Con otros ojos

En la reciente crítica de «Recalibrados» comentaba la presente querencia de los autores españoles hacia la novela negra de ciencia ficción. Pues bien, «Con otros ojos», de Fabián Plaza Miranda, no se inscribe exactamente en esta tendencia, pero no anda muy lejos, con lo que podríamos etiquetar como novela policíaca procedimental.

El aporte de ciencia ficción a este registro consiste en que los procedimientos del Mempo (la unidad policial a la que pertenece Raimón Wang, el protagonista) giran en torno a la instauración ubicua entre la población mundial de una suerte de telepatía tecnológica (posibilitada por un interfaz nanobótico wetware-hardware, el Men). Las posibilidades abiertas por este desarrollo han modificado sustancialmente la sociedad, convirtiendo los crímenes premeditados casi en una reliquia del pasado y a la justicia en un proceso tan rápido como eficiente (basta con realizar una inspección telepática, una ité, a los sospechosos, para confirmar o descartar su participación).

En estas circusntancias, un caso en apariencia sencillo, el asesinato de Constantino Vidal, un activista contra el abuso de la telepatía, en vísperas de una importante votación a nivel Europeo que podría cambiar el marco tecnológico e incluso legal de las conexiones tepé (el proyecto Noosfera), pronto se complica, con ramificaciones que apuntan desde a importantes cargos gubernamentales hasta a una organización pseudoreligiosa, los shar, que han llevado el uso de los telepatía al extremo de operar en la práctica como una mente colectiva. Como en toda trama policíaca que se precie, los descubrimientos de (Rai)Mon en vez de aportar claridad al asunto van embrollándolo cada vez más, las ités no revelan absolutamente nada, los registros informáticos son alterados a placer por el o los criminales y, lo que es peor, los cadáveres empiezan a apilarse en la conciencia del polícia.

La idea de base de «Con otros ojos» no es nueva. Quizás el mejor ejemplo de la conjunción entre telepatía y crimen quepa encontrarla en «El hombre demolido» (1952), la obra maestra de Alfred Bester. El desarrollo, sin embargo, hace hincapié en las repercusiones sociales de esta tecnología, y encuentra su propia voz al establecer su comparación con las redes informáticas (cabe resaltar que la última vez que la telepatía estuvo de moda en la ciencia ficción, hacia los años 70, la informática en este aspecto se encontraba en pañales) y, en particular, centra su atención en el análisis de la dicotomía entre libertad y seguridad.

La protección (o vulneración) de los derechos telepáticos se erige en el leit motiv de la novela, hasta el punto que no haría falta saber de la campaña del autor (abogado de profesión) contra la ley Sinde para poder establecer paralelismos. En este sentido, cabe destacar que lejos de presentar una postura maníquea, Raimon Wang se esfuerza por conciliar en su trabajo la protección de los derechos individuales con la protección de los derechos sociales (hasta el punto que la resolución rezuma ambigüedad; quizás excesiva, pues en ocasiones es preferible arriesgarse a la tendenciosidad antes que no terminar de rematar la faena).

El dibujo de una sociedad nueva es minucioso. Se aprecia que cada detalle ha sido meditado a conciencia. Un pequeño error, sin embargo, reside en el uso reiterado de la exposición en primera persona como vía para la transmisión de datos sobre la sociedad, algo que se acaba revelando un tanto artificioso y que en ocasiones lastra el ritmo. De igual modo, queda la sensación de que el impacto, con los mismos mimbres, hubiera podido ser mayor, más radical (tanto desde un punto de vista estilístico como conceptual). Algo que hasta cierto punto se confirma con el magnífico relato «Lasciate», que complementa el volumen junto con un breve glosario. En otras palabras: todo cuanto se nos muestra es sólido y atractivo, pero se intuye un potencial mayor desaprovechado, que acaba restándole (quizás de forma injusta) algunos puntos.

En cuanto al modo en que se resuelve la trama (algo fundamental en este tipo de ficciones), cabría calificarlo de aceptable, sin más (el autor se guarda un par de ases para dar el golpe de efecto final; se abstiene de sacárselos de la manga, pero aun así constituyen un recurso poco sutil). En realidad, la investigación criminal constituye toda ella una cohartada para introducir los temas relevantes, no todos ellos relacionados con el binomio privacidad/seguridad (también cabría mencionar otros, a decir verdad relacionados, como la libertad de creencias y opciones vitales).

Al contrario que la mayor parte de las obras que abordan temas similares en el marco de la ciencia ficción, «Con otros ojos» no constituye una antiutopía. En muchos aspectos, el futuro que nos presenta constituye una sensible mejora con respecto a nuestro presente; y el sistema judicial que diseña, si bien puede amedrentar por el alcance de su poder de intromisión, no puede negarse que es justo y eficiente. Lo que cabe decidir es si las ventajas superan a los inconvenientes (o peligros)… y apechugar con la decisión. Entre otros, la novela defiende el derecho de los ciudadanos a cohartar su propia libertad; aunque aboga por hacerlo al menos con conocimiento de causa, no a ciegas y a instancias de los motivos de otros (o impulsados por el miedo). Incluso hacia el final apunta hacia un futuro más prometedor (y una vez más, ay,  se retira antes de dar el golpe de gracia).

«Con otros ojos» fue finalista del premio Minotauro 2010 (la edición que ganó «Crónicas del multiverso«).

Agradezco a Grupo Editorial AJEC el envío de un ejemplar de «Con otros ojos» para su reseña en Rescepto.

~ por Sergio en febrero 8, 2012.

2 respuestas to “Con otros ojos”

  1. Un análisis muy acertado. Agradezco la reseña y los comentarios. Tomo nota de todos ellos para futuras obras. :) Y si alguien tiene alguna duda o consulta adicional sobre el texto, estaré encantado de proporcionar respuestas en la medida de mis posibilidades.

    ¡Un fuerte abrazo!
    Fabián.

  2. […] https://rescepto.wordpress.com/2012/02/08/con-otros-ojos/ […]

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