El triángulo D

Si hay algo que me resulta particularmente estimulante del actual auge creativo de la liteteratura fantástica española es la variedad de enfoques y propuestas que están llegando a las librerías; sin complejos de ningún tipo. Esto es más patente en la fantasía, que es el género que actualmente concita más apoyo por parte de los lectores y donde más prejuicios han sido derribados. La ciencia ficción es, hoy por hoy, el pariente pobre (se trata de una conyuntura global, agravada por la modestía del mercado español), así que andamos un poco a remolque, pero ello no es óbice para que, entre los títulos más o menos recientes podamos encontrar desde ecos de la New Wave (fusionados con transhumanismo) en «Fragmentos de Burbuja«, hasta homenajes al romance científico como en «El mapa del tiempo«, todo ello pasando por el space opera más actual de, por ejemplo, «La luz del infinito» (ojo, la elección de títulos obedece exclusivamente a la posibilidad de enlazar sus reseñas completas en Rescepto, en modo alguno debe sobreentenderse ningún tipo de primacia sobre otras obras recientes).

Así pues, no debería sorprender la aparición de una novela inclasificable como «El triángulo D», de Manuel Buil… pero lo hace, porque no resultan muy habituales, que digamos, mestizajes como el de la ciencia ficción dura con el humor (con toques cyberpunk y distópicos para aderezar la mezcla).

En el siglo XXII, los Estados Unidos son una ex superpotencia que se ahoga bajo el peso de una epidemia de obesidad que ha transformado a la mayor parte de sus ciudadanos en bolas de sebo y ha conducido a una cantidad creciente a un coma adiposo que satura las instituciones médicas. Su canto de cisne es el ascensor espacial, una multimillonaria obra de ingeniería que abrirá definitivamente las puertas del espacio. En éstas, Doris, un ordenador de la serie chupacabras, predice que un desastre inespecífico acecha a la construcción, poniendo a su programadora, Mary Trini, tras la pista de un complot de alcance y consecuencias impredecibles.

Paralelamente, en Oporto (Portugal ha accedido al rango de superpotencia), la anodina vida del doctor Joao Cabeça (un cirujano especializado en liposucciones) se está desmoronando, en medio de sueños vívidos aunque incomprensibles y palitos de cangrejo. Lo único que le faltaba era ser señalado por Doris como uno de los responsables del futuro desastre, teniendo como compañero de profecía a Rony Abelardo, hijo del capitán Terranova (uno de los pioneros de la órbita terrestre y dueño de la principal piscifactoria espacial) y soldado de élite, dado por muerto tras un accidente acaecido cuando sobrevolaba la reserva hispánica.

Los tres personajes (cuatro contando a Doris) se ven envueltos en un complot pringoso como un bote de manteca y repugnante como la sarna mutante del genetista Reiger, una trama de corrupción que les lleva desde las estaciones espaciales donde un grupo de ancianos pioneros cortan (en cierto caso literalmente ) el bacalao, hasta el lugar más atrasado, degradado y patético sobre la Tierra: los territorios que antiguamente ocupaba el reino de España.

No conviene decir mucho más. «El triángulo D» es un viaje que debe emprenderse sin guía, para vivir una inmersión completa en el caos donde medran los personajes. Además, ¿cómo describir el humor que impregna sus páginas? Quien esté acostumbrado a la versión anglosajona de la ciencia ficción humorística se encontrará con algo muy diferente. No se trata de una parodia más o menos incisiva, ni tampoco del humor absurdo tan del agrado de los ingleses, sino que las chanzas, superada la hilaridad inicial, destilan vitriolo puro.

Mientras lo leía, el otro libro que me venía a la cabeza era «Los viajes de Gulliver». Así de incisivo e inmisericorde se muestra Buil con todos nosotros. En su futuro, por ejemplo, el típico carácter hispano ha conducido a que casi todo el país haya sido puesto en cuarentena, para que las partes en conflicto diriman sus diferencias sin molestar ni ser molestadas. ¿El resultado? Una ultrabalcanización, claro, lo cual no impide que todo siga como siempre, y que Biel VII, cabecilla de los aragoneses y antitrasvasista de pro, sólo piense en su propio beneficio mientras azuza los odios regionalistas y emprende alocadas campañas por, literalmente, sus cojones.

Quizás en unos años toque explicar muchos de los dobles sentidos (al menos eso espero, aunque tampoco tengo muchas esperanzas de que sea porque las cosas hayan ido a mejor), pero por lo pronto, «El triángulo D» nos invita a reírnos de nosotros mismos, al tiempo que desnuda nuestras miserias y las de nuestra cultura (incluyendo aquí desde lo más localista hasta la presunta cima del capitalismo, identificada con la sociedad norteamericana).

Y todo esto lo logra sin renunciar en lo más mínimo al lenguaje propio de la ciencia ficción, incluso de la ciencia ficción considerada más prototípica: las megaobras de ingeniería de Clarke, los robots asimovianos (aunque con su peculiaridades, como la intransigencia religiosa de la serie Rouco) o el cyberpunk de Gibson. Eso sí, ahí donde los antihéroes gibsonianos son atormentados molones, los protagonistas de nuestra novela son una panda de patéticos perdedores, que se mueven por un mundo hecho a su imagen y semejanza, impulsado por la codicia, la estupidez y el egoísmo rampante. Hiperrealismo hispano, vamos.

En el apartado negativo, tal vez resaltaría que, a la postre, la faceta hard queda diluida en exceso. Ciertas reflexiones en torno a temas como la inteligencia artificial quedan en mero aplique cosmético, supeditadas al humorismo mordaz. La base, pese a todo, es rigurosa, y los conceptos potentes (aunque no hay ninguno especialmente puntero; pedir eso ya hubiera sido demasiado).

PS: Por cierto, como oropesino veraniego desde hace más de 30 años tengo que señalar el error toponímico que supone indicar «Oropesa de Mar», cuando en realidad se trata de «Oropesa del Mar».

Agradezco a Grupo Editorial AJEC el envío de un ejemplar de “El triángulo D” para su reseña en Rescepto.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en noviembre 22, 2010.

3 respuestas to “El triángulo D”

  1. Hola. Me siento muy honrado por tu crítica. Bajo mi modesto y subjetivo punto de vista creo que das en el clavo al 100%

    Y pido humildes disculpas por haber escrito Oropesa DE Mar. Al igual que Biel VII, yo nunca he estado en el lugar preferido por los Aznar para ir de vacaciones. (Me refiero a la familia del expresidente, no a los protagonistas de la saga :)

  2. Gracias. Desde luego, no puede haber opinión menos subjetiva en ese sentido.

    En cuanto a Oropesa, me temo que de visitarla ahora ya llegarías casi veinte años tarde para poder apreciarla.

  3. El catálogo de Ajec cada vez es más interesante. Y ya era hora que los autores españoles dejaran de lado los complejos (e esperemos que los lectores olviden+ sus prejuicios).

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.