Flores para Algernon

Voy a seguir con la Hugolatría (vamos, a estas alturas como para dejármela a medio terminar), pero me lo voy a tomar con mucha más calma. Año nuevo, vida nueva y todo eso. Además, como el blog es mío, cambio las reglas cuando quiero, y me apetece abrir el foco y tratar también otras novelas (aparte de las que voy leyendo). Concretando, hay varios premios Nebula que tengo ganas de reseñar, y en vista a que ateniéndome a mi plan original (empezar con ellos tras el repaso a los Hugo) faltaría más de un año para abordar la tarea (y a saber si el blog sigue por entonces, que estas cosas nunca se pueden dar por sentado), pues los voy intercalando ahora y a la marcha.

Mi principal motivación para esta minirrevolución reside en darme el gustazo de reseñar «Flores para Algernon», de Daniel Keyes, ganadora del premio Nebula en 1967 (ex-aequo con «Babel-17» de Samuel R. Delany), una de las novelas más emocionalmente intensas que haya dado jamás la ciencia ficción (y un hito dentro de la literatura americana del siglo XX).

El protagonista, y narrador, de la novela es Charlie Gordon, un retrasado mental de 32 años que trabaja en la panadería de su tío (quien se ocupa de él por caridad, para que no acabe en una institución) y por las noches acude a unas clases de lectura y escritura para estudiantes con necesidades especiales, impartidas por la joven profesora Alice Kinnian. Su determinación por aprender hace que sea seleccionado para un experimento de cirugía cerebral, dirigido por los doctores Nemur y Strauss, que en sus primeros estadios ya ha producido un ratón superinteligente, Algernon.

La novela está formada a partir de anotaciones del propio Charlie, que va registrando por escrito sus ideas y sensaciones, desde que se inicia el proceso, con un CI de 68, hasta que alcanza una cota máxima de 185, momento en que su inteligencia empieza a decaer de nuevo de forma irreversible (hecho que él mismo preconiza, al detectar con su nuevas capacidades errores de base en el trabajo de los investigadores, y que la involución de Algernon profetiza igualmente), hasta que, cerca del punto de partida, se queda apenas con el recuerdo de haber sido inteligente y con un ligero barniz de orgullo que le impide encajar en su vieja vida.

En esencia, «Flores para Algernon» no es mucho más de lo que se desprende de esta breve sinopsis. Sin embargo, el libro, pese a su brevedad, es lo más parecido a machacarte las meninges con una martillo neumático que puedas encontrar en tinta sobre papel. No sólo cada capítulo es una obra maestra de introspección psicológica (Daniel Keyes estudió psicología antes de poder dedicarse a lo que de verdad le gustaba, que era la literatura y la enseñanza), sino que el periplo vital de Charlie Gordon se te enreda en las entrañas y aprieta sin misericordia.

Junto a Charlie, descubrimos la hipocresía de sus «amigos» del trabajo, sufrimos porque su evolución intelectual no lleva aparejada una evolución emocional que le permita establecer una relación adulta con Alice (personaje trágico donde los haya, pues ha de redefinir en cada momento su relación con Charlie), exploramos su pasado y asistimos impotentes a la imposibilidad de reformular las relaciones con su familia (padre, madre y hermana), marcadas por su discapacidad (que lleva a frustración, autoengaños, envidia, vergüenza…), nos lanzamos a una relación puramente física con Fay Lillman, su vecina, una artista alocada atraída y repelida por su extrañeza… Perdón, no «junto a Charlie», sino más bien «desde Charlie». Nos habla desde la absoluta sinceridad de un diario personal (lo cual no implica necesariamente que lo que cuenta se corresponda con la realidad, tan sólo con su realidad subjetiva).

Por si faltaran alicientes, técnicamente «Flores para Algernon» es una pequeña maravilla. La evolución (e involución) intelectual del protagonista se ve reflejada en su ortografía, su sintaxis y en la complejidad de las ideas que es capaz de expresar. Como su inteligencia, la novela es una luz que se enciende y que se apaga. Por otra parte, suele realizarse una distinción entre ciencias duras y ciencias blandas para dividir la ciencia ficción entre «hard» y «soft»; la psicología suele considerarse una de las ciencias blandas. Pues bien, esta novela demuestra que tal distinción no puede ser más artificial. No importa cuál sea el sustrato técnico, lo que importa es el enfoque, y para mí «Flores para Algernon» es tan hard como pueda serlo «Cita con Rama» (las teorías y metodología de Nemur y Strauss presentan una rigurosidad científica absoluta). Con una diferencia: que nadie vuelva a dudar que se puede aunar ciencia ficción dura y sentimientos.

Como no podía ser de otra forma con una obra tan singular, su historia editorial es compleja. Vio la luz como cuento largo en 1959, en las páginas de The Magazine of Fantasy and Science Fiction (luego que Galaxy se negara a publicarla si Keyes no cambiaba el final para hacer que Charlie no experimentara una regresión completa y, por supuesto, acabara casándose con Alice y viviendo feliz para siempre). En 1960 ganó el premio Hugo a mejor relato. Entre 1962 y 1965 lo transformó a novela para Doubleday, pero como la editorial también se empeñó en suavizar el final, devolvió el adelanto y buscó durante un año otro editor (al cabo de seis intentos acabó aceptándolo Harcourt en 1966). Aquel mismo año ganó como ya he apuntado el Nebula  (perdió el Hugo frente a «La Luna es una cruel amante«). Desde entonces, no ha dejado de estar en imprenta y ha vendido más de 5 millones de ejemplares en 27 idiomas (en España, se publicó por primera vez en 1974, y en otras siete ocasiones a partir de entonces, la última, en SM serie roja, el 2006).

A lo largo de los años ha vivido en un continuo tira y afloja dentro del sistema educativo americano, como libro especialmente recomendado por sus extraordinarios valores y su calidad literaria y diana predilecta de los intentos (algunos exitosos) de censura por su carga sexual (muy poco explícita, pero se ve que reflexionar sobre el sexo y la dicotomía entre inmadurez emocional y madurez física debería estar prohibido).

Una gran obra. Sin duda, una de las cumbres literarias del género de ciencia ficción. Imprescindible.

Otras opiniones:

~ por Sergio en enero 9, 2010.

5 respuestas to “Flores para Algernon”

  1. Flores para… es uno de los mejores relatos que he leido jamás. Y no me refiero solo a los de género.

  2. Hoy lo termine… la verdad de los mejores que leí. La categoría «Ciencia ficción» para mi le queda muy chica, es un libro que abarca de todo…

    • Yo no lo expresaría exactamente así. En «Ciencia ficción» tiene cabida de todo, desde lo más sublime («Flores para Algernon», por ejemplo), hasta lo más infame. De todas formas, en el fondo no es más que una etiqueta. Los libros son libros, y cada cual acaba enfrentándose en solitario, con sus propios méritos (y deméritos), al juicio de los lectores.

  3. […] vienen a la memoria ahora obras como Flores para Algernon (Daniel Keyes, 1959) que cuenta, en primera persona, cómo un hombre con un coeficiente mental de […]

  4. […] que utilizó para ejemplificar de qué va esta Nueva Ola, el que más llamó mi atención fue este. La buena crítica que Mars le dio —aunado a la dificultad que tengo para acceder a algunos de los títulos o a la pereza de leer […]

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