Infierno nevado

La primera novela de Ismael Martínez Biurrun, publicada el año 2006 por Equipo Sirius, supone una rareza a todos los niveles. Por un lado, aborda un sub-subgénero, la fantasía histórica antigua, que ha sido mucho menos cultivada de lo que su potencial se merece, en especial dentro de la literatura nacional. ¿Romanos y Lovecraft? ¿Por qué no? Robert E. Howard creó todo un pasado mítico en torno a la invasión romana de las islas británicas y su enfrentamiento con las tribus pictas y celtas… así como con pueblos aún más antiguos.

También es un libro curioso por la forma en que se manifiesta la noviltud de su autor. Muy a menudo esta condición afecta al estilo: demasiado afectado, o insuficientemente pulido, o carente de foco. No pasa así con «Infierno nevado». Desde las primeras páginas se nos revela un texto formalmente impecable, sometido por completo al control del autor, sin que ninguna frase, ninguna descripción o ningún diálogo chirríe.  De igual modo, la ambientación es sobresaliente (quizás un poco laxa desde un punto de vista histórico duro, pero evidente no por errores impremeditados, sino por la voluntad de no profundizar en exceso en la faceta histórica para evitar que se imponga a la narrativa). Sin embargo, algo no termina de funcionar, y concluido el libro no acabo de precisar el qué.

Tengo varias hipótesis, aunque ninguna de ellas resulta concluyente. Tal vez sea el ritmo, excesivamente plano durante todo el libro, sin picos y valles narrativos capaces de llevarnos en un suspiro a través de las 260 páginas escasas. Los hitos argumentales carecen a menudo de tensión, o intentan crearla a partir de recursos inadecuados (confesándonos, por boca del narrador, por ejemplo, que todos los legionarios están muertos de miedo, en vez de haciéndonos palpable esa aprensión a través de la historia; fallo por cierto en el que caía de tanto en tanto el propio Lovecraft). Unido a esto nos encontramos con una excesiva linearidad, que elimina por completo cualquier atisbo de multidimensionalidad. Utiliza, de hecho, una estructura que parece más apropiada para el medio audiovisual (no cuesta nada imaginar la «película», como si estuviéramos leyendo una novelización). Por último, me da la impresión de que no hay suficientes elementos para sustentar una narración de esta longitud. Hubieran podido acomodarse igual de bien en un texto de la mitad de su longitud.

Ojo, he comentado que ninguna hipótesis es concluyente y me reafirmo en ello. En relidad, no puedo señalar a alguna de las características antedichas y culparla inequívocamente de la sensación de insatisfacción que me ha producido la lectura de la novela. Aunque sea cual sea la razón basal (o la combinación de factores), lo cierto es que me ha faltado algo, muy poco, para disfrutar realmente de la lectura.

Estoy siendo excesivamente duro. Mucho más de lo que realmente se merece la novela. En parte es porque sé que Ismael ha pulido todas estas aristas y nos ha regalado con su segunda obra, «Rojo alma, negro sombra«, todo un hito dentro de la literatura fantástica española. Pero también porque siento que a «Infierno nevado» la falta tan poco para alcanzar la excelencia que resulta imperativo intentar desentrañar qué ha prevenido tal desenlace, aunque me temo que no puedo avanzar mucho más en mi análisis.

La historia nos la narra Celio Rufo, romano de Capua y asistente personal del tribuno Arranes, vascón y hombre de confianza de Pompeyo Magno, encargado por éste de determinar el destino de una caravana de suministros perdida en los montes Pirineos. El trigo es fundamental para que la tropa de Pompeyo, enzarzado en una guerra civil con Sertorio, aguante el invierno en Olacirun, un fuerte militar junto a un asentamiento vascón que será la semilla de la ciudad de Pompaelo (Pamplona). Así pues, aun en contra de las leyendas locales que hablan entre susurros de un pueblo antiguo en las montañas y de un dios durmiente que exige cada año su tributo, la recuperación de las provisiones constituye una misión prioritaria a la que el general romano dedica toda una cohorte.

Pese a que el narrador es Celio Rufo, su papel en la historia es tremendamente pasivo. El verdadero protagonista es Arranes, dividido entre dos lealtades igualmente inquebrantables, hacia Roma y lo que ésta representa y hacia el pueblo de sus padres, posición que le granjea suspicacias tanto por parte de uno como de otro bando, y que lo obliga a vivir constantemente en el filo entre ambas realidades. Se trata de un personaje complejo, demasiado enigmático para permitir una completa identificación con el lector, que tampoco puede buscar apoyo en el narrador.

En cuanto al elemento fantástico, tarda bastante en hacer su aparición, por lo que podría descolocar a más de de uno. Según propia confesión del autor, bebe de los mitos de Cthulhu, en particular de una idea del propio Lovecraft, expresada mediante una carta en 1937 sin que llegara a concretarse nada. Sin embargo, la ejecución se aparta bastante de los terrenos explorados por el genio de Providence, entrelazándose con los mitos vascos de Mari y Sugaar. De hecho, la narración es más efectiva cuanto más se separa de Lovecraft, y se tambalea un poco cuando adopta elementos como la locura que se abate sobre los hombres enfrentados a lo sobrenatural (algo que llega a molestar un tanto por su reiteración).

El personaje de Mari constituye el mayor logro de la historia. Un ser adecuadamente fascinante y contradictorio, muchísimo más efectivo que la desmesura de Sugaar cuando por fin hace acto de aparición. A este respecto, el clímax tal vez se retrasa demasiado y carece de la intensidad que nos promete la narración. Sin duda, funcionaría mejor como narración independiente que como conclusión de las doscientas veintitantas páginas precedentes.

En definitiva, «Infierno nevado» es un poco como su protagonista, Arranes. Un libro ambiguo, con un tremendo potencial que no acaba de explotar; una narración fría, con buenos fundamentos que pregonan las excelencias que están por llegar. Un muy prometedor inicio (fácil resulta «vaticinarlo» a estas alturas) que no ha acabado de cuajar, pero que aun así ofrece suficientes elementos de interés como para concederle una oportunidad.

(Mención aparte merece, por lo negativo, el tipo de letra escogido, al menos para su primera edición; una grafía muy agresiva que no invita a la lectura; es posible que algo influya en la valoración final).

Otras opiniones:

Otros libros del mismo autor reseñados en Rescepto:

~ por Sergio en diciembre 14, 2009.

5 respuestas to “Infierno nevado”

  1. ¡Ja! ¡Vaya día que has escogido para reseñar precisamenrte «Infierno Nevado»! :-)))))

    Muy oportuno.
    Por lo demás no ocnozco la novela.

  2. Pues sí, la verdad. Incluso no descarto del todo que nieve en Valencia capital (sería la tercera o cuarta vez en treinta años). Está todo el día lloviendo y la previsión para esta noche nos baja a -2 ºC (mañana tocamos suelo con -4 ºC).

    Cuando empecé a leerla hace unos días estábamos a 25 ºC.

  3. Interesante la reseña, Sergio, aunque no coincido en absoluto con lo de la insatisfacción (supongo que se debe a que cada uno busca, aun inconscientemente, distintas cosas en una lectura). A mí «Infierno nevado» me fascinó y me enganchó totalmente. Quizás lo único que me sobró fue el recurso del relato, la apertura y el cierre, vaya.

    Sí que es cierto que es más novela bélica / de aventuras, que de terror al uso, quizás por lo que comentas de empatizar con el terror de toda la cohorte. Coincido, eso sí, en que el personaje de Mari es de lo mejor de la novela.

  4. Hombre, es que para cada cual la experiencia es distinta (por gustos, intereses, lecturas previas… incluso puede ser diferente dependiendo de en qué momento te pille). Por eso pongo los enlaces a otras opiniones, que yo sólo puedo responder por mis impresiones, y si hilamos fino hasta por mis impresiones en tal día y surgidas a raíz de determinado camino argumentativo.

    Aquí lo importante es dar a conocer la obra, picar quizás la curiosidad y que después cada cual se forme su propia opinión (o no, pero al menos ya hay otro elemento de juicio, al que hacer tanto o tan poco caso como se quiera).

  5. […] cuatro damas, Los nombres muertos, las dos primeras novelas Holmesianas de Rodolfo Martínez, Infierno nevado, Profundo, El joven Lovecraft… durante los últimos lustros las obras de “inspiración” […]

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.