Mi nombre es Legión (El hombre que no existía)

Roger Zelazny fue una de las figuras señeras de la New Wave. Sus premios Hugo para “Tú, el inmortal” y “El señor de la luz” así lo atestiguan, aunque quizás su aportación más famosa entre el público en general se inscriba en el terreno de la fantasía, con la serie de novelas y relatos agrupadas bajo la denominación colectiva de las Crónicas de Ambar.

“Mi nombre es legión” (“My name is Legion”) es un fix-up, publicado en 1976 y compuesto por tres novelas cortas que comparten un mismo personaje: “La víspera de Rumoko” (publicada originalmente en 1969), “’Kjwalll’kje’koothaïlll’kje’k’” (escrita para la compilación) y “El regreso del Verdugo” (publicada originalmente en 1975, premio Nebula de novela corta ese año y Hugo al siguiente). Aunque ha recuperado para su última edición (del 2002) un título fidedigno al original, fue previamente publicada en español en tres ocasiones como “El hombre que no existía”.

Todo el volumen descansa sobre la personalidad de su protagonista, un hombre que decidió, en el momento en que se hizo obligatoria la inclusión de toda la humanidad en un Banco Central de Datos, escurrirse entre las grietas del sistema y transformarse en ese hombre inexistente del creativo título alternativo. Tal estado, que lleva aparejados inconvenientes como la imposibilidad de utilizar tarjetas de crédito o poseer vivienda fija, le obliga a adoptar una vida al margen de la sociedad, contratándose como “especialista” en la resolución de encargos peliagudos que requieran la creación de una personalidad ficticia a medida. Así, a mitad camino entre agente secreto y mercenario, Zelazny disponía de un personaje al cual embarcar en las aventuras más peregrinas, con un estilo muy próximo a la novela negra y que, años después, se hubiera etiquetado como technothriller.

Los años no pasan en balde. Los apuntes de ciencia ficción, que pudieron ser impactantes en 1976, apenas sorprenden hoy en día, por no hablar de los detalles que han quedado definitivamente obsoletos. No deja de tener, sin embargo, su encanto y su interés, pues no cuesta nada imaginar las tres historias como sendos capítulos de una serie de televisión. De hecho, se está emitiendo en estos momentos en EE.UU. una con parecidos más que circunstanciales con “Mi nombre es Legión”: “Human Target” (basada en un cómic de DC).

No cuesta mucho imaginar al hombre de los mil nombres de Zelazny reencarnado en Christopher Chance, afrontando misiones propias de una peli de Bond, con infinitos recursos sacados prácticamente de la manga y un pasado misterioso. Incluso la estructura narrativa es similar, pues cada capítulo comienza en media res, con un brevísimo fragmento a modo de gancho, a partir del cual se retrocede en el tiempo para contar la historia desde el momento en que se expone y acepta la misión, hasta ese punto crítico y de ahí hacia la conclusión.

Las tres historias resultan una lectura entretenida. Nada especial, el equivalente literario de un capítulo televisivo. En las dos primeras los apuntes de ciencia ficción son casi anecdóticos. De hecho, “La víspera del Rumoko” tiene un claro sabor al cine de espías, con proyecto megalómano (oficial, eso sí) incluido, mientras que la impronunciable segunda novela corta prescinde por completo de cualquier detalle fantástico hasta introducirlo, casi por obligación, en un innecesario epílogo. “El regreso del Verdugo”, por su parte, es un relato con una orientación mucho más definida, abordando temas como la Inteligencia Artificial y el viejo complejo de Frankenstein, aunque a la postre todo quede reducido a una trama, un poco moralista, propia de “Más allá del límite” (es decir, limitándose a una apariencia de profundidad, sin atreverse a llevar la especulación hasta sus últimas consecuencias).

Definitivamente, la fuerza de la novela reside en la personalidad de su protagonista, un típico antihéroe concebido a modo de alter ego idealizado del propio Zelazny (en detalles como su dominio de las artes marciales y su necesidad imperiosa de encadenar cigarrillo tras cigarrillo para concentrarse). Todo está diseñado para constituir  una lectura agradable, desde el lenguaje sencillo hasta los casos poco enrevesados (quizás incluso con resoluciones algo artificiosas), entre los que destacan, por incongruentes, un par de diálogos que llegan a la petulancia (inofensiva, eso sí). Su gran virtud reside en el hecho de que mientras te encuentras pasando las páginas no te planteas sus flaquezas, sino que te dejas llevar, y eso no es poco mérito.

Sorprende, sin embargo, la falta de ambición. Las ideas esbozadas sobre Inteligencia Artificial (sin ignorar el gran problema que es su definición) demuestran que Zelazny le había dedicado tiempo al asunto (he leído en críticas anglosajonas que desarrolla conceptos similares en otros obras de la época). Por lo que respecta al discurso sobre la privacidad y la individualidad frente a las ventajas y peligros del control estatal (un tema que es hoy aún más candente que en 1976), nos encontramos con una absoluta ausencia de crítica. Al protagonista le parece mal la situación y se opone a ella, pero desde el plano personal, sin analizar (aunque sea implícitamente) los pros y los contras y sin plantear alternativa alguna.

Nos encontramos ante  un outsider completo, una figura arquetípica antes que un elemento de reflexión; se recrea en sí mismo, sin ofrecer una perspectiva externa a la sociedad de la que huye (y, por extensión, a la humanidad en su conjunto). “Mi nombre es legión” no supera en ningún momento, por tanto, el nivel de mero entretenimiento. No es poco, pero un producto de estas características suele envejecer mal y, atrapado entre dos géneros, la ciencia ficción y el thriller, corre el peligro de acabar por resultar insatisfactorio en ambos.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en abril 3, 2010.

2 respuestas to “Mi nombre es Legión (El hombre que no existía)”

  1. Pues, me has dado ganas de leerla, pese a todo. Me gusta el Zelazny cuentista más que el novelista. De hecho, cuando sus novelas mejor funcionan es cuando están atículadas como una suma de cuentos. «Señor de la Luz», por ejemplo, que no funciona bien en su totalidad tiene un estupendo tercer capítulo, si no recuerdo mal.

    A propósito, ¿sabes de alguien que haya conectado la obra de RZ con la Thomas Burnett Swan?Es una asociación tan obvia que no entiendo cómo aún no topé con esa relación.

    Gracias por sugerirme mi lectura del fin de semana y por seguir este blog que disfruto.

  2. Pues no, no era consciente de esa conexión. De hecho, me temo que ni siquiera conocía a Thomas Burnett Swann (tan sólo hay tres libros suyos editados en España).

    El propio Zelazny no está hoy en día muy de moda (como muchos de los autores de ciencia ficción que tuvieron su momento de mayor fama en los 60). Aunque en fantasía su reconocimiento se extiende a los 80 y 90, la mitología parece tener un mayor impacto en su ciencia ficción, y por alguna razón los estudiosos de la cifi rara vez hacen extensible su interés hacia la fantasía (casi como si la consideraran un género menor).

    En cuanto a «Mi nombre es Legión», se lee rápido y resulta agradable, así que se me ocurren lecturas mucho peores. No todos los libros deben aspirar a más que el entretenimiento.

    Gracias por seguir el blog.

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