La legión del espacio

Si existe un fenómeno que me fascina en la ciencia ficción, quizás por deformación profesional, es la evolución temática y estilística del género, desde los primeros romances científicos de mediados del siglo XIX hasta las actuales corriente postsingularista y transhumanista. Por especificar un poco más, las auténticas joyas se encuentran en los períodos de transición. Sí, las grandes novelas suelen surgir en el cénit de cada movimiento (con alguna que otra, que siempre las hay, inclasificable), pero por su influencia e interés filogenético, las obras puente constituyen una oportunidad inmejorable para cualquier estudioso de la ciencia ficción para adentrarse en la esencia misma del género, un núcleo puro e inalterable que cada época recubre con sus propias modas, conocimientos e inquietudes. «La legión del espacio», de Jack Williamson, es una de estas obras.

Pero antes de entrar en detalles, quisiera presentar al autor, pues es un ilustre desconocido entre los aficionados hispanohablantes, pese a su enorme influencia en el panorama norteamericano. Y no es para menos. Con toda probabilidad, se trata del único escritor de ciencia ficción que ha conseguido publicar novelas en nueve décadas diferentes (empezando en 1929 con «The allien intelligence» y concluyendo en 2005, a la increíble edad de 97 años, con «The Stonehenge gate»). ¿Qué más puede decirse de un escritor que comenzó su labor en la era del pulp y prolongó su carrera (en solitario, nada de «ceder» su nombre como coautor) hasta más allá de los 90 años? De hecho, los premios no le llegaron hasta casi el ocaso de su longeva carrera (sus obras más importantes preceden en lustros o décadas a la instauración de los mismos). Así pues, cuenta en su haber con el Hugo y el Nebula de novela corta por «The ultimate Earth», que forma parte de la novela de 2002 «Terraformar la Tierra» (por cierto, el término «terraformar» fue acuñado por Williamson en 1942), que resultó a su vez ganadora del John W. Campbell (ex aequo con «Los cronolitos», de Robert Charles Wilson). A fuer de ser sincero, estos premios huelen bastante a «reconocimiento a toda una vida», pues pese a su empeño en introducir nuevos conceptos la obra posee unos planteamientos bastante anticuados, ¡pero tenía 92 años cuando la escribió!

Todo esto, sin embargo, se encontraba muy lejos cuando publicó en 1934 «La legión del espacio», serializada en seis partes en la revista pulp Astounding stories. La historia, una aventura espacial con un joven e intachable héroe, un trío de pintorescos compañeros de fatigas, traiciones, amenazas alienígenas y, por supuesto, una damisela en apuros, pronto se erigió en una de las obras más aclamadas de la naciente ciencia ficción, siendo citada a menudo por autores de la Edad de Oro (que arrancó más o menos cuando John W. Campbell fue nombrado editor de Astounding, hacia finales de 1937) como fuente de inspiración.

Trece años después, en 1947, fue recopilada en formato de libro y publicada como el segundo título de la nueva editorial Fantasy Press (tras hacer lo propio con una novela de otro de los pioneros, E.E. Doc Smith, serializada en 1931).  Para dicho acontecimiento, Williamson le realizó un lavado de cara, siendo ésa la versión que hoy en día conocemos.

Las influencias de la novela son bastante evidentes. Por un lado, según propia confesión de Williamson, siguió el ejemplo del premio nobel Henryk Sienkiewicz, quien en 1884 había tomado elementos de «Los tres mosqueteros» y los había combinado con el personaje John Falstaff de William Shakespeare para escribir su novela épica «A sangre y espada». Así surgieron John Star (previamente John Ulnar), el d’artagnanesco joven recién admitido en el prestigioso cuerpo de la Legión del Espacio, ocupado en defender la democracia representada por el Palacio Verde, y los veteranos Jay Kalam (responsable y cerebral), Hal Samdu (gigantesco aunque gentil) y Giles Habibula (el Falfstaff del grupo, obeso, verborreíco, aficionado a la bebida, contradictorio en sus muestras de cobardía y valentía, experto revienta-cerrojos y leal hasta la médula). Pero también deben considerarse las influencias provenientes del fantástico. Tendríamos la space opera de E. E. Doc Smith (la serie de Skylark), los mundos perdidos de Burroughs y Merritt, el concepto de lo alienígena de Lovecraft y su círculo y las hazañas físicas de la espada y brujería howardiana.

En cuanto a las obras que influyó… En fin, leer «La legión del espacio» representa tropezar cada tres por cuatro con situaciones que despiertan un eco en la memoria, ya sea por reconocer una anécdota de Star Trek o La Guerra de las Galaxias, ya sea por vislumbrar un personaje conocido bajo una encarnación posterior. Sin ir más lejos, me parece altamente probable que Lucky Starr, el héroe de la serie juvenil de Isaac Asimov de los 50, fuera modelado a partir de John Star (incluso sirve a una organización, el Consejo de Ciencias, que tiene mucho de Legión del Espacio).

En definitva, se trata de una obra en la que confluyen múltiples corrientes y que destila una amalgama encaminada ya hacia la consolidación del género durante la Edad de Oro, con buena parte de sus características definitorias ya presentes.

En cuanto a la trama, es muy simple, incluso bastante episódica (después de todo, no puede sustraerse a su origen serializado). Pese a todo es bastante satisfactoria. Tras una introducción extraordinaria, con el prólogo «El hombre que podía recordar el mañana» (escrito evidentemente para la edición de 1947, pues no sólo hace referencia al Proyecto Manhattan, sino que hace gala de ideas casi inimaginables en 1934, proporcionando una visión somera de mil años de evolución humana), la narración desciende a niveles bastante anodinos, con la descripción de un intriga estelar un tanto ramplona que no hace presagiar nada excepcional. Por fortuna, pronto queda establecido quiénes son los buenos, quiénes los malos y cuál es la misión (rescatar a una joven, poseedora del secreto de un arma de poder inigualable, de manos de una antigua raza alienígena), y lo que queda es una trepidante sucesión de aventuras, escapando de los traidores terrestres, viajando hasta el sistema estelar enemigo y sobreviviendo a sus múltiples peligros, con suficientes chispazos de genialidad como para mantener interesado incluso al paladar más exigente (siempre que sea capaz de contextualizar la obra y aceptar su estilo simple y directo, claro).

Parte de este interés radica en la naturaleza de los extraterrestres. Durante la Edad de Oro, docenas de escritorzuelos de calidad discutible redujeron a los alienígenas a monstruos antropomorfos (y libidinosos) con tentáculos o a masas gelatinosas con apetitos aún más primarios… eso por no hablar de los seriales cinematográficos, que por restricciones evidentes instauraron la imagen del hombre-con-disfraz. Los medusas de Williamson son muy distintos. Una raza tan extraña que hasta la comunicación es imposible, pues se «hablan» entre ellos mediante impulsos de microondas. Y qué decir de su ciudad. Parece extraída de una pesadilla primordial lovecraftiana.

En resumen, con «La legión del espacio» se nos ofrece un vistazo a los orígenes mismos de la ciencia ficción tal y como hoy la concebimos, evolucionando desde la novela de aventuras decimonónica, pasando por la exploración de elementos fantásticos propia del pulp y la introducción de componentes científicos (parece haber sido de primordial importancia la popularización, aunque fuera con ribetes un poco míticos, de la obra de Albert Einstein, cuya revolución espacio-temporal se encuentra en la base de buena parte de las especulaciones, muy poco ortodoxas, de Williamson… pese a lo cual anticipa lo que posteriormente se conocerá como motor de WARP o de curvatura). Ni más, ni menos.

Con posterioridad, Williamson escribiría otras tres novelas de la Legión del Espacio: «The cometeers» (Astounding, 1936), una continuación en la que nuestros héroes se enfrentan a una amenaza alienígena aún más terrible y extraña (con seres que no son siquiera materiales, inmunes por tanto al arma secreta de la historia original); «One against the legion» (Astounding, 1939), con un pretendiente al trono imperial enfrentado a la Legión mediante el uso de robots y transportadores de materia;  y por último «The queen of the Legion», publicada en 1982.

Me gustaría citar, para concluir, la dedicatoria de la novela, escrita muy posiblemente con motivo de su reedición en 1947:

A todos los lectores y autores de esta nueva literatura llamada de ciencia-ficción, que encuentran misterio, magia e incitante aventura en el creciente universo de conocimiento; que a veces pretenden observar y presagiar el colosal impacto de la ciencia sobre las vidas y las mentes de los hombres.

No se puede expresar mejor.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en diciembre 20, 2009.

5 respuestas to “La legión del espacio”

  1. ¡ah, ese «Ensueño Purpureo», y ese Giles Habibula… ¡pobre, pobre Giles Habibula…!

    Tengo que releerla un día de estos. Mi ejemplar es de Super Ficción, no se si ha vuelto a ser reeditada (¿En Orbis, quizás?) pero no me suena.

    Por cierto que Super Ficción es la única colección de libros de SF que tengo enterita… :-)

  2. Pues sí, hay una edición de Orbis de 1986, y otra de Hyspamérica de 1987.

  3. Excelentísima reseña como suele ser habitual de una de las novelas capitales de la «sci-fi», por mucho que le pese a algunos -aunque creo en realidad que a nadie con dos dedos de frente le pesaría-. Tremandamente alejada de la ciencia-ficción «gafapasta», como yo la llamo, el delirio «pulp» de Williamson es una gozada página a página. Aquí, al igual que en las novelas espaciales de Burroughs, no buscamos tanto la coherencia o la complejidad estructural como el sentido de la maravilla que tanto se echa en falta en la «sci-fi» actual.

    Soy un lector asiduo de tu página que al fin se anima a participar más en el mundo bloguero, sí que firmaré más a menudo y prometo conseguir alguno de tus escritos (gracias a gente como tú, esperemos que surja pronto una escena de escritores de ciencia ficción en España salida del «underground»). Por cierto, acertadísimas tus pasadas reseñas sobre Robert Howard, una de mis obsesiones.

    Saludos!!

  4. Muchas gracias.

    El truco está en saber qué se le puede exigir a cada título, y disfrutar así tanto de un Williamson como de un Disch. Sin embargo, considero que parte de la ciencia ficción actual aún busca el sentido de la maravilla (otra cosa es que lo encuentre). Las novelas post-singularistas y transhumanistas de Charles Stross, Karl Schroeder o mi idolatrado Greg Egan siguen en pos de esa misma sensación (si bien con armas distintas de los escritores pulp y de la Edad de Oro), e incluso en el panorama nacional tenemos autores como José Antonio Suárez, que se empeña en seguir publicando sus interesantes aportaciones al corpus de la space opera.

    Y sí, supongo que todos buscamos salir un poco del underground… ¡aunque sólo sea por conseguir que las editoriales descubran que podemos vender al menos al mismo nivel que el escritor anglosajón medio contando con las mismas condiciones!

  5. […] dar un punto de contraste a las historias heroicas con personajes del corte de Giles Habibula en La Legión del espacio o Jar Jar en La gerra de las galaxias, pero siempre me han parecido personajes insufribles en su […]

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