The Blazing World (El Mundo Resplandeciente)

Durante los últimos años he tenido un poco abandonada la ciencia ficción temprana. En parte fue porque murió mi lector electrónico y tardé un par de años en reemplazarlo, luego me puse con mi repaso a los finalistas del Hugo, más tarde con antologías y finalmente le quise dar un empujón a la Pila física. El caso es que tenía una deuda pendiente que no podría dejar pasar por más tiempo, una de las primeras novelas de ciencia ficción de la historia, «El Mundo Resplandeciente», de Margaret Cavendish (1666).

En algunos sitios la he visto definida como protociencia ficción (aunque aún no he encontrado una definición que no sea arbitraria para distinguir entre ciencia ficción y protociencia ficción). Mi criterio para incluir o no un libro en el género es que someta su imaginación al método científico, y reconozco que esto es difícil de aplicar en períodos en los que la ciencia era tan nueva que todavía tenía otros nombres.

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Durante el siglo XVII (y parte del XVIII), la ciencia ficción temprana solía tratar sobre cuestiones epistemológicas. Es decir, especulaba sobre las posibilidades que abría y los límites del pensamiento científico (o, más en propiedad, de la nueva corriente de filosofía natural que se apoyaba en el método hipotético-deductivo-experimental). En esa línea (inaugurada por Sir Francis Bacon en 1626 con «Nueva Atlántida«) cabe situar «The discovery of a new world, called the Blazing World», de Margaret Cavendish.

Cavendish, duquesa de Newcastle, fue una rara avis en su tiempo. De forma mayoritariamente autodidacta (porque por entonces en Inglaterra ni siquiera las mujeres nobles recibían educación formal más allá de las normas sociales apropiadas para su sexo), se había convertido en filósofa natural y escritora. Produjo varios libros de divulgación, se involucró en los debates científicos de su época e incluso llegó a ser la primera mujer recibida (a regañadientes) en la Royal Society (que uno de sus hermanos fuera uno de los socios fundadores posiblemente ayudó). Todos sus libros, además, iban firmados con su propio nombre, y para despejar cualquier duda sobre su sexo, los hacía acompañar a menudo por grabados que la representaban.

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Por añadidura, entre sus catorce títulos produjo un libro de poesía (que no fue muy bien recibido), una biografía de su marido (que con el tiempo llegó a ser considerada modélica en el género), varias obras de teatro (que no solían representarse porque no se atenían a las normas clásicas) y la novela que nos ocupa, como apéndice para uno de sus compendios de filosofía natural (en las ediciones de 1666 y 1668 de sus «Philosophical letters»), con el propósito confeso de acercar los debates científicos contemporáneos, un tanto abstractos, a otras mujeres, a través de la ficción (comenzando como una aventura romántica, siguiendo con una exposición filosófica y concluyendo con metáforas fantásticas).

La primera parte servía para enganchar a las presuntas lectoras, la segunda constituía el núcleo epistemológico de la obra y en la última se permitió embarcarse en lo que hoy llamaríamos proyección o especulación.

El libro describe el secuestro de una noble doncella por un pretendiente, cuyo barco se ve sometido a fuertes vientos que lo empujan hacia el norte, donde a través de una serie de intrincados pasajes entre los hielos perpetuos acaba llegando a otro mundo, que se encuentra en contacto con el nuestro por los respectivos polos. El intenso frío acaba matando a todos salvo a la joven, por la pureza de su corazón, y es por ello que es la única en establecer contacto con los habitantes de ese mundo, diversas especies de animales humaniformes.

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Conducida ante el rey absoluto del mundo, en una ciudad maravillosa en su ecuador, este queda prendado de su belleza y la nombra emperatriz (después de que esta rechace el tratamiento de diosa). A continuación, la dama se dedica a establecer una serie de normas, encargando a cada especie el estudio de una disciplina específica (política, astronomía, geología, teología, filosofía experimental…), convocándolos al cabo de un tiempo para discutir sus reflexiones o descubrimiento (circunstancia que la autora aprovecha para introducir sus propias reflexiones y criticar posturas que considera erróneas).

Por último, tras evangelizar ese mundo que considera perfecto en virtud de poseer un único gobierno, absolutista por supuesto, una única religión y un único pensamiento, eliminando por tanto toda fuente de competencia o disensión (todo ello siguiendo la filosofía política más avanzada de la época, tal y como quedaba reflejada en «Leviatán», de Thomas Hobbes), aspira a que alguien le ayude a crear una cábala (que interpreto como una forma de teoría del todo) y, tras serle presentados varios candidatos, acaba decantándose por… Margaret Cavendish, duquesa de Newcastle y escritora desprejuiciada que habita en un tercer mundo (distinto del
Resplandenciente y de aquel de origen de la emperatriz). A través de algo similar a un viaje astral, ambas dialogan y se convierten en almas gemelas, amantes platónicas, y cuando le llega a la emperatriz noticia de que su antiguo reino natal está sufriendo el ataque del resto de naciones de su mundo, el espíritu de Margaret Cavendish la acompaña y la aconseja en la expedición de ayuda que organiza gracias al ingenio de sus filósofos experimentales.

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«El mundo resplandeciente» no es una obra fácil y no la recomendaría a cualquiera (el estilo resulta bastante ramplón, aunque leyéndola en inglés tiene el encanto añadido de descubrir algún que otro arcaísmo pintoresco que le da cierto color especial). A mí me ha resultado muy interesante porque permite asomarse a una época, la de la ciencia del barroco, que suele abordarse como un proceso mucho más… limpio de lo que fue.

Leyéndolo, se percibe mejor cómo fue en realidad la transición del pensamiento precientífico al científico, un avanzar a tientas por un territorio nuevo y desconocido, sin saber exactamente hacia dónde iban o siquiera cuál era exactamente la mejor forma de obtener sus objetivos. Es cierto que la sección se hace un poco larga y sin conocer a fondo a los protagonistas (caricaturizados como hombres-animales) y sus argumentos ampliados, queda como una relación un tanto árida de disciplinas, a medio camino entre el pensamiento mágico y el científico (la autora, además, se posiciona casi invariablemente del lado incorrecto en todas las polémicas que describe). Personalmente me ha resultado intrigante, pero entiendo que de literario tiene poco.

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No así la última parte, la metafórica, porque ahí sí que se aprecia uno de los primeros intentos (si no el primero) de aunar especulación científica (llega a anticipar la creación de submarinos metálicos con sistemas de generación de oxígeno) con un subtexto filosófico (sobre cuestiones metaliterarias y como proyección de sus propios anhelos y ambiciones). En otras palabras, la esencia misma del género de la ciencia ficción.

En su época, Margaret Cavendish fue tan admirada como ridiculizada, permaneciendo de un modo un otro en boca de todos. Poco a poco, sin embargo, fue cayendo en el olvido, hasta su redescubrimiento en los años 80 del siglo pasado (sobre todo como pionera del movimiento feminista). Hoy por hoy, también empieza a reconocerse su cualidad de precursora en el campo de la ciencia ficción. Estoy seguro de que saberlo la hubiera llenado de satisfacción, pues esa era su máxima ambición: superar todos los obstáculos que la tradición le imponía con motivo de su sexo y obtener renombre imperecedero por sus propios méritos.

Otras opiniones:

~ por Sergio en May 30, 2024.

Una respuesta to “The Blazing World (El Mundo Resplandeciente)”

  1. uf, yo también la tengo pendiente y la he ido aplazando, creo que es hora de ponerla siguiente en la lista, gracias por el empujón

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