Una corte de rosas y espinas

El éxito de la serie de Harry Potter no solo alimentó un auge espectacular de la fantasía juvenil, sino que puso en movimiento dinámicas que han transformado por completo el panorama de la fantasía en este siglo y mucho de ello tiene que ver con el fanfiction, el impulso de los fans por escribir su propias historias inspiradas en sus personajes favoritos, y la labor facilitadora de internet para unirlos a todos en grandes comunidades online de lectores/escritores. Así, en 1998 se fundó fanfiction.net, que cuenta en la actualidad con catorce millones de historias de diversa longitud publicadas, en 2006 se le unió Wattpad (la reina de la literatura romántica), con dieciocho millones de usuarios y varios casos de salto exitoso de los bits al papel, y en 2009 nació Archive of Our Own, que ha ganado incluso un premio Hugo a mejor obra relacionada (de la influencia de este tipo de comunidades en los premios Hugo, si eso, ya hablamos otro día).

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Todo esto no tiene mucho que ver con «Una corte de rosas y espinas», la novela que nos ocupa ahora, pero he querido aprovechar su reseña para presentar a grandes rasgos este fenómeno, porque Sarah J. Maas, su autora, dio sus primeros pasos literarios en FictionPress.com, la web hermana de fanfiction.net, dedicada exclusivamente a contenido original. Fue allí donde, aún adolescente, colgó los primeros capítulos de la que sería su primera novela, «Trono de cristal», adquirida finalmente por Bloomsbury y publicada en 2012 como inicio de una saga de fantasía épica juvenil que se ha extendido por siete novelas y cinco novelas cortas.

Mientras aún estaba publicándose, lanzó el primer libro de una segunda serie, «A court of thorns and roses» (ACOTAR para los amigos), que se publicitó originalmente como juvenil aunque pertenece en realidad a la (relativamente) nueva clasificación de New Adult (teóricamente, entre 18 y 25 años, aunque es fácil que se extienda hasta un poco antes y cinco años o así más allá). ¿La principal diferencia? Bueno, tiene que ver con la edad de las protagonistas y sus inquietudes, así como con… bueno, con sexo un tanto más explícito (aunque no excesivamente prevalente, al menos en los géneros que nos ocupan). Es algo que se ha desarrollado sobre todo en el campo de la literatura romántica, pero que en el género fantástico adopta, creo yo, unas características propias. Aunque ya volveré sobre ello más adelante. Permitidme ahora entrar por fin en lo que es estrictamente reseña.

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La protagonista de «Una corte de rosas y espinas» es Feyre, una joven de diecinueve años, hija menor de un comerciante caído en desgracia. Sumidos en la pobreza, es ella la que se encarga de proveer para su familia, compuesta por un padre roto (física y anímicamente) y dos hermanas mayores superficiales que aún no han aceptado el revés en su fortuna. Cierto día, cazando en el bosque, abate un lobo gigantesco que resulta ser un inmortal que se ha aventurado más allá del Muro que separa el mundo mortal del feérico. Por su crimen (relativamente involuntario), es reclamada por Tamlin un alto fae, que invocando el tratado que estableció cuatrocientos años atrás la paz entre hombres e inmortales la rapta y se la lleva a su hogar, la Corte Primavera, donde deberá vivir por siempre en expiación de su falta.

A grandes rasgos, como puede apreciarse, estamos ante un retelling del cuento de la Bella y la Bestia pues si bien Tamlin puede transformarse en bestia u hombre a voluntad, una maldición sí que pesa sobre su casa, obligando a todos los inmortales de su corte a lucir una máscara de la no pueden desprenderse. Lo que sigue es bastante predecible, con una Feyre que lucha por rebelarse contra su destino primero y comienza a adaptarse después, bajo la vigilancia de Tamlin, su lugarteniente Lucien y unos pocos miembros del servicio. Es quizás en estos capítulos donde más brilla la novela, sobre todo cuando la autora se permite distanciarse un tanto de las exigencias del género romántico y se permite explorar el contexto mágico de Prythian (pequeña variación sobre Prydein, el nombre celta de Gran Bretaña). Poco a poco, sin embargo, nos vamos enterando de que hay en marcha algún gran conflicto que involucra a las siete cortes y cuya amenaza promete extenderse a las tierras de los mortales.

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Por desgracia, a partir de aquí la historia empieza a decaer, primero cuando Feyre es devuelta con su familia tras haber sido incapaz de romper cierto misterioso encantamiento y finalmente al retornar a Prythian para rescatar a Tamlin, enfrentándose a la temible reina Amarantha. En esta parte, el modelo seguido es el de otro cuento de hadas clásico, «Al este del Sol y al oeste de la Luna» (un cuento de hadas noruego, recopilado por Asbjørnsen y Moe en 1844 en su obra seminal «Norske Folkeeventyr» o «Cuentos populares noruegos» y difundido en el Reino Unido por Andrew Lang en «The blue fairy book», de 1889, un volumen que incluía también una versión de «La bella y la bestia»). De igual modo, el nombre de Tamlin procede de una balada tradicional escocesa.

Para poder explicar por qué  pienso que la historia decae, me veo obligado a realizar una pausa para tratar de caracterizar la novela, porque si bien es cierto que se trata hasta cierto punto de un retelling, hay otras fuentes de inspiración y cabría considerarla más bien una amalgama bastante ecléctica de distintas tradiciones, entre las que destacan la fantasía feérica de inspiración gaélica, el romance de estilo Regencia, elementos de fantasía épica en el planteamiento del conflicto y rasgos heredados de la fantasía juvenil contemporánea (como la muy prevalente figura de la arquera). Es un cóctel curioso que abre multitud de posibilidades y derriba muchos muros alzados de forma un tanto arbitraria entre géneros, pero la mezcla no siempre resulta exitosa.

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Así, la relación entre Feyre, una humana, y Tamlin, un alto fae, bebe más de los romances de Jane Austen y las interacciones entre personajes de distinta clase social… y eso no cuadra bien con el sentimiento de alienación que suele producir el mundo feérico. En general, diría que Sarah J. Maas no termina de comprender la esencia de la fantasía feérica y eso es especialmente perceptible en el acto final de la novela, cuando Feyre es sometida a una serie de pruebas por Amarantha, lo cual se enfoca desde un ángulo excesivamente prosaico, con una falta de sofisticación que pone de manifiesto los orígenes juveniles de la historia (no ayuda tampoco que buena parte del clímax descanse en la resolución de un acertijo cuya respuesta el lector puede encontrar en cuestión de segundos, mientras que a la protagonista le lleva casi tres meses).

¿Desmerece eso la novela? Bueno, no del todo, aunque personalmente la encuentro poco estimulante, con demasiados atajos narrativos para atar entre sí elementos mal cohesionados. Tampoco es que eso sea crucial. Porque, seamos sinceros, lo fundamental no es la trama, sino la historia de amor, que cuenta no con uno, sino con dos triángulos amorosos (el primero, involucrando a Lucien, en grado de tentativa, el segundo con otro alto fae llamado Rhysand, explotando el atractivo del chico ambiguamente malo). Incluso ahí, sin embargo, me cuesta empatizar con la historia. Evidentemente, no soy parte del público objetivo (no soy mujer y hace lustros que dejé atrás los veinticinco años), pero aun tratando de ponerme en situación sigo sin ver por qué Feyre se enamora perdidamente de Tamlin (aparte de por ser un buenorro), ni mucho menos encuentro atractivos los desprecios de Rhysand (y sí, soy consciente de que ambas relaciones evolucionan a lo largo de la serie, pero por ahora me veo limitado a analizar este libro de forma independiente). En una línea similar, pero con todo mucho mejor trabajado, recomendaría antes mil veces «Un mundo helado» de Naomi Novik.

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Pese a ello, me alegro de haber leído «Una corte de rosas y espinas», porque es en su dirección en la que se están produciendo los grandes movimientos dentro del terreno de la fantasía. Volviendo a lo que comentaba al principio, esto es una evolución natural de esa fantasía juvenil que los libros de Harry Potter pusieron de moda. Es el resultado de aquellos fans (sobre todo aquellas fans) creciendo, buscando algo ajustado a su edad que les siga proporcionando las mismas satisfacciones y, al no encontrarlo entre lo ya existente (en parte por haber sido durante muchos años un género predominantemente masculino, aunque la fantasía juvenil femenina no es un fenómeno completamente nuevo, como puede atestiguar Mercedes Lackey con libros como «Las flechas de la reina«), construyéndolo sobre la marcha, aprovechando retazos de mil sitios diferentes con un absoluto desprecio por las tradiciones preexistentes.

Y eso resulta… refrescante.

Sí, estoy seguro de que se cometerán muchos «errores» y quizás por la falta de lecturas (sobre todo cuando empiezan) están casi condenadas a reinventar una y otra vez la rueda, pero me gusta ver cómo se difuminan las fronteras entre, por ejemplo, la fantasía épica y la feérica, me gusta ver cómo se abren las puertas a influencias hasta ahora quizás ninguneadas en el género, me gusta que los sentimientos cobren importancia dentro de la fantasía. Me gusta, en definitiva, cuando se le pega un buen meneo a la sopa, porque lo peor que le puede pasar a cualquier género es el estancamiento.

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La historia de «Una corte de rosas y espinas» se completó con «Una corte de niebla y furia» (2016) y «Una corte de alas y ruina» (2017); en 2018 se publicó una suerte de epílogo, «Una corte de hielo y estrellas»; y en 2021 se dio inicio a una segunda trilogía relacionada con «Una corte de llamas plateadas».

Otras opiniones:

~ por Sergio en marzo 7, 2023.

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