Fundación e Imperio

Isaac Asimov escribió los relatos que conforman el ciclo original de la Fundación entre 1942 y 1950. Fueron ocho textos de distinta extensión, publicados todos ellos en las páginas de Astounding, a los que posteriormente se añadió una especie de prólogo, con el que se abre «Fundación«, el primer libro recopilatorio (que incluye además las cuatro primeras historias), de 1951.

Lo de las compilaciones era algo relativamente nuevo. Con las restricciones al papel provocadas por la Segunda Guerra Mundial, el mercado de las revistas pulp empezó a verse comprometido (aunque aún subsistiría por una década más). En paralelo, empezaron a surgir los primeros sellos especializados. Fantasy Press en 1946, Shasta Publishers en 1947, Gnome Press en 1948 y algo después ACE Books (en 1952, aunque empezó a publicar ciencia ficción en 1953). Cada uno de ellos compitió por llevarse consigo a los principales autores y Gnome Press en particular hizo una apuesta fuerte por atraer a los escritores de Astounding, entre los que se contaba, por supuesto, Isaac Asimov.

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El primer libro recopilatorio de Asimov en Gnome Press fue «Yo, robot» (1950), al que siguieron la ya mencionada «Fundación» (1951), la que nos ocupa «Fundación e Imperio» («Foundation and Empire», 1952) y por último «Segunda Fundación» (1953). Por concluir con la historia editorial. Asimov, descontento con el editor (al que acusaba de no haberle pagada un dólar de derechos por toda la serie de Fundación), acabó recuperando los derechos de sus libros, lo que permitió una edición de «Fundación e Imperio» bajo el título «The man who upset the universe» en la colección Double de ACE (en contra de lo que era habitual, un volumen con dos historias de un mismo autor). Por último, acabó recalando de Doubleday, una editorial añeja e importante que se había sumado a la nueva moda abriendo una línea de ciencia ficción en tapa dura en 1950 (siendo uno de sus primeros títulos «Un guijarro en el cielo«, un original rechazado por Astounding que se convirtió en el primer volumen de la trilogía del Imperio).

Por el resto de su carrera, Asimov permanecería fiel a Doubleday (y viceversa), y allí verían la luz en los años ochenta y principios de los noventa las precuelas y continuaciones de la serie (llegando incluso a ser rebautizado el sello especializado en ciencia ficción como Doubleday Foundation en 1988).

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Volvamos sin embargo a 1945, porque ese fue el año en que se publicaron en Astounding los dos textos que conformarían «Fundación e Imperio». Primero, en el número de abril, la novela corta «Dead hand», que sería retitulada «El general» para su edición en libro (personalmente, opino que el original es mucho mejor título).

«El general» nos relata el desarrollo de otra de las famosas crisis psicohistóricas profetizadas por Hari Seldon, esta acontenciendo unos doscientos años después de la fundación de la colonia de enciclopedistas en Términus. Toda memoria de la Fundación se ha esfumado en Trántor, la capital imperial, donde tras una serie de emperadores débiles vuelve a sentarse en el trono un hombre capaz, Cleón II, aunque aquejado de una misteriosa dolencia que estimula las conjuras en su corte. La decadencia ya se ha instaurado, aunque aún no es evidente para todos. En estas circunstancias, un joven y ambicioso general, Bel Riose, prestando oído a rumores sobre «magos» en el antiguo sector de Anacreonte, lanza por su cuenta una campaña que pondrá en contacto las esferas de influencia del Imperio en retroceso y el pujante control comercial de la Fundación.

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Es un personaje ajeno a ambos contendientes quien comprende antes que nadie que el empeño de Bel Riose está condenado al fracaso. El antiguo líder de Siwenia Ducem Barr previene al general de que está luchando contra la mano muerta de Hari Seldon y que las matemáticas psicohistóricas aseguran su fracaso. Curiosamente, el agente comerciante de la Fundación Lathan Devers confía en esta circunstancia menos que Barr y no deja de confabular para lograr la derrota de Riose.

Devers es un personaje análogo a Salvor Hardin, el primer alcalde de Términus, o el maestro comerciante Hober Mallow, protagonistas de tres de las historias de «Fundación». Aquí, sin embargo, Asimov se propone hacer algo distinto y demostrar fehacientemente que, tal y como sostiene Ducem Barr, las acciones individuales son irrelevantes para el desarrollo del Plan Seldon que restaurará el Imperio en un plazo de mil años. Pese a este tema subyacente, los personajes están más que a la altura y, de hecho, constituyen uno de los mejores elencos de la bibliografía asimoviana.

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Convencidos ya de la infalibilidad de la psicohistoria. Asimov le busca las cosquillas a su propio constructo lógico y se propone desmontarla con su siguiente historia, publicada en los números de noviembre y diciembre de ese mismo 1945: «El mulo» («The Mule»).

La acción transcurre un siglo después de «El general». El Imperio ya se ha derrumbado por completo y por sus restos se pelean diversos señores de la guerra locales. La democrática Fundación ha devenido en una dictadura y los planetas comerciantes de la periferia cada vez se revuelven más inquietos, al borde la rebelión. En este panorama irrumpe en escena una fuerza nueva, un líder militar invencible, que se hace llamar el Mulo, ante cuyas naves se van rindiendo los distintos sistemas estelares, hasta llegar al punto de amenazar el poder hegemónico de la propia Fundación.

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Amparados en un sentimiento de inevitabilidad histórica, la mayor parte de los habitantes de Términus no prestan la menor atención a esta amenaza, aunque en los mundos comerciantes sí que hay quienes observan con preocupación el devenir de la campaña de conquista y mandan a un pareja de recién casados, Toran y Bayta Darrell, a uno de los mundos recién conquistados, de donde escapan con más preguntas que respuestas y llevándose consigo a Magnífico Gigánticus, el bufón huido del Mulo.

No voy a entrar en muchos más detalles. Baste con decir que la aventura concluye en el propio Trántor, ahora un mundo en ruinas, abandonado por casi todos tras un terrible saqueo acontecido una generación antes (equivalente a los que sufrió Roma a lo largo del siglo V). Allí Bayta, Toran y el psicólogo Ebling Mis han acudido, en compañía de Magnífico, para tratar de encontrar la elusiva Segunda Fundación, la única fuerza del universo capaz ya de derrotar al Mulo.

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Para iniciar mi análisis, quisiera recalcar el modo en que ambas historias se complementan a la perfección, dando lugar a un volumen que es más que la simple yuxtaposición de dos historias cronológicamente ordenadas. Asimov juega primero a vendernos la inevitabilidad de la psicohistoria, para a continuación buscarle el punto débil y desarmarla, introduciendo en la ecuación (nunca mejor dicho) incógnitas que no estaban prevista.  Del triunfalismo exacerbado de «El general», pasamos a la cura de humildad de «El Mulo», y esa es una lección que tal vez también sería aplicable a unos EE.UU. que se acababan de alzar con la victoria en el mayor conflicto que el mundo había conocido.

No constituye ningún secreto que la serie de la Fundación se inspiró en parte en «Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano», de Edward Gibbon, y eso es innegable. Resulta palmario en la primera parte, que muestra en la relación entre Bel Riose y Cleón II, la que existió entre Belisario (nótese el nada sutil cuasianagrama) y el emperador Justiniano, pero también en la segunda, con esas escenas impactantes de la antigua gloria de Trántor transformada en ruina.

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De lo que tal vez no se habla tanto es de los paralelismos contemporáneos, pues en ambas partes está también muy presente la sombra de la Segunda Guerra Mundial (que seguía desarrollándose o acaba de concluir en el momento de su publicación). Hay, por ejemplo, una velada referencia al peligro de algo que suena terriblemente parecido al comunismo al final de «El general» (instando a la Fundación a no bajar la guardia pese a la derrota de Bel Riose) y la importancia del trabajo (y sobre todo la moral) en retaguardia (el propio Asimov trabajaba por esas fechas en unos astilleros navales) queda perfectamente reflejada en «El Mulo».

A casi ochenta años de distancia, esos paralelismos nos resultan quizás un poco distantes, pero sin duda seguían muy presentes cuando en 1966 los votantes de la Worldcon decidieron conceder a la serie de la Fundación el premio Hugo especial a mejor serie de todos los tiempos (un galardón creado casi a la carta para honrar el éxito de «El Señor de los Anillos»). Treinta años después, en 1966, «El Mulo» obtuvo también el premio retroHugo a la mejor novela de 1945, en competición con «El mundo de los no-A» de A. E. van Vogt, «Esa horrible fortaleza» de C. S. Lewis (la conclusión de su trilogía Cósmica), «Destiny times three» de Fritz Leiber y «Red sun of danger» de Edmond Hamilton (perteneciente al serial del Capitán Futuro). 

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Una última anécdota, con el estallido de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, las historias que componen «Fundación e Imperio» serían de las últimas en tratar positivamente sobre esos vagos y misteriosos productos impulsados por energía atómica que hasta entonces habían sido una de las promesas estrellas de la ciencia ficción. Se empezaba a vislumbrar el horror de la era atómica y los escritores que tanto la habían anticipado comenzarían a renegar de ella.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en septiembre 3, 2022.

2 respuestas to “Fundación e Imperio”

  1. Francisco José, si vous plaît ;)

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