Mujer abrazada a un cuervo

Salto de Página continúa con su apuesta por la literatura fantástica española con «Mujer abrazada a un cuervo», la última novela del pamplonica Ismael Martínez Biurrun, que confirma con ella la idea de que «Rojo alma, negro sombra» no fue un accidente, sino que (algo de lo que podemos estar muy agradecidos) tenemos autor para rato.

Va a ser una reseña compleja, pues son muchos los aspectos que deseo tratar, así que quizás sea conveniente empezar presentando qué es lo que cuenta.

Cruz María Montenegro es una estudiante de medicina en su último curso, con unos padres recientemente divorciados. Él una autoridad mundial en epidemiología, ella una artista que mantiene una difícil relación con su hija (nacida de una larga historia de incompatibilidad y alimentada por la presencia de Víctor, su nueva pareja, un escritor de segunda fila). Es precisamente su padre quien le ofrece un extraño caso para investigar. En Lortia, una aldea del norte de Pamplona, ha nacido un niño muerto, con toda la sintomatología propia de un caso de peste bubónica, enfermedad cuyo último brote en la región data de cuatrocientos años atrás. La familia afectada, los Uztárroz, dicen ser víctimas de una maldición, que se cobra la vida del primer nacido en cada generación, maldición cuyas raíces pueden rastrearse hasta 1601, año en que el pueblo se vio diezmado por la peste y sufrió un incendio devastador.

Bajo la hipótesis de que la enfermedad pudiera deberse (tanto en el presente como en el pasado) a la acción de un virus, cuyo genoma permanece latente en el genoma de su la línea genealógica, Cruz inicia la investigación ayudada por Michi, un compañero de su misma edad (aunque ya graduado e incluso doctorado, merced a un cerebro superdotado que acompaña a un carácter repleto de inseguridades maquillado con una actitud bromista), y por un talento muy especial que le acompaña desde niña. Cruz es capaz de viajar en el espacio y en el tiempo, protegida tras una barrera psicológica, una cortina que conjura para distanciarse de lo que contempla en sus «safaris», una protección, quizás imprescindible, para no verse atrapada al otro lado.

La trama avanza a impulsos de la investigación. A medida que Cruz va implicándose en el drama (presente y pasado) de los Uztárroz, cada vez le cuesta más mantener su distanciamiento. Simultáneamente, los conflictos de su vida personal van desbocándose, hasta que se ve impulsada en una cruzada personal, saltando adelante y atrás en el tiempo, con el peligro constante de encontrarse atrapada en la época de la peste, un período en el que hasta los médicos que luchan con sus limitados medios contra la epidemia pueden verse atrapados en una vorágine que bebe de la superstición, la xenofobia, el caciquismo y el miedo.

La intriga médica se desarrolla (con algún que otro atajo) de acuerdo con un guión bastante clásico, secretos ancestrales son desenterrados, un amor prohibido recorre su inexorable curso hacia la tragedia y la verdad acude presta a absolver antiguos pecados, con la fría e inclemente eficacia de un bisturí drenando un absceso purulento. Sin embargo, hasta ahora tan sólo he hablado sobre qué cuenta la historia, no sobre qué va.

«Mujer abrazada a un cuervo» es la historia de Cruz, de la resolución catártica de sus conflictos. Una crisis incubada durante años que estalla por fin con el divorcio de sus padres y que la conduce a la bulimia. Los acontecimientos exponen a la luz las contradicciones internas que la están destruyendo. Así pues, son habituales las dicotomías (como la difícil conciliación entre la ciencia médica, adoptada por elección, y la magia heredada; una contraposición de opuestos obligados a colaborar que constituye un subtema recurrente de la novela)  y los paralelismos, expuestos en ocasiones como imagen especular de su hechos de su vida ante su mirada analítica, libre por fin de autojustificaciones.

Cruz se ve obligada a abandonar su papel pasivo, de observadora pura, para implicarse, tanto en la investigación como en la resolución de sus problemas personales. El conocimiento, duramente adquirido, retira de sus ojos la venda defensiva para que pueda superar sus demonios internos (entre los que no constituye el menor un evidente complejo de Electra, espoleado por la infidelidad de su padre, motivo desencadenante del divorcio, que Cruz reinterpreta como una traición personal). Así pues, a la postre, acaba erigiéndose en causa y efecto, origen y solución de un bucle que es tanto temporal como afectivo.

Para terminar, no puedo dejar de hacer referencia a ciertas inexactitudes de la faceta biológica de la novela (deformación profesional pura y dura). No es que importe demasiado (ya he dejado indicado que la carga simbólica de la novela reviste una importancia tal que pequeñas inexactitudes científicas no empañan en absoluto la validez de la misma), pero existen algunos errores de planteamiento. Por un lado, el hecho de partida (la posibilidad de que la peste bubónica se debiera a la acción de un virus) constituye una hipótesis que ha sido recientemente desestimada por varios investigadores (aquí he de hacer notar que la principal refutación corresponde a un artículo publicado con posterioridad a la edición de la novela; también es mala suerte). Por otra parte, el tipo de agente vírico descrito no concuerda con sus hipotéticos efectos (por lo que respecta a la transmisión) ni con los indicios aportados por Duncan y colaboradores para construir su teoría del origen vírico de la enfermedad (Nota adicional: también este argumento, la prevalencia de una mutación específica en el gen CRR5, en la población europea, que ofrece cierta protección contra el VIH, ha sido convincentemente desafiado por otros investigadores, que vinculan el proceso más bien a agentes infecciosos alternativos, como la viruela).

Bueno, en cualquier caso, esto es una cuestión anecdótica (que sólo importa a los biólogos). Cabe quedarse con el desarrollo de personajes (una faceta que se sobrepone incluso, de forma bastante sorprendente habida cuenta del acontecimiento histórico que recrea, a la ambientación) y el meticuloso uso del lenguaje (quizás un pelín artificioso al principio, aunque pronto encuentra el equilibrio justo entre estética y funcionalidad).

Una de las novelas fantásticas más destacadas del año, que a buen seguro empezaremos a ver pronto en los listados de finalistas a todos los premios del ramo (y, quién sabe, hasta podría saltar barreras, que calidad -y accesibilidad- tiene de sobra para ello).

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en enero 19, 2011.

5 respuestas to “Mujer abrazada a un cuervo”

  1. Yo tengo que aportar una visión un poco más crítica. Es una novela de superhéroes, ella, que puede viajar en el tiempo y espacio, y él, que tiene memoria fotográfica y habla 6 idiomas. Me pregunto qué aporta a la novela el repetir una y otra vez la descripción de los ataques bulímicos de Cruz o el ataque de ansiedad del compañero de avión del padre de Cruz. También es curioso cómo los superhéroes pueden ser tan ingenuos de pensar que les van a dar el premio nobel investigando problemas marginales (para la sociedad) de una familia en el pirineo navarro, en lugar de investigar curas para el cáncer o el VIH (o el origen de sus superpoderes). Si uno lo piensa la novela se puede resumir en «y al fin descubrieron el uso de los antibióticos, aleluya». Lo siento pero la historia hace aguas por todos lados. Eso sí, la prosa es muy buena y por ello creo que Ismael lo puede hacer mucho mejor.

  2. Por lo que respecta a Michi sí que tendría que darte la razón. Es un personaje quizás demasiado simple (en sus extremos), y sus «dones» facilitan en demasía la investigación. Lo de la bulimia de Cruz, sin embargo, es importante, pues supone la manifestación física de sus conflictos internos (provocados en gran medida por su poder), cuya resolución, a la postre, constituye el núcleo central de la novela.

    Respecto a la escena del padre de Cruz en el avión… Creo que es importante por dos motivos. Por un lado presenta su falibilidad como médico. Es un investigador extraordinario, pero debido a sus propias flaquezas no puede ayudar a un hombre que tan sólo hubiera necesitado que la tripulación confiara en su criterio y le permitiera recetarle un tranquilizante. A partir de ahí, y en el curso de la conversación posterior, se ve obligado a enfrentar sus flaquezas en otro ámbito, el familiar, haciéndole cambiar de rumbo (en ese momento se dirigía a un congreso en los países nórdicos) a tiempo de salvar a Cruz.

    En cuanto a las expectativas de Nobel, no es algo descabellado. El premio de 2008 fue para tres investigadores que caracterizaron los virus del SIDA y del cáncer de cuello de útero. Aunque, eso sí, Ismael no logra comunicarlo de forma clara, y además se lía un poco con la virología y entremezcla características propias de bacteriófagos y herpesvirus.

  3. por un lado elementos que me pueden interesar en fantasia, conflictos internos, escenario contemporaneo, secretos del pasado pero por otro algunos que no me convencen demasiado intriga medica, intriga historica, traslados en el tiempo a mansalva, superpoderes… no se…
    por cierto no reucerdo, has comentado El hermano de las moscas de Jon Bilbao?

  4. No, ni tampoco tengo el libro en el estante de los pendientes (algún día tengo que hacerle una fotografía.. antes de que desborde y tenga que utilizar un gran angular).

    Para llevar un orden, voy poniendo los enlaces a las críticas (aunque algún descuido he ido detectando) en el Archivo de reseñas.

  5. […] literarias, El diablo me dijo,  La maja descalza, Papeles en blanco, Qué leer, Rescepto Indablog y Zonafandom. Además hay un par de entrevistas en El Mundo y H de Horror. Share […]

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