio, yo soy papiroadicto … Si sale en papel, de cabeza … pero estoy metafísicamente negado para los ebook ( es como si mi cabeza se hiciera de agua, o como si leyera en inglés …). Muchísimas gracias de todas formas ( esperaré a que lo lancen – todo- en papel)

    • ¿Lo has intentado? Yo era de los que no quería ver el ebook ni en pintura y al final, a causa de una fuerza mayor (viaje a México con Tormenta de Espadas por la mitad) tuve que echar mano de él y cambié radicalmente de opinión. Es exactamente igual que leer un libro. Estamos hablando de un ebook verdadero, claro, de los de tinta electrónica, no los falsos ebook de LCD, OLED o cualquier tipo de pantalla retroiluminada que acaba destrozándote los ojos. Si no lo has intentado, te animo a ello. A mí me ha acabado gustando y también soy un bibliófilo empedernido, casi un bibliómano. El libro tradicional y el electrónico no tienen por qué estar reñidos.

    • Tienen sus ventajas (aunque a mí lo que me sigue poniendo es el tacto e incluso el olor del papel). Desde que tengo mi lector no sólo me ha permitido ir poniéndome al día con lecturas electrónicas prometidas, sino que he tenido acceso a clásicos del fantástico inencontrables (o con traducciones… discutibles). Vamos, que era muy reticente, pero ahora voy alternando lecturas (y para salir a pasear, mejor con el mini lector de pocos gramos que con un tocho).

      Lo que más echo de menos en electrónico, una maquetación estable y cuidada (aunque para lo que intentan colar algunas editoriales…).

      • Exacto, tiene ventajas e inconvenientes, aunque creo que son mayores sus ventajas. Yo también soy un forofo del papel, me gusta el libro como objeto, los colecciono enfermizamente. Pero siempre defiendo el electrónico porque no ocupa lugar, no se deteriora con el tiempo, respeta el medioambiente y porque, bueno, me veo obligado como informático. Ahora uso el Kindle de tanto en tanto, pero eso no implica que prescinda del papel. El libro tradicional siempre me acompañará, como bien dices la sensación lectora no tiene parangón. Creo que ambos formatos pueden compaginarse perfectamente.

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