Fabricantes de sueños 2008

Ya tenemos el Fabricantes de sueños 2008 y el Visiones 2007 en circulación. Mis intereses se centran más en el primero, por motivos de coautoría, pero resulta también satisfactorio poder mostrar que las cosas empiezan a rodar de nuevo con la AEFCFT (ha habido, y todavía queda, mucho trabajo, pero los resultados palpables son los que cuentan).

En algún momento de las próximas semanas reseñaré el Visiones. Por hoy, me centraré en el Fabricantes, por eso de darle al autobombo un poquito.

Dado el tiempo que hace que no tenemos Fabricantes, tal vez sea necesario recordar lo que vienen siendo. Se trata de una recopilación de relatos ya publicados el año precedente al de portada. Un comité se encarga de examinar la producción anual y seleccionar aquellos que a su juicio considera mejores. En el caso del Fabricantes de sueños 2008 se dio la novedad de que por primera vez el comité solicitó que se le hicieran llegar los candidatos, de acuerdo con unas limitaciones (hasta un máximo de tres por autor y cuatro para los editores).

El resultado de su labor son diecisiete relatos de dieciocho autores, que procedo a comentar. Aunque antes, para evitar repeticiones, me gustaría señalar que si algo caracteriza al conjunto es la elevada calidad literaria de las propuestas. Me ahorro por tanto señalar en cada ocasión que «está muy bien escrito», dejándome en libertad de analizar otros aspectos.

Fabricantes_suenos_2008

Abre la antología «Aduya» de Sergio Parra, cuento sobre el que ya tuve ocasión de escribir en mi crítica a «Mensajes perdidos«, la antología de Libro Andrómeda donde apareció originalmente. Lo cierto es que esta segunda aproximación me hace contemplarlo bajo una luz más benévola. Sigue siendo cierto que hay muchos detalles inexplicados, pero la presentación desvía muy acertadamente la atención de la trama hacia el juego metalingüístico que propone el autor, pues el tratamiento del lenguaje como vehículo de fabulación es sin duda el punto fuerte del relato.

«La apertura Slagar» de Santiago Eximeno y Alfredo Álamo, publicado originalmente en NGC 3660, obtuvo el premio Ignotus 2008. Nos propone (casi nos desafia a) aceptar un juego dentro de otro. Hace uso de los elementos del género negro para presentarnos una realidad alternativa donde el ajedrez es un elemento de vital importancia cultural no exento de peligros sobrenaturales. Si el cuento anterior podía tildarse de metaliterario, éste es sin duda metajedrecístico. Una trama socarrona, resuelta con el habitual buen hacer de los autores.

Sigue «Blackout», de Jordi Armengol, una viñeta ciberpunk que sigue al pie de la letra el manual de estilo del subgénero y fue publicada en la web de Libro Andrómeda. Quizás  se eche de menos algo de innovación temática, o puede ser que entiendo el ciberpunk clásico como un estilo ya superado y «Blackout» no me aporta nada realmente novedoso. Apunta a ciertos desarrollos intrigantes, pero la escasa longitud del texto no le permite explorarlos más allá de la recreación estilística, algo que se nota en particular con el final excesivamente abrupto.

«Chalala», de David Mateo, es la primera de las tres narraciones salidas de las páginas del ezine Miasma, que por desgracia ya ha desaparecido (de hecho, pocos días después de hacerse pública la selección anunciaba el cese de actividades). Con «Chalala» tengo un problema que me impide apreciarlo. Se trata de una narración en primera persona (una constante de la antología, por cierto), y esta opción tiene sus peligros. Tanto el lenguaje como la forma en que se articula el pensamiento me resultan incongruentes, dado que se supone que provienen de un esclavo negro en una plantación en La Española. El uso de un vocabulario amplio y una retórica refinada tal vez embellezcan el relato, pero a mí me sacan por completo de la historia, pues no puedo conciliar narrador con protagonista.

El siguiente relato es «La ciudad de los muertos» de Antonio Cebrián, aparecido en Sinergia (aunque, en realidad, es bastante anterior, pues ya daba título a la antología de su mismo título publicada por Vórtice el año 2005). Presenta una idea interesante, la recreación virtual de una personalidad fallecida, así como plantea dilemas morales acerca del uso (y abuso) de esta tecnología. Por desgracia, a la hora de concretar no termina de cerrar, optando en lugar de ello por dar un giro (no demasiado inesperado) que plantea una reflexión distinta (careciendo en su caso de un planteamiento adecuado).

A continuación llega «La última partida» de J.E. Álamo, capítulo integrante de su novela «El enviado», que es, para mí, lo mejor de la antología. El cuento nos narra una partida de póker con final preestablecido y nos presenta un personaje misterioso, que domina desde el principio el relato con su presencia y que nos plantea un misterio mayor. Resulta paradigmática la forma en que Álamo consigue cerrar todos los hilos, imbuyendo al mismo tiempo a este personaje (sospecho que el Enviado del título) de un aura que sugiere una trascendencia mucho mayor.

José María Tamparillas aporta con «El mazo» un escenario clásico, el análisis de las miserias de un hombre, focalizado en torno a un objeto aparentemente inicuo, en este caso un mazo de juez perteneciente a su padre recientemente fallecido. Se trata de un texto con reminiscencias de Poe, evidentes en su tratamiento del horror como un sentimiento emergente de las ambigüedades psicológicas del ser humano. Se trata de otra de las historias puestas a disposición de los lectores gracias a Miasma.

«Erundina salvadora» de María Concepción Regueiro, publicado originalmente en Erídano, es una ucronía acerca de la Guerra Civil. Trata sobre la posibilidad de que un inventor del bando republicano desarrollara un primitivo ordenador que hubiera podido dar la vuelta al conflicto. La narración es impecable desde cualquier aspecto formal, pero no me convence analizada desde una perspectiva ucrónica. La modificación propuesta a la historia conocida se me antoja demasiado fantasiosa (las capacidades del ordenador, que funciona mediante tarjetas perforadas, son muy superiores a las de cualquier supercomputador actual) y el análisis de las consecuencias extremadamente superficial. Estos detalles me sacan de la narración al entender, quizás sin razón, que exige una suspensión de la incredulidad mayor de lo que corresponde a una ucronía, para no aportar nada realmente perspicaz.

También pertenecía a una antología de autor «El olor profundo de la tierra», de Juan Antonio Fernández Madrigal («Magnífica Víbora de las formas» de AJEC, la única editorial que se está arriesgando estos últimos años con este tipo de producto). Nos plantea una historia intrigante y novedosa, con un personaje (o varios) que capta de inmediato la atención del lector. Por desgracia, el desarrollo va perdiendo poco a poco gas, hasta terminar de forma demasiado apresurada y con una solución al enigma principal que me ha decepcionado (como genético, es posible que con otra perspectiva hubiera podido distanciarme más).

Carlos Duarte Cano nos presenta con «El hombre infalible», publicado en Axxón, la vida de una persona excepcional, contada a modo de semblanza tras su muerte. La historia es evocadora e intrigante, con un inconfundible toque hispanoamericano en su temática y enfoque. Si algo le sobra es un exceso de explicaciones, que transforman un periplo vital fascinante en algo paradójicamente más prosaico al introducir un elemento externo fantástico.

A continuación nos encontramos con «La mancha» de Laura Ponce, publicado en Aurora Bitzine, un relato sobre la separación, con un toque surrealista que aboga por apoyarse en los sentimientos en vez de en las explicaciones. Enfrenta la sensación de pérdida con el miedo a lo desconocido en un relato breve e intenso.

«La muerte interior» de Claudio Amodeo, publicado en el I Anuario de Axxón, examina los mismos sentimientos, pero definitivamente a la inversa, explorando el poder destructivo del amor en un escenario muy típico de la ciencia ficción. ¿Una space opera militarista sobre el amor y la locura? Pues sí, resulta que tal quimera era posible.

Laura Quijano examina en «Por siempre otro» una situación muy común, llevada hasta el extremo mediante el uso de elementos propios de la ciencia ficción, la imposición a los hijos de las expectativas de los padres. De nuevo, pierde un poco con las explicaciones, pues distraen del tema central añadiendo elementos técnicos que no se encuentran lo suficientemente desarrollados para estar a la altura de la poderosa faceta emotiva.

Con «Procedimiento de rutina», publicado en El Sitio de Ciencia Ficción, Ramón San Miguel Coca nos devuelve a un subsubgénero netamente español (en Nueva Dimensión ya publicaban ejemplos cada dos por tres). Mezcla a partes iguales la crítica con el humor negro, presentándonos una humillante experiencia a la que podríamos estar abocados, visto lo visto. Por alguna razón, nuestras distopías tienen ese toque socarrón que pide que no se las tome demasiado en serio, al tiempo que te recuerdan que no deberías reírte demasiado fuerte… por si acaso.

Nos acercamos al final de la antología con un relato muy cortito de Domingo Santos, publicado en Bem on Line. Se trata de una fábula robótica, concebida (y ejecutada) como homenaje a Asimov.

Y así llegamos hasta «Vlad» (una historia en tres actos y un epílogo), publicada por José Ignacio Becerril en Ocio Joven. Se trata de un examen del mito de Drácula un tanto esquizofrénico, pues cada una de sus cuatro partes nos presenta una época, un estilo y una interpretación diferentes, desde el clasicismo casi documental de la primera hasta la iconoclastia cientifista de la última. No puedo decir que el experimento en su conjunto sea de mi agrado, pero sin duda el segundo segmento, ubicado en el Londres victoriano, estructurado como una obra teatral y con deliciosos guiños literarios, me ha parecido de lo mejor de la antología.

Cierra el volumen «Yamata-no-Orochi», cuento que publiqué en el número 7 de Miasma. Dado que nació como una colaboración con el fanzine Necronomicón, no puede ocultarse que es una obra de inspiración lovecraftiana. Es más, se trata de un remake de la tercera parte de «La llamada de Cthulhu», modernizando algunos elementos (especialmente el estilo), pero manteniendo viva la esencia… o eso creía. Hoy en día posiblemente lo abordara de otra forma, o directamente me decantara por fijarme en su producción posterior, más orientada a la ciencia ficción. Otra de las fuentes de inspiración fueron las «ruinas» de Yonaguni, un fascinante conjunto geológico al sur del archipiélago japonés.

Como estoy involucrado, dejo las valoraciones generales a otras voces. Me limitaré a dar las gracias a los seleccionadores por haber decidido incluir mi criaturita en este volumen… y a emplazaros para las entregas del 2007 y 2009, que irán saliendo en los próximos meses y donde también he tenido la suerte de encajar.

Otras opiniones:

Otros libros de la AEFCFT reseñados en Rescepto:

~ por Sergio en octubre 11, 2009.

6 respuestas to “Fabricantes de sueños 2008”

  1. Pues estoy ansiando ponerle las manos encima, pero dado que mi ubicación geográfica es tan distante, todavía tendré que esperar ;)
    Gracias por el comentario. En cuanto a Por siempre otro, bueno… tal vez mi problema suele ser explicar demasiado ;)

  2. Es que has ido a tropezar con un genetista…

  3. Eso es fascinante. ¿Significa que «metí la pata»? Creí que no me había adentrado en terreno peligroso…

  4. Te contesto por privado para no desvelar demasiado a quienes no lo hayan leído.

  5. Pues gracias en lo que mí me toca y me muero de ganas de tener ya mi ejemplar.

  6. Acabo de recibir mi ejemplar y estoy muy contenta. :-)
    Gracias por el comentario: «La Mancha» es un relato que escribí hace mucho tiempo y te tengo cariño.

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