Yo, robot

Es complicado retomar la rutina de reseñas, pero ahora que los compromisos congresuales van quedando atrás (aunque todavía quedan unos pocos) va siendo hora de volver a coger ritmo, y no hay nada como recurrir a los clásicos para ir pillando tracción con suavidad. Y si de clásicos hablamos (en ciencia ficción), no hay como recurrir a Isaac Asimov.

Durante la Edad de Oro, el modelo de comercialización de la literatura de ciencia ficción tenía su primera etapa en forma de ficción breve en las revistas (siendo la principal durante muchos años Astounding, bajo la dirección de John W. Campbell). Allí los autores  serializaban (a menudo a lo largo de tres números) las historias que luego unificaban (y a veces ampliaban) para sacar las «novelas» que hoy conocemos, o iban publicando sus relatos, cuyo destino ulterior eran las antologías donde disfrutaban de una segunda vida comercial (que, dependiendo de su popularidad, podía prolongarse por muchos años, con muchos y variados compañeros de volumen). Los escritores más afamados, por añadidura, contaban con la opción de recopilar sus relatos en antologías de autor único.

Algunos escritores, además, conferían a sus relatos cierta identidad personal, bien fuera usando personajes recurrentes o una ambientación (un universo) común.

En este caso nos encontramos a Isaac Asimov, uno de los autores más importantes e influyentes del plantel de Astounding (y de la historia de la ciencia ficción, ya que estamos). «Yo, robot» fue su primera antología, y cosechó tal éxito que tras ella llegaron diecinueve más, contando sólo las de ciencia ficción, manteniéndose en catálogo ininterrumpidamente desde 1950, con múltiples ediciones. En España, sin ir más lejos, suman quince, desde la primera, en Nebulae (1956), incluyendo ediciones anotadas para lecturas escolares.

«Yo, robot» consiste en nueve relatos, publicados originalmente entre 1940 y 1950 en Astounding Science Fiction (menos uno, que apareció en la efímera Super Science Stories), contando además con un hilo conductor a modo de entrevista que concede la robosicóloga Susan Calvin (uno de los grandes personajes de Asimov) a un periodista, delineando a grandes rasgos la evolución de la robótica (y de la humanidad) en ese mundo futuro que aún no ha llegado a ser (aunque la acción del primer relato, «Robbie», debía tener lugar en 1982… fecha que el propio Asimov retrasó a 1996 cuando compiló la antología).

Cuatro de los cuentos, «Sentido giratorio», «Razón», «Atrapa esa liebre» y «Evasión» tienen como protagonistas a los empleados de Norteamericana de Robots y Hombres Mecánicos Gregory Powell y Mike Donovan, los técnicos encargados de probar los nuevos modelos de la compañía, mientras que los cuatro restantes, «¡Embustero!», «Pequeño robot perdido», «La evidencia» y «El conflicto evitable» están protagonizados directamente por Susan Calvin. Todos ellos salvo «Robbie» giran en torno a las tres leyes de la robótica, la base de toda la ficción asimoviana relacionada con los robots:

1º Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.

2º Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes se oponen a la primera ley.

3º Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la primera o segunda ley.

Estas leyes constituyen tanto un juego lógico (Asimov se empeña una y otra vez en buscarles pegas, a menudo relacionadas con ambigüedades semánticas), como un código ético ultrasimplificado, aplicable por igual a robots y a los propios seres humanos (en «La evidencia», Susan Calvin afirma que el comportamiento de un robot, al cumplir las leyes, es indistinguible del de una buena persona).

Los conflictos lógicos que presentan son también, por consiguiente, conflictos morales y, asumiendo que nuestra moral es algo inherente a nuestro cerebro orgánico, al igual que las leyes son parte constitutiva del cerebro positrónico de los robots, vendrían a constituir un modelo psicológico ultrasimplificado. Cuando Asimov disecciona las reacciones de sus robots está en realidad modelando la mente humana.

No quiere esto decir que crea en su aplicabilidad directa. Es muy consciente de la complejidad superior (aquí más complejo no significa necesariamente mejor) del cerebro humano. En «Robbie», «¡Mentiroso!» y otros muchos relatos posteriores las reacciones de los seres humanos frente a los robots cobran un enorme protagonismo (con una cualidad inescrutable que revela niveles de abstracción muy por encima de las tres leyes). Por ejemplo, es una constante en la obra asimoviana el estudio de la interacción hombre/máquina (C/Fe, según uno de los juegos de palabras a los que era tan aficionado Asimov).

La plasmación concreta de este tema se verifica a menudo en el análisis del «complejo de Frankenstein», la idea de que cualquier creación humana acabará rebelándose contra su creador. Hasta Asimov, casi todas las historias de robots acababan así. Se trataba, simplemente, de una nueva encarnación del mito del Golem. Las tres leyes fueron concebidas como salvaguarda ante esta eventualidad (aunque las imprecisiones léxicas abren la puerta a posibilidades inquietantes, como en el relato «Qué es el hombre», posterior a esta antología). En el futuro esbozado en «Yo, robot» y terminado de perfilar en obras posteriores, los prejuicios triunfan sobre la lógica, y los robots van siendo relegados cada vez más (ante el desprecio impotente de personajes como Susan Calvin hacia sus semejantes… aunque en el caso de la doctora Calvin cabría preguntarse quiénes son realmente sus semejantes). El último relato de la antología, de hecho, trata este tema de un modo muy crudo. Al parecer, Asimov confiaba ciegamente en la razón, al tiempo que desconfiaba por completo de que los hombres se atuvieran a ella… razón por la cual quizás fueran necesarias ciertas medidas extremas.

Con «Yo, robot» Isaac Asimov, no hizo sino esbozar los temas que constituirían la base de casi toda su producción de ciencia ficción (hasta el punto que, sin haber sido concebidos como un ciclo único, pudo unificar la mayoría de sus textos en una gran historia continua). La cristalización definitiva de estas ideas daría origen a R. Daneel Olivaw, el personaje central del universo asimoviano, pero eso ya es otra historia, cuya narración llevaría muchísimo más espacio del que puede proporcionar un simple entrada.

Dejando de lado estas cuestiones, «Yo, robot» sigue siendo, sesenta años después de su publicación, una obra imprescindible, cuya simplicidad superficial (facilitada por el estilo conciso, directo y apoyado sobre todo en los diálogos de Asimov) hace tremendamente accesible su lectura, incluso para aquellos no familiarizados con el género (es, de hecho, una de las puertas de entrada más habituales a la ciencia ficción).

Para concluir, cabe dedicar unas palabras para la película de igual título estrenada en 2004 (dirigida por el otrora prometedor Alex Proyas). Tan sólo recalcar que cualquier parecido con la antología no es coincidencia, sino cálculo premeditado, aunque la obra en sí poco tiene de asimoviana. En realidad, se trata de un guión de 1996 que no tenía nada que ver con «Yo, robot», que por motivos comerciales se quiso hacer pasar como inspirado por esta antología mítica. Originalmente, era un misterio policíaco futurista, que con la entrada de Will Smith devino en espectáculo de acción, en el cual se mencionan de pasada las tres leyes de la robótica y se utiliza «Pequeño robot perdido» como inspiración de una escena (así como «Sueños de robot», un relato escrito en 1986 para la antología homónima, para otra).

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en noviembre 2, 2010.

4 respuestas to “Yo, robot”

  1. En algún momento llegué a adquirir la enorme antología «Los robots» editada (creo) por Martínez Roca cuando publicaba ciencia ficción, en la que se incluyeron los cuentos originales de «Yo, Robot» más otros que también aparecieron en otras antologías. Variando en temática, madurez y complejidad, creo que es una de esas obras estupendas que nos dejó Asimov y que todo aficionado a la ciencia ficción debería leer en algún momento de su vida. Concisa, coherente, estupenda.

  2. Los cuentos de Asimov son imprescindibles, y entre ellos destacan los de robots (y, aunque se trate de una relación más tangencial, los de Multivac). Lo bueno de esa edición es que concluía con uno de los mejores relatos de la historia de la ciencia ficción, «El hombre bicentenario».

    De ahí, a continuar con las novelas: «Bóvedas de acero», «El sol desnudo», «Los robots del amanecer» y «Robots e imperio».

  3. De acuerdo. :) (Y por cierto, leídos todos, que hice la tarea…)

  4. uno de los mejores relatos de la historia de la ciencia ficción, “El hombre bicentenario”.

    Idea que no sólo no comparto, sino que nunca comprenderé el entusiasmo que ese cuento despertó y, por lo que veo, sigue despertando.

    Creo que Asimov tiene muchos buenos cuentos (y un buen puñado de grandes cuentos) pero «El hombre bicentenario» me parece de lo más ramplón, facilón y tontamente sentimentaloide que ha escrito.

    Aparte de eso, coincido en general con tu apreción de «Yo, robot» como libro… de Asimov como autor a tener en cuenta, obviamente.

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