El hombre demolido

¡Pobre Hugolatría! ¡Qué abandonadita la tengo! Ya había avisado que iba a reducir el ritmo, pero no me esperaba que fuera tanto.  Pero es que las cosas hay que hacerlas bien, y aparte de algunos títulos que aún no he leído hay otros que no quería reseñar sin haberles dedicado antes una buena relectura. Por ejemplo éste, «El hombre demolido» («The demolished man»), de Alfred Bester.

Podríamos estar ante el premio Hugo más importante jamás concedido, por la simple razón de que fue el primero, concedido en 1953 como una actividad especial de la 11ª Worldcon, planteada como acontecimiento único e irrepetible. Quién sabe, tal vez de haber sido otra la obra ganadora la idea no hubiera cuajado y, tras un año de hiato, se hubiera erigido en un referente imprescindible de la literatura fantástica. Lo cierto es que los votantes aquel año tuvieron a bien escoger como merecedora de este reconocimiento la primera novela de Alfred Bester («veterano» de relatos y guiones de cómic para DC), y se puede afirmar que fue un primer paso inmejorable.

La producción (al menos por lo que se refiere a novelas) de Bester es limitada, aunque tremedamente influyente (sobre todo gracias a dos títulos, el que nos ocupa y su tercer libro, «¡Tigre, Tigre!» aka «Las estrellas mi destino»). «El hombre demolido» se apropió de un tema típico del pulp más ramplón, la telepatía, y lo desarrolló con una ambición y profundidad totalmente ajenos a los cauces habituales por los que discurrían las tramas durante la Edad de Oro (cuando el tema principal era la exploración del sentido de maravilla campbelliano). Se configura por tanto una obra avanzada increíblemente a su tiempo, hasta el punto que casi sesenta años más tarde sus evidentes arcaísmos (desde el lenguaje hasta las actitudes y obsesiones de los protagonistas) resultan de todo punto irrelevantes. Al mismo tiempo, se trata de una novela trepidante, que no concede un momento de tregua (y que revela otra faceta de Bester, la del autor que se ríe de todo y de todos, incluso con escenas con doble significado subiditas de tono, hasta donde lo permitía la moral de la época, como la del «papito»).

«El hombre demolido» es una novela policíaca. Tenemos al criminal, el magnate Ben Reich, señor absoluto de Monarch, una de las dos principales megaempresas del Sistema Solar, y asesino, y al prefecto de la policía, Lincoln Powell, ésper (telépata) de nivel 1. Tenemos el contexto, un siglo XXIV en el que el ser humano se ha expandido a Venus, Marte y las lunas de Júpiter y Saturno y en el que los telépatas son relativamente corrientes (al menos los de inferior categoría, aunque sólo haya 1.000 de nivel 1). En estas condiciones, el crimen premeditado ha sido prácticamente abolido, pues alguien que albergue el ansía de matar no puede evitar emitir frecuencias TP distorsionadas. Por supuesto, lo imposible jamás ha detenido a Ben Reich, y su odio hacia Craye D’Courtney, su principal rival comercial, es demasiado intenso para conducir a otra destino que su muerte.

Bester hubiera podido limitarse a jugar con la presunta imposibilidad de la tarea, describiendo las distintas etapas del crimen para asombrarnos con su perspicacia, pero opta por una aproximación diferente. El objetivo de Reich se cumple en el primer tercio de la novela, y lo que es más, el prefecto Powell sabe casi desde el primer instante que él es el culpable (de un crimen que se paga con la demolición de la personalidad). Otra cosa muy distinta es probarlo, establecer método, oportunidad y motivo, con evidencias lo bastante sólidas como para convencer a Moises, la computadora policial. Es una lucha titánica entre los mecanismos a disposición de Powell (sus habilidades telepáticas y legiones de policías dispuestos a investigar cada detalle) y los recursos casi infinitos y la resolución despiadada de Reich.

El autor no hace trampa. No se saca de la manga ninguna prueba crucial que resuelva el caso por arte de magia y obliga a sus personajes a atenerse a las reglas establecidas desde el principio. En ese sentido, «El hombre demolido» es una apreciable novela detectivesca. También es mucho más. Al ser la telepatía el elemento diferenciador, se decanta por examinar el crimen desde una perspectiva psicológica. Parece una decisión evidente, pero hace falta visión para aplicar conceptos psicoanalíticos duros a un género caracterizado hasta el momento sobre todo por su capacidad de proporcionar entretenimiento. Cierto, muchas de las ideas manejadas por Bester son hoy en día tan obsoletas como la misma estructura empresarial que sirve de transfondo a la disputa, pero ello no invalida su aplicabilidad intrínseca.

«El hombre demolido», en uno de sus niveles de lectura, constituye una puesta al día de «Crimen y castigo», escrita por Fiódor Dostoiesvki en 1866. Por un lado, presenta la tensión psicológica del criminal (su convencimiento inicial de estar por encima de la ley, los remordimientos que poco a poco lo van derrotando por dentro…) y la presión incesante del policía en términos muy similares, pero además aprovecha los nuevos conocimientos científicos (propiciados por la aplicación de las ideas de Sigmund Freud y sus discípulos) y un recurso que sólo puede proporcionarle la ciencia ficción, la posibilidad de entrar literalmente en la mente criminal a través de la telepatía.

En cuanto al estilo, utiliza diversas técnicas experimentales para mostrar por un lado la evolución del lenguaje (con la utilización de grafías especiales, casi tipo SMS, en los nombres, tales como sustituir «At» por «@» en «@kins») y por otro las particularidades de la comunicación telepática (desde la superposición de conceptos hasta la reestructuración metafóricamente visual de oraciones).

En su nivel más basal, presenta la idea de que, aislados cada uno en nuestras propias mentes, construimos murallas para esconder nuestro interior a los demás e incluso a nosotros mismos. El propio Lincoln posee una faceta maliciosa, el «niño deshonesto», que le impele a mentir por el simple placer de embrollar las cosas, una característica que entre sus compañeros ésper no deja de ser un motivo de broma. La humanidad está enferma, y sólo cuando (si) todos sean (fuéramos) telépatas, se alcanzaría un auténtico hermanamiento. Mientras tanto, los ésper procuran impulsar la generalización de sus capacidades (mediante un programa eugenésico de dudosa moralidad y eficacia, al menos para cumplir los objetivos pretendidos), al tiempo que tratan con algodones su relación con los más numerosos «normales» para evitar incurrir en su odio (aunque no pueden evitar calificativos como «mirones»). La solución: renunciar voluntariamente a las ventajas que podrían ser suyas y transformarse en complacientes sirvientes, además de someterse a un estricto código ético (basado en parte en el juramento hipocrático) que les permita ser aceptados.

La historia se publicó originalmente divida en tres partes en Galaxy Science Fiction (H. L. Gold, el editor, le convenció para no llamarla «Demolition!»), y es por esta edición que se le concedió el Hugo (pues no fue recopilada en libro hasta 1953). Curiosamente, la novela que ocupó su lugar en la revista cuando finalizó su serialización debió de ser (no se conservan registros sobre finalistas) su principal rival en la lucha por el galardón, pues se trató de la no menos relevante «Mercaderes del espacio» de Frederik Pohl y  Cyril M. Cornbluth.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en septiembre 9, 2010.

7 respuestas to “El hombre demolido”

  1. Lei esta novela cuando tenia unos 10 o 11 años. No recuerdo como llego a mis manos, pero fue el primer libro de C-F que lei y desde entonces no he dejado el genero.

  2. Magnífica novela en la que, como bien dices, la grandilocuente conclusión sigue las normas establecidas desde el inicio. Esta ausencia de «trampa» resulta encomiable.
    Buena reseña.

  3. Gracias, Pedro.

    En cuanto a la conclusión, para constatar su relevancia (y vigencia) basta con comprobar que, catexis (interpretada a su modo) y pesadilla solipsista aparte, es equiparable en muchos aspectos a la de «Origen» («Inception»), claro que ideada cincuenta y ocho años antes.

  4. Pues la verdad es que no se me había ocurrido el paralelismo y ahora que lo comentas, en efecto existe. Ahora me han entrado ganas de volver a leer la novela y volver a ver la película, jeje.
    Saludos.

  5. […] Para saber más […]

  6. Estoy leyendo la novela, actualmente… y es increíble lo influencial resulta ser.
    Al menos lo debe haber sido para Philip K Dick (Varias de sus temas habituales son tocados en el libro, de un modo muy cercano a como el los tocó) y para el género cyberpunk (las megacorporaciones corruptas haciendo lo que sea por más poder, los matones bizarros y peculiares…)

    • Sigue siendo muy influyente. Ahí está el personaje de Alfred Bester en Babylon 5 o la trama de «Inception». Respecto al cyberpunk, Bester es un reconocido precursor. No sólo por ésta, sino sobre todo por «Las estrellas mi destino» («¡Tigre, tigre!»).

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