The Black Company (La primera crónica)

En 1984 Glen Cook publicó un libro que fusionaba la fantasía oscura (es decir, la espada y brujería del estilo de Karl Edward Wagner) con la fantasía épica, lo tituló «The Black Company», pues el protagonismo, en vez de recaer en un solo héroe (o antihéroe), como era la norma desde los tiempos de Conan, se repartía entre los miembros de una compañía de mercenarios, la última de las compañías libres de Khatovar. Soldados de élite, pero no superhombres, que contratan sus servicios al mejor postor (o al único que las circunstancias permiten), sin parar mientes en su legitimidad moral. La guerra es su oficio, y en cualquiera de los bandos de un conflicto se trata de matar sin resultar muertos, y eso es algo que tratan realizar lo mejor que pueden.

Por si no bastara con esta visión pragmática de su función, tras escapar en la primera de las aventuras más o menos independientes que construyen la trama general de la novela de un mal contrato, pasan a integrarse al ejército de la Dama, una poderosa hechicera que, de acuerdo con la tradición de la fantasía épica, debería considerarse el Mal encarnado. No es algo que afecte en exceso a los miembros de la Compañía Negra. Su trabajo consiste en ejecutar las órdenes que se les impartan (dentro de una lógica estrictamente militar), sin importarles otras posibles consideraciones éticas; y tampoco es como si el Círculo de magos de la rebelión fueran un dechado de moralidad. Al fin y al cabo, ganar la guerra es lo importante, y si toca jugar sucio, más vale sobrepasar al adversario también en esa faceta.

«La compañía negra» juega a recrear la típica lucha del Bien y el Mal, pero desde una perspectiva inusual, la de un peón (o una compañía de peones) del Mal. A ese nivel, las grandes cuestiones morales quedan un tanto difuminadas, y desde el fango resulta difícil distinguir entre los métodos de la Dama y los de sus adversarios. Además, resulta que en medio de la campaña los líderes militares de los dos bandos parecen más preocupados en apuñalarse por la espalda entre sí que en combatir al enemigo, y ese elemento de política (guerra) interna añade dificultades a la posición de la Compañía Negra, pues no solo están a las órdenes generales de la Dama, sino que su patrón, Atrapaalmas (una de los Diez Tomados, o lugartenientes-hechiceros del Dominador, el antiguo Señor Oscuro), anda continuamente en conflicto con el Renco (con la ayuda de Cambiaformas), así que la mitad del tiempo se lo pasan desbaratando los planes del Tomado rival. Y tampoco es que en las filas de los «buenos» reine la armonía.

Glen Cook juega a desdibujar las fronteras claramente definidas que habían caracterizado la fantasía desde la publicación por parte de Tolkien de «El Señor de los Anillos». A grandes rasgos, de hecho, el escenario tiene mucho de tolkiniano, con una Dama oscura (Sauron), alzada en lugar de un antiguo señor oscuro (Melkor), con un grupo de poderosos hechiceros como lugartenientes (diez Tomados en lugar de nueve Nazgûl) y empeñada en restaurar el Imperio del mal (aunque con ella al frente, pues no tiene la menor intención de revivir a su marido). El bando opuesto cuenta incluso con su propia profecía esperanzadora, que habla del retorno de la Rosa Blanca, que siglos atrás derrotó al Dominador. Todo debería ser muy fácil, y los héroes deberían luchar del lado del Círculo… solo que en el mundo de la Compañía Negra no hay héroes, solo hombres, aferrados a un código que no entiende de grandes dilemas éticos, sino solo de supervivencia.

El gran acierto de Cook, y lo que salva a la novela de convertirse en una simple sátira de la fantasía épica clásica, es que sus personajes no son caricaturas. Sí, es verdad que hay alguno que otro «peculiar», sobre todo los magos de la Compañía, pues al parecer no es posible ser brujo sin estar un poco loco, pero no son ni paladines sin tacha ni bestias amorales. Son soldados de fortuna, ni más ni menos, y como soldados procuran realizar su trabajo con eficiencia, pulcritud y la cautela de quien sabe que está arriesgando su vida.

Por añadir algo sobre el estilo, cabría mencionar que, pese a tratarse de una novela hasta cierto punto coral, existe un narrador designado, Matasanos (Croaker), el historiador oficial de la Compañía (y también su médico de campaña). No solo es el suyo un punto de vista limitado (solo puede referir aquello de lo que es testigo directo o que le cuentan), sino que incluso en cierto momento confiesa que no resulta completamente sincero, que después de todo los soldados de la Compañía Negra son sus hermanos, y si toca embellecer un poco la historia, o quizás pasar por alto algún que otro comportamiento vergonzante, es ese un sacrificio aceptable, siempre y cuando no queden distorsionados los hechos importantes.

A la larga, de hecho, Matasanos se convierte, más o menos, en el protagonista central de la historia (lo cual nos viene muy bien, porque la Dama parece encapricharse con él de un modo un tanto retorcido, así que es testigo de excepción de determinados hechos que no revelaré), y también resulta conveniente para mantener las motivaciones de otros personajes, como el recién admitido a la Compañía Cuervo, en secreto.

«The Black Company» es una novela episódica, con grandes elipsis entre los distintos capítulos, que esbozan la primera parte del conflicto por el norte, que el autor terminó narrando en cuatro novelas (a esta seguirían «Sombras fluctuantes» y «La Rosa Blanca», y mucho después una intercuela titulada «Port of shadows» que es el único título de la serie que aún no ha sido traducido al español). A nivel de trama, cada uno de estos segmentos es prácticamente independiente, y solo vistos en conjunto ofrecen algo parecido a una supertrama. Se trata de una estructura inusual, pero muy cercana a las raíces de la espada y brujería. Como no he leído más títulos de la serie, ignoro si es algo que mantiene en volúmenes ulteriores o si recurre en ellos a una narración más típica de la fantasía épica.

Hablando de títulos subsiguientes… Tras la primera trilogía (publicada entre 1984 y 1985), Glen Cook publicó una bilogía sobre la guerra en el sur (junto con un spin-off que sigue las andanzas de unos antiguos miembros de la Compañía Negra, publicado todo ello entre 1989 y 1990), y finalmente una tetralogía publicada entre 1996 y 2000 (además de la intercuela ya mencionada, que se publicó sorpresivamente en 2018). Todo ello abarca unos cuarenta años de la historia de la Compañía Negra, y queda pendiente un último libro, «A pitiless rain», que supuestamente cerrará por completo el ciclo, que se compondrá entonces de doce novelas y un puñado de relatos que han ido apareciendo dispersos a lo largo de la última década.

La importancia de «The Black Company» reside en que para muchos críticos marca el nacimiento de un subgénero que hoy en día está más vivo que nunca, el Grimdark, con su visión entre cínica y amoral del conflicto (no exenta de cierto relativismo ético) y su foco centrado en soldados de importancia limitada para la gran trama. En cierta forma, constituye, con su elección de repartir el protagonismo entre varios personajes, una alternativa a la síntesis entre fantasía épica y espada y brujería que por la misma época desarrollaba David Gemmell en su ciclo de Drenai (de hecho, «Leyenda«, la primera novela del ciclo y de Druss el Hachero, es de aquel mismo 1984).

Otras opiniones:

~ por Sergio en marzo 22, 2020.

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