Volkhavaar – Esclavos de la magia

Tras alcanzar el éxito de crítica y público en 1975 con «Birthgrave», su primera novela para adultos, Tanith Lee disfrutó de una breve período durante el cual su obra alcanzó buena difusión en los EE.UU. (sobre todo de la mano de DAW). Su serie más celebrada de esta época fue la de los Relatos de la Tierra Plana, que dio inició en 1978 con «El Señor de la Noche«). Entre medias, alcanzó a publicar otros ocho o nueve libros, uno de los cuales, con historia totalmente independiente, fue «Volkhavaar» (1977, subtitulada para su edición en castellano como «Esclavos de la magia»).

Nos encontramos de nuevo con una novela de fantasía atípica, construida casi como una sucesión de cuatro novelas cortas que nos narran la historia de Shaina, una joven esclava enamorada de un actor al que sólo ha visto una vez, y Volk Volkhavaar, un mago oscuro entregado en cuerpo y sobre todo alma a la tenebrosa deidad Takerna. Magia e ilusión, amor y maldad, entrelazados en una historia que apuesta tanto por el realismo más descarnado como por una fantasía desbordada, de cualidad casi onírica, inspirada parcialmente en el esoterismo New Wave, con brujas que son también vampiresas, viajes astrales, sacrificios rituales e ilusionismo venido a más.

La acción arranca con el encuentro entre Shaina, que ha llevado a las cabras de su amo a pastar al monte, y Barbayat, una bruja que le hace una petición inusual a cambio de sus enseñanzas. En ese momento, sin embargo, aún no tiene motivo para aceptar. Llega más tarde, en la forma de una troupe un tanto siniestra, que encandila al pueblo antes de desaparecer del pueblo y de las memorias, dejando tras de sí unos aldeanos muy confusos y a una esclava prendada de un joven actor sin sombra al que apenas ha visto y dispuesta a sacrificar lo que sea necesario con tal de seguir su corazón.

De ahí, la novela salta a la historia de Kernik, un niño que con el tiempo (y el sufrimiento, sobre todo ajeno) se entregará al servicio de un dios oscuro, que le concede el poder de la ilusión y lo transforma en el mago Volkhavaar, siervo de la oscuridad que representa el olvidado Takerna. El caso es que, analizados con detenimiento, tanto su poder como su maldad se antojan pueriles, la pataleta de un niño malcriado… y eso es algo premeditado. En medio de todos los vaivenes y el aparente caos, y aunque al principio no se hace evidente, Tanith Lee está ya apuntalando los grandes temas de la novela.

Es aquí, mediada ya la novela, cuando las dos tramas empiezan a confluir, en la ciudad de Arkev, el objetivo último de la venganza (trivial) de Volkhavaar.

Por supuesto, no voy a contar nada más sobre la trama. Es lo bastante sencilla como para no resistir ni la más somera de las sinopsis, pero también esconde sorpresas muy interesantes, que sería un crimen desvelar. De forma más vaga, comentaré cómo la autora pone las cartas boca arriba, poniendo claramente de manifiesto la cualidad contrapuesta de Shaina y Volkhavaar, la luz y la oscuridad, la realidad y la ilusión, el amor y el rencor (y también el amor y el sexo, aunque esto es algo que no termina de definir).

Contra todo pronóstico, Tanith Lee consigue navegar sin encallar por entre los estrechos desfiladeros que ella misma ha levantado… y pese al casi nulo margen de maniobra, todo acaba encajando y el todo alumbra aspectos de la historia que hasta el momento no parecían tener un sentido ulterior. Incluso queda plenamente justificada la mayor debilidad de la historia, ese amor a primera (y única) vista que empuja a Shaina de forma harto inverosímil más allá de lo humanamente esperable.

«Volkhavaar» es una novela muy sencilla, con una estructura descuidada que se antoja poco menos que improvisada. Tampoco sus elementos constituyentes resultan particularmente novedosos. Pese a todo eso, la historia es sorprendentemente atractiva. Tal vez tenga que ver con el enfoque personal de Tanith Lee, con una aproximación propia al género fantástico en la que destaca sobremanera el empleo de la perspectiva femenina. Ya no se trata sólo de Shania, sino que también tenemos a Barbayat, a Woana (la poco atractiva hija de los duques de Arkev) e incluso a su gata Witz (coprotagonista de una de las secciones más originales de la novela). También es muy original la forma en que describe la magia, desde la fascinación vacua que provocan las ilusiones de Volkhavaar (extraordinarias mientras tienen lugar, pero dejando un regusto a truco barato, a desesperada llamada de atención, cuando han quedado atrás) hasta el auténtico poder, profundo y sustancial, que exhibe Barbayat en la invocación más espectacular de toda la novela (tanto por ejecución como por efecto).

Filosóficamente, eso sí, no hay mucho donde rascar. Se limita a constatar que hay día y noche, luz y oscuridad, y que somos nosotros quienes escogemos a nuestros dioses, quienes tenemos la responsabilidad última de inclinar la balanza en una dirección u otra… Bueno, más o menos. Cualquier interpretación acaba chocando tarde o temprano con algún elemento que no encaja (por ejemplo, y con respecto a esta última que he enunciado, el hecho de que sólo Shania y Volkhavaar ejercen auténtica influencia sobre el dios). Dudo que Tanith Lee planteara la novela como una obra-tesis. Se limitó posiblemente a volcar en ella ideas sueltas, autoorganizadas en torno a una perspectiva vital personal. Esa sinceridad también actúa a favor del disfrute de «Volkhavaar».

Antes de concluir, un comentario en torno a las portadas. Creo que en general le hacen un flaco favor el contenido, porque (original de DAW aparte) tienden a sexualizar en exceso a la protagonista y lo que es peor, en muchas de ellas la subordinan. No va de eso la novela. Si algo define a Shaina es la voluntad y el desafío. Incluso cuando es esclava, su voluntad es la más fuerte, y ello es lo que le otorga la victoria final. Supongo que la iconografía fantástica no está muy acostumbrada a representar personajes femeninos con tales características.

Otras opiniones:

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~ por Sergio en marzo 5, 2018.

4 respuestas to “Volkhavaar – Esclavos de la magia”

  1. Cuando salió la de Martínez Roca en España, yo era un chaval, y por esa maldita portada nunca me dejaron comprarlo. Cuando ya tuve edad, no había manera de encontrarlo.

    • La portada fue un error, sin duda, sobre todo porque sugiere justo lo contrario de lo que finalmente cuenta el libro. En fin, no desesperes. Yo lo acabé encontrando hace sólo dos años (y a muy buen precio).

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