La casa de las sombras

El año 2010 fue bastante pródigo en pequeños proyectos editoriales enfocados al terror. Por desgracia, no todos lograron consolidarse. Tal fue el caso de DH ediciones, surgida en torno al foro Horror Hispano (actualmente reconvertido en Cultura H) y con una vocación minoritaria (por temática y formatos), que apenas alcanzó los cuatro títulos. Entre ellos, «La casa de las sombras», de Juan Ángel Laguna Edroso, una novela corta (extensión que merecería mejor suerte) de ambientación gótica.

Trece capítulos (o cuentos) componen la obra, que nos lleva al interior de un caserón siniestro, habitado por criaturas perturbadoras, entregadas a sus no menos extraños quehaceres, con un misterio, el de la identidad y relevancia de alguien a quien sólo conocemos como Isabelle, envolviéndolo todo como una espesa, pegajosa e inaprensible niebla. El libro se nos muestra como un espejo quebrado, con cada afilado fragmento reflejando una parte del todo mayor y componiendo una imagen incompleta, con bordes serrados que no terminan de encajar… y precisamente por ello más desazonante.

El autor nos lleva, de la mano de distintos personajes (Marianne, Ladislás, la tía Ágata…) que se muestran alternativamente como narradores y objetos de la narración (es decir, alternando la perspectiva narrativa de dentro afuera y de fuera adentro), a escenarios sacados del imaginario gótico: bibliotecas arcanas, catacumbas, bosques tenebrosos, criptas, sotanos mohosos… Allí se nos muestran tal cual son: monstruos. Pero no monstruos por contraposición a ningún héroe, o siquiera por no alcanzar algún estándar moral, sino por encarnar la esencia misma de la monstruosidad, ajena, confinada en un lugar aislado e inalcanzable, sin otro propósito que existir.

En su página web, Juan Ángel Laguna confiesa la inspiración directa en el fix-up de Ray Bradbury «De la ceniza volverás» (publicada en 2001, recopilando relatos escritos desde 1946), aunque también resulta evidente y profunda la influencia de Poe. Leyendo «La casa de las sombras» es imposible no pensar en cuentos como «Morella», «Berenice», «Ligeia» o, por supuesto, «La caída de la casa Usher» (así como en «El hombre de arena», de E.T.A. Hoffman). El mismo ambiente de fascinación mórbida por la muerte, por el horror, por la escritura se nos presenta. No para que lo comprendamos, porque la comprensión total mata el misterio, sino para que lo saboreemos y nos dejemos arrastrar por él.

Generalmente no suelo apreciar los ejercicios de estilo, pues mis inclinaciones como lector (y como escritor) tienden a dar preponderancia a la historia, pero hay algo en «La casa de las sombras» que trasciende ese enfoque. Los relatos, tomados individualmente, carecen de puntos de anclaje. No muestran introducción, ni mucho menos desenlace. En conjunto, sin embargo, sin llegar en modo alguno a estructurarse en una narración lineal, se imbrican de tal forma que resulta imposible no sentir cómo las escenas que se nos muestran se ramifican y entrelazan por debajo de la superficie hasta hacerse tan coherentes como el más cuidadoso ensayo científico.

El que nosotros, pobres lectores, tan sólo seamos capaces de apreciar las ramas que asoman entre las aguas cenagosas de un pantano no significa que bajo la superficie no exista un tronco sólido, tanto más fascinante por cuanto jamás podremos estar seguros de su forma exacta.

Otras opiniones:

~ por Sergio en octubre 24, 2012.

Una respuesta to “La casa de las sombras”

  1. Muchas gracias, Sergio. Encontrarse con una reseña así a estas alturas es toda una alegría. Creo que has calado a la perfección la obra.

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