Noches de Suburbio

La cuarta novela publicada en la colección Arrakis de AJEC vuelve a ser (junto con las dos primeras: «Las graves planicies» y «En la ciudad oscura«) una antigua finalista del premio Minotauro, en esta ocasión en su edición de 2007.

«Noches de Suburbio», de Víctor Blanco, narra las visicitudes de Spade, un superviviente del suburbio que rodea Dunenburgo. Esta ciudad está dirigida por las Valquirias, un matriarcado extremo sustentado en tecnología bélica y drogas potenciadoras. Existen pocas opciones, o la servidumbre más o menos protegida en la ciudad o el caos sin ley de los arrabales (con un pequeño enclave tamponador entre ambos, dirigido por su propia mafia).

La vida es dura en el Suburbio. Ya no se trata sólo de una sociedad colapsada. El propio escenario se antoja postapocalíptico, aunque nunca se llega a precisar el causante del desastre (o siquiera si no se trata del punto final de un proceso de degradación gradual). En tales condiciones la delincuencia está al orden del día e impera el derecho de la fuerza. Los individuos solitarios son víctimas propicias, así que proliferan las bandas de punks, cada una con su propio territorio y peculiaridad, enfrentadas todas ellas por el reparto de los míseros despojos que caen de Dunenburgo.

En el momento en que se inicia la acción de la novela, una banda en concreto, la de los Artistas Callejeros, de la mano de su líder Fanfarria, se dirige con paso firme y sangriento hacia una hegemonía nunca antes conocida. Por su parte, Spade, sin compañeros ni propósito, entregado a la droga y al juego (cuando sus ingresos ilícitos se lo permiten), se ve com punto focal de una incomprensible cacería a varías bandas, en busca de un secreto que él mismo ignora poseer.

Mientras los acontecimientos se precipitan y la violencia se incrementa hasta límites jamás alcanzados, en el pecho de Spade renace la sed de una venganza largo tiempo aplazada… claro que, para saciarla, primero tendrá que sobrevivir, y él, que incluso se ha convertido en la sombra de lo que fue, es apenas una hormiga atrapada en un conflicto de titanes.

«Noches de Suburbio» se presenta bajo una apariencia que sugiere cyberpunk, y sus primeras páginas no hacen mucho por desmentir esta presunción. Sin embargo, pronto queda patente que falta algún ingrediente, y cuesta un tanto recalibrar las expectativas. La ausencia (algo enmascarada al principio) tiene que ver con la tecnología. Cierto, existen elementos tecnológicos, pero no dejan de constituir adornos fácilmente sustituibles por conceptos contemporáneos como esteroides (drogas potenciadoras), corazas (deflectores) y armamento superior (que tanto da que sea de energía). La auténtica especulación se encuentra en el ambiente en sí, un escenario distópico clásico, aunque sin pasado (relevante) ni futuro.

La filosofía subyacente, de igual modo, se aparta de la tradición cyberpunk, quedando más bien identificada con la forma abreviada: el punk. En particular, se trataría del punk que ha ido más allá de la desilusión y rechazo a los poderes establecidos, hacia un nihilismo exacerbado, resumido en la máxima «no future«. Los personajes de «Noches de Suburbio» en su inmensa mayoría, carecen de expectativas. Su violencia no es un medio, sino un fin. No existe propósito ulterior.

En este sentido, el propio Spade (o la información que supuestamente posee) funciona como un MacGuffin. Impulsa la trama, pero no la justifica. Es un recurso coherente con la filosofía de base, aunque por momentos la vacuidad existencial amenaza con privar de propósito a la propia obra, que se sustenta a base de pura estética.

En cuanto a este aspecto, existen claros precedentes. A principios de los 80 se desarrolló una breve tendencia cinematográfica, nacida de la fusión de dos películas: «Los amos de la noche» («The warriors», Walter Hill, 1979) y las dos primeras entregas de Mad Max (así como «1997: Rescate en Nueva York», de Carpenter). Los clones italianos (que por aquella época estaban al orden del día) terminaron de configurar el subsubgénero, con títulos como la trilogía del Bronx (empezando por «1990: Los guerreros del Bronx» de 1982) o «Los nuevos bárbaros» (1983) y evolucionando (es un decir) hacia títulos como «Destroyer: brazo de acero», «Los gladiadores del futuro» o «2020: Tras la caída de Nueva York»).

«Noches de Suburbio» mantiene parte de esta estética (que choca un tanto hoy en día), aunque quizás potenciando algo más el componente fantástico y abrazando con mayor convicción la desesperanza punk. Spade no es un antihéroe. Se limita a tirar para adelante, dejando la moral de lado. Es un animal acorralado que se revuelve y ataca. En sus acciones no busca ni encuentra redención. Tal objetivo no tiene sentido ni lugar en el Suburbio.

Estructuralmente, la novela resulta un tanto confusa al principio, impresión a la que ayudan ciertos excesos estéticos que la llevan a bordear peligrosamente la autoparodia. Sin embargo, a medida que la narración se afianza y las descripciones se vuelven más sobrias, las distintas líneas argumentales empiezan a entrelazarse con habilidad y la historia va imponiéndose sobre la ambientación, aunque se hace necesario un flashback explicativo para terminar de encarrilar coherentemente la acción hacia el clímax (que no defrauda en absoluto). A la postre, su mayor triunfo reside en una fidelidad total hacia sus propios principios.

Agradezco a Grupo Editorial AJEC el envío de un ejemplar de «Noches de Suburbio» para su reseña en Rescepto.

~ por Sergio en julio 11, 2011.

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