Homenaje

En «Homenaje» encontramos doce relatos inspirados en otros tantos maestros de la literatura fantástica. No es un empeño infrecuente. De hecho, es raro encontrar alguna antología que de un modo u otro no contenga al menos un cuento-homenaje. La escritura no se aprende por ciencia infusa, sino leyendo a quienes te precedieron (y luego hay que mantener la pluma afilada, leyendo sin parar a clásicos y contemporáneos, pero eso ya es otra historia). Así pues, nada más natural que caer en la tentación de poner tus propios pies sobre las huellas de los maestros y ver a dónde te lleva el camino.

Eso es lo habitual, y también es propio (aunque no privativo) de los inicios, de cuando aún se está buscando una voz personal. Situación en la que, después de más de medio siglo de dedicación a la literatura fantástica (como autor, editor, recopilador, traductor y cualquier otra función que pueda concebirse), sin duda no se encuentra Domingo Santos (o Pedro Domingo Mutiñó, o Peter Danger, o Peter Dean), y eso desde luego se nota.

«Homenaje» es exactamente eso: un tributo, una sincera muestra de agradecimiento, por parte de alguien que con cuarenta libros a sus espaldas (por no hablar de las decenas de relatos y cientos de traducciones) no alberga otra intención que satisfacer, aunque sea simbólicamente, una deuda contraída con aquellos que propiciaron el que su vida se dirigiera por esos derroteros. Así pues, no son ejercicios estilísticos (o imitaciones más o menos inspiradas), sino exploraciones de temas y motivos, a menudo difuminando la frontera entre autor y obra, abordados con un estilo maduro, bien definido, con pleno dominio de los recursos del oficio. En cierto sentido, sin embargo, es un estilo en cuyo desarrollo influyeron sin duda estos mismos autores y estas mismas obras, así que se podría decir que con su redacción el círculo ha dado una vuelta completa.

Tampoco son (en su mayor parte) meras viñetas, sino textos largos, historias sólidas, con entidad propia más allá del simple reflejo. Es por ello que en contra de mi proceder habitual con las antologías de autor único, comentaré en este caso brevemente cada cuento, empezando por «Servir al hombre», inspirado en las historias de robots de Isaac Asimov, un relato ya publicado (en 2007 en Bem On Line, y posteriormente en el «Fabricantes de sueños 2008«), aunque escrito ya por entonces con la idea expresa de incluirlo en una antología-homenaje. Se da la circunstancia de que, aun siendo ampliamente considerado Domingo Santos como el más asimoviano de los autores españoles, éste es quizás el más flojo (además del más corto) de entre los relatos incluidos en la antología. ¿Un poco forzado quizás? ¿O tal vez demasiado personal?

Sigue «Memoria del pasado», «en homenaje a James Graham Ballard y sus certeras, ácidas e inmisericordes radiografías de nuestra sociedad» (según indica el propio Domingo Santos). Nos encontramos aquí con un caso particular, pues se trata del autor más moderno de entre los homenajeados (hasta el punto que el desarrollo de su carrera es casi contemporáneo con la del propio Domingo). De hecho, el texto, una exploración de la fascinación por lo truculento en la sociedad de la información, parece inspirado en las escenas de «La exhibición de atrocidades» (1969).

«El lector de libros» homenajea a Ray Bradbury y su «Farenheit 451«, sirviendo un poco como precuela alternativa de éste (que incluso forma parte de la trama). El protagonista es un reseñador, es decir, un hombre encargado de glosar todo un libro en veinticinco líneas o menos, en una sociedad que ve con malos ojos la lectura. Al igual que el Montag de Bradbury, su visión del mundo y de su trabajo se tambalea cuando se ve obligado a enfrentarse a las consecuencias y motivos de sus acciones, ayudado por un grupo de excéntricos libreros clandestinos, que adoptan los nombres de los autores que admiran (por ejemplo, Ray Bradbury).

«La nave de piedra» es el texto dedicado a Arthur C. Clarke, sobre el encuentro entre unos aventureros espaciales y un navío mítico, celebrando la fascinación y el misterio de la aventura espacial. Si bien posee claras reminiscencias de «Cita con Rama«, el enfoque se aleja mucho del frío humanismo ingenieril de Sir Arthur… al menos el que le hizo famoso en su faceta novelística, porque lo cierto es que algunos de sus primeros cuentos (me viene a la mente «Partida de rescate», recopilado en la antología «Alcanza el mañana») sí que tienen este mismo sabor.

A William Hope Hodgson le dedica «La caza de la ballena blanca», y no sólo eso, sino que lo hace protagonista de una peculiar historia de mitos marinos en los que la ficción, la leyenda y la realidad se entrecruzan de forma misteriosa, forzando a su retiro definitivo de los mares (y quizás inspirándole en su futura carrera). «Moby Dick», por supuesto, constituye el principal referente literario, aunque la vertiente fantástica es puro Hodgson (recordando a «Los piratas fantasma«).

«El hombre de la arena» nos hace retroceder aún más en los antecedentes, hasta E.T.A. Hoffmann y su cuento homónimo, que Domingo Santos reescribe incorporándole de forma explícita parte del subtexto que ha ido acumulando en casi dos siglos. Así, por ejemplo, toma de la ópera «Los cuentos de Hoffmann» (1881), de Offenbach, la idea de hacer al propio autor protagonista de la historia, pero además sustituye a dos de los personajes principales por Sigmund Freud y Carl Jung, en atención al análisis que del relato hizo Freud en su ensayo «Lo ominoso» (1919).

«El despertar de Cthulhu» constituye, evidentemente, el homenaje a Lovecraft, con particular atención a «La sombra sobre Innsmouth» (1936), en la que Domingo Santos se centra en la faceta más esotérica y onírica de los Mythos (como dioses primordiales, antes que criaturas alienígenas). Publicado originalmente en el número 2 de la revista Historias Asombrosas, aunque, al igual que pasaba con «Servir el hombre», es muy posible que fuera escrito con intención de incluirlo en este volumen. Es un relato que no se aparta un paso del modelo, lo cual quizás le perjudique un poco en la comparación (pues el estilo de Domingo Santos, funcional ante todo, no acaba de encajar con las exigencias de la historia).

El siguiente relato «Extraño», es el único escrito con anterioridad a la concepción del proyecto. De hecho, fue publicado originalmente en 1967, dando nombre a una antología, y había sido reeditado ya en un par de ocasiones, una de ellas en compañía precisamente del texto en que se basa: «Nacido de hombre y mujer», de Richard Matheson (su primer cuento, publicado en 1950), que amplía y desarrolla hasta su terrible conclusión.

«Amar al gran hermano» es a «1984», de George Orwell, algo parecido a lo que supone «El lector de libros» para «Farenheit 451», utilizando el recurso del diario manuscrito para contar el proceso de indoctrinación de un disidente a la política del partido. Su desarrollo es impecable, pero, al igual que ocurría con «El despertar de Cthulhu», la comparación no acaba de sentarle bien (en este caso, no por cuestiones de estilo, sino por la extraordinaria carga filosófica de la obra maestra de Orwell, cuyo reflejo queda un tanto desvaído).

Con «El cuervo», Domingo Santos prueba algo diferente, presentando a Edgar Allan Poe en pleno proceso de escritura de su famoso poema, mientras el narrador omnisciente se inmiscuye en sus pensamientos, analiza su vida y lo que motiva su obra y anticipa el curso divergente que tomarán ambas en los próximos años.

«El sueño del anillo» nos lleva a Tolkien a través de un obsesión, la del personaje principal por la Tierra Media, una obsesión tan posesiva y personal que no admite casi ni ser compartida, y que entra de lleno en el terreno, literalmente, de lo patológico. Entre eso y su poco amable retrato de otras formas de entender la afición por el Profesor, no estoy seguro de que funcione muy bien como homenaje.

Cierra el volumen una novela corta («La nave de piedra» también andará cerca de esta categorización, aunque se queda en la mitad de las casi 100 páginas de ésta), titulada «La máquina del tiempo (de Herbert George Wells)», en donde se reproducen varias de las características mencionadas previamente para otros textos. Así pues, con ello nos encontramos no con una precuela, sino con una secuela de la famosa obra homónima, protagonizada por uno de los presentes en la declaración original de el viajero en el tiempo, de la cual fue presuntamente testigo el propio Wells, cuyo papel en esta continuación es igualmente destacado.

La historia oscila entre la narración de ulteriores viajes al futuro por parte del viajero (transmitidos por éste a Wells) y lo que este conocimiento influye en su carrera, como escritor de ficción y, sobre todo, como ensayista y defensor a ultranza del pacifismo. Partiendo del conocimiento de un futuro que ya es para nosotros pasado, Domingo Santos entreteje historia (mundial y biográfica) y ficción, haciendo destacar una faceta de H. G. Wells oscurecida por la popularidad de sus romances científicos (aunque, al mismo tiempo, no puede evitar quitarle algo de mérito por su conocimiento previo).

El escritor como protagonista constituye un tema recurrente de la antología (bien sea el propio homenajeado o un personaje ficticio, que registra los acontecimientos en algún tipo de diario). Esta circunstancia es significativa. En vez de optar por el simple pastiche, los relatos intentan atisbar y exhibir alma de los doce autores homenajeados y por su mediación, sospecho, la del propio Domingo Santos.

Es un objetivo ambicioso, y no siempre se alcanza el punto de equilibrio justo entre los distintos enfoques, pero eso mismo dota de diversidad al conjunto y, en cualquier caso, confiere al proyecto unicidad. «Homenaje» es, ante todo, un libro honesto, y transmite a la perfección la admiración y respeto por los doce autores referenciados.

Agradezco a Grupo Editorial AJEC el envío de un ejemplar de «Homenaje» para su reseña en Rescepto.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en junio 14, 2012.

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