Expiration date

Tras conquistar el Locus y el World Fantasy con «La última partida» (1992), Tim Powers regresó a la fantasía urbana más o menos contemporánea con «Expiration date» (1996), que acabaría conformando con la anterior una suerte de trilogía, la trilogía de las Líneas de Falla, por obra de una tercera novela, «Earthquake weather» (1997), que actúa a modo de secuela de las dos anteriores (recuperando personajes de ambas, en un trama independiente).

Allí donde «La última partida» se ambientaba principalmente en Las Vegas, «Expiration date» apunta más cerca de la residencia de Powers, pues la acción tiene lugar en Los Ángeles, en 1992, y se centra en la existencia de un mercado secreto de fantasmas, aspirados («fumados» en el argot del ramo) por conocedores que buscan así obtener energía o, en el caso de los fantasmas realmente grandes, incluso conocimientos (aunque esto no llega a quedar muy claro).

El protagonismo se encuentra bastante repartido, con tres coprotagonistas más o menos equivalentes y otros tres antagonistas (aunque uno de ellos, una especie de potentado del mercado de los fantasmas, apenas está desarrollado), cuyas historias se entrecruzan en una trama que gira en torno a la captura de dos fantasmas importantes recientemente liberados: el de Thomas Alva Edison (escondido durante más de sesenta años tras ser atrapado por Henry Ford con el último aliento del inventor) y el de Apie Sullivan, un hombre muerto treinta años atrás y convertido en el objetivo de la cineasta de tercera Loretta deLarava.

Todo arranca con la ingesta accidental del fantasma de Edison por parte de un niño, Koot Hoomie Parganas (hijo de una pareja que lo está criando como futura encarnación de un mahatma). Supuestamente, Kootie estaba destinado a absorberlo, pero al no haber alcanzado todavía la pubertad, el fantasma mantiene una presencia independiente en su interior, y lo que es peor, se convierte en faro para los mayores depredadores de fantasmas de la zona (deLavara y Sherman Oaks, un hombre con una solo brazo y recuerdos confusos, aunque se insinúa que ha tenido una larguísima vida). En paralelo, deLavara está intentando capturar por motivos personales el fantasma de Sullivan, y para ello busca utilizar (de nuevo) a los hijos de Sullivan, aunque solo Pete, de unos cuarenta años, sigue vivo (su hermana melliza se suicida prácticamente al principio del libro). A todos ellos se les suma Angelica Elizalde, una psicóloga que años atrás celebró una polémica terapia de grupo, basada en recrear una sesión de espiritismo, que acabó en tragedia cuando lo auténticamente sobrenatural se manifestó.

A grandes rasgos, parece el típico escenario de Powers, con su realidad mágica oculta, su historia alternativa (cobra especial importancia los repetidos intentos pasados de Oaks por capturar el fantasma de Houdini, y cómo ciertas reliquias del mago se han convertido en «máscaras» sobrenaturales; y por supuesto de vez en cuando se cuenta algo de Edison) y personajes tan extraños y originales como muertos que se niegan a aceptar su destino y mantienen con gran esfuerzo una suerte de existencia física o fantasmas materializados como vagabundos locos (aunque todo esto tiene un tufillo bastante desagradable, pues con esta caracterización alternativa niega en cierta forma el tremendo fallo social que propicia el que las calles de Los Ángeles estén abarrotadas de mendigos con problemas mentales). Sin embargo, aunque todos los elementos están ahí, para mí la novela no funciona.

Parte del problema es estructural. Con unas quinientas páginas, el planteamiento le ocupa más de trescientas, durante las que hay que aceptar que toda esa serie de líneas narrativas inconexas (y no he mencionado ninguna de las secundarias) van a terminar construyendo algún tipo de historia. Hay también, sin embargo, fallos más fundamentales y casi inéditos en una novela de Powers (lo de la hipertrofia, por desgracia, se ha ido volviendo algo habitual). Básicamente, la realidad mágica oculta es aburrida. El autor se esfuerza por privar a sus fantasmas de cualquier atisbo de trascendencia (son más remanentes psíquicos que espíritus), lo que acaba convirtiendo a sus consumidores en unos yonquis de un producto peculiar pero también anodino. Incluso los tímidos intentos de ligar la historia audiovisual californiana a la captura de fantasmas se queda en lo periférico y trivial.

Nunca nos encontramos con apuestas relevantes. Pase lo que pase, poco va a cambiar para nadie, e incluso la sublectura de reconciliación con los muertos queda minimizada por la alergia total a la espiritualidad, lo que convierte esas escenas en algo más cercano a una terapia psicológica que a un contacto trascendental. Es un terreno extraño, que hace pensar en por qué Powers escogió como tema los fantasmas si no deseaba otorgarles una mayor dignidad. Incluso la habitual conexión literaria, que en este caso se dirige a las novelas de Lewis Carroll «Alicia en el País de las Maravillas» y su secuela, «A través del espejo» (la Biblia de los fantasmas), se presenta como una elección totalmente arbitraria, que no aporta nada a la trama o a la clarificación de los temas subyacentes.

Tim Powers suele ser un maestro a la hora combinar ideas dispersas para conformar un todo internamente coherente y atreyente. En «Expiration date» no consigue su objetivo.

A esto se le suma el uso extensivo de palíndromos (que convertirían la traducción en una pesadilla), para justificar quizás el porqué es una novela que no ha sido traducida al castellano, y eso pese a ser finalistas de dos premios tan prestigiosos como el Nebula (aquel año ganó «Río lento», de Nicola Griffith, y también estuvo nominada «La era del diamante«, ganadora de Hugo y Locus) y el World Fantasy (cosechado por «El prestigio», de Christopher Priest, que también hablaba de Edison, aunque en un papel antagonista muy secundario), y de ganar el no tan establecido Locus de Terror.

Hablando de traducciones… No le hubiera ido mal a Powers contar con mejor asesoramiento lingüístico, porque la gramática del español que utiliza a menudo en frases sueltas (la doctora Elizalde es latina, y Los Ángeles es una ciudad con un millón y medio de hispanohablantes) es atroz.

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en marzo 21, 2019.

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