Serpiente del sueño

Trece novelas han cosechado los tres grandes premios de literatura fantástica: Hugo, Nebula y Locus. De todas ellas, con diferencia, la menos conocida es «Serpiente del sueño» de Vonda McIntyre, publicada en 1978.

Esta circunstancia hace que sea igualmente una de las más discutidas, cuanto menos por haber cosechado un exceso de reconocimiento en función de sus méritos. Sin embargo, un vistazo al contexto de la época desentierra suficientes motivos para hacerla una justa galardonada. Recordemos que los premios tienen tanto que ver con la calidad intrínseca de la obra como con el momento histórico que representa.

DreamSnake

La historia venía de antiguo, de 1970 para ser exactos, cuando se alzó con su primer Hugo Ursula K. Le Guin por «La mano izquierda de la oscuridad«, ejemplificando la expansión hacia la literatura fantástica del movimiento feminista que desde principios de los 60 estaba en auge en Estados Unidos, exigiendo la desaparación de las desigualdades legales, reivindicando nuevos roles sexuales, familiares y laborales y  reclamando el derecho a decidir sobre las cuestiones reproductivas. Este movimiento social, que se mantuvo de plena actualidad hasta finales de los setenta, tuvo su reflejo en la ciencia ficción, como vehículo apropiado para la especulación sobre la relación entre sexos. Así pues proliferaron utopías feministas (recreando sociedades igualitarias) y antiutopías encargadas de exagerar el enfrentamiento entre géneros para poner de manifiesto sus injusticias (siendo comunes, por ejemplo, las historias que versan sobre una segregación sexual absoluta, centradas a menudo en el proceso de reconstrucción de los puentes).

La década de los setenta, de transición entre la New Wave y el hard neocampbelliano, estuvo claramente marcada por este movimiento (organizado a partir de 1977 en torno a las Wiscones, convenciones anuales celebradas en Winsconsi), que cosechó tres premios Hugo («La mano izquierda de la oscuridad», «Donde solían cantar los dulces pájaros» y esta «Serpiente del sueño»).

La novela de McIntyre surge de la extensión del cuento largo «Of Mist and Sand and Grass», que ya le había reportado el premio Nebula en 1973 (se da la circunstancia de que fue una de sus primeras ventas profesionales, tras tomar forma a partir de un ejercicio propuesto en un famoso taller sobre literatura fantástica americano, el Taller Clarion, en funcionamiento desde 1968 y con una larga e ilustre lista de graduados). El cuento narra la curación de un niño por medio de serpientes venenosas (Mist, Sand y Grass en el original). La sanadora, llamada ella misma Serpiente, utiliza sus animales, alterados genéticamente, como fabricas vivientes de fármacos que inoculan mordiendo. Grass, sin embargo, no es un ofidio terrestre, sino un ser de otro mundo (nunca se llega a explicar cómo llegaron sus ancestros a la Tierra) casi irreemplazable, que por un descuido de Serpiente, y debido al temor supersticioso de los familiares del niño, acaba muerto. El cuento finalizaba con la sanadora emprendiendo el regreso a su hogar para dar cuenta de su tragedia, dejando atrás a Arevin, un joven, primo del niño enfermo, con quien quizás había empezado a establecer un vínculo íntimo.

Serpiente

Portada de David Argemí para la edición de Byblos

En el original inglés, sólo al final de este fragmento se revela que Serpiente es mujer y Arevin hombre, jugando la autora a explotar las preconcepciones del lector respecto a los roles masculino y femenino.

A partir de este planteamiento, «Serpiente del sueño» (la especie a la que pertenece Grass, Sueño en la traducción española para mantener el sonido «s» a petición de la autora) narra el periplo de la sanadora por un escenario clásico de la ciencia ficción, el territorio postapocalíptico devastado, en el que apenas sobreviven muestras de la antigua ciencia (similar en muchos aspectos al mundo de «Cántico por Leibowitz«), ejemplificada por ejemplo en las habilidades genéticas de los sanadores (la propia McIntyre era licenciada en genética y tenía especial interés en utilizar sus conocimientos como base para sus especulaciones). Desde un punto de vista feminista, es un futuro utópico, pues hombres y mujeres poseen los mismos derechos y obligaciones, aunque para dar mayor fuerza a su mensaje a lo largo de la novela las figuras de autoridad positivas son casi todas femeninas, mientras que las negativas son masculinas (mostrado no como regla general, sino como accidente circunstancial).

El mensaje se refuerza con diversos momentos en que la inversión de roles con respecto a nuestra realidad es total, llegando al extremo de presentar a un hombre joven obsesionado por su belleza y traumatizado por una relación sexual inexperta que condujo a una fecundación no deseada (de su pareja, aunque el descrédito y los remordimientos recaen sobre él; ella aborta sin que nadie cuestione su derecho a hacerlo, aunque por su juventud ello pone en peligro su vida). Otro ejemplo lo tenemos en Arevin, que renuncia a su familia a su existencia por ir tras Serpiente.

Otro de los temas centrales de la novela es el de la supeditación voluntaria a una voluntad ajena, encontrando por ejemplo esclavos liberados que siguen actuando como sirvientes o, hacia el final, un hombre que prefiere entregarse a la esclavitud de la droga antes que enfrentarse a su vida. El mensaje implícito, uniendo este concepto a la inspiración feminista de la novela, es bastante claro. Vonda McIntyre no sólo denuncia las actitudes sexistas, sino que conmina a las mujeres a no aceptar pasivamente esa situación injusta.

serpientes_sueño

Por desgracia, el nivel literario de la obra no acompaña del todo a su riqueza temática, y es posiblemente la razón por la que «Serpiente del sueño» no ha sobrevivido al paso del tiempo y no ha terminado de cuajar como un referente dentro de la ciencia ficción. El ritmo es un poco irregular y demasiado lento (Walter M. Miler soslaya en «Cántico por Leibowitz» este problema con una prosa extraordinaria, fuera de las posibilidades estilísticas de McIntyre). En cuanto a la base científica, para desgracia suya la genética ha avanzado tanto desde 1978 que sus especulaciones se antojan irrelevantes, de modo que no resulta extraño que un lector moderno pueda clasificar la novela como de fantasía, con apenas unos toques de ciencia ficicón para dar color (entre éstas, se cuenta uno de los elementos recurrentes de la autora, el biocontrol, o control consciente de funciones autónomas).

Pese a todo, «Serpiente del sueño» es una novela que no carece de facetas interesantes, considerada tanto independientemente como formando parte de una evolución histórica. No es casualidad que a partir de los 70 los personajes femeninos dejaran en algunos casos de ser meros adornos y se auparan incluso hasta papeles protagonistas. Autoras como Vonda McIntyre tuvieron mucho que ver en ello.

Otras novelas de la misma autora reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en septiembre 13, 2009.

2 respuestas to “Serpiente del sueño”

  1. No estoy de acuerdo en tus criterios de valoración de la obra: ni es minimamente importante el hecho de que la genética esté más o menos avanzada, sino su coherencia dentro de lo que es la novela, ni el estilo de la Vonda se puede considerar plúmbeo, sobre todo con una traducción de Rafa Marín lleno de sus very best Marinazos.

    De hecho no estoy de acuerdo en el «ha envejecido» con el que se miran todas las novelas de ciencia ficción. Todas las novelas hablan de un contexto donde se mueve el escritor, y el lector debe ser lo suficientemente inteligente como para comprender ese contexto.

  2. Si nos vamos a eso, dentro del contexto de la novela las modificaciones genéticas son incoherentes con el grado de desarrollo tecnológico remanente, que impediría a todas luces ese grado de manipulación. Hasta cierto punto es comprensible, dado el desarrollo de la genética molecular en el momento en que fue escrita (la PCR por ejemplo, una herramienta básica, no fue descrita hasta 1986). Y es relevante juzgar a la obra bajo este criterio pues uno de los objetivos de Vonda McYntire, según propia confesión, era introducir la biología, y más específicamente la genética, entre las ciencias susceptibles de constituir la base de ciencia ficción dura.

    Respecto a la traducción, sin duda influye (aunque la de «Superluminal», la otra obra que he leído de Vonda en castellano es mucho peor). Sin embargo, no le es achacable toda culpa (siquiera una parte) respecto a cuestiones como el ritmo entrecortado, la naturaleza excesivamente episódica o la deficiente distribución de los clímax de la narración.

    Por último, el contexto. Resulta curiosa la «acusación» de ignorarlo, pues dedico buena parte de la crítica (y en general de todas las críticas) a situar la obra en su contexto histórico y cultural. Lo cual, en el fondo, no significa lo más mínimo respecto a la actualidad o no de la obra, pues esto es algo que suelo medir según la vigencia de sus sublecturas. De hecho, pienso que ésa es la única forma válida de valorar esta característica desde el punto de vista de un lector (que no de un historiador). Por razones diversas, hay novelas de ciencia ficción que pronto quedan anticuadas y otras cuyo mensaje subyacente supera el paso de los años y deja sin importancia el que puedan quedar científicamente desfasadas. Como simple lector, no quiero verme obligado a realizar piruetas mentales (que a lo mejor igual emprendo como estudioso) para disfrutar de la experiencia y extraer de ella algo valioso (bien sea mero entretenimiento o alguna reflexión más profunda).

    En la misma crítica hablo de «Cántico por Leibowitz», escrita casi veinte años antes que «Serpiente del sueño» y con ciertas similitudes temáticas. Si el «envejecimiento» fuera un parámetro lineal, no cabe duda que la obra de Walter M. Miller debería haber quedado mucho más anticuada (o qué decir de títulos más antiguos como «Un mundo feliz» o la obra de H.G. Wells). Sin embargo, en mi opinión, su núcleo es mucho más actual.

    El que hayan obras que envejecen mejor y peor es un hecho (y no sólo en la ciencia ficción, aunque ésta por su faceta especulativa es más propensa a ello), y ello afecta al disfrute que puede obtenerse de su lectura (sin recurrir a más elementos externos que los conocimientos generales del lector) en un momento concreto. A decir verdad, esos conocimientos hasta pueden ser contraproducentes, como es mi caso con el componente genético de «Serpiente del sueño».

    Todo esto para concluir con algo que es de perogrullo: toda valoración es subjetiva, y se fundamenta, entre otros factores, en la contextualización que el crítico hace de la obra. Por ello, ninguna crítica supone una verdad absoluta, sino que debe contentarse con ofrecer una visión parcial de la obra criticada (y aspirar a que esa visión le pueda ser de ayuda a alguien).

    Por eso precisamente me gusta añadir enlaces a otras críticas en internet. Por desgracia, en el caso de «Serpiente del sueño» no he encontrado ninguna otra en castellano lo bastante elaborada para ser relevante.

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