Titus Groan

Mientras en los EE.UU. el género fantástico se desarrollaba al amparo de las revistas pulp (con todo lo que ello implica, para lo bueno y para lo malo), en el Reino Unido (y en el resto de Europa) el impacto, mucho más directo, de las Guerras Mundiales, lo iba arrinconando cada vez más, dejándolo circunscrito a iniciativas personales y aisladas como la obra de E. R. Eddison, a reivindicaciones casi desesperadas (como “La hija del rey del país de los elfos”, de Lord Dunsany) o a reconstrucciones medievalistas (como la del ciclo artúrico de T. H. White o, en cierto sentido, “El hobbit”, de Tolkien).

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En medio de este panorama, irrumpió en 1946 Mervyn Peake, con “Titus Groan”, el que sería el primer volumen de su serie de Gormenghast, una “fantasía” muy diferente a todo cuanto se había creado hasta el momento, y muy diferente también del estilo que a partir de 1954 “El Señor de los Anillos” volvería hegemónico. De hecho, hay bastante poco de épico en la obra de Peake. Sus referentes no son los cantares de gesta medievales, ni la mitología celta o nórdica, sino autores y géneros decimonónicos como Charles Dickens y Robert Louise Stevenson, el romance en la línea de Jane Austen y la literatura gótica, con cierta tendencia al surrealismo y al costumbrismo, hasta el punto que la serie de Gormenghast está considerada como la primera muestra de “fantasía costumbrista”, que no se desarrollaría hasta muchas décadas después, a través de la obra de autoras (sobre todo) como Susanna Clarke (“Jonathan Strange y el señor Norrell”) o Jo Walton (“Dientes y garras”).

Aunque bien considerado por la crítica, Peake nunca llegó a ser un autor popular, siendo conocido principalmente en su faceta pictórica (llegó a ser un retratista famoso) y como ilustrador de los libros de otros (como Lewis Carroll, los hermanos Grimm o Robert Louise Stevenson). También desarrolló una productiva labor como poeta, fruto de la cual publicó en vida hasta seis volúmenes recopilatorios. Tras su prematura muerte (en 1968, a los 57 años, aunque incapacitado desde casi una década antes a resultas de una enfermedad degenerativa), la popularidad de sus libros sobre Titus fue creciendo, llegando a ser considerados hoy en día una importante influencia por autores como China Miéville (serie de Bas-Lag) o M. John Harrison (Viriconium).

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“Titus Groan” arranca con el nacimiento del susodicho, destinado a ser el septuagésimo séptimo señor de Gormenghast, heredero de una línea ininterrumpida de Groans. La novela pronto muestra sus cartas, tanto por lo caleidoscópico del protagonismo, que salta entre los diversos habitantes del castillo, como por la opresiva figura del castillo y sus tradiciones, un escenario monolítico, excluyente, inamovible.

Entre los principales protagonistas (utilizo los nombres ingleses, pues he leído el libro en versión original; la traducción de Minotauro los adapta con muy buen criterio) se cuentan Lord Sepulchrave, el actual señor, prisionero de una serie interminable de rituales cuyo significado, si alguna vez lo tuvo, se pierde entre los polvorientos volúmenes legales de la biblioteca que supone su único solaz; su hija Fuchsia, hermana mayor de Titus, soñadora y retraída a partes iguales; la imponente condesa Gertrude, madre de Titus aunque su amor esté monopolizado por decenas de gatos y aves de todo tipo; lady Cora y lady Clarice, las hermanas gemelas (y un tanto retrasadas) de lord Groan, que ansían reconocimiento por encima de todo; el doctor Prunesquallor (y su hermana solterona), el cocinero Swelter, el mayordomo Flay, el guardián de la tradición Sourdust, la niñera Nannie Slag y el advenedizo joven Steerpike, todos ellos parte del microcosmos de Gormenghast (cuya influencia apenas se extiende hasta los habitantes del barro, en las polvorientas casas que se extienden más allá de los muros del castillo).

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La trama abarca apenas dieciocho meses, e incluso ese lapso está tratado de forma desigual, con la mayor parte de los acontecimientos narrados agrupados en unos pocos días (e incluso unas pocas horas). El estilo de Peake es detallista hasta el extremo, puntilloso, machacón incluso, contribuyendo con ello a evocar la atmósfera inmovilista de Gormenghast. No importa en absoluto nada de cuanto pueda acontecer más allá de sus muros (incluso la ocasional digresión en torno a las cuitas de los habitantes del barro resulta totalmente ajena a los moradores del castillo). El drama es autocontenido, bien sean las aspiraciones de lady Cora y lady Clarice, el encono mortal entre Swelter y el señor Flay o las maquinaciones de Steerpike, una mezcla entre arribista e iconoclasta, que no duda en recurrir al crimen, la manipulación e incluso la extorsión con tal de cumplir unas ambiciones imprecisas (y que se antojan, desde una perspectiva externa, tan fútiles como las motivaciones del resto de personajes).

También es importante considerar que el autor nunca pretendió que la novela fuera una historia autoconclusiva, sino sólo el primer peldaño de un todo mayor (que ha quedado incompleto). Así, en 1950 publicó “Gormenghast”, el segundo volumen, que comprende entre los siete y los diecisiete años de Titus y en el que culminan algunas de las tramas abiertas en “Titus Groan” (y que, por tanto, cierran en falso allí). En 1959, limitado ya por su enfermedad, sacó “Titus solo”, que abre la historia al mundo más allá del claustrofóbico señorío (mostrando una fantasía industrialista que anticipa en cierta forma el steampunk), en una edición considerada fallida que fue reconstruida póstumamente en 1970 en base a las notas de Peake. Estas mismas notas permitieron en 2011 a su viuda, Maeve Gilmore, publicar un cuarto volumen, “Titus awake”, del que Mervyn Peake sólo llegó a escribir un corto fragmento introductorio.

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A medio camino entre la sátira (todos y cada uno de los personajes tienen algo de caricaturescos) y el retrato psicológico, “Titus Groan” constituye una fantasía tan diferente que, en realidad, poco o nada tiene de fantasía (salvo quizás la propia existencia de un escenario tan cerrado como Gormenghast, que quizás presente ecos de la Ciudad Prohibida de Pekín, o también del recinto, igualmente aislado, para occidentales de Tianjin, donde Peake vivió hasta los once años). Se considera que el tema principal de la serie es el enfrentamiento entre libertad y tradición (o cambio frente a inmovilismo), pero el tratamiento del mismo dista de ser evidente, y las aspiraciones literarias son al menos tan exigentes como las metafóricas (a este respecto, he de señalar que resulta muy, muy británico… lo que cada cual puede valorar de acuerdo a sus inclinaciones).

La publicación en 1954 de “El Señor de los Anillos” eclipsó en gran medida la obra de Peake (muy a su pesar, pues consideraba la fantasía de Tolkien infantil), pero quedó como ejemplo a un modo alternativo de enfocar el género, extremadamente literario y alejado sobre todo de cualquier pretensión de epicidad.

Otras opiniones:

~ por Sergio en julio 11, 2014.

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