Looking backward: 2000-1887 (El año 2000)

Pocas novelas de ciencia ficción pueden vanagloriarse de haber sido bestsellers, y aún menos de haber marcado tendencia, ya no dentro del gueto de aficionados, sino entre el público general. De todas ellas, el caso más espectacular es sin duda el de «Looking backward», publicada por Edward Bellamy en 1888. Tal fue su impacto que para 1900 se trataba de la segunda novela más vendida en la (relativamente joven) historia de los EE.UU., superada tan sólo por «La cabaña del tío Tom».

El tiempo no la ha tratado demasiado bien, pues ni su temática ni su estilo han superado el juicio de los años que ella misma anticipó, pero su influencia se extiende sobre toda la ciencia ficción de su época, hasta bien entrado el siglo XX, e incluso por detalles puntuales más allá, convirtiéndola quizás en la gran obra olvidada de la historia de la ciencia ficción.

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El armazón dramático de la novela es mínimo. El protagonismo recae en Julian West, un joven bostoniano de clase acomodada de finales del siglo XIX, quien una noche de 1887 se acuesta en su cámara subterránea, pues debido a problemas de insomnio, precisa oscuridad y silencio absolutos. Por ese mismo motivo, requiere de los servicios de un experto en mesmerismo, que en las noches particularmente difíciles lo sume en un trance del que sólo él y el criado de Julian lo pueden sacar.

Lo próximo de lo que es consciente es de despertar en una habitación extraña, entre personas extrañas, que una vez mínimamente recuperado le revelan que se encuentra en el año 2000. Al parecer, durante aquella fatídica noche se declaró un incendió que arrasó su casa, dejándolo a él encerrado, presa del trance mesmérico, sin que quedara nadie en Boston que supiera de la existencia de la cámara subterránea. Así, con sus funciones vitales prácticamente interrumpidas, ciento trece años han transcurrido sin tocarle, hasta que unas excavaciones topan fortuitamente con su encierro, devolviéndolo a un mundo muy distinto del que abandonó.

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La principal diferencia entre los EE.UU. de 1887 y los del año 2000 reside en la implantación de una profunda reforma social, que ha sustituido el sistema capitalista por el «nacionalismo», un sistema socialista basado en el monopolio del estado sobre toda la industria, la abolición del dinero y el reparto equitativo de la riqueza de la nación entre todos sus ciudadanos, a cambio de un período de trabajo que se extiende más o menos entre los 21 y los 45 años.

El grueso de la novela se gasta en conversaciones entre Julian y su familia de acogida, en particular el doctor Lette, médico jubilado, y su hija Edith. Ambos le muestran las maravillas de las postrimerías del siglo XX y le explican en detalle el modo en que se organiza el gran «ejército industrial», la disposición de toda la fuerza laboral del país en un esfuerzo centralizado, coordinado y planificado para maximizar su eficacia, eliminando la competencia, las desigualdades e injusticias del sistema explotador surgido de la revolución industrial.

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«Looking backward» no presentó en realidad ideas totalmente novedosas, sino que se limitó a estructurar las teorías sociales que se venían discutiendo en los círculos intelectuales de la época en forma de utopía realizada, situando el punto de vista a poco más de un siglo en el futuro, una vez superadas las convulsiones de la época (con huelgas por doquier, crisis reiteradas, pobreza, incultura y la amenaza de la violencia anarquista), en un desarrollo similar al del cuento «Rip Van Winkle» (1819) de Washington Irving (en el que el personaje homónimo, se libra, dormido en una cueva por veinte años, del incierto período de la Guerra de Independecia, historia inspirada a su vez en cuentos tradicionales del viejo mundo). En cuanto a los detalles más finos de la trama, existen dos títulos previos ampliamente reconocidos como precursores: «The great romance» (un anónimo neozelandés de 1881) y «The diothas» (John Macnie, 1883). Pese a ello, de alguna forma, logró captar la imaginación de sus contemporáneos, que convirtieron el libro en todo un fenómeno con repercusiones con un alcance muy superior al meramente literario.

Por todo Estados Unidos surgieron clubs «nacionalistas», cuyo objetivo era llevar las ideas de «Looking forward» a la palestra política, y las discusiones a favor y en contra de esa visión utópica menudearon. Así pues, durante todo el resto del siglo XIX se sucedieron diversas oleadas de novelas utópicas y distópicas (muchas de ellas planteadas como secuelas no oficiales) que o bien defendían o bien atacaban la sociedad de Bellamy (señalando su rigidez, la falta de estímulos o atacando su premisa de que el hombres es por naturaleza bueno, y que son los condicionantes externos los que lo obligan a actuar egoístamente). El propio autor publicó en 1897, año antes de su prematura muerte (por tuberculosis), una secuela oficial, «Equity», que gozó del mismo éxito comercial, aunque no del mismo reconocimiento de crítica y público.

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De entre toda la plétora de respuestas más o menos directas, suele destacarse un título como el más meritorio desde un punto de vista literario: «Noticias de ninguna parte», de William Morris (1890), una utopía socialista antitecnológica, que frente el Bostón ultratecnificado, que Morris encuentra frío y deshumanizado, contrapone un pastoralismo que aboga por un retorno a una vida más simple y más cercana a la naturaleza. En 1899, H. G. Wells empleó un artificio similar al de Bellamy para escribir su distopía capitalista «When the sleeper wakes», en la que su protagonista despierta después de más de dos siglos como el hombre más rico del mundo (gracias al interés compuesto de sus depósitos bancarios).

Desde una perspectiva española, resulta clara la influencia de la utopía de Bellamy (posiblemente a través de intermediarios) en la utopía valerana imaginada por Pascual Enguídanos Usach en los años cincuenta para su Saga de los Aznar (que empieza a mostrarse en «Salida hacia la Tierra«).

A pesar de este extraordinario impacto, como avanzaba, la novela no ha soportado bien el paso del tiempo, quizás porque para empezar de novela tiene lo justo, consistiendo más bien en una serie de discursos dedicados a examinar tal o cual aspecto de la sociedad futura (su organización laboral, el papel de las mujeres, sus sistemas de promoción, la producción y distribución de los bienes, la inclusión de las profesiones liberales en el entramado industrial…). Casi todo esto nos lo presenta el viejo y sabio doctor Lette en sus conversaciones con el ingenuo pero bien dispuesto Julian (un antecedente muy claro del típico esquema que un par de generaciones después emplearía Heinlein con un fin muy similar, aunque con una ideología radicalmente opuesta).

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En cuanto a especulación tecnológica, el libro no entra en gran detalle, limitándose a presentar un sistema telefónico que permite la reproducción de programas a la carta (aún faltaban unas décadas para el desarrollo de las retransmisiones radiofónicas, que no se volverían habituales hasta pasado 1920), aunque precisamente por su vaguedad tampoco presenta nada que resulte extraordinariamente chocante.

Socialmente, algo no termina de cuadrar con la propuesta. La experiencia nos ha mostrado que los monopolios estatales no son la respuesta, y bastaría un ligero cambio de perspectiva para convertir a nuestros ojos muchos de los elementos de la novela en una distopía totalitaria en toda regla (sin espacio para la disidencia). Sí que identifica claramente las injusticias del sistema capitalista, los abusos y, a grandes rasgos, apunta a las aspiraciones de un sistema más igualitario (marcando el camino de buena parte de las conquistas sociales de los últimos ciento y pico años). Lo lamentable es que, después de tanto tiempo, existan aún aspectos en que el mundo de Bellamy sigue constituyendo una mejora respecto al nuestro.

Quizás lo que necesitaríamos es nuestro propio conjunto de nuevas (recalco lo de nuevas) ideas ilusionantes, que desataran a su vez una fiebre de utopías modernas que nos motivaran y dirigieran, con el fin de que el 2100 suponga al menos un adelanto con respecto al 2000 como éste lo fue con respecto a 1900.

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La obra de Bellamy se encuentra en dominio público y el texto original de «Looking backward» puede descargarse a través del Proyecto Gutenberg.

Otras opiniones:

~ por Sergio en agosto 8, 2015.

5 respuestas to “Looking backward: 2000-1887 (El año 2000)”

  1. Gran reseña. La echaré un vistazo a ver si puede servir como lectura para adolescentes de 15-17 años.

    • Al final se hace un poco reiterativo (y el tono es decididamente aleccionador, lo que también llega a resultar un poco cargante), pero presenta un lenguaje muy accesible, alejado de los excesos ornamentales que se pusieron de moda unas años después. Podría ser un buen candidato.

  2. Muchas veces tus artículos merecen la pena solo con la recopilación de portadas que haces. Si ya le sumas el texto el nivel es increíble. Gracias por escribir.

    • Es que en literatura fantástica siempre hay que hacer un esfuerzo extra para atraer al lector, y eso se nota en la creatividad que suele desplegarse en las portadas. Gracias.

  3. […] más popular, y con varias ediciones en castellano, fue El año 2000, de Edward Bellamy, una curiosa utopía socialista publicada en 1888, que al margen de su […]

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